P. ÁNGEL PEÑA O.A.R.
SANTA MARÍA MAGDALENA DE PAZZI
GRAN MÍSTICA
S. MILLÁN – 2019
SANTA MARÍA MAGDALENA DE POZZI, GRAN MÍSTICA
Imprimatur
Mons. José Carmelo Martínez
Obispo de Cajamarca (Perú)
S. MILLÁN – 2019
ÍNDICE GENERAL
INTRODUCCIÓN
Su infancia.
Primera comunión.
De pensionista.
Entrada al monasterio.
Noviciado.
Profesión religiosa.
Cuarenta días con éxtasis.
A pan y agua.
Éxtasis.
Milagros en vida.
Profecías.
Las llagas.
Conocimiento sobrenatural.
Bilocación
Multiplicación de alimentos.
Perfume sobrenatural.
Los demonios.
El infierno.
El purgatorio.
Algunas virtudes a) Castidad.
b) Humildad. c) Caridad.
d) Penitencia. e) Espíritu misionero.
La Eucaristía.
El Niño Jesús.
En unión con los santos.
Sus escritos.
Su muerte.
Milagros después de su muerte.
Cuerpo incorrupto.
Fama de santidad.
Beatificación.
Cambio de convento.
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
INTRODUCCIÓN
La vida de santa María Magdalena de Pazzi gira en torno al amor de Dios. Ella en éxtasis gritaba continuamente: Amor, amor, amor. Y decía también: El amor no es conocido. Quisiera que esta voz mía sea oída en todas las partes del mundo y hasta en el infierno, porque el Amor no es amado.
Toda su vida está envuelta en éxtasis, que a veces duraban muchas horas. En una ocasión tuvo éxtasis durante 40 días seguidos, aunque solo algunas horas cada día.
Tuvo las llagas de Cristo y sufrió indeciblemente los sufrimientos de su pasión. Todo lo ofrecía con amor por la salvación de los pecadores y la liberación de las almas del purgatorio.
Tuvo experiencias del purgatorio y del infierno, y todo lo que sufría le parecía poco para asemejarse a su esposo Jesús y conseguir la salvación de las almas.
Se le ha llamado el serafín del Carmelo por su amor intenso a Jesús, que se le aparecía a veces bajo la figura de un Niño o como adulto. Cuando estaba enferma en cama, solía tener siempre un crucifijo en las manos para sentir consuelo y fortaleza para seguir adelante en su camino de víctima por la salvación de los demás. Su lema era: Padecer y no morir.
En su comunidad fue un ejemplo para todas. Fue maestra de novicias y subpriora. Tenía carismas como el de profecía, conocimiento sobrenatural y el de curar enfermos o hacer milagros.
Vivió en el siglo XVI, época de grandes santos como Carlos Borromeo, Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Teresa de Ávila, Felipe Neri, Francisco de Borja, Juan de la Cruz y sus dos amigos personales Catalina de Ricci e Hipólito Galantini, fundador de la Congregación de la Doctrina cristiana.
Pidamos a Jesús por su intercesión que nos ayude a imitarla en el gran amor que tenía a Jesús, especialmente a Jesús sacramentado, para que así podamos consolarlo de tantas ofensas que recibe en el mundo entero y concretamente en este sacramento del Amor, que es la Eucaristía.
Nota.- Sum hace referencia al Summarium actionum, virtutum et miraculorum servae Dei Mariae Magdalenae de pazzis, ex Processu remissoriali desumptorum, Roma, 1965.
Vita se refiere al libro del padre Vicente Puccini, que fue su confesor, y que se titula: Vita della Madre Magdalena de Pazzi, Fiorentina, Firenze, 1609.
SU INFANCIA
Sus padres fueron Camilo de Geri de Pazzi y María de Lorenzo Bondelmonti. Tuvieron cuatro hijos: Geri, Alamano, que fue capitán de las milicias toscanas, Catalina y Braccio, que murió joven. Catalina era la única mujer del matrimonio y nació el 2 de abril de 1566.Fue bautizada al día siguiente de su nacimiento en el oratorio de San Juan Bautista de Florencia.
Sor Evangelista del Giocondo nos informa: Sor María Magdalena de Pazzi (de nombre de pila Catalina) nació en Firenze (Florencia) de legítimo matrimonio, de Camilo de Geri de Pazzi y de María de Lorenzo Bondelmonti, nobles florentinos, católicos y buenos cristianos. Fue bautizada y confirmada y educada cristianamente por sus padres. Cuando era todavía una niña, tuvo como guías espirituales a los padres jesuitas, con los que se confesaba su madre [1].
Desde niña sus padres la enviaron dos veces cada día a la escuela de las religiosas paupertinas, llevando su comida en una canastita. Como la prisión de la ciudad se encontraba en su camino, algunos prisioneros desde las ventanas pedían una limosna y ella les daba su comida.
Sor Evangelista, que fue su Superiora en el convento, refiere: Desde los seis o siete años dio señales claras de santidad, ya que le gustaba mucho hablar y oír hablar de Dios. Sentía mucho disgusto de las ofensas que hacían a Dios y lloraba mucho por ello. Era feliz, cuando estaba en oración, y desde sus seis años meditaba en los misterios de la vida de Jesús y especialmente en su pasión... Huía de las conversaciones mundanas y se escondía para orar en los lugares más secretos de su casa. Siendo pequeña hacía hasta tres o cuatro horas de oración diarias. No le agradaba jugar con otras niñas en juegos infantiles y normalmente era callada y solo hablaba cuando le preguntaban algo. Le gustaba ir vestida sencillamente y rechazaba los adornos y vestidos de seda.
En las comidas era muy parca, privándose de las cosas que le gustaban y no comía fuera de las horas establecidas. Ya desde niña dormía en un saco de paja y por la noche frecuentemente se daba disciplinas y hasta se ponía en la cabeza una corona de espinas de naranjo... Una de sus principales alegrías, según fue creciendo, fue enseñar la fe a los niños campesinos y no estaba contenta, cuando iba a la ciudad y no podía enseñarles el catecismo... Sentía especial alegría, cuando estaba cerca de las personas que comulgaban, sobre todo cuando comulgaba su madre. Le decía: "Mamá, estás perfumada de Jesús"[2]. Es posible que la hostia consagrada exhalara un perfume especial, que solo era sentido por ella.
Por su parte la señora Camila de Tovaglia nos dice: Cuando mi hija iba a visitar a Catalina, me decía que siempre le hablaba de cosas espirituales, de la oración y del gran deseo que tenía de recibir la comunión. Un día estaba lloviendo y sus padres querían que fuera a la iglesia a caballo y que desayunase antes de salir, pero ella insistía en que no quería ir a encontrar a Jesús de esa manera. Esto me lo dijo su madre. También me dijo que una vez tenía tanto disgusto por no poder tener en la ciudad a ningún niño a quien pudiera enseñarle el catecismo como lo hacía en las aldeas del campo que sus padres decidieron traer a la casa de la ciudad a una hija de uno de sus campesinos para que pudiera enseñarle bien el catecismo. También me habló su madre de la gran caridad que tenía con el prójimo y cómo era feliz al dar limosna a los pobres. Le gustaba hacer penitencia y ayunar. Y su madre tuvo que dormir en su habitación para que no se pasara la noche en oración y sin dormir. Tenía tanto deseo de comulgar que, no pudiendo hacerlo por su poca edad, estaba contenta solo con ver a otros recibir la comunión [3].
La señora Juana, viuda de Juan de Rossi, añade que a los niños del campo les enseñaba el padrenuestro, el avemaría, el Credo y otras cosas de la fe católica y, para que los niños pobres acudieran a sus clases de catecismo, les regalaba delantales, pañuelos o cosas parecidas. Además tenía tanto deseo de hacerse religiosa que una hora le parecía mil años de espera. Y quería un convento donde pudiera comulgar frecuentemente [4].
Cuando Catalina tenía nueve años meditaba mucho en la Santísima Trinidad. Un día, leyendo el Oficio de la Virgen, se encontró con el Credo o símbolo de la fe que san Atanasio había compuesto contra el hereje Arrio. Le emocionó leer ese texto tan preciso de las verdades de la fe y se fue corriendo a su madre para manifestarle el tesoro que había encontrado. El Credo, como resumen de la fe católica, lo rezaba muchas veces a lo largo de su vida y, estando para morir, quiso que se lo leyeran para sentir paz y consolación al recitarlo una vez más.
Cuando había fiestas públicas y las personas de su casa estaban pendientes de los desfiles que veían por las ventanas, ella se retiraba a hacer oración a lugares ocultos de su misma casa, y lo mismo hacía, cuando llegaban visitas, porque no quería estar oyendo conversaciones mundanas. Si no le mandaban estar presente por obediencia, se escondía.
PRIMERA COMUNIÓN
Cuando cumplió los 10 años, el padre Rossi consideró que ya había llegado la hora de darle la comunión. Ella se sintió inmensamente feliz y se preparó con oraciones y penitencias para tan gran acontecimiento. Y llegó el día 25 de marzo de 1576, fiesta de la Encarnación del Verbo. Comulgó con tanta fe y amor que el confesor le dio permiso para comulgar cada semana, además de las fiestas. El padre Cepari, que fue su confesor en el convento, contaba que el dulce Jesús le daba tales delicias al comulgar que siempre terminaba llorando de alegría.
El 19 de abril de ese mismo año 1576, día de Jueves Santo, ella se consagró a Jesús como único esposo con el voto de virginidad perpetua. Jesús le manifestó su agrado, haciéndole ver un anillo magnífico en su dedo como señal de su alianza eterna.
El 29 de noviembre de 1578, con 12 años, tuvo su primer éxtasis. Perdió el conocimiento y quedó como muerta, sin poder hablar ni moverse. Su madre, que estaba a su lado, consideró que era un mal corporal, la hizo llevar a la casa y se apresuró a darle los remedios recomendados por los médicos, pero no tuvieron resultado alguno, porque era algo divino, un regalo de Dios, que le hizo disfrutar unas horas de las delicias del paraíso.
DE PENSIONISTA
Sor Fedele informa: Conocí a Catalina cuando tenía 14 años, el año 1580, y su padre fue enviado a trabajar a Cortona, donde estuvo un año, y la puso en nuestro convento de San Juan de los Caballeros de Malta como pensionista, donde estuvo 14 ó 15 meses con nosotras. Yo veía cómo se dedicaba a la oración y estaba horas enteras de rodillas en el coro. Y le oí decir a sor Selvaggia, que dormía en la misma habitación de Catalina, que por la noche se levantaba a hacer oración a ocultas. Cuando estaba en oración, estaba inmóvil como una estatua y alguna vez observé que, en oración, su rostro se volvía rosado como una rosa y sus ojos parecían brillantes como estrellas resplandecientes.
Le gustaba leer libros religiosos, sobre todo los Evangelios, libros de meditación, los Soliloquios de san Agustín y otros parecidos. En ese convento iba mucho a visitar a las enfermas y les leía libros religiosos y les hablaba de Dios. Nosotras decíamos que ella llegaría a ser otra santa Gertrudis o santa Catalina de Sena. Por su ejemplo y exhortación se introdujo en este convento la frecuencia de los sacramentos, especialmente de la comunión, porque ella en ese tiempo comulgaba con frecuencia [5].
Después del año en que su padre trabajó en Cortona, regresó a Florencia y sacaron a Catalina de pensionista del convento. Su madre se asustó al verla tan flaca y pálida. Había hecho mucha penitencia y estaba demacrada y débil. Los médicos le prescribieron una estadía en el campo para reponerse.
Según iba creciendo, meditaba más asiduamente en la pasión de Jesús y más deseos tenía de sufrir por su amor y por la conversión de los pecadores. Algo que le ayudó mucho en esto fue el libro que le regaló el padre jesuita André Rossi. Era un libro escrito por el padre Gaspar Loartes sobre la pasión de Jesús.
ENTRADA AL MONASTERIO
Cuando cumplió los 16 años, sus padres pensaron en casarla. Cuando ella adivinó sus intenciones, se enfrentó a sus padres y les dijo claramente que prefería que le cortaran la cabeza antes de renunciar a su esposo Jesús y a la vida religiosa. Su madre creía que su deseo de ser religiosa era una pura ilusión que ella podría hacer desaparecer, pero con el tiempo se dio cuenta de que el deseo de su hija era tan firme que nadie podría hacerlo desaparecer. Por eso aceptó su vocación y comenzó los preparativos para que lo hiciera realidad.
Catalina hizo un discernimiento para ver en qué convento le convenía entrar. Pensó en las clarisas, en las dominicas y en otras más, pero al final se decidió por las carmelitas de Santa María de los Ángeles de Florencia, porque ellas comulgaban más frecuentemente que en otros monasterios.
El día de su ingreso en el monasterio, Catalina se puso de rodillas ante sus padres y recibió de ellos la bendición antes de dejar para siempre la morada familiar. Su ingreso fue la vigilia de Adviento del sábado 1 de diciembre de 1582. Lo acompañaron su madre y algunos familiares. Cuando ella pasó el umbral de monasterio, sintió una gran devoción y un gran recogimiento hacia ese lugar santo, donde se sentía feliz de ser recibida aunque fuera para barrendera. Su madre quiso tener un retrato suyo y contrató al pintor Santi di Tito. Eso le causó malestar a Catalina por su modestia y humildad, pero por obediencia a la Priora y al padre Blanca, acepto.
Dos días antes de su toma de hábito, Catalina, con permiso de la Priora, se retiró para prepararse para ese gran paso de su vida. El 30 de enero de 1583 recibió la comunión y después el hábito del Carmelo de manos del padre Agustín Campi, capellán del monasterio. Durante la ceremonia, ella estuvo absorbida en Dios de tal manera que, las hermanas encargadas de quitarle su vestido de seglar y ponerle el hábito, apenas se atrevieron a tocarla.
Cuando el sacerdote le presentó el crucifijo y las hermanas comenzaron a cantar el Mihi ábsit gloriari Jesús se unió a su nueva esposa que, olvidando las cosas de este mundo, renovaba la total entrega de todo su ser. Ese mismo día se postró ante la Madre Maestra y le pidió que la humillara y la mortificara para saber aceptar siempre la voluntad de Dios a través de la obediencia. Prefería hacer los trabajos más humildes como lavar, barrer, limpiar los muebles y otros trabajos manuales.
NOVICIADO
El mismo día de su toma de hábito comenzó su noviciado. Le cambiaron el nombre de Catalina por el de María Magdalena. De Pazzi era el apellido de su padre. Durante su año de noviciado fue un ejemplo en todo sentido para sus compañeras y para todas las religiosas del monasterio, especialmente por su oración profunda y por su emoción cada vez que recibía la comunión. Como religiosa era la primera en obedecer. Destacaba en la humildad, ya que se consideraba la última y le encantaba hablar y trabajar con las hermanas conversas, no coristas, es decir, con las que hacían los trabajos más humildes.
Cuando la Superiora hablaba delante de ella de cosas indiferentes o profanas, ella quedaba muda, como estúpida; mientras que si la conversación era de cosas espirituales, tomaba parte y se expresaba con un encanto extraordinario. Sor Evangelista declaró: Cuando sor Magdalena tomó el hábito, lo hizo con tanto gusto que me decía que no había sentido en toda su vida una alegría semejante, especialmente en el momento en que el padre le puso en la mano el crucifijo. Y sentía tanta alegría de ser religiosa que decía que no cambiaría su estado por el de una reina. Y deseaba tan ardientemente hacer la profesión que insistió mucho para hacerla antes de terminar el año del noviciado [6].
Después de ocho meses de noviciado supo que siete hermanas habían sido admitidas a la profesión y ella sintió un gran deseo de hacerla también, pero un decreto del concilio de Trento ordenaba un año completo de noviciado y no pudo hacerla.
A fines de 1583 tuvo un éxtasis en el noviciado y la Madre Evangelista oyó que decía: Oh amor, no eres conocido y no eres amado. La Priora creyó que estaba enferma y le mandó que fuera a la cama. Ella respondió: ¿Cómo puedo yo descansar, cuando Dios es tan cruelmente ofendido?, pero tuvo que obedecer y después de dos horas volvió a su estado normal. La Priora sabía que, estando en su casa, la entonces Catalina había quedado fuera de sí y había tenido una visión sobrenatural.
PROFESIÓN RELIGIOSA
Durante el noviciado cayó gravemente enferma. El 27 de mayo de 1584 el capellán, padre Agustín Campi, y las religiosas se preguntaban si podría levantarse para hacer la profesión en la iglesia, según su deseo. A sus ruegos la llevaron a la iglesia, donde asistió a la misa, recibió la comunión y pronunció sus votos para toda la eternidad. Sor Evangelista recuerda: Sor Magdalena hizo su profesión con 17 años cumplidos. Estaba enferma en cama y se hizo llevar al coro delante de una imagen de la Santísima Virgen para hacerla más devotamente y cada día renovaba su consagración interiormente. Estimaba su estado religioso más que cualquier grandeza del mundo. Decía que no envidiaba a los serafines del paraíso, porque por medio de los votos podía imitar al Verbo humanado, lo que ellos no podían... Llamaba a la Orden la pupila de los ojos de Dios, el paraíso de las delicias, y la comparaba a la patria celestial. Hablaba del estado religioso con tal afecto que a veces se quedaba extasiada [7].
Las enfermeras la regresaron a su celda y la dejaron descansar en la cama. La dejaron sola y, después de una hora, regresaron a ver cómo estaba. Ella tenía los ojos fijos en el crucifijo. Estaba pálida y de pronto su rostro se volvió rosado y de una belleza angelical. Todas las religiosas fueron a ver ese espectáculo tan hermoso. Parecía un ángel. El éxtasis se prolongó todavía una hora.
CUARENTA DÍAS CON ÉXTASIS
Inmediatamente después de la profesión, tuvo éxtasis durante 40 días. Todos estos días, por la mañana después de comulgar, caía en éxtasis y estaba así varias horas. Obligada por la obediencia, manifestó que en el éxtasis no sabía si estaba viva o muerta, en cuerpo o alma, en el cielo o en la tierra y contemplaba el amor infinito de Dios.
Para darnos una idea, veamos lo que sus hermanas escribieron: El 12 de junio tomó el crucifijo en la mano y comenzó a correr por su habitación gritando: "Amor, amor, amor". Lo decía con una sonrisa y alegría tal que era un gozo verla y oírla. Y abrazaba el crucifijo y lo besaba y seguía diciendo: "Amor, amor, amor".
El 13 de junio: Tomando su crucifijo y corriendo por su habitación, seguía gritando: "Amor, el amor no es conocido". Y decía a las hermanas: "Venid, venid a correr conmigo. Ayudadme a llamar al Amor. Gritad fuerte". Gritando decía: "Amor, amor, amor". No me cansaré nunca de llamarte Amor. Que me oigan desde Oriente a Occidente y en todas partes del mundo y también en el infierno para que seas de todos amado, Amor [8].
Un día Jesús le hizo ver cómo de su costado abierto salía un hábito y el escapulario del hábito; de la cabeza le salía un velo muy blanco, de la llaga del hombro, que se le hizo al llevar la cruz, salía un manto luminoso. Ella recibió la guirnalda, la luz y el crucifijo que da el sacerdote a la hermana que recibe el hábito religioso. Besó el crucifijo y una imagen de la Virgen María. Después recibió la comunión del mismo Jesús, no habiendo podido comulgar aquella mañana por los éxtasis continuos que había tenido. Después tomó el crucifijo y se lo dio a besar a las hermanas que presenciaban aquellas cosas, como si estuviera recibiendo de nuevo el hábito religioso el día de su vestición [9].
Sor Evangelista declara: Sucedía en algunas ocasiones que, estando en éxtasis, caminaba por el convento gritando: "Amor, amor no amado, no conocido y tanto ofendido. Cuán pocos te reciben. Si no encuentras dónde descansar, ven a mí". Si encontraba religiosas por el convento, las tomaba de la mano y les preguntaba si amaban al Amor. Si le decían que sí, se alegraba. Si decían que no, las invitaba a amarlo.
Y sentía tanto amor interior por Jesús que se iba al pozo y se lavaba los brazos y las manos y se echaba el agua fresca por el pecho y bebía mucha agua para refrigerarse un poco. Y seguía caminando con mucha agilidad y tomaba un crucifijo y le hacía muchas caricias y lo abrazaba y lo limpiaba con un paño. A veces ponía su boca en el costado del crucifijo y parecía que disfrutaba de beber, un suavísimo licor. Sucedía en ocasiones que estaba en cama enferma muy débil y, cuando caía en éxtasis, se levantaba y recorría el convento con mucha agilidad con el crucifijo en la mano, pero cuando volvía en sí, se volvía pálida y débil con fiebre como antes, debiendo de nuevo meterse en la cama [10].
A PAN Y AGUA
El 21 de mayo de 1585 sor Magdalena fue al dormitorio del noviciado y el poder de Dios la tiró con fuerza al suelo. Estuvo algunos minutos como muerta. Después dijo: Señor, ¿qué quieres de mí? Y oyó al Padre eterno que le dijo que deseaba que se alimentase solamente de pan y agua, fuera de los días de fiesta, en los que podía comer algo como en tiempos de Cuaresma, para satisfacer así los pecados con que le ofendían los pecadores. Después dijo: Señor, ¿quieres algo más de mí?
Jesús nuestro Salvador quiso que su esposa predilecta anduviese descalza y vilmente vestida. Por eso le inspiró el 7 de agosto de 1587 decirle al confesor que le diera permiso para ir descalza y vestida con una sola túnica. El confesor, de momento, no aceptó y ella obedeció, pero se le inflamaron los pies y no podía andar derecha y poco después ni siquiera caminar, sino yendo de rodillas. El confesor no quería ceder hasta que la Superiora y otras hermanas le pidieron que se lo concediera y, de inmediato, se le desinflamaron los pies y pudo caminar normalmente descalza [11]. Una vez estuvo descalza varias horas de rodillas sobre la nieve del huerto y no le pasó nada.
Sor Vicenta de Dati manifiesta: Fue maravilloso que, cuando entendió que Dios quería que se alimentara solamente de pan y agua, si quería tomar alguna otra cosa, aunque fuese exigido por la obediencia, lo vomitaba. Lo mismo, cuando tuvo orden de Dios de ir descalza. La obligó la Superiora y el confesor a ir calzada y se le inflamaron los pies y no podía casi andar y cuando se descalzó, se le desinflamaron y podía caminar con facilidad [12].
ÉXTASIS
Muchas veces bastaba con pronunciar el nombre de Jesús o la palabra amor para que cayera en éxtasis. Entonces su rostro, normalmente pálido, quedaba resplandeciente y rosado como una rosa.
A veces las hermanas del convento se preguntaban entre sí qué palabras pronunciar para que ella cayera en éxtasis como así sucedía. En estos raptos hablaba cosas elevadas de las cosas divinas y las hermanas aprovechaban para escribir lo que ella decía. Así fueron escritos muchísimos éxtasis tal como había ordenado el padre confesor, para lo cual se turnaban varias religiosas.
En estos raptos o éxtasis, a veces estaba tan inmóvil que nadie podía moverla por mucha fuerza que hiciera. Otras veces estaba muy ágil y con velocidad sobrenatural se movía y subía a lugares dificilísimos. Tenía en esos momentos un rostro angelical y resplandeciente. Una vez en 15 días solo comió tres veces sin detrimento de sus fuerzas naturales, a pesar de fatigarse en sus trabajos acostumbrados [13].
Cuando estaba en éxtasis, no parpadeaba y tenía los ojos fijos y pronunciaba frases en latín de la Sagrada Escritura sin haber estudiado nunca el latín. Otra cosa maravillosa era que, estando mucho tiempo en éxtasis, de día o de noche, las hermanas no se cansaban de verla y de escribir lo que decía [14].
El padre Virgilio Cepari, que también fue su confesor, refiere que, un día de Corpus Christi fue al monasterio para confesar a las hermanas como confesor extraordinario y vio que ella estaba ya en éxtasis desde hacía 4 horas después de haber comulgado. Mientras la estaba mirando, la Priora probó de moverla para que yo viera que no era posible. Después de un rato dijo: "No quiero impedir la comunicación de la sangre de tus Cristos". Llamaba Cristos a los sacerdotes que íbamos a comunicarles la sangre de Cristo al darles la absolución de los pecados. Yo le pedí a la Superiora que le pidiera que volviera en sí y lo hizo de inmediato [15].
Anota el padre Cepari que un día de invierno que hacía mucho frío, sor Magdalena cayó en éxtasis y se quedó con los brazos metidos en una tina de agua. Como estuvo mucho tiempo así, el agua se solidificó y formó un bloque con sus brazos prisioneros en el agua. Fue necesario romper el hielo y echar agua caliente.
En algunas circunstancias iba al coro y con agilidad milagrosa tomaba un crucifijo, que estaba en alto, y lo abrazaba y lo daba de besar a las religiosas y lo secaba con un velo como si hubiese llorado y, como cosa milagrosa, una vez encontramos el velo mojado como si el Cristo hubiera sudado [16].
Sor María Ángela nos dice: A veces vivía la pasión de Jesús en su propio cuerpo... El año 1585 estuve presente en los éxtasis del Jueves y Viernes Santo y también en 1592. En esos éxtasis participó en todos los dolores de la pasión de Jesús, manifestando al vivo todos los misterios de la pasión. Entre otras cosas maravillosas sucedió que, estando ella en el suelo en forma de cruz con los brazos extendidos y los pies sobrepuestos como en la crucifixión, de pronto se levantó del suelo sin ayuda humana, como si hubiese sido levantada en la cruz y colocada en forma vertical en un instante. También estuve presente a un éxtasis en el que fue desposada por Jesús y en otro en el que fue coronada de espinas [17].
Sor Catalina de Gondi refiere: Estuve presente en un éxtasis en el que en 1585 tuvo un coloquio con el Padre eterno sobre la preparación para recibir al Santísimo Sacramento. También estuve presente cuando vio el purgatorio en 1587. De la misma manera, en uno en que vio la gloria de san Agustín ese mismo año 1587. En este éxtasis rezó el Oficio divino con san Agustín... A veces las religiosas, cuando estaba en rapto, veíamos que tenía una agilidad maravillosa para pintar, coser o trabajar sin servirse de los ojos e incluso le quitábamos la luz, si era de noche, o le tapábamos los ojos y ella seguía con su trabajo normalmente [18].
El 18 de abril de 1585 estuvo 26 horas seguidas en éxtasis, sufriendo mucho en su cuerpo como podían verlo sus hermanas por las palabras y gestos que hacía. En este éxtasis iba de un lugar a otro del convento, viendo en cada lugar una escena distinta de la vida de Jesús, asistiendo a la agonía de Jesús en Getsemaní, a la traición de Judas, a su presentación ante Anás, ante Pilato o Herodes. Ella asistió a los tormentos de la flagelación y coronación de espinas, etc.
El 4 de mayo de 1585 en éxtasis recibió el anillo nupcial. También, como en las bodas, ella tuvo como testigos celestiales a la Virgen María, santa Catalina de Siena, san Agustín y san Ángel carmelita.
El 12 de mayo estuvo 40 horas en éxtasis en recuerdo de las 40 horas que Jesús estuvo en el sepulcro. Ella visitó el sepulcro en compañía de las santas mujeres y de san Juan. También asistió a la bajada de Jesús al seno de Abraham y a la resurrección de Jesús. Después rezó Completas en compañía de santa Catalina de Siena y de san Ángel carmelita, sus protectores familiares, alternando entre ellos los versillos de los salmos. Y a continuación recibió el Corazón de su divino esposo [19].
Refiere sor Evangelista: Tuvo notables éxtasis el año 1585, uno le duró ocho días y ocho noches seguidas, desde el sábado de la Vigilia del Espíritu Santo hasta el domingo de la Santísima Trinidad, y cada mañana sobre la hora de tercia recibía el Espíritu Santo de varias maneras como se comprendía por sus palabras. No volvía en sí, sino para tomar un poco de alimento, rezar el Oficio divino y tomar alguna hora de descanso. Uno fue de tres noches completas. En otro habló cosas muy elevadas sobre la Santísima Trinidad. En otros éxtasis recibió especiales favores divinos. En uno le quedaron impresos espiritualmente las llagas de Cristo. En otro fue desposada con Jesús, en otro Jesús le dio su Corazón. Hubo un día en que en éxtasis san Agustín escribió en su corazón con palabras de oro y de sangre "Verbum caro factum est" (El Verbo se hizo carne). En otro recibió la corona de espinas. En uno vio las penas del purgatorio. También vio la gloria de san Ignacio de Loyola, del beato (san) Luis Gonzaga y la gloria de san Agustín [20].
MILAGROS EN VIDA
Sor Evangelista relata: El año 1588 sor Magdalena, con la señal de la cruz hecha con una imagen de san Diego sobre una garrafa de vino estropeado en nuestro convento, lo volvió bueno y saludable. Yo vi el vino estropeado, que según los administradores no se podía tomar, y le ordené a sor Magdalena, como Superior que yo era, que rezase a Dios para que el vino se volviese bueno, y supe por sor Pacífica que estuvo presente, que sor Magdalena hizo la señal de la cruz con una imagen de san Diego, que ella tomó de mi celda, y esa misma mañana vi el vino bueno y lo gusté y estaba muy bueno. Esto mismo hizo otra vez en el año 1602 [21].
Y añade sor Evangelista: Sé que con la señal de la cruz sanó de una llaga, considerada insanable por los médicos, a sor Querubina Rabatti. Y yo vi a sor Querubina enferma por la mañana y ese mismo día la vi totalmente sana. Esto sucedió el año 1591 [22]. Sor Pacífica aclara que esto sucedió en la enfermería del convento y que, después de comulgar, sor Magdalena, estando en éxtasis, hizo tres veces la señal de la cruz sobre la llaga y en ese momento quedó curada.
También sanó a sor Querubina Rabatti de una fístula lacrimosa que tenía en el ojo el año 1592. Yo vi que desde hacía varios días tenía el ojo cerrado sin poderlo abrir por los muchos dolores que sentía. De pronto se le presentó a las cinco de la mañana sor Magdalena, con rostro angelical y aspecto majestuoso, con la mirada fija en el cielo. Y en un instante sentí que me apretó el rostro y me abrió el ojo y así me sanó. Al día siguiente sor Querubina le preguntó a sor Magdalena, si había estado en su celda a las cinco de la mañana, le dijo que no, pero que había hecho oración por ella.
Sé también que sor Querubina el año 1592 tuvo una enfermedad en la que tenía mucha fiebre y llagas en los riñones. Había sido desahuciada por los médicos y había recibido ya la unción de los enfermos. Ella se hizo llevar hasta el saco donde descansaba por la noche sor María Magdalena y sintió nuevas fuerzas, le pasó la fiebre y se le sanaron las llagas y por sí misma regresó a su cama. Yo estuve presente y con mis propios ojos vi esto [23].
Sor Catalina de Ginori certifica: Yo estuve tres años sufriendo muchos dolores por el mal de piedra, de modo que no retenía la comida y estuve siete días y siete noches sin dormir. El médico Agnolo Bonelli, me mandó muchos remedios, baños, etc., pero no me ayudaron en nada. Las hermanas no sabían qué hacer y mandaron venir a sor Magdalena y la dejaron sola conmigo para que por la noche me acompañase. Yo seguía con mis dolores y le dije: "Te pido que ores por mí para que mitiguen mis dolores y los pueda soportar, porque tengo miedo de caer en la desesperación". Ella se puso de rodillas hacia un altarcito que había en la celda. Yo me adormecí por espacio de un avemaría y, al despertar, estaba sana y libre de mis dolores. Le pregunté: "¿Qué has hecho?". Y me respondió: "No he hecho nada, he rezado por ti". Y yo le agradecía a Dios y recé el "Te Deum laudamus" y me dormí el resto de la noche muy bien [24].
Sor Paz por su parte dice: El año 1589 me vinieron unos dolores fuertes en el lado derecho. Los médicos, Giovanni Fedeli y Mateo, me dieron muchos medicamentos pero no me hicieron nada. El doctor Mateo, al ver que no sentía nada en el lado derecho, me hincó con un gran alfiler como un dedo de largo, pero no sentí nada. Un día que vino a visitarme sor Magdalena, le rogué que pidiera a Jesús que me sanara. Ella, por humildad, no me quiso hacer la señal de la cruz, pero al poco rato vino con la Madre sor Evangelista y me hizo la señal de la cruz y, de pronto, me sentí mucho mejor. Al día siguiente vino y me hizo de nuevo la señal de la cruz y yo me sentí mejorar. Al tercer día, cuando me signó, me sentí ya perfectamente bien. Quise levantarme, pero las hermanas no me dejaron y me obligaron a permanecer unos días en cama para recuperarme. El médico Giovanni Fedeli se quedó asombrado de lo ocurrido y reconoció ser un regalo de Dios [25].
Sor Benigna recuerda: Yo padecí durante año y medio de un mal contagioso que me afectó la cabeza, las orejas y el cuello donde tenía muchas costras. Los médicos Antonio Pellicini y Roberto Cupers dijeron que era peor que la tiña y que era incurable. Me dieron muchos remedios, pero no me curaron. En la mañana de la fiesta de santa Catalina de Siena, después de comulgar, sor Magdalena, estando en éxtasis, vino a visitarme a la enfermería y, quitándome el velo de la cabeza, con su lengua me lamió la cabeza, las orejas y donde estaba el mal diciéndome que no dijese nunca a nadie lo que había hecho. Y a los pocos días, sin otros remedios, me encontré sana y nunca más lo he padecido. Yo le comuniqué lo ocurrido al padre Francisco Benvenuti y a la Priora, sor Evangelista [26].
Sor María Ángela anota: Yo tenía tercianas dobles con fiebre muy alta. No retenía ningún alimento y los médicos consideraban mi vida desesperada. Pedí a la Madre Evangelista que, en unión de sor Magdalena, me trajese un poco del vino que sor Magdalena había hecho bueno milagrosamente, después de estar estropeado. Vino la Madre Priora con sor Magdalena y sor Pacifica y me dieron un poco de ese vino tres días seguidos y, al tercer día, me sentí libre de la fiebre y totalmente sana [27].
La Madre Evangelista afirma: Sor Barbara Bassi había padecido toda su vida una enfermedad que le roía la carne y la dejaba llena de costras y de una especie de lepra. Los remedios no le hacían nada. Una mañana sor Magdalena fue a visitarla y lamió la parte enferma de la cabeza. Lo hizo por tres días y al cabo de ellos su carne quedó limpia como si nunca hubiese padecido ese mal. Yo vi a sor Bárbara enferma de ese mal durante muchos años. Preguntando a sor Magdalena qué había hecho, me respondió que lo que tenía la hermana era tanto que durante bastante días tuvo la boca salada (por haberla lamido con su lengua). Esto sucedió el año 1589 [28].
La hermana sor Magdalena Mori tenía podagra. El Viernes Santo de 1592 estaba muy afligida por los dolores y se hizo llevar a la presencia de sor Magdalena, que estaba en éxtasis. Esta la tocó y de inmediato se le pasó todo el dolor y quedó sana de los pies y nunca más le volvió dicha enfermedad [29].
Sor Fedele declaró: Puedo testificar algo que me sucedió a mí el año 1587. Me encontraba toda hinchada desde las manos hasta los pies. El pie izquierdo lo tenía más corto que el derecho como un palmo y las uñas de los pies estaban rotas por medio y tenía muchos dolores. No podía mover ni las manos ni la cabeza. Necesitaba andar con ayuda de otros. Así estuve cuatro meses en cama. Un año antes estaba ya enferma, pero sin hacer cama. Un día le pedí a sor Pacífica de Tovaglia que le dijera a sor Magdalena que rezara por mí, porque tenía muchos dolores y esperaba que sor Magdalena viniera a consolarme. Ella me mandó decir que ese día no tenía tiempo, pero que vendría al día siguiente. Por la tarde del día siguiente vino a verme en éxtasis con una imagen de la Virgen de relieve en la mano. Se acercó a mi cama, hizo un poco de oración y después me hizo la señal de la cruz con dicha imagen y me dijo: "Que se haga la voluntad de Dios". De inmediato pude extender mis manos y sentí que ya no estaba hinchada y cesaron todos mis dolores. A la mañana siguiente, después de dormir bien después de varios días que no podía dormir por los grandes dolores, me levanté y pude hacer mis trabajos normalmente. Sor Magdalena me aseguró que nunca más tendría ese problema, como así ha sido[30].
Sor Catalina relata su experiencia: Yo tenía el brazo derecho con llagas desde hacía dos años; de una llaga de la mano salía un pedazo de hueso y los médicos querían que la llaga estuviera abierta para sacar lo malo. Decían que, si estaba cerrada, podía hacer daño a todo el brazo… A pesar de los medicamentos recibidos, estaba cada día peor… Los médicos me decían que, aunque me curara, quedaría mal para toda la vida, porque había un nervio afectado.
El 25 de mayo de 1596 me sentía muy mal y, no sabiendo qué hacer, se lo dije a la Madre Superiora, la Madre Evangelista. Ella me mandó que le hablara a sor Magdalena. Le dije que rezara por mí para que Dios me curase. Me llevaron al coro y, delante del altar de la Virgen, sor Magdalena se arrodilló en oración. Después se levantó, me sacó el emplasto que tenía puesto y me fajó el brazo y, de pronto no sentí más dolor y me quedó el brazo como si nunca hubiera tenido nada malo y totalmente libre para trabajar sin impedimento alguno; y así lo he tenido desde entonces [31].
La Madre Evangelista declaró en el Proceso: Yo sé que por intercesión de sor Magdalena Dios hizo muchos milagros en vida y después de su muerte. Ella liberó con la señal de la cruz a Catalina de Carlo Spini, endemoniada. Yo estuve presente, porque fui a las rejas del locutorio donde Catalina había venido con su madre. Vi cómo Catalina se agitaba por un mal espíritu y cómo sor Magdalena, por obediencia al padre Agustín Campi, hizo la señal de la cruz sobre la endemoniada y mandó al espíritu maligno de parte de Dios que se fuera de esa criatura. De inmediato dicho espíritu la dejó y se le deshinchó la garganta. Y durante el resto de su vida Catalina nunca fue molestada por ningún espíritu maligno, como muchas veces nos dijo ella y su madre. A este hecho estuvieron presentes sor Pacífica, sor Magdalena Morell, sor María Giugni y otras hermanas del monasterio. Este suceso ocurrió el año 1588 [32].
PROFECÍAS
El año 1596 le predijo al arzobispo cardenal de Florencia que sería Papa y él mismo lo dijo el mismo día que se lo manifestó. En otra oportunidad dijo que sería Papa, pero por poco tiempo (y así sucedió). También predijo que de un lejano país vendría una joven a hacerse monja en ese mismo monasterio y, después de cinco años, entró Catalina Cimenes, que estaba en Portugal en el tiempo en que lo había dicho.
También predijo que, si su madre no le permitía ser religiosa a su hija María Margarita Mozzi, moriría pronto y a los pocos meses murió, consiguiendo así su hija ser religiosa en ese convento. Al padre Francesco Benvenuti le predijo el día en que fue nombrado capellán del monasterio, que viviría 14 años. También predijo la muerte de cuatro religiosas de las antiguas, lo que sucedió en los cinco años siguientes. Fueron sor Victoria, sor Magdalena Mori, sor Laudomina y sor Dianora.
Una predicción se la hizo a sor María Gracia Gondi sobre que iba a morir en pocos días y esta religiosa, en ese momento muy sana, joven y robusta, se enfermó y a los pocos días murió. Siendo maestra de novicias, profetizó qué novicias vivirían y estarían presentes a su muerte y cuáles estarían fallecidas. Una de estas le dijo que estuviera presente a su muerte. Ella respondió: "Yo estaré viva, pero no podré asistir a tu muerte". Y eso fue lo que pasó, porque, cuando esa novicia, llamada sor Lisabetta Rabatti, murió, sor Magdalena estaba tan enferma que no pudo asistirla.
Predijo que la reina de Francia, María Medici, tendría hijos varones y más de uno. También predijo su propia muerte. Estando el 25 de abril de 1607 con sor Úrsula Viviola, le dijo: "Dentro de un mes moriré". Diez o quince días antes de su muerte, deseando el capellán, padre Vicente Puccini, ir a Montesanario y no atreviéndose, al ver que sor Magdalena estaba muy grave, ella le dijo que fuera tranquilo, porque la encontraría viva al regreso [33].
LAS LLAGAS
Su divino esposo Jesús en uno de los éxtasis, le imprimió en su alma las sagradas llagas en manos, pies y costado. Ella escribió: "Yo he visto que mi Señor me dio las llagas, porque me envió rayos reales a las manos, pies y costado, rayos que parecían de fuego de tal modo que dejaron huella. Yo me sentí tan feliz de ver en mí las llagas de mi Señor que me parecía verlas, aunque no aparecían al exterior; y sentí una felicidad muy difícil de expresar". Este éxtasis duró cinco horas y ella no dejó en ningún momento su crucifijo y lo besaba [34].
CONOCIMIENTO SOBRENATURAL
Cuando alguna hermana tenía problemas o dudas especiales, ella le aconsejaba y consolaba. Tenía el don del discernimiento de espíritus y conocía sobrenaturalmente los corazones y los pensamientos de las personas, especialmente de las que estaban a su cuidado en el noviciado y, cuando comulgaban, veía a Jesús en sus corazones de distintas formas según lo que pensaban. Al preguntarles después en qué pensaban, resultaba ser verdad lo que ella había visto [35].
Sor Ángela Catalina nos dice: Cuando vine al monasterio para hacerme religiosa, estaba insegura sobre si ése era el lugar apropiado para mí o era mejor ir a la Orden de san Francisco o de santo Domingo. Estaba perpleja, sin haber dicho este estado de ánimo a sor Magdalena ni a ninguna otra hermana. Pero la primera tarde que estaba en el convento, me dijo sor Magdalena que veía a mi ángel custodio con una escalera en la mano y que santo Domingo, san Francisco y san Ángel (de la Orden carmelita) hacían fuerza como para atraerme, y añadió: "Jesús le ha ordenado al ángel que ponga la escalera en este lugar. La voluntad de Dios es que seas religiosa en este convento. Y, aunque tengas algunas dificultades, todas se podrán superar". Y yo me quedé admirada de cómo había podido saber mis pensamientos y cómo había sabido de los santos en cuya Orden pensaba yo que podía entrar.
Y, cuando estaba sor Magdalena para morir, nos turnábamos por las noches para acompañarla. La noche que me tocó a mí, estaba impaciente por si se moría estando yo velando, pero ella conoció mis pensamientos y me dijo: "No te preocupes, que esta noche no moriré". Yo quedé sorprendida y avergonzada de mis pensamientos. Ella murió, estando presentes todas las hermanas. También sé que veía los pensamientos de otras hermanas y sobre todo de las novicias, como ellas mismas me lo han contado [36].
Refiere sor Evangelista: Sor María Magdalena vio cómo una joven, llamada Leonor Carlini, quería hacerse religiosa en su monasterio, pero su padre se oponía y un día se decidió a someterse a la voluntad de su padre y decirle que hiciese lo que él quisiera, pero tres veces intentó salir de su habitación para ir a hablar con su padre y las tres veces sintió que la empujaban hacia dentro y no podía salir. Y se considera que fueron las oraciones de sor Magdalena, porque cada vez que la veía que quería salir, ella decía en su monasterio en voz alta: "Ayúdala, Señor" [37].
BILOCACIÓN
¿Tenía el carisma de estar en dos lugares al mismo tiempo? Es interesante anotar cómo encontrándose sor Magdalena lejos de la iglesia, veía lo que sucedía en ella. También veía cuando el padre confesor venía a confesar o cuando se iba a su casa o cuando estaba todavía en la calle, llegando a confesar. Un día estaba en el comedor con las otras hermanas y vio cómo una hermana conversa, llamada sor Matea Focardi estaba muriendo. Salió corriendo del comedor con otras y la encontraron en su celda que se estaba muriendo. En otra ocasión, estando ella conmigo, vio que dos novicias estaban murmurando en una sala y fue a verlas y las reprendió [38].
Vio también por ejemplo lo que respondía una religiosa de Prado, llamada sor Catalina de Ricci, a una carta suya y eso se verificó al recibir la carta. Vio también lo que el padre Virgilio Cepari, su confesor, hablaba con otros padres jesuitas del colegio de san Giovannino, del que en ese tiempo era Rector. Y al venir al monasterio el padre al día siguiente, ella le dijo lo que había hablado el día anterior con los padres de su colegio [39].
MULTIPLICACIÓN DE ALIMENTOS
Sor Magdalena conseguía con su oración que Jesús multiplicara milagrosamente los alimentos o los enviara por medios naturales.
Sor María Pacífica refiere: Sor Magdalena nos ayudaba en la cocina y, cuando los alimentos eran escasos y no alcanzaban para todas las hermanas, sor Magdalena los multiplicaba milagrosamente. Así me lo contaba sor María Arcángela, que hacía los trabajos de cocina con sor Magdalena. Una vez en Cuaresma, solo había unos arenques para comer, pero no alcanzaban para todas. Sor María Arcángela le pidió que rezara a su ángel custodio para que inspirase al señor Lapo de Tovaglia, mi padre, que mandara arenques para que alcanzaran para todas. Hecho así, al cabo de una hora, llegó un empleado de mi padre con una cesta de arenques [40].
PERFUME SOBRENATURAL
También tuvo el carisma de que su cuerpo, en vida y después de su muerte, exhalaba un perfume delicioso, que no se parecía a ningún perfume de la tierra.
LOS DEMONIOS
Con el permiso de Dios, los demonios le hacían sufrir mucho. A veces los veía bajo formas humanas horribles o de animales peligrosos como serpientes venenosas, que le mordían. Durante cinco años seguidos los vio constantemente en diferentes formas [41].
Los demonios la tentaron mucho de desesperación, con tentaciones contra la fe, con decir blasfemias, de modo que le resonaban en sus oídos horribles blasfemias y le parecía que ella las pronunciaba. Y esto sucedía también cuando rezaba el Oficio divino. Por eso, decía a sus hermanas: Rezad para que en vez de alabar a Dios, no blasfeme.
Por otra parte sentía un deseo tan grande de comer que, cuando pasaba cerca de las despensas y lugares donde había alimentos, estos estaban abiertos sin saber quién los había abierto. A veces la tiraban por las escaleras y era un milagro que no se hiciese heridas graves. En ocasiones la golpeaban y aparecían en su cuerpo las señales de los golpes.
Sor María Benedicta añade que, cuando Magdalena estaba descansando sobre su saco de paja, sentían todas rumores y estrépitos y ella les decía a sus novicias: "No tengan miedo, hijas, porque el demonio siempre molestará donde yo esté". También veía cómo el demonio perseguía a sus novicias y, una noche en particular, vio que él quería sofocar a una y la hizo levantar y hacer oración. Otras veces expulsó al demonio, cuando tentaba a otras novicias [42].
Sor Francesca recuerda que una vez estaba de rodillas en oración y le dieron un empujón tan fuerte que se cayó sin ver a nadie. Estando en el dormitorio de las novicias veía que se abrían y cerraban las ventanas sin ver quién lo hacía. Una vez, estando yo apoyada en su saco, para sentir lo que decía Magdalena durmiendo, en un momento sentí alzar del suelo su lecho y abrir una ventana cercana a su saco y me dieron un golpe en la espalda que me dolió durante varios días. Ella se despertó y me tranquilizó, diciéndome que no tuviera miedo, que era el demonio que tenía envidia del bien que ella hacía [43].
A veces veía algunos demonios en la sala de labor. Tentaban a las hermanas a trabajar con negligencia y a no tener celo por ayudar a superar la pobreza del monasterio. Otros tentaban a las hermanas en el comedor a no estar atentas a la lectura y estar con poca devoción. También los veía en el coro. Un día sor Magdalena tomó un crucifijo y con él los echó fuera a los malos espíritus[44].
EL INFIERNO
Un día el Señor le hizo ver el infierno. Ella reconoció entre los condenados a muchas almas consagradas, religiosos pertenecientes a monasterios donde la observancia se había relajado o que habían quebrantado sus votos o donde no se vivía la pobreza.
El 22 de diciembre de 1594 vio el alma de un pecador que iba al infierno. Entendió que aquel hombre infeliz, además de haber llevado una mala vida, no había aprovechado las gracias que le ofrecía la Iglesia. Había despreciado las indulgencias y todas las gracias que la Iglesia ofrece a los fieles.
También vio otra alma rodeada de eternas llamas en el infierno. Sor Magdalena quedó triste y afligida por su vista. Estas visiones le fueron mostradas por el Señor para que ella y las otras religiosas de su convento tuvieran gran celo de la salvación de las almas, ofreciendo por ellas oraciones y penitencias [45].
EL PURGATORIO
En septiembre de 1590 murió su madre, probablemente en Prato, ya que su esposo Camilo había sido nombrado gobernador de Prato en 1589. Al recibir la noticia de la muerte de su madre, sor Magdalena se puso en oración y, mientras rezaba el "Miserere", vio a su madre en el purgatorio, rodeada de niños que alejaban de ella las llamas, mientras que las lágrimas de los pobres a quienes había socorrido, la refrescaban. El 8 de septiembre, después de 15 días de fallecida, vio cómo por fin salía del purgatorio hacia el cielo, llena de belleza y esplendor, acompañada de los santos de su devoción [46].
El 14 de junio de 1587 vio en éxtasis el alma de su hermano Alamano muy atormentado en el purgatorio. Ella tuvo compasión de él y comenzó a llorar y a lamentarse y a hacer oraciones y penitencias por su alma... Al día siguiente, también en éxtasis, vio a su hermano y conoció que por sus oraciones le había sido abreviado el tiempo de sus padecimientos, pero continuó rezando por él y lo encomendó a la Virgen María y a sus santos protectores para que fuera liberado cuanto antes... Y vio en el purgatorio a muchas almas padeciendo y que tenían a su lado a su ángel custodio, que las consolaba [47].
En el recorrido por el purgatorio le acompañaron su ángel custodio, san Agustín y santa Catalina de Siena.
En febrero de 1588, estando en éxtasis, vio el alma de una hermana del monasterio que, después de 16 años de estar en el purgatorio, rodeada de eterna gloria, subía al cielo. Había estado tantos años, porque en los días festivos había hecho trabajos de mano sin necesidad y porque, siendo religiosa antigua, había faltado algunas veces por respeto humano a decir ciertas cosas a las Superioras y también por haber estado muy apegada a sus familiares... La vio ir a gozar de las delicias del cielo en medio de su ángel custodio y de san Miniato, del que ese año había sido muy devota [48].
El 5 de junio de 1589 murió una religiosa del monasterio, a quien sor Magdalena había atendido en su enfermedad. Todavía estaba su cuerpo en la iglesia, cuando ella se fue a las rejas del Capítulo, desde donde se veía el cuerpo de la hermana fallecida, y allí cayó en éxtasis y vio el alma de la religiosa que se iba feliz al paraíso. Y exclamó llena de alegría: "Adiós, hermana. Adiós, alma bienaventurada, vete al paraíso como una paloma, dejándonos aquí. Oh, qué gloriosa y bella eres. Quién podrá contar tu belleza". Ella había estado solamente unas horas en el purgatorio.
Después de un tiempo estaba nuestra beata haciendo oración ante el Santísimo y se le presentó ante los ojos del alma otra religiosa del mismo monasterio. Ella estuvo en el purgatorio sufriendo mucho por sus defectos. La veía vestida con un manto de fuego y adorar con reverencia a Jesús sacramentado. Entendió que aquellas llamas que la rodeaban en la iglesia del convento era porque había dejado pasar muchos días sin querer comulgar. Después de un tiempo la vio el mismo año de 1589 volar al cielo con una gran belleza [49].
El 29 de octubre de 1598 vio a otra religiosa de su convento, que moría en olor de santidad, rodeada de ángeles, que le hacían una noble corona para entrar así al cielo. Después de su muerte, se le hicieron los acostumbrados sufragios. Sor Magdalena la vio en la gloria celestial vestida con un manto dorado que había recibido en premio de su ardiente caridad. Nuestra beata se gozaba con esta visión, porque había sido muy amiga de esta hermana. Además entendió que solo estuvo cinco horas en el purgatorio por un ligero defecto, porque se afligía demasiado cuando veía a su prójimo disgustado por alguna razón. Y, habiéndose encomendado a ella y encomendado también a las demás religiosas, salió de su éxtasis [50].
ALGUNAS VIRTUDES
a) Castidad
El 8 de septiembre de 1587 fue asaltada por grandes tentaciones contra la castidad y, acordándose de lo que hizo san Benito en un caso semejante, se fue a la leñera y escogió unas espinas y se echó sobre ellas, de modo que el dolor hizo desaparecer la tentación [51].
Sor Magdalena no podía soportar a las personas impuras. Un día vino al monasterio el hermano de una novicia para hacerle una visita. Sor Magdalena, que entonces era la maestra de novicias, la acompañó como era su obligación, y el joven, al verla, quedó confundido y, sin decir palabra, se fue, no pudiendo sufrir la vista de sor Magdalena [52].
Antes de morir dijo que moría sin saber qué era lo que manchaba la pureza. La castidad fue una gracia que recibió de la Virgen, pues en un éxtasis se le apareció y la cubrió con un velo blanquísimo, diciéndole que por su medio estaría libre de toda tentación contra la pureza [53]. Y en todo el curso de su vida nunca tuvo esa clase de tentaciones.
b) Humildad
Sor Magdalena deseaba ser despreciada y castigada públicamente para fomentar su humildad. Por ello la Superiora, a veces, la reprendía sin razón y ella lo toleraba con buen ánimo y con mucha paz. Entre otros castigos que le imponía la Superiora, sabiendo que ella deseaba ser humillada en público, estaba: pedir perdón a todas, ir al comedor con una cuerda al cuello, besar los pies de las hermanas, postrarse en el suelo a la salida del comedor para que todas pasaran por encima, pedir el pan que iba a comer en medio del comedor como castigada o que le dirigieran palabras de desprecio... A los pecadores y pecadoras públicos los llamaba hermanos y hermanas. Cuando le pedían que rezara por sanación de enfermos, incluso si era por obediencia, procuraba que estuviera alguna hermana con ella y tomaba la imagen de algún santo para bendecir al enfermo, para así disimular que no era ella, sino la oración de la otra hermana o por intercesión del santo.
Ella solía alabar mucho a las otras hermanas y no quería hablar sobre sí misma ni sobre los favores recibidos de Dios. Por eso, a los éxtasis les llamaba enfermedades suyas. Se consideraba una pecadora e imperfecta en todo. Un día llegó al monasterio el arzobispo de Florencia, Monseñor Alejandro Marzi, con un notario de la Rota de Roma para investigar lo que había dicho en un éxtasis de que habían visto la gran gloria que tenía en el cielo el beato Luis Gonzaga. Ella, con mucho dolor de corazón, tuvo que exponer lo que había experimentado y vivido por obediencia, pero decía entre lágrimas: "¿Es posible que una vil criatura como yo deba ser anotada y escrita en los libros?".' No había modo de consolarla por el hecho de que iban a ser publicadas las gracias recibidas de Dios [54].
Sor Benedicta de Cambini contaba que no solo obedecía a la Superiora. Deseó que se eligiese una hermana, que fue sor María Pacífica de Tovaglia, para que la obedeciera en todo. Sin ella no hacía nada y le pedía permiso para todo: para sentarse, para ir al coro, al comedor, para trabajar y para hablar, como si fuese una niña; y esto lo hacía por humildad y por el amor que tenía a la virtud de la obediencia. Sé por habérselo oído decir que no se acordaba de haber hecho alguna desobediencia, ni siquiera mínima, aunque a veces tuvo que hacerse mucha violencia para cumplirla y una vez la vi llorar delante de un crucifijo [55].
También le agradaba ayudar a las conversas a lavar ropa, hacer el pan, cocinar y otros trabajos pesados [56].
Durante su gobierno de maestra de novicias, sabía unir la gravedad y la humildad, la severidad y la caridad, lo cual sorprendía, ya que sabía hacerse amar y temer con una sola palabra o con una mirada [57].
c) Caridad
Nos dice la Madre Evangelista: Durante un año asistió a una conversa, llamada Caridad y lo mismo a otra conversa llamada Matea, con una pierna llagada, a la que limpiaba la llaga cada día del pus y de los gusanos. Una vez le limpió la llaga con la boca como la misma enferma me lo contó. Al preguntárselo yo, me respondió: "¿Y qué hizo Jesús por nosotros?". De la misma manera lamió con la lengua la lepra de sor Bárbara Bassi y de sor Maria Benimi.
Cuando alguna enferma estaba en peligro de muerte, ella permanecía a su lado, día y noche, ocho o quince días, sin desvestirse y sin descansar. Por eso, todas querían que las asistiese a su muerte. Después de fallecidas, les hacía las honras debidas con muchas oraciones. Con frecuencia Dios le revelaba el estado de sus almas y redoblaba sus oraciones y penitencias, pidiendo a Dios padecer en su lugar para liberarlas del purgatorio. Y esto lo hacía también por otras almas que le eran encomendadas [58].
De un modo especial rezaba por la salvación de los pecadores. Sor Pacífica nos dice: Cuando le encomendaban algún pecador, redoblaba las oraciones y penitencias, y así obtuvo la conversión de muchos pecadores y, especialmente, de dos que le encomendó nuestro confesor, el padre Agustín Campi. Estos dos fueron ajusticiados junto a nuestro monasterio y ella vio sus almas subir: una al cielo, y la otra al purgatorio.
A veces pedía a Dios la salvación de tantas almas como pasos daba por el monasterio o como palabras había en el Oficio que se rezaba, y recomendaba hacer la misma práctica a las demás. También recomendaba ofrecer la sangre de Cristo en favor de los pecadores. Decía que Dios se lamentaba de que no había quien se opusiera a su ira contra los pecadores y que las religiosas deberían dar estrecha cuenta a Dios por ser negligentes y no rezar ni ofrecer su sangre por los pecadores [59].
Por su parte sor María Catalina de Chelli anota: Una noche de carnaval, en vez de llamar a Maitines como de costumbre, fue llamando, golpeándose con las disciplinas, pasando por el pasillo de las celdas. En este tiempo de carnaval, les hacía hacer penitencias y oraciones especiales a las novicias [60].
d) Penitencia
La Madre Evangelista declaró: Se alegraba cuando le faltaba alguna cosa necesaria para sus necesidades, porque así observaba mejor la pobreza. Tenía envidia de los pobres que van por las calles pidiendo limosna. Por eso procuraba ocultar sus necesidades para que no le dieran lo que necesitaba. Nunca quiso vestirse con ropa nueva ni comer alimentos delicados. Todo lo soportaba por amor a Jesús y por la conversión de los pecadores [61]. Ella se daba frecuentes disciplinas y se hizo una cinta con clavos que llevaba sobre la carne.
Y añade sor Evangelista: Hacía mucha penitencia. Un día conté que se dio 500 golpes de disciplina. Durante cinco años continuos solo tomo pan y agua, excepto los domingos que comía un poco como si estuviera en Cuaresma. Durante tres años caminó descalza con permiso del confesor. Y andaba así sobre la nieve del huerto. Una vez se echó sobre unas espinas, que había recogido y puesto en un lugar donde se colocaba la leña. Yo la vi que estaba sangrando y las espinas en el suelo. A veces se pasaba ortigas por la carne. Durante 15 años tocó a medianoche para Maitines. Dormía sobre un saco de paja o en el suelo, rara vez se desvestía para dormir. Una vez, por 50 noches seguidas, durmió en el suelo. Otra vez, durante 15 días, comió solo tres veces.
Solía manifestar gusto por las comidas que no le gustaban y, al revés, desagrado por las que le gustaban, para que le pusieran las que no quería por penitencia. Su vestido único era el hábito, el mismo tanto en verano como en invierno con mucho frío. Durante 5 años sufrió una grave enfermedad con mucha paciencia y, a veces, cantaba porque sufría por amor a Jesús. Durante mucho tiempo no podía estar en ayunas para comulgar, porque le hacía sufrir mucho, pero eso lo padecía con alegría por no perder la comunión [62].
e) Espíritu misionero
Sor María Pacífica de Tovaglia refiere: Deseaba tanto la conversión de los infieles que deseaba ir en persona a instruir a los hijos de los infieles y educarlos en la fe cristiana [63].
Sor María Benedetta nos dice: Ella rezaba todos los días por la santa Iglesia y por el Papa. Un día reprendió a una compañera, porque le preguntó si había rezado ese día por la Iglesia y el Papa, y le respondió que no. Y ella le dijo que no merecía el nombre de esposa de Cristo, quien no encomendaba cada día a Dios su santa Iglesia. Cuando rezaba el Oficio divino, se inclinaba profundamente al Gloria al Padre y hacía pensar que ponía su cabeza para que se la cortaran, ya que deseaba ardientemente el martirio.
Cuando leían en el comedor que los padres jesuitas de las Indias hacían conversiones, se emocionaba y deseaba poder participar en esas conversiones y por ello lloraba y se olvidaba de comer. Cuando el año 1600 la reina de Francia, María Medici, partió de Florencia a Francia, antes de partir fue a visitar a sor Magdalena y ésta le pidió tres gracias: Que amase mucho a los pobres, que procurase introducir a los jesuitas en su reino y tercero que se preocupara de extirpar las herejías y educase cristianamente a sus hijos. Ella por su parte oró mucho e hizo rezar a las religiosas para que el reino de Francia no fuera invadido por los herejes [64].
En cuanto a los oficios que tuvo: a los 23 años, el 4 de octubre de 1589, fue nombrada vicemaestra de novicias por tres años, después fue seis años maestra de novicias y tres más maestra de las jóvenes religiosas. En el penúltimo año de su vida fue nombrada subpriora y todas querían hacerla Priora, pero estaba ya enferma en cama [65]. Y en todos sus oficios oraba por los pecadores, por las almas del purgatorio y por las misiones.
LA EUCARISTÍA
El padre Vicente Puccini recuerda: Sor Magdalena se confesaba casi cada día. Cuando yo tenía la hostia en la mano para dársela en comunión, ella parecía expirar del deseo de recibirla. Y alguna vez, cuando le daba la comunión, estando ella enferma en cama, toda débil y sin fuerzas, al momento de comulgar, su rostro tomaba nueva vida y como si no estuviera enferma.
Algunas religiosas me avisaron que sufría mucho por estar en ayunas antes de comulgar y me decían que le permitiese tomar algo antes de comulgar. Se lo dijeron a ella y contestó: "Padre, si me lo dice porque me considera que no soy digna de comulgar, lo acepto, pero si me lo dice para que mi cuerpo esté más fortalecido antes de comulgar, yo no quisiera por eso dejar de comulgar. Y tanto les inculcaba el amor a Jesús sacramentado a las otras hermanas que les decía: "No se priven de este gran bien por voluntad vuestra" [66]. Con frecuencia me pedía que expusiera el Santísimo Sacramento para que las hermanas hicieran oración delante de él por la conversión de los pecadores.[67]
Todos los días comulgaba y, cuando estaba enferma se hacía bajar a la capilla. Y comulgaba con tanta alegría que, cuando oía la campanilla para la comunión, caía muchas veces en éxtasis y así iba a comulgar. Y cuando las demás comulgaban, veía a Jesús en el corazón de cada una según sus pensamientos.
EL NIÑO JESÚS
Uno de sus grandes deseos era siempre poder abrazar al Niño Jesús y eso se lo concedió Jesús en algunas oportunidades.
Sor Ángela Catalina afirma: La Víspera de Año Nuevo de 1597 estaba sor Magdalena en el noviciado delante del pesebre en éxtasis con la imagen del Niño Jesús en brazos. La imagen del Niño era de tierra o yeso. Ella le decía palabras de amor y yo vi que el Niño sudaba gotas gruesas y ella las limpiaba con su hábito y en la parte que las secaba se notaba que estaba su hábito húmedo. Le pregunté por qué sudaba y me respondió: por vuestros defectos. Esto lo tengo como un milagro, ya que una imagen del Niño de tierra o yeso no puede sudar[68].
Sor María Arcángela recuerda: Una mañana mientras María Magdalena oía misa en nuestro coro, vi a su alrededor una luz y un resplandor grandísimo y dentro de ese resplandor vi un hermosísimo niño, por lo que me imagino que era Jesús, quien le hacía muchas caricias a Magdalena. Así pude conocer a la religiosa santa, tal como me habían indicado hacía pocos días al entrar al convento sin decirme quién era en realidad. Ella era muy humilde y, a escondidas, cogía los trapos sucios de las otras y los lavaba y hacía otras tareas sencillas y humildes del monasterio [69]. Otro día vi al Niño Jesús con ella, cuando hacía el pan [70].
Un día había servido sor Magdalena a las hermanas en el comedor. Les había besado a todas los pies y, en premio de ello, Jesús la besó a ella [71].
EN UNIÓN CON LOS SANTOS
María era después de Jesús, el amor de su vida y muchas veces se le aparecía para consolarla y ayudarla en sus tribulaciones.
En sus visiones veía a Jesús, a María, a los ángeles y santos. A santo Tomás de Aquino lo vio el día de su fiesta. En la vigilia de la fiesta de san Agustín, rezó con él los versillos del Oficio divino. San Juan Evangelista y santa Catalina de Siena se le presentaron, teniendo a los demonios encadenados. San Diego se le presentó el 5 de agosto de 1588 y también san Alberto.
Un día vio una procesión de santos, entre ellos estaba santo Tomás de Aquino, santa Inés, san Juan Evangelista, santa María Magdalena, san Juan Bautista, san Agustín, san Ángel carmelita, santa Catalina virgen y mártir, san Esteban, santa Catalina de Siena, san Francisco de Asís, santa Clara, san Miguel arcángel y su ángel custodio [72].
En su libro Revelatione e intelligentie [73] afirma: Ofrécete a tu ángel custodio, pidiéndole que siempre te cuide.
Hipólito Galantini fundó la Congregación de la doctrina cristiana. Él visitaba frecuentemente el convento de sor Magdalena. Ella lo admiraba por su celo. Después de sus visitas les decía a sus hermanas: No nos dejemos vencer en generosidad por la gente del mundo. Cuando Hipólito supo de la grave enfermedad de sor Magdalena fue a visitarla. Ella se hizo llevar al locutorio, ya que apenas podía hablar. Él le dijo que se acercara a la reja, porque no la oía bien. Ella se acercó y hablaron del cielo y de cosas espirituales. Hipólito le predijo su muerte próxima y le prometió el paraíso. Ambos se despidieron hasta el cielo.
Sobre la beata María Bagnesi afirma el padre Vicente Puccini: En el convento de Santa María de los Ángeles de Florencia, de la Orden de carmelitas descalzas, donde vivía sor Magdalena, estaba el sepulcro de la venerable Madre María Bagnesi, florentina. Estaba su cuerpo en un sepulcro de piedra en el Capítulo del monasterio y allí iba frecuentemente sor Magdalena a orar. Le tenía mucha devoción y tuvo la gracia de verla muchas veces en el paraíso [74].
La vio bellísima y, obligada por la obediencia, refirió esta visión con sus propias palabras: "He visto en el paraíso un bellísimo trono de luz en el que estaba la Madre sor María Bagnesi toda resplandeciente, con gran majestad. El trono estaba lleno de joyas que representaban a todas las almas que ella había conducido al servicio de Dios; y estas almas la rodeaban como una corona y le daban mayor belleza y ornato [75]. María Bagnesi fue beatificada por el Papa Pío VII en 1802.
Una vez estaba muy enferma y María Magdalena fue curada por María Bagnesi y después se fue a su tumba donde estuvo tres horas en oración y agradecimiento.
SUS ESCRITOS
Entre sus escritos más conocidos están: Avisos, Amaestramientos, Libro de la prueba, Libro de las Revelaciones e inteligencias, Libro de los coloquios y Libro de los Cuarenta días.
Las hermanas de la comunidad, por orden del capellán, escribieron por turnos en distintas horas lo que sor Magdalena decía en sus éxtasis. Así escribieron cinco volúmenes.
Un día ella encontró algunos escritos que habían tomado las hermanas durante sus éxtasis y ella, por humildad, los quemó. Ocultaba todo lo que supusiera privilegios y favores divinos y, si no hubiese sido por obediencia, no hubiese permitido que escribieran nada sobre ella. Lo que más temía era ser engañada por el demonio [76].
Además de sus escritos, era muy experta en todos los trabajos que se realizaban en el convento, especialmente en coser. Pintaba muy bien, pero nunca hacía trabajos para la calle. Sin haber estudiado latín, lo entendía bastante bien.
SU MUERTE
Sor María Magdalena se enfermó gravemente en 1602 con catarro, tos y fiebre. En abril de 1603 se le rompió una vena del pecho y le salió mucha sangre. En el mes de julio de nuevo le salió mucha sangre y tuvo mucha fiebre. Se levantó de la cama en el mes de noviembre y fue al noviciado y, aunque enferma y débil, trató de retornar a sus labores habituales hasta septiembre de 1604 [77].
El padre Vicente Puccini nos dice: Sor María Magdalena de Pazzi estuvo en cama los últimos años de su vida. Yo la conocí los últimos dos años y medio y siempre estaba enferma en cama con muchos dolores. Me decía que todos sus miembros le dolían. Vi cómo le corría el sudor por el rostro, los brazos y las manos. Tenía muchos dolores en el pecho, en la cabeza y en los dientes. Sin embargo, todo lo padeció con mucha paciencia. Para consolarse tenía siempre en su mano un crucifijo en el que fijaba la mirada. Tenía tanta caridad que, aun estando enferma, daba buenos consejos a sus hermanas. Yo le administré la unción de los enfermos, que ella recibió con mucha devoción y humildad [78].
Era el 13 de mayo de 1607. Recibió la unción de los enfermos, respondiendo muy bien a las palabras del sacerdote y a las letanías, mirando continuamente al crucifijo que tenía en la mano. Solo se oían los suspiros y sollozos de las hermanas, que estaban de rodillas alrededor de su cama. Después de la ceremonia le dijo al padre: "Sé que deseas ir a visitar a los padres ermitaños de Montesenario, puedes ir tranquilo, porque al volver me encontrarás viva [79].
Según el padre Puccini, al volver, después de dos o tres días, la encontré igual. Sobrevivió hasta el 24 de mayo, y en la noche de este día le di la comunión por Viático. Después de haber comulgado, me dijo que podía irme a descansar unas cinco horas, porque todavía estaría viva. Después de descansar, la encontré viva, pero había perdido el habla, le hice la recomendación del alma, estuve con ella unas dos horas y me fui a celebrar la misa para que comulgaran las religiosas.
Mientras quería prepararme para la misa, me llamó urgentemente la sacristana, diciendo que sor Magdalena se moría. Yo le dije a la sacristana: "Dile a sor Magdalena que, así como fue obediente en vida que lo sea a la hora de la muerte y que espere a que celebre la misa y dé la comunión". Y esto se lo dijo a ella la Madre Superiora. Pude regresar para verla aún con vida; ya que, después del aviso de obediencia, duró una hora y media en la que yo recité salmos e himnos; y de un momento al otro, sonrió y dijo: "Bendito sea el Señor y alguna otra palabra". A las 6 p.m. expiró [80].
Después de expirar, su cuerpo tenía una blancura que parecía algo divina y daba devoción mirarla. Las hermanas la prepararon y la llevaron a la sala del Capítulo sin avisar a nadie.
Sor Evangelista informa: Después de fallecer, le hicimos los honores debidos y la veneramos como a una santa durante toda la noche. Al día siguiente colocamos su cuerpo en la iglesia, donde concurrió mucha gente. Todos reclamaban reliquias, cosas de su uso y pedazos de sus hábitos. Cogían flores para hacerlas tocar con su cuerpo y las llevaban como reliquias, encomendándose a su intercesión. Todo esto, a pesar de que llevó una vida retirada y oculta sin apenas darse a conocer y nosotras no habíamos publicado su santidad ni sus milagros [81].
El padre Vicente Puccini por su parte anota: Hubo que colocar personas que cuidaran su cuerpo por el temor a que fuera estropeado por la devoción de la gente. Para evitar tumultos, cerramos la puerta principal de la iglesia. Y sucedió entonces algo maravilloso. Había algunas personas en la iglesia, entre ellas el padre Claudio Siripandi, jesuita, y un joven de vida licenciosa, el cual en un cierto momento, mirando el cuerpo de la beata, vio que cambió de posición sin que nadie lo tocase. Esto lo vio también el padre jesuita que quedó muy sorprendido. El joven, como aterrorizado, se convirtió e hizo una confesión general con el padre Claudio y, al poco tiempo, murió. Esto me lo contó el padre Claudio después de ocho o diez meses, cuando ya el joven había muerto. Y esto lo declaro bajo juramento ante el señor arzobispo [82].
MILAGROS DESPUÉS DE SU MUERTE
Al morir, sus rodillas destilaban una especie de aceite perfumado. Su cuerpo y sus vestidos exhalaban un olor exquisito en lugar del hedor de los cuerpos en descomposición. Las hermanas colocaron en sus piernas ropa blanca que quedó impregnada del olor celestial y que después, los pedacitos, fueron distribuidos como reliquias. Con ellas Dios concedió muchas gracias extraordinarias. Durante el año que siguió a su muerte, fueron reconocidos 19 milagros, certificados por los testigos, autentificados por notarios y entregados los documentos al arzobispo.
El padre Vicente Puccini declaró: Yo he prestado muchas veces una compresa que me dieron las hermanas y que la beata solía tener sobre su estómago durante sus dolores. De las personas a quienes se la he prestado he sabido que el Señor ha hecho milagros por intercesión de sor Magdalena, especialmente en la señora Stella Curradi y en María de Rovai [83].
Muchos milagros hizo Dios por su intercesión. Muchos de ellos con un crucifijo que había sido de su uso o con pedazos de su ropa o con otros objetos suyos, guardados como reliquias.
CUERPO INCORRUPTO
Según el padre Puccini la enterraron sin embalsamarla, bajo el altar mayor de la iglesia, sin advertir que era un lugar muy húmedo por la cercanía de un pozo y, por estar detrás del muro los canalones del techo de la iglesia. Allí estuvo un año, al cabo del cual hice cavar a un servidor, llamado Mario, y a Bartolomé Mavanti, hoy padre Vicente de los teatinos. Hice abrir el ataúd y encontré el hábito de seda muy deteriorado, pero el cuerpo estaba incorrupto, solo le faltaba la punta de la nariz y el labio inferior. Las religiosas lo llevaron en procesión con mucha devoción y lo colocaron en la habitación donde sor María Magdalena estuvo los últimos años enferma, la cual se acomodó como oratorio [84].
Sor Inocencia nos dice: Yo he visto el cuerpo de sor Magdalena, que se ha conservado íntegro e incorrupto y está tan tratable y manejable como si hubiera muerto hace pocas horas. Está en un oratorio del monasterio, llamado del Crucifijo, en un ataúd en torno al cual hay muchísimos exvotos de plata y otras cosas como lámparas de plata junto con vasos y otros dones, hechos a dicho cuerpo por los devotos de la beata en señal de acción de gracias por los beneficios recibidos por su intercesión. Y vienen continuamente muchas personas, hombres y mujeres de toda clase, a venerar su sepulcro y, no pudiendo venerarlo por estar dentro del monasterio, se encomiendan a ella y piden que las religiosas recen por ellos ante su sepulcro [85].
La gente sigue pidiendo reliquias para pedir por su intercesión la salud de los enfermos. También agua del pozo en el que la beata solía lavarse para refrescarse. Y también se envía a los enfermos diariamente [86].
FAMA DE SANTIDAD
Después de la muerte de sor María Magdalena, se extendió su fama de santidad por toda Italia y especialmente en Luca, Roma, Génova, Venecia, Parma, Mantua y Milán por los muchos milagros que hacía. También se extendió por países como España, Francia, Inglaterra y Bélgica, donde se imprimió el libro de su vida en inglés y también se ha impreso en lengua española.
El cuerpo de sor Magdalena se conserva en nuestro monasterio de carmelitas descalzas de Florencia en el oratorio, llamado del Crucifijo, que fue la celda donde estuvo enferma los tres últimos años [87].
Sor Inocencia declaró: Yo no conocí en vida a sor Magdalena, pero cuando tenía doce o trece años oía la fama que tenía de santa y sentí deseos de ser religiosa en su mismo convento. Después de dos años quise entrar y una noche, estando en mi casa, durmiendo se me representó el oratorio del noviciado de ese monasterio y me parecía estar yo de rodillas en él. Y mientras estaba allí, sentí deseos de ver a la santa, la cual se presentó ante mí en sueños, me abrazó con mucho cariño y me dijo: "Camila, (ese era mi nombre de seglar) este es tu lugar". Y desapareció, permaneciendo yo con gran alegría interior. Así quedé con grandes deseos de ser religiosa en este convento. Cuando visité el monasterio para conocerlo, estaba con la ilusión de ver el oratorio del noviciado y, al mostrármelo, vi que era tal como lo había visto en mis sueños [88].
Sor Pacífica de Tovaglia recuerda que se hicieron muchos retratos de la beata, hechos por pintores y su imagen era tenida por todos en gran veneración, así como sus reliquias, las que nos piden mucho para curación de enfermos y para las señoras que van a dar a luz [89].
BEATIFICACIÓN
Fue beatificada por el Papa Urbano VIII en 1626 y canonizada por el Papa Clemente IX el 28 de abril de 1669. Su fiesta se celebra el día de su muerte, 25 de mayo.
En 1626, durante las fiestas de su beatificación, sucedió un nuevo milagro. En el monasterio la provisión de aceite para alimentar las lámparas de la casa era poco y además estaba en mal estado. Sin embargo, llenaron todas las lámparas y el aceite no disminuía. Después de quince días todavía estaban llenas de aceite, que se veía puro y en buen estado y sin mal olor. Este prodigio se repitió, según afirma el padre Cepari, que era confesor extraordinario de la comunidad, durante un año en que hubo escasez de aceite.
Además tenía efectos curativos para los enfermos por ser aceite milagroso. La hermana María Angela Anselmi tenía un tumor en una rodilla desde su juventud a causa de un accidente. Ella le pidió a sor María Srozzi que le ungiera la rodilla con ese aceite y, en el tiempo que se tarda en rezar un Credo, el mal desapareció. Ella decía: "El aceite no tiene naturalmente la virtud de curar. Para confirmarlo, tomó un poco de aceite ordinario y se ungió su rodilla y constató con horror que regresaron los dolores y la inflamación de siempre. De nuevo se frotó con el aceite milagroso y recibió nuevamente la salud[90].
CAMBIO DE CONVENTO
En 1627, por recomendación del cardenal Barberini y debido a la insalubridad del monasterio, donde había vivido sor Magdalena, cambiaron de residencia al convento de Pinti, donde estaban las cistercienses que eran pocas.
El 7 de diciembre de 1628 llevaron al nuevo convento los restos de sor Magdalena. En ese momento, la Priora era la Madre María Gracia de Pazzi, sobrina de la santa. El cuerpo de nuestra bienaventurada fue colocado en el oratorio y después en la iglesia debajo del altar.
Después de 63 años de su muerte, aparecieron sus restos sensiblemente alterados. Los jueces, enviados por la Congregación de Ritos, constataron el cambio de color de la piel, pero observaron con asombro que sus miembros estaban flexibles y suaves y que el perfume salía de su cuerpo mismo y no de sus vestidos.
CONCLUSIÓN
Después de haber leído atentamente la vida de santa María Magdalena de Pazzi, podemos exultar y cantar emocionados por las maravillas que Dios hizo en su vida y que nos confirma una vez más en las verdades de nuestra fe católica. Todo lo que ella vivió y experimentó en sus muchísimos éxtasis sobre la Eucaristía, el amor de Dios y, especialmente, de Jesucristo en su pasión, muerte y resurrección, todo eso lo vivió y para nosotros es una confirmación de nuestra santa fe católica.
Ojalá que podamos sentirnos orgullosos de nuestra fe para vivirla con toda la fuerza de la verdad que Dios nos ha dado, para poder así compartirla sin miedo y sin temor ante los que nos rodean. Algunos se escandalizan de los pecados de la Iglesia, concretamente de los sacerdotes y religiosos. A ellos les diremos que Dios sigue siendo Dios, a pesar de todo, y que la Iglesia católica sigue siendo la Iglesia de Dios. Y a través de ella Dios nos sigue dando la firmeza en la fe y en las verdades que nos propone. Es maravilloso pensar que la Iglesia ha conservado y nos ofrece cada día la santa Eucaristía, es decir, al mismo Jesucristo en persona como hombre y Dios, que como un amigo nos sigue esperando en este sacramento. La Eucaristía es el centro de nuestra fe y el más grande tesoro que Dios nos ha encomendado y que, a pesar de los pesares, la Iglesia pone a nuestra disposición para fortalecernos en el camino de la vida.
Vivamos bien, vivamos para la eternidad y alabemos a Dios, maravilloso en sus santos, que nos señalan el camino seguro y nos dan firmeza y fortaleza en nuestra fe.
Que Dios te bendiga por medio de María, nuestra Madre. Y no olvides que un ángel bueno te acompaña y te ayuda en tu caminar.
Tu hermano y amigo para siempre.
P. Ángel Peña O.A.R.
Agustino recoleto
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BIBLIOGRAFÍA
Agresti G., L´amore non amato, Città Nuova, Roma, 1974.
Barsotti, Il mio camino con santa Maria Maddalena de Pazzi, Ed. Nerbini, Firenze, 2008.
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Una religiosa del suo monastero (Suor Gesualda), La santa di Firenze, della sua morte da una religiosa del suo monastero, Firenze, 1906.
Vasciaveo C., Danzare al passo di Dio, S. M. Maddalena di Firenze, Siena, 2006.
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[1] Sum p. 41.
[2] Sum pp. 49-50.
[3] Sum pp. 51-52.
[4] Sum p. 53.
[5] Sum pp. 54-55.
[6] Sum p. 67.
[7] Sum p. 101.
[8] Barsotti Divo, Il mio camino con santa María Magdalena de Pazzi, Ed. Nerbini, 2008, pp. 36-37.
[9] Vita pp. 85-86.
[10] Sum pp. 81-83.
[11] Vita pp. 68-89.
[12] Sum p. 128.
[13] Sum pp. 120-121.
[14] Sum p. 128.
[15] Sum p. 129.
[16] Sum p. 84.
[17] Sum p. 125.
[18] Sum pp. 127-128.
[19] Beausire Seyssel, Vie de Marie Madeleine de Pazzi, Ed. Tralin, Paris, 1913, p. 88.
[20] Sum pp. 120-122.
[21] Sum pp. 209-210.
[22] Sum p. 212.
[23] Sum p. 213.
[24] Sum p. 219.
[25] Sum p. 225.
[26] Sum pp. 228-229.
[27] Sum p. 231.
[28] Sum p. 232.
[29] Sum p. 234.
[30] Sum pp. 200-201.
[31] Sum p. 203.
[32] Sum p. 207.
[33] Sum pp. 159-160.
[34] Beausire Seyssel, o.c., pp. 80-81.
[35] Sum p. 161.
[36] Sum p. 168.
[37] Sum pp. 160-161.
[38] Sum p. 161.
[39] Sum p. 160.
[40] Sum pp. 235-236.
[41] Sum pp. 131-132.
[42] Sum p. 136.
[43] Sum pp. 137-138.
[44] Vita p. 96.
[45] Vita p. 131.
[46] Vita p. 110.
[47] Vita pp. 289 y 293.
[48] Vita p. 88.
[49] Vita pp. 98-101.
[50] Vita pp. 157-158.
[51] Vita pp. 72-73.
[52] Sum p. 111.
[53] Sum p. 110.
[54] Sum p. 151.
[55] Sum p. 117.
[56] Sum p. 93.
[57] Sum pp. 97-98.
[58] Sum p. 91.
[59] Sum p. 92.
[60] Sum p. 97.
[61] Sum p. 106.
[62] Sum pp. 76-77.
[63] Sum p. 68.
[64] Sum pp. 66-67.
[65] Sum p. 153.
[66] Sum pp. 88-89.
[67] Sum p. 99.
[68] Sum p. 239.
[69] Sum pp. 62-63.
[70] Sum p. 88.
[71] Vita p. 84.
[72] Vita p. 102.
[73] Ed. Pagnini, segunda edición de 2016, p. 489.
[74] Vita pp. 20-21.
[75] Vita pp. 19-20.
[76] Sum pp. 142-143.
[77] Sum p. 137.
[78] Sum p. 171.
[79] Vita p. 187.
[80] Sum pp. 171-172.
[81] Sum p. 179.
[82] Sum p. 181.
[83] Sum p. 197.
[84] Sum p. 189.
[85] Sum p, 185.
[86] Sum p. 188.
[87] Sum p. 183.
[88] Sum pp. 184-185.
[89] Sum p, 195.
[90] Beausire Seyssel, o.c., pp. 205-206.