EL BEATO BERNARDO DE HOYOS, APÓSTOL DEL CORAZÓN DE JESÚS


P. ÁNGEL PEÑA O.A.R.



EL  BEATO  BERNARDO  DE  HOYOS, APÓSTOL  DEL  CORAZÓN  DE  JESÚS




LIMA – PERÚ

EL  BEATO  BERNARDO  DE  HOYOS,  
APÓSTOL  DEL  CORAZÓN  DE  JESÚS









Nihil Obstat
Padre Ricardo Rebolleda
Vicario Provincial del Perú
Agustino Recoleto








Imprimatur
Mons. José Carmelo Martínez
Obispo de Cajamarca (Perú)
















LIMA – PERÚ
ÍNDICE GENERAL


INTRODUCCIÓN
1.- Sus primeros años.
2.- Noviciado.
3.- Filosofado.
4.- Desamparo.
5.- Visión del infierno.
6.- Penitencia.
7.- Desposorio con Jesús.
8.- El Espíritu Santo.
9.- El Corazón de Jesús.
10.- Libros sobre el Corazón de Jesús.
11.- Sacerdote para siempre.
12.- Primera misa.
13.- Ministerio sacerdotal.
14.- La misa.
15.- Jesús Eucaristía.
16.- Amor a María.
17.- La comunión de los santos.
18.- El ángel de la guarda.
19.- Carismas.
20.- La Compañía y la Visitación.
21.- Su muerte.
22.- Maravillas después de su muerte.
23.- Beatificación.

CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA













INTRODUCCIÓN

La vida del beato Bernardo de Hoyos es una vida corta, pero llena de Dios. Fue el apóstol de la devoción al Corazón de Jesús en España. Murió a los 24 años, recién ordenado sacerdote, pero Dios lo elevó a las grandes alturas de la santidad, comparable a la de los más grandes santos de la Iglesia. No sólo tuvo la gracia del desposorio con Jesús, sino que tuvo muchos carismas y dones sobrenaturales, que lo hacen un santo muy especial. Es entrañable en su vida la compañía permanente de su ángel custodio y de san Miguel arcángel. Además, algunos santos de su especial devoción se le presentaban frecuentemente como amigos queridos. Entre éstos está su padre fundador, san Ignacio de Loyola, san Francisco de Sales, a quien tomó por su director espiritual, san Francisco Javier, santa Teresa de Jesús, santa Magdalena de Pazzis, santa Margarita María de Alacoque, san Miguel, Gabriel y Rafael; otros santos se le aparecían en el día de su fiesta y en otras oportunidades, como san Luis Gonzaga o san Estanislao de Kostka. Él vivía la comunión de los santos y su trato con los ángeles y santos era normal y permanente.

Por supuesto que la Virgen María ocupaba un lugar preeminente entre todos los santos, pero su principal devoción y amor era Jesús, presente en la Eucaristía. Por eso le daba tanta importancia a rezar delante del S. Sacramento y a celebrar dignamente la santa misa cada día.

Pidamos al Señor que nos dé la gracia de no sentirnos nunca solos, sabiendo que tenemos a nuestro lado a nuestro ángel de la guarda y que, en la medida en que lo invoquemos, al igual que a otros ángeles y santos, ellos nos ayudarán en nuestro caminar por la vida. 


Nota.- Loyola hace referencia al libro del padre Juan de Loyola, arreglado y aumentado por el padre José Eugenio Uriarte, titulado Vida del P. Bernardo de Hoyos, Ed. Mensajero, Bilbao, 1913.
Positio nos lleva a la Positio super virtutibus de la beatificationis et canonizationis servi Dei Bernardi Francisci de Hoyos, Roma, 1961. 









1. SUS  PRIMEROS  AÑOS  
Bernardo Francisco de Hoyos nació en Torrelobatón (Valladolid) el día 21 de agosto de 1711. Fue bautizado en la iglesia de Santa María el 5 de septiembre. Le pusieron por nombre Bernardo, porque el día anterior había sido la fiesta del gran doctor de la Iglesia, san Bernardo abad, y el de Francisco, porque el que lo bautizó quiso ponerlo bajo la protección de san Francisco Javier, el apóstol de las Indias.

Su padre, Manuel de Hoyos Bravo, nació y vivió en la ciudad de Toro (Zamora) y allí ejerció el cargo de notario hasta 1710, año en que fue a vivir a Torrelobatón, donde siguió ejerciendo el cargo de notario hasta su muerte. Su madre, Francisca María de Seña Fuica, había nacido en Medina del Campo (Valladolid) y el año 1710  fue con su familia a vivir a Torrelobatón, donde conoció y se casó con su futuro esposo. Al morir éste en 1725 se casó con Francisco López de Zurita, que en el mismo Torrelobatón ejerció el cargo de notario. Ella murió el año 1730, dejando de su primer matrimonio a dos hijos huérfanos: Bernardo y María Teresa.

Su madre lo educó cristianamente sintiendo la gran responsabilidad que Dios le había encomendado. Por eso decía: Dios me ha hecho saber que, si, por culpa mía, este niño llegara a perderse, yo le haría perder un gran santo  .

Tenía solo siete años cuando, viendo un púlpito portátil a la puerta de la iglesia, subió a él con intrepidez y, cercado de muchos niños y aun de gente mayor que le escuchaba con  asombro, les predicó parte del sermón que acababa de oír el domingo de Ramos  .

Otra vez habían concurrido a su casa personas de ambos sexos y se divertían. Estaba el baile en lo más animado y revuelto, cuando vieron salir a Bernardo de otra sala y, entrando en la del festín con un libro abierto en la mano, subió a un taburete y empezó a leer como quien predicaba con fervor contra los bailes y saraos... Cesó enseguida el baile con pasmo de los concurrentes. Así lo certifica un testigo de vista, persona de autoridad, que refiere con admiración este caso en carta del 8 de agosto de 1736  .

En la carta segunda que escribió el padre Manuel de Prado sobre la muerte y virtudes del padre Bernardo afirma: Siendo aún un niño de de ocho a diez años y entrando por causalidad en un cuarto de su casa algo oscuro, reparó que se hacía alguna cosa menos honesta, y fue tal el sobresalto y horror que le causó aquel infeliz espectáculo que, sin poder contenerse, salió dando voces y clamando: "La ira de Dios viene sobre esta casa". Quien tanto aborrecía este vicio, aun cuando niño, bien se deja conocer lo que haría cuando más crecido y en todo el resto de su vida. Los más remotos asomos de tentación que sintiese contra esta virtud angélica eran para su purísima alma las más terribles aflicciones; de que comúnmente procuraba librarse con una especialísima guarda de todos sus sentidos. Jamás miró advertidamente el rostro de mujer alguna. Y tenía hecho firme propósito de ejecutarlo así toda su vida. Si alguna vez por acaso o por descuido tropezaban sus ojos con semejantes objetos, procuraba, sobresaltado, recogerlos como si hubiera visto a un basilisco.

Estudió sus primeras letras en su villa natal y fue confirmado con 9 años el 23 de mayo de 1720. Con 10 años, sus padres lo enviaron a estudiar gramática a Medina del Campo (Valladolid) al Colegio de la Compañía de Jesús. Aquí vivió con una tía suya a quien amaba como a madre y obedecía con filial respeto... Repararon en la casa que salía para el estudio sin desayunarse. Le avisó una vez su tía que no lo hiciera así, porque podría ser nocivo para su complexión nada robusta, pero le respondió que por haberse criado enfermizo de pequeño le bastaba poco alimento y más que, en lo del desayuno antes de salir de casa, no sufría su estómago tales cargas tan de mañana. Respuesta con que ocultaba su mortificación  .

Estando en Medina, emprendió un largo viaje a Madrid, motivado por un pariente suyo que le persuadió de que allí podría estudiar más y mejor. Tenía en Madrid un tío de bastantes conveniencias, don Tomás Hoyos, hermano de su padre, y juzgando que a su lado gozaría de toda comodidad para el logro de sus fines, partió sin comunicar a nadie su designio. El viaje lo hizo en un burrito y en dos días superó las montañas de Guadarrama y se presentó en casa de su tío. Abrazó el tío al niño Bernardo con admiración y ternura, viendo la fatiga con que había andado tantas leguas en seguimiento de su buen deseo. Lo retuvo algunos días. Pero, pareciéndole no muy oportuna la Corte para los intentos que le habían conducido a ella, lo volvió a enviar con bagaje más cómodo a Medina . Allí estudió durante un año como externo y después estudió tres años en el colegio de Villagarcía de Campos, donde había 70 alumnos externos, distribuidos en cinco cursos.

Su padre murió el 25 de abril de 1725 y su madre le dio permiso para entrar de religioso con los jesuitas. Ella se quedaría con su hija de ocho años, María Teresa, pero los Superiores no lo admitieron. 

Tenía 14 años, pero por ser pequeño y flaco aparentaba de menor edad y el Superior de los jesuitas que lo examinó, no le dio el permiso de entrada hasta que creciera un poco más. Sin embargo, el padre José Félix de Vargas, que lo conocía, intercedió por él ante el provincial y consiguió que lo admitiesen. El 11 de julio de 1726 el padre Manuel de Prado, maestro de novicios y Rector del Colegio de Villagarcía de Campos, donde estaba el noviciado, recibió a Bernardo.


2. NOVICIADO

El padre Manuel de Prado lo dirigió como Rector y maestro durante tres meses. Después tuvo al padre Ignacio de Eguíluz, siendo vicemaestro el padre Juan de Loyola, que fue su principal biógrafo y su director espiritual.

El padre Loyola asegura: Puedo decir para gloria de Dios y crédito de la virtud de este santo joven que, habiéndole confesado generalmente en su noviciado más de una vez, no me acuerdo que hubiese perdido la gracia que recibió en el santo bautismo  .

 En el tiempo de noviciado se consagró como siervo de la Virgen María y llevaba al cuello una cadena como símbolo de esta servidumbre. Al poco tiempo se consagró a la Virgen como hijo de María y todos los días rezaba el rosario con mucha devoción. Los días de fiesta de la Virgen, los celebraba con especiales oraciones y penitencias; y recibía en esos días grandes favores de la Virgen María.

Desde el noviciado ya tenía mucha devoción al ángel custodio, lo veía a su derecha y con él hablaba. Tenía también mucha devoción a san Miguel arcángel.

El día de Navidad de 1725, siendo novicio, tuvo una visión real del Niño Jesús. Él dice: Vi al tierno infante Jesús en su pesebre con una flecha como hiriendo mi corazón… y se me levantó por la parte de afuera una ampolla grande, como una avellana, que se aumentaba al paso de los afectos  .

Tenía tantos deseos de amar a Jesús y de no ofenderlo ni con el más mínimo pecado que aseguraba: "No cometería una imperfección advertida, aunque me diesen mil muertes"  .

Tuvo otra visión del Niño Jesús el 3 de diciembre de 1726, acompañada de algunos fenómenos corporales extraordinarios. En esta ocasión el padre Juan de Loyola pidió a Agustín de Cardaveraz, del Colegio de San Ambrosio de Valladolid, su opinión, pues este mismo joven era llevado por Dios por caminos extraordinarios. En carta del 2 de enero de 1727, Cardaveraz le dio su opinión al padre Juan de Loyola sobre el novicio Bernardo y, desde ese momento, surgió una correspondencia epistolar entre ambos jóvenes.

Por este tiempo Bernardo leyó la vida de san Juan Berchmans y decidió imitarlo. Para ello le pidió al maestro de novicios una estampa de este santo jesuita. El comportamiento de Bernardo era tan ejemplar para todos que pronto empezaron a decir a quien se desempeñaba correctamente: Parece otro hermano Hoyos.

Un día, en visión intelectual, vio al Niño Jesús como un pescador divino que con un anzuelo de oro andaba pescando corazones en un estanque de aguas mansas y cristalinas. Él deseaba que pescara su corazón. Otro día vio una estampa del Niño Jesús vestido como pescador, echando el anzuelo en un estanque para pescar un corazón sumergido allí en sus aguas. Le pidió esa estampa a su maestro y así poco a poco comenzó el Señor a comunicarle gracias extraordinarias como visiones, éxtasis, incendios de amor, etc.

Tuvo muchos sufrimientos de parte del demonio durante un mes en el segundo año de noviciado y durante cinco meses durante el tiempo de los estudios de filosofía. En el Colegio de Villagarcía se daba disciplinas en secreto. Pero un condiscípulo se dio cuenta, porque la disciplina estaba manchada de sangre. Después de su muerte, se encontraron cilicios, cadenas y otras cosas con las que hacía penitencia.

El compañero Osorio observó que, ya en el noviciado, en la cena mezclaba con los alimentos ceniza y ajenjo. Se abstenía de toda bebida los viernes de todo el año, incluso en el verano, y hacía una Hora Santa en las noches del jueves al viernes.

Terminado el noviciado, Bernardo hizo sus votos simples y perpetuos en la capilla del Colegio de Villagarcía el 12 julio de 1728. Había constituido heredera de sus bienes a su hermana, antes de hacer sus votos como jesuita. María Teresa se casó en 1734 con el notario civil Jacinto Abril de San Pedro y con él tuvo 11 hijos.



3. FILOSOFADO

A principios del mes de octubre de 1728, Bernardo fue enviado desde Villagarcía al Colegio de Medina del Campo para estudiar los tres años de filosofía. En ese momento tenía 17 años de edad. El Rector de la Casa de Medina era el padre Juan de Salinas. Allí aprendió Lógica, Física y Metafísica con el profesor padre Fernando de Morales, que antes de ingresar en la Compañía de Jesús había sido provisor de la diócesis de Valladolid y considerado por todos como un hombre excelente en virtud y ciencia. Este jesuita, durante los tres años que Bernardo estuvo en Medina, fue  su director espiritual, aunque Bernardo continuó su correspondencia espiritual con el padre Juan de Loyola y con el joven Agustín de Cardaveraz.

Bernardo renovaba sus votos cada día varias veces, dando gracias a Dios por tan singular favor y afirmaba: San Luis Gonzaga y san Estanislao protegen mi pobreza; santa Teresa y santa María Magdalena de Pazzis mi castidad; san Ignacio y san Francisco Javier mi obediencia; san Francisco de Sales los tres votos juntos  .

Un día, después de la comunión, vio a san Miguel acompañado de una muchedumbre de ángeles, que venía con toda la belleza, resplandor y majestad, que corresponde al ángel supremo. Traía en sus manos un velo más blanco que la nieve. En su centro se veían unas letras de oro que, juntas, componían la palabra CASTIDAD. San Miguel le dijo: "Vengo como príncipe que soy de los ángeles a traerte el don de esta virtud; con él, aunque en adelante padezcas las imaginaciones que en ti levanten los demonios, está cierto que nunca llegarás a pecar  .

En cuanto a la castidad, el padre Loyola y, en general sus compañeros, le daban el nombre de ángel. Y él mismo refiere que un día el arcángel san Miguel le ciñó el cíngulo de la castidad como señal de protección.

El día de la S. Trinidad (12 de junio de 1729), después de comulgar, se le representó este altísimo  misterio con visión intelectual tan subida que confiesa de nuevo Bernardo serle de todo punto imposible decir lo que en ella vio y entendió. Y el Verbo eterno le habló en nombre de toda la Trinidad y le dijo: Estos días te he dejado con mi divinidad; regálate ahora con ella. Aquí estás seguro, que no puede entrar acá el demonio, pero anda con cuidado que te acecha. Sin embargo, no temas que yo te guardaré  .

En el mes de octubre tuvo experiencia de ímpetus de amor como él los llama, que desde el 14 de octubre de 1729 duraron hasta las fiestas de Navidad. Él mismo escribió dos tratados sobre estos ímpetus de amor.

En los meses de mayo y junio de 1730 el provincial, Juan de Villafañe, ordenó que algunos padres jesuitas y dos religiosos de otras Órdenes estudiaran si los fenómenos de Bernardo eran auténticos. El ser sometido a estas investigaciones le causaron mucha aflicción y humillación.
A fines de 1730, en la Información secreta que los Superiores enviaron a Roma, afirman sobre Bernardo: Estudia segundo de filosofía. Es robusto, de buen ingenio y con buen juicio y prudencia. Es dócil y amable. Parece que en el futuro será muy apto para ciertos ministerios. En ese momento tenía 19 años.

A las pocas semanas de enviar el informe secreto a Roma, todos los filósofos cayeron enfermos de fiebres tercianas. Los Superiores, para que pudieran mejorar, los enviaron a un lugar cercano, llamado Alaejos.

Jesús le dijo antes de ir: "Tu haz lo que te mandan, déjate llevar adonde te envían. Yo iré contigo a cualquier parte que fueres"... Un día, que era de comunión, Bernardo, por ser el más antiguo de sus condiscípulos, debió avisárselo, pero uno de los compañeros alegó que era mejor abstenerse de la comunión aquel día. Bernardo decidió comulgar, aunque otros no quisieron. Y afirma: "Fue tan agradable a Jesús mi  decisión de comulgar que recibí grandísimo consuelo por haber practicado la doctrina que el Señor me tiene dada de que de ningún modo deje de comulgar cuanto estuviere de mi parte. Mostróseme el Señor glorioso en esta comunión y me dio las gracias de haber superado las dificultades y me dio a entender que no me admirase de que los que no experimentan sus dulzuras no estén deseosos de disfrutarlas en tan dulcísimo sacramento  .










4. DESAMPARO

Estando Bernardo en Medina, tuvo lo que el padre Loyola y el padre Prado llaman la gran purificación o gran desamparo durante cinco meses, desde el 14 de noviembre de 1728 hasta el día de Pascua, 17 de abril de 1729,
El Señor le avisó que entraría en este gran desamparo el 14 de noviembre. Le dijo: El día después de la festividad de mi siervo Estanislao entrarás en el desamparo  .

Cuando ya se acercaba el momento del desamparo, Jesús le dijo: "Ya ha llegado el tiempo determinado por mi providencia: Hijo, el demonio está como un león atado; en desatándolo, se tirará hacia ti". Al mismo tiempo le renovó la promesa de que le asistirían su dulce Madre la Virgen, santa Teresa de Jesús, santa María Magdalena de Pazzis, san Miguel y el ángel de su guarda. Y supo que serían cuatro los demonios que le habían de tentar  . Llegó el día de san Estanislao y al despertarle el ángel por la mañana, le dijo: Hoy, todo el día estaré acompañándote. Cuando mañana me aparte de ti, comenzará el desamparo  .

El día 14 de noviembre de 1728, día en que se celebraba el Patrocinio de la Virgen, quiso esta soberana Señora fortalecer y armar a su siervo para la batalla que tan cerca estaba; porque, después de haber comulgado y estando dando gracias, se le apareció la gran reina de los ángeles y, mirándole con toda la benignidad de su apacibilísimo rostro, le dijo: Para que veas que te he de patrocinar, he querido que empiece el desamparo en este día de mi Patrocinio". Llegada la tarde y estando rezando el rosario, reconoció que su ángel de la guarda, cuya presencia le era muy familiar, se apartaba de su lado  .

Era el toque y señal de la pelea. Cercáronle al momento cuatro ferocísimos demonios que arrojaron en su espíritu una tempestad de furias, temores, iras, tedios y cuantos afectos desordenados componen un horroroso desamparo... La primera pena fue la vista o imaginación de Dios airado contra él. Su mismo ángel se le representaba enojado y como vengador de sus injurias... Le decían los demonios: "Ahora verás, beato santurrón, hipócrita embustero, lo que es jugar con Dios, cuando caigas bajo su mano. Anda, vete a hacer requiebros, filosofillo"…
De la creída aversión al Señor le nació una tristeza y melancolía inexplicable. Los ejercicios espirituales de oración, lectura, misa, comunión, penitencias, humillaciones y cuanto en otro tiempo eran para él fuentes y mina riquísima de celestiales consuelos, lo eran ya de amarguras y tormentos... Le parecía que los demonios le decían como burlándose: "¿Dónde está tu Dios?"… y le incitaban a estrellarse contra las paredes o tirarse por la ventana o cortarse los labios y lengua con los dientes, arrancarse los cabellos... Y el demonio le sugería que ya estaba decretada su condenación. A veces sentía obscenas imágenes contra la castidad… Incluso tenía la convicción de que los favores pasados habían sido sueño y fantasía de su vana cabeza y astutas ficciones del demonio para tenerle más engañado de esa forma. Llegaron a tal punto estas cosas que alguna vez iba, ya fuera de sí, a despedazar el libro en que estudiaba y como loco a romper y pisar un crucifijo que tenía en las manos; pero, asistido ocultamente por el Señor y alumbrado repentinamente con una chispa de luz su entendimiento, paraba de pronto como hombre que vuelve en sí  .

A pesar del rabioso despecho de los demonios, jamás dejó de comulgar, haciendo violencia extrema a su aversión... Pero sentía una fuerza del enemigo que le apretaba la garganta y aun la lengua para que no pudiese pasar la forma consagrada. Sugeríale que la despedazase con los dientes y la arrojase de la boca y la pisase y escupiese... A veces, se le mostraban los cuatro demonios como perros monstruosos, abiertas las bocas, vomitando por ellas fuego y humo, abalanzándose sobre él para ahogarlo y despedazarlo con sus garras...

El día de Jueves Santo (14 de abril de 1729), dice él: "Vi abrirse la tierra a mis pies y me parecía que me empujaban por la abertura adentro, llena  de fuego envuelto en humo. Quedé aturdido porque conocí que era el infierno y así me lo dijeron los demonios y que me arrojarían a él si comulgaba, pues estaba en pecado mortal. Lo que padecí aquí más es para concebirse que para decirse. Al fin me resolví a comulgar y comulgué. ¡Oh mérito de la obediencia que entre dos extremos, de caer en el infierno o de obedecer, vencía éste!"  .

Otro día resolvieron los demonios quitarle el juicio. Fue una sangrienta batalla, ya que empezó a hacer extremos como de hombre que ha perdido el juicio. Heríase con golpes, arrojábase por el suelo revolviéndose en él como furioso; y fue tan espantable el ruido que, al estruendo, acudió su director y maestro de filosofía con el procurador del Colegio. No podían entre los dos sujetarle para que no se hiriera, espantados de aquel temeroso accidente. El hermano procurador creyó que era una especie de convulsión nerviosa y fue en busca del enfermero, pero el padre acudía fervorosamente a Jesús, a la Virgen y a todos los santos. Y no bien nombró a santa Teresa y santa María Magdalena de Pazzis, cuando al instante vio el joven a estas sus dos abogadas que venían en su socorro. Hicieron ellas huir con su presencia a los tentadores infernales y quedó Bernardo sosegado y tranquilo. Así le hallaron los hermanos y lo dejaron con el padre Morales, dando gracias a Dios  .

En estas circunstancias entró en la habitación de un compañero, lo cual era una falta contra la Regla y fue reprendido públicamente, estando de rodillas en el comedor. En ese momento se le mostró el ángel de su guarda y san Miguel que le acompañaron todo el tiempo que duró la reprensión y el acto de besar los pies a la Comunidad. Después, su santo ángel le declaró los motivos que tuvo la divina providencia para procurarle aquella humillación. Primero para que, si alguno de sus compañeros se había formado gran concepto de su virtud, se le cambiase. Segundo, porque así se ocultarían mejor los favores del cielo, porque dirían que culpas que se castigaban públicamente no se componían bien con gracias sobrenaturales; y tercero, porque era la voluntad de Dios en aquel tiempo de desamparo  .

El desamparo terminó el día de Pascua del año 1729 (17 de abril). Vio en visión intelectual a su santo ángel, que fue quien lo despertó. Traía una bandera desplegada en la mano y, con ademán brioso, arrojaba a los cuatro demonios que tan fieramente lo habían atormentado. Después se le mostró su protector san Miguel y, junto con su ángel de la guarda, le dieron el parabién por el esfuerzo con que había peleado contra sus enemigos, pero Bernardo rogó al glorioso arcángel que diese el parabién de su parte al Señor, a la santísima Virgen, a los ángeles y santos, pues sin su valimiento y auxilio hubiera sido imposible salir vencedor...

Por la tarde vio a su ángel como un joven gallardo de pequeña estatura, con vestiduras blancas, que tiraban algo a encarnadas y despedían de sí un resplandor muy apacible; el rostro muy hermoso, blanco y encendido, afable y risueño; los cabellos rubios y como dorados. Tenía la bandera en la mano derecha con un garbo majestuoso: era pequeña la bandera, hecha de blanco y encarnado, que esparcía muchos rayos de luz; y el mástil o mango en que estaba era de oro fino  .






5. VISIÓN  DEL  INFIERNO

El 9 de enero de 1730, le mostró el Señor el infierno. Hallóse de pronto en un campo espacioso, acompañado de Su Majestad, quien le entregó allí al ángel de su guarda para que lo guiase. Díjole entonces el ángel: "Ven, y yo te mostraré esta gran visión". Empecé a seguirle, cuando de repente abrió la tierra una boca por donde entró mi ángel, y yo en su seguimiento para ver esta gran visión de los desdichados en quienes ejecuta su furor el omnipotente brazo de la divina justicia. A pocos pasos vi salir por la misma abertura de la tierra por donde había entrado, una multitud de demonios que, habiendo arrojado en las llamas infernales las muchas almas que habían ganado en la mortandad numerosa de la epidemia pasada, volvían al mundo a tender sus redes para prender y precipitar en el abismo a otros miserables.

Ya habríamos andado unos veinte pasos, cuando me dijo mi ángel: "Ve y escribe"; y al punto, saliendo de aquel como callejón por donde nos habíamos introducido, vi una cueva inmensa de fuego, envuelta en humo tan espeso que negaba aun la misma luz en que ardía. Eché los ojos por aquella inmensidad de fuego; pero no alcanzaba el fin, ni distinguía adónde llegaba su anchura. Bien hube menester aquí que me animase la presencia del ángel, pues sola esta primera vista fuera capaz de quitarme la vida. Percibí al mismo tiempo un hedor intolerable, un ruido espantoso, unos gritos descompasados y unos aullidos como de perros rabiosos. Vi también que, impelidos de furor y rabia, saltaban del fuego algunos condenados y caían precipitados por los demonios, como una gran piedra a su centro, a la voracidad de las llamas.

Volvióse entonces el ángel a mí, y me dijo: "Atiende más"; y luego reparé más en particular cómo se castigaba a los pecadores deshonestos. Vi una laguna helada junto a un globo de fuego abrasador; y que los infernales ministros ya arrojaban en el fuego a aquellos infelices y, cuando más rabiosos estaban, los metían con grande ímpetu en el agua helada para que, pasando de un extremo a otro, fuese mayor su tormento; ya con lanzas de fuego, con espadas y otros espantosos instrumentos traspasaban de parte a parte a los miserables; ya les cortaban las cabezas que, para que padeciesen más, se volvían a juntar; ya deshacían sus abrasados cuerpos con peines de fuego; ya despedazaban sus miembros con ruedas de navajas muy agudas. Con estas y otras semejantes horrorosísimas invenciones eran atormentadas aquellas furias malditas, que, deshechas en desesperación eterna, mordían los instrumentos de su castigo, y, vomitando mil maldiciones, eran los más crueles verdugos de sí mismos, hiriéndose con sus uñas y dientes. Así, así se les recompensaban los deleites con que se recreaban en sus deshonestidades: el fuego de la concupiscencia se había convertido en aquel incendio, que les abrasaba las entrañas; y las camas regaladas, en agua helada en que padecían tal frío que se les desencajaban los huesos.

Vi luego otra separación donde penaban los avarientos. Estaban con las bocas abiertas para poder recoger un poco de aire, y aun éste les faltaba: símbolo y castigo de lo que hacían mientras vivieron, pretendiendo atraer con su avaricia el mismo aire. Querían respirar para desahogar el incendio que los consumía, y no conseguían ni este alivio: estaban además tan estrechos, que ni revolverse les era dado, cuando los demonios los maltrataban con cruelísimos tormentos. Junto a ellos, los que habían pecado con jurar y blasfemar de la bondad de Dios, arrojaban serpientes de sus asquerosas bocas, que se ceñían con ellos, y los iban despedazando; y los demonios los herían en la boca, ya cortándoles la lengua, ya quebrantándoles los dientes, ya metiéndoles barras de hierro ardiendo por la garganta, ya embutiéndoles plomo derretido que les penetraba todos los huesos, ya con otras trazas diabólicas con que les causaban acerbísimos dolores. Luego los enemistados en este mundo proseguían su odio con un rencor insaciable, y estando tan juntos a sus enemigos como los ladrillos en el horno, se despedazaban entre sí de furor y rabia, al verse tan cerca y como embebidos los unos en los otros. Otros varios géneros de tormentos vi también con que se castigaban otros pecados, que fuera largo referir uno a uno.

Yo iba en tanto siguiendo a mi ángel por una senda estrecha, y llegamos a otra separación donde encontré muchos demonios que con grande algazara atormentaban a un gran personaje bien conocido en el mundo, aunque no entendí quién era, pero sí que la causa de su condenación había sido su impiedad para con los pobres. Vi un yunque de fuego sobre el cual extendieron a este miserable los demonios, y con varios instrumentos le desmenuzaban el cuerpo en pequeñas partes a fuerza de recios golpes; y para mayor pena suya, luego que le habían hecho pedazos, se volvían éstos a unir, y los demonios a ejecutar en él su rabia, y él, centelleando llamas de furor, se maldecía y execraba a sí y sus riquezas y deleites; y los ministros diabólicos le hacían burla, diciéndole que de qué se quejaba, que si no era aquella buena cama, que viese cómo cuidaban de su alivio, preparándole, en lugar de las conveniencias que había tenido en el mundo, aquéllas con que ahora le regalaban.

Horrorizado de lo que veía, aturdido de las blasfemias que oía contra Dios y su Madre santísima, atónito con los monstruos que se me representaban, y fuera de mí de tanta gritería y alaridos, tendí la vista adelante y nada distinguía, hasta que, habiendo andado grande espacio a ciegas, me dijo mi ángel: "Ven y ve, y escribe lo que vieres".

Entonces se abrió la senda por donde íbamos, y me hallé en otro seno inferior, aún más horroroso que el pasado: aquí estaban los malos e indignos sacerdotes que habían tenido osadía para recibir sacrílegamente en sus manos y en sus corazones al Hijo de la Virgen. Padecían tales penas los miserables que todas las que he dicho son nada en su comparación. Eran atormentados principalmente en las partes en que tuvieron la hostia consagrada: las manos se les deshacían de dolor, y estaban hechas carbones encendidos: sus lenguas despedazadas y colgando fuera de la boca, en señal de sus sacrilegios: todo lo interior, especialmente el corazón, se les abrasaba en fuego, reventando con terribilísimos dolores. Aquí vi que de entre los demás se erguía como la culebra cuando salta, un mal sacerdote que yo conocí, y murió de repente, que había sido muy escandaloso. Miróme con gran rabia como un fiero basilisco, pero cayó luego en lo más profundo de la hoguera.

De este seno me pasó el ángel a otro tercero, donde eran mayores las penas y tormentos. En él estaban aquellos que, habiendo sido más visitados de Dios con sus inspiraciones y auxilios, los despreciaron, ingratos y desagradecidos, pisando la sangre de Jesucristo: éstos padecían mucho más por su misma conciencia y memoria de que podían haberse aprovechado de las inspiraciones…

No hay palabras para explicar la pena de daño (de no ver y amar a Dios). Este es el mayor y más horrible tormento, estar privado por toda la eternidad de ver a Dios: todos los tormentos de los condenados, mil veces doblados, padecería uno gustoso eternamente, si fuese compatible con verle. El corazón se me quebranta y el cuerpo se me estremece en esta consideración. No digo más de esta pena, porque la voluntad del Señor es que no hable ahora de la de daño  .


6. PENITENCIA

Bernardo oraba mucho y hacía penitencia por la salvación de los pecadores. Los viernes se abstenía de todo género de bebida. En las mortificaciones de cosas pequeñas era muy exacto, fervoroso y constante. Muchas veces pasaban de 150 las veces que se mortificaba cada día y, siempre que se sentaba en algún banco o silla, jamás se arrimaba a los respaldos.

Anota el padre Loyola: De su penitencia exterior diré solo que, a imitación de Berchmans, salpicaba con su inocente sangre las paredes de su aposento y que fue necesario reprenderle los excesos y aun quitarle por algún tiempo los instrumentos de sus rigores, en penitencia de la que indiscretamente hacía  .

En una carta, escrita el 6 de diciembre de 1735 por el padre Manuel de Prado sobre la muerte y virtudes del padre Bernardo Francisco de Hoyos, escribe: En varios tiempos del año, pero especialmente en los primeros viernes de cada mes, dedicados singularmente al culto del Corazón de Jesús, le daba el Señor a sentir tan vivamente los dolores que su Sagrado Corazón padeció en el Huerto que, para declararlos de alguna manera, decía que no se admiraba de lo que nos dejó escrito san Buenaventura, cuando dijo que, si los dolores que el Corazón de Jesucristo padeció se dividiesen entre todos los hombres, bastarían para quitarles la vida.


7. DESPOSORIO  CON  JESÚS

El desposorio del alma de Bernardo con Jesús fue un alto estado de unión espiritual del alma con el Verbo. Jesús fue preparando su alma con tiempo. El día 29 de junio de 1729 (fiesta de San Pedro y San Pablo) era el día de la renovación de sus votos. Vio al sacrosanto Corazón de Jesús sobre manera hermoso, del cual salían tres cordones como de hilo de oro finísimo. A corta distancia se tejían entre sí de una manera maravillosa y componían un cordón solo. Volvían luego a destejerse como cuando salieron del Corazón de Jesús y ataban fuertemente el de Bernardo, quedando los dos unidos con apretado lazo de amor los dos Corazones. El Señor le dijo: "Bernardo, este sacrificio de los tres votos me hace desearte por esposa. Pero sabe que, antes que te desposes conmigo, padecerás dura guerra. Goza pues ahora para padecer después. El día 12 de julio renovó privadamente los votos y, al pronunciar la fórmula, de improviso vio  a Jesús que pasaba como de largo y le decía: "Tú serás mi esposa"  .

Después de año y medio que Jesús le había anunciado que celebraría los desposorios con Bernardo, el 5 de agosto de 1730 se le apareció de nuevo y Jesús le anunció que los desposorios serían el 15 de agosto, fiesta de la Asunción de la Virgen María. Él nos dice: Ese día, habiendo comulgado, oí cantar a los ángeles: "Que viene el esposo, salid a recibirlo". Se recogió mi alma y por visión imaginaria vi que me ponían una vestidura blanca, recamada de hermosa pedrería, símbolo de la pureza, que es la vestidura nupcial y de las otras virtudes. No vi quién me la vestía, pero inmediatamente se me mostraron san Miguel, santa Teresa, nuestro padre san Ignacio y san Francisco de Sales a un lado: y al otro el santo ángel custodio, santa María Magdalena de Pazzis, el venerable padre Padial y san Francisco Javier... Había tres tronos, uno desocupado, otro ocupado por María santísima y otro ocupado por Cristo. Y con visión intelectual miraba a toda la Santísima Trinidad (presente)…

Vestido yo de la ropa dicha, llegué a las gradas del solio de Jesús, a quien me presentó María santísima. Di un ósculo suavísimo a las sagradas llagas de sus pies; y luego me preguntó si quería ser su esposa, que él quería ser mi esposo. Aniquilada el alma en su nada, y en su amor, respondió lo que no sé: pero cifróse en: "He aquí la esclava del Señor", etc. Luego, alzándose del solio, me levantó a la última grada, y tomándome la mano derecha con su divina diestra me dijo: "Yo, en nombre de mi Divinidad y Humanidad, te desposo, oh alma querida, eternamente en desposorio de amor, como sacerdote sumo, con mi naturaleza divina y humana. Siéntate ahora en el trono de mis esposas, y gusta lo que has de poseer eternamente.

Sentóme en el trono que estaba desocupado, teniendo el Señor todavía mi diestra, en que puso un anillo de oro con una piedra encendida, que no sé qué era, y me dijo: Sea este anillo prenda de nuestro amor; ya eres mía, y yo soy tuyo: ahora puedes decir y firmarte BERNARDO DE JESÚS como tu hermano Agustín; tú eres BERNARDO DE JESÚS y yo soy JESÚS DE BERNARDO: mi honra es tuya; y la tuya, mía: mira ya mi gloria como de tu esposo, pues yo miraré la tuya como de mi esposa. Todo lo mío es tuyo, y todo lo tuyo es mío: lo que yo soy por naturaleza, participas tú por gracia: tú y yo somos una misma cosa. Yo entregué el anillo que tenía en el dedo de en medio a María santísima como la depositaria de tal prenda. Después pedí a los santos que diesen por mí las gracias. Y para confirmación del desposorio, la S. Trinidad me echó la bendición, hablando cada una de las divinas personas palabras de inefable amor .

El día de san Bernardo refiere: Vi al divino esposo de mi alma en forma de un hermosísimo joven que, hablando a mi alma, le decía: "Ven, amada mía, esposa mía, paloma mía, ven y reclínate sobre mi corazón"  .

El 26 de noviembre de 1730 (fiesta en España de los desposorios de María) vio a la Virgen María que traía el anillo del desposorio de Bernardo en su mano y, llegándose al venturoso joven, se lo puso en el dedo. Al mismo tiempo, como si hubiera habido acuerdo entre el Señor y su bendita Madre, se lo dejó el amante divino y renovó el desposorio con los afectos y ternuras que no sabe explicar el mismo que los sintió  .

El día de la Asunción, 15 de agosto de 1731, vio que se le acercaba el celestial esposo, acompañado de su bendita madre. Traía ella en sus augustas manos el anillo del desposorio de que hemos hablado ya. Se lo dio la Virgen a  su Hijo y Jesús se lo puso a Bernardo en su dedo con inefable amor, renovando otra vez el desposorio del año antecedente. Luego, a una indicación de Su Majestad, lo sacó del dedo y volvió a depositarlo de nuevo en las manos de la Virgen para que lo guardase  .


8. EL  ESPÍRITU  SANTO

El día de Pentecostés, 29 de mayo de 1729, al comulgar, oyó una dulce y armoniosa música de los ángeles que entonaban el "Veni Sancte Spiritus"; y al instante apareció sobre su cabeza una blanquísima paloma, despidiendo refulgentes rayos de luz que inundaban al feliz joven, al mismo tiempo que resonaba en lo alto una voz que decía: "Este es mi siervo amado, en quien me he complacido". Entonces la celestial paloma se trasformó en brillante globo de luz y llamas, que comenzó a descender suavemente y se introdujo en el corazón de Bernardo, cuando entraba en su pecho la sagrada forma. "La mano me tiembla", exclama el joven, "al escribir esto, las lágrimas se me saltan de los ojos, y el conocimiento de mi nada me abruma, aunque el amor eleva el corazón. ¡Oh, si todo mi cuerpo se hiciera menudas piezas, y cada una mil lenguas de serafines, para ponderar y ensalzar la bondad divina, y juntamente mi maldad, ingratitud e indignidad!".

El día primero de la Pascua del Espíritu Santo (5 de junio), habiendo comulgado con la solemnidad y asistencia  de otras veces, y escuchado de nuevo el himno de los ángeles al Espíritu consolador, percibió sobre su cabeza un ruido  como de llama que arde, y conoció ser una lengua de fuego vivísimo que se cernía sobre ella como, en semejante ocasión, sobre las cabezas de los sagrados apóstoles, y de la que salían luego o se desprendían varias otras que iban a parar sobre las de algunas personas que le eran muy conocidas. Después de haber ondeado la lengua de fuego sobre la cabeza de nuestro joven largo rato, parecióle a este ver y en efecto vio que bajaba lentamente a su corazón, llenándole de dones y gracias indescriptibles  .

En la fiesta de Pentecostés, 13 de mayo de 1731, por la mañana en la oración, oyó un ruido suavísimo sobre su cabeza, y vio que bajaba el divino Espíritu en forma de lengua de fuego, que se introdujo en su corazón, lo mismo que le había ya sucedido los años anteriores. Mas a esto se añadió ahora que se le mostró después en lo más profundo del alma por visión intelectual, y se le dio a conocer espiritualmente como persona divina distinta del Padre y del Hijo; y se le declararon también los dones que en este día comunicaba a los santos, y los maravillosos efectos que causaban en las almas bien dispuestas. "Fueron tantas las delicias que gozó mi alma este día y toda la octava, escribe Bernardo, que no podía contenerme de repetir: "Señor, o ensanchad y esforzad esta flaca naturaleza, o detened el torrente de vuestras dulzuras".

Para la merced no menos singular y extraordinaria que quería hacer el Señor a su siervo el día del misterio inefable de la Santísima Trinidad, 20 de mayo, le previno de esta suerte. Después de haber comulgado, vio un serafín como de fuego, que le purificaba lo más íntimo y secreto de su espíritu: parecíale que con un tacto delicadísimo le abrasaba en nuevo y más subido amor divino, y dejaba su alma como un terso cristal, en que pudiesen herir más claramente los rayos de la luz inaccesible de la divinidad, y en que efectivamente reverberaba la claridad del mismo Dios uno y trino como en un espejo tan bruñido y limpio como no le hay ni le puede haber. Veía este altísimo misterio con una a modo de luz infusa, que jamás entendió el mismo Bernardo qué fuera. Conocía las tres divinas personas en la esencia divina: al Padre engendrando al Hijo, al Verbo engendrado del Padre, y al Espíritu Santo espirado del Padre y del Hijo; y entendía por un modo admirable las cosas que la fe nos enseña acerca de este arcano incomprensible. Contemplaba, no sabemos cómo, todas estas grandezas, anegado en un piélago inmenso de dulzuras, cuando vio que el Verbo Divino se dignaba renovar su celestial desposorio. El Padre Eterno y el Espíritu Santo, en cuya presencia se hizo esta misteriosa renovación, mostraron especial complacencia, y dijeron a Bernardo regaladísimas palabras. Para explicar el joven lo que en esta visión pasaba por su alma, se vale del silencio, diciendo: "Ahora es preciso callar". Podráse conjeturar de lo que pasaría por mí, viéndose este vil gusanillo ante todo un Dios, ante aquel Señor delante de cuya Majestad tiemblan y se estremecen las columnas del cielo, y cubren sus rostros los más abrasados serafines. No hay palabras con que expresarlo. Aquí era la verdadera humildad y confusión, con que a la luz de tan portentosos favores se miraba mi alma sumida en el abismo de su nada, miseria e indignidad  .










9. EL  CORAZÓN  DE  JESÚS

Bernardo fue el primer apóstol de la devoción del Corazón de Jesús en España. Jesús se le presentaba con el Corazón ardiendo en llamas de amor al igual que a santa Margarita María de Alacoque o a san Claudio de la Colombière, los dos grandes apóstoles de esta devoción en Francia e Inglaterra. San Claudio murió en 1682 y santa Margarita María de Alacoque en 1690, mientras que Bernardo murió en 1735. En este tiempo intermedio entre los dos santos anteriores y Bernardo, la devoción al sagrado Corazón no había entrado en España. Él fue el escogido por Dios para esta gran misión.

Sobre la devoción al Corazón de Jesús nos dice: Un día, después de haber comulgado, teniendo a mi dueño Jesús sacramentado en mi pecho, empezaron a recogerse los sentidos y potencias. En este tiempo se me mostró el Sagrado Corazón de Jesús todo hecho un fuego, arrojando llamas y despidiendo por la herida un volcán de amor convertido en rayos clarísimos de luz. Quedó absorta mi alma y mucho más, cuando la convidaba el mismo Jesús a entrar dentro de su Corazón, pues atemorizada de su bajeza y de aquella infinita grandeza e inmensa copia de llamas, se encogía y sumergía en su nada. Pero, sin saber cómo, se halló dentro de aquel divino Corazón por un modo tan sobrenatural, imperceptible y soberano, que no hay que pensar explicarlo con lo grosero de las expresiones de nuestra lengua  .
Escribe Bernardo: Lo que el divino Corazón hace conmigo es indecible e inexplicable: asáltame con su amor y me deja absorto entre un incendio abrasador de fuego seráfico. El domingo en especial (que fue a 25 de octubre) al recibirle sacramentado, me dio un sentimiento interior tan vivo de que tenía en mí a aquel que es centro de mis ansias, que pensé reventar en fuerza de la vehemencia del amor y de la inundación suavísima de gozo; y, si en tiempo de gracias no me dilatara el corazón, apretado en ardores y llamas de amor, hubiera muerto sin duda. Desahogóse el pecho, prorrumpiendo en gemidos íntimos con que, en voces del alma, convocaba todas las criaturas a amar al Corazón amantísimo de mi Jesús; y con una vehemencia más que humana clamaba con san Agustín: "Corred, justos; corred, pecadores; corred, pueblos: corred todos y venid al Corazón de Jesús".

Aquí oí interiormente una voz suavísima que me dijo ahora lo que en otro tiempo a aquella gran sierva del Señor (santa Margarita María), que refiere el libro de "Cultu Cordis": "Pídeme lo que quieras por el Corazón santísimo de mi Hijo,  y te oiré y concederé lo que me pidas"; y sin libertad, pedí la extensión del reino del mismo Corazón sagrado en España, y entendí que se me otorgaba; y con el gozo dulcísimo que me causó esta noticia, quedó el alma como sepultada en el Corazón divino, en aquel paso que llaman "sepultura". Muchas repetidas veces he sentido estos asaltos de amor en estos días, dilatándose tanto en deseos mi pobre corazón, que piensa extender hasta en el nuevo mundo el amor de su amado Corazón, y todo el universo se le hace poco  .

Un día, cuando se preparaba en la novena a la fiesta del Corazón de Jesús, el Señor le dijo, al igual que a santa Teresa y a santa Catalina de Siena: "Cuida tú de mi honra y de mis cosas y mi Corazón cuidará de ti y de las tuyas".

El día de la renovación de sus votos tuvo una visión intelectual de san Pedro y san Pablo. Trató con ellos largamente de las cosas del Corazón santísimo y san Pedro le aseguró que uno de sus sucesores establecería la fiesta del Corazón de Jesús en toda la Iglesia  .

El 4 de mayo de 1733, durante la meditación, vio al Corazón de Jesús de modo parecido a como lo vio santa Margarita María de Alacoque. El día de la Ascensión, 14 de mayo, vio al Corazón de Jesús rodeado de llamas, con una corona de espinas alrededor y Jesús le pidió que se instituyera en España una fiesta en honor de su divino Corazón y oyó claramente estas palabras: Reinaré en España y con mayor veneración que en otras partes. Esta es la llamada gran Promesa y el templo del Colegio de San Ambrosio de Valladolid es llamado el templo de la gran Promesa.

El 10 de mayo de 1733 lo visitó san Miguel. Nos dice: Después de comulgar, sentí a mi lado a este santo arcángel que me dijo cómo extender el culto del Corazón de Jesús por toda España y más universalmente por toda la Iglesia. Llegará el día en que esto suceda. Habrá gravísimas dificultades, pero se vencerán. Él, como príncipe de la Iglesia, asistirá en la empresa  .

El día de la Ascensión del Señor, 14 de mayo de 1733, se repitió la visión del Corazón de Jesús después de comulgar. Dice: Tuve la misma visión referida del Corazón, aunque con la circunstancia de verle rodeado con la corona de espinas y una cruz en la extremidad de arriba... Convidaba el divino Jesús a mi corazón a que se metiese en el suyo por aquella herida; que aquel sería mi palacio, mi castillo, mi muro en todo lance. Y como el mío aceptase, le dijo el Señor: "¿No ves que está rodeado de espinas y te punzarán?". Reparé que, además de la herida grande, había otras tres menores en el Corazón de Jesús y preguntándome si sabía quién se las había hecho, me trajo a la memoria aquel favor con que nuestro amor le hirió con tres saetas... Me dio a entender que no se me daban a gustar las riquezas de este Corazón para mí solo, sino para que por mí las gustasen otros. Pedí a la S. Trinidad la consecución de nuestros deseos y, pidiendo esta fiesta en especial para España en que ni aun memoria parece que hay de ella, me dijo Jesús: "Reinaré en España y con más veneración que en otras partes"  . 

Bernardo promovió la devoción del Corazón de Jesús entre amigos y conocidos, especialmente entre sus Superiores de la Compañía. Al respecto escribe el padre Loyola: No hubo uno solo de los muchos a quien inspiró esta devoción y comunicó sus ardores que no abrazase el culto del sacrosanto Corazón de Jesús. Yo admiro como prodigio este sagrado ardor con que hombres doctos, prudentes, autorizados y de superiores talentos, se dejaron mover de un joven de pocos años a una devoción nueva y desconocida. Entre estos jesuitas hubo provinciales, rectores, maestros, predicadores, misioneros; en fin, los primeros hombres de nuestra provincia de Castilla  .

El 4 de mayo de 1733 el Señor le hace saber que lo elige a él como instrumento para la extensión de este culto. El día 5 lo ve con claridad y en su testimonio escrito dice expresamente que ha sido escogido por Dios para lo mismo que había sido escogida santa Margarita María de Alacoque.

El día 12 de junio Bernardo, en el Colegio San Ambrosio de Valladolid, se consagró al Sagrado Corazón de Jesús durante la misa, con la fórmula del padre Claudio de la Colombière, firmando luego en el papel, que tenía la fórmula en latín, con las palabras: Estimado y amantísimo discípulo del sacrosanto Corazón de Jesús, Bernardo Francisco de Hoyos. Nos dice: Al tiempo de pronunciar la fórmula, sentí la presencia de las tres santas (Teresa, Margarita María de Alacoque y Magdalena de Pazzis) y también del discípulo amado san Juan evangelista. Y entendí que el Corazón de Jesús recibía mi sacrificio y, al firmar, conocí por un modo suavísimo que Jesús escribía mi nombre en su Corazón  .

Se consagró con las palabras de San Claudio de la Colombière: En reparación de tantos ultrajes y de tan crueles ingratitudes, oh adorable y amable Corazón de Jesús, y para evitar en cuanto de mí dependa el caer en semejante desgracia, yo os ofrezco mi corazón con todos los sentimientos de que es capaz: yo me entrego enteramente a Vos. Y desde este momento protesto sinceramente que deseo olvidarme de mí mismo, y de todo lo que pueda tener relación conmigo para remover el obstáculo que pudiera impedirme la entrada en ese divino Corazón, que tenéis la bondad de abrirme y donde deseo entrar para vivir y morir en él con vuestros más fieles servidores, penetrado enteramente y abrasado de vuestro amor.

Ofrezco a este Corazón todo el mérito, toda la satisfacción de todas las misas, de todas las oraciones, de todos los actos de mortificación, de todas las prácticas religiosas, de todos los actos de celo, de humildad, de obediencia y de todas las demás virtudes que practicare hasta el último instante de mi vida.

No sólo entrego todo esto para honrar al Corazón de Jesús y sus admirables virtudes sino que también le pido humildemente que acepte la completa donación que le hago, y disponga de ella de la manera que más le agrade y a favor de quien le plazca. Y como ya tengo cedido a las santas almas que están en el purgatorio todo lo que haya en mis acciones, capaz de satisfacer a la divina justicia, deseo que esto les sea distribuido según el beneplácito del Corazón de Jesús.

Esto no impedirá que yo cumpla con las obligaciones que tengo de celebrar misa y orar por ciertas intenciones prescritas por la obediencia; ni que ofrezca por caridad misas a personas pobres o a mis hermanos y amigos que podrían pedírmelas. Pero como entonces me he de servir de un bien que ya no me pertenecerá, quiero, como es justo, que la obediencia, la caridad y las demás virtudes que en estas ocasiones practicare sean todas del Corazón de Jesús, del cual habré tomado con qué ejercitar estas virtudes, las cuales, por consiguiente, le pertenecerán a Él sin reserva  .

El 13 de enero de 1735, octava de su primera misa, dice: Me pareció que el buen Jesús tomaba mi alma y la presentaba ente el tribunal de la S. Trinidad, diciendo a su eterno Padre: "Esta alma, Padre mío, he escogido para que esté totalmente consagrada a los desagravios de mi Corazón y para que aplaque vuestra justa indignación ofreciéndoos a mí mismo en sacrificio; para lo cual la he honrado con el sacerdocio". El eterno Padre, con expresión de grande majestad y amor, aceptó la oferta y aprobó la elección, declarándome lo elevado de este designio para el que había sido escogido  .

El 1 de abril de 1735 se celebraba la misa de la fiesta de los Dolores de la Virgen y fueron muchas las mercedes y luces que recibió en la misa el padre Bernardo, especialmente después de la consagración. Dice: Se me mostraron los dos Corazones de Jesús y de María como dos espejos clarísimos  .


10. LIBROS  SOBRE  EL  CORAZÓN  DE  JESÚS

El 3 de mayo de 1733 sacó de la librería el libro del padre Gallifet "De cultu cordis Jesu" y dice: Yo que no había oído jamás tal cosa empecé a leer el origen del culto del Corazón de Jesús y sentí en mi espíritu un extraordinario movimiento, fuerte, suave y nada arrebatado, del Señor sacramentado a ofrecerme a su Corazón para cooperar cuanto pudiese a lo menos con oraciones a la extensión de su culto. Adorando en la mañana siguiente al Señor en la hostia consagrada, me dijo clara y distintamente que quería por mi medio extender el culto de su Corazón sacrosanto para comunicar a muchos sus dones por su Corazón adorado y reverenciado…

Me mostró su Corazón todo abrasado en amor y condolido de lo poco que se le estima. Me repitió la elección que había hecho de este su indigno siervo para adelantar su culto, y sosegó aquella pequeña turbación, dándome a entender que yo dejase obrar a su providencia, que ella me guiaría…, que sería de singular agrado suyo que esta provincia de su Compañía (de Castilla) tuviese el Oficio y celebrase la fiesta de su Corazón como se celebra en tan innumerables partes  .

Bernardo animó al padre Calatayud para que publicara un libro sobre el Corazón de Jesús. Lo publicó en 1734 con el título de Incendios de amor sagrado, en el que exponía el modo de adorar al Corazón de Jesús y de instituir Asociaciones dedicadas a él. Otro libro muy divulgado fue el libro del padre Juan Croiset, jesuita, Devoción al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, que tradujo del francés el padre Pedro de Peñalosa.

En octubre de 1733 estaba listo el libro escrito por el padre Juan de Loyola sobre la devoción al Corazón de Jesús (Tesoro escondido), pero el padre provincial quiso que fuera examinado por censores de la Compañía, quienes después de dos meses dieron respuesta favorable para su publicación. No obstante, el provincial quiso asegurarse bien y envió el manuscrito a Roma. En marzo de 1734 llegó la respuesta favorable. Pero se presentó una dificultad. El padre Calatayud, cediendo a las presiones del propio Bernardo, había impreso en Murcia un librito titulado Incendios de amor sagrado. 

El provincial, al tener noticia de este libro, creyó que era suficiente con uno y desistió de la publicación del anterior Tesoro escondido. Fue un duro golpe para Bernardo, que siguió insistiendo hasta que, después de unos meses, consiguió el permiso del provincial, que era el padre Manuel de Prado. Entonces, se presentó otra dificultad. El libro debía imprimirse en Valladolid, pero el obispo de la diócesis, Monseñor Julián Domínguez Toledo, no estaba en buenas relaciones con la Compañía y era poco amigo de devociones nuevas.

Habiendo fallado algunos intentos para convencer al obispo, Bernardo acudió al padre Villafáñez para pedirle que acudiera al obispo, a pesar de que era él uno de los más ofendidos por el obispo. Bernardo le dijo que ya lo sabía y que el Corazón de Jesús quería que él se encargase de esta solicitud y que el Señor se lo recompensaría, además de que este servicio sería un medio del que se serviría la providencia divina para que el obispo y la Compañía volvieran a unirse y para ganar al obispo a la causa del Corazón de Jesús.

Y así fue. El obispo hizo las paces con la Compañía, dio licencia para la impresión del libro y concedió indulgencias a los que lo leyesen. Y esto mismo sucedió con los obispos de Burgos, Segovia, el patriarca de las Indias, el cardenal Aquaviva, Nuncio en España, etc.

El libro fue un éxito y alcanzó muy pronto ocho ediciones cada vez más numerosas y Bernardo se dedicó a propagarlo con empeño. Se introdujo en el palacio real, en las mansiones episcopales, en los conventos, parroquias, hogares de familia, colegios, cofradías, etc.

Quería que todos recibieran un ejemplar gratuito para que conocieran al Corazón de Jesús e inculcaran su devoción a los más posibles. Bernardo no descansaba ni de día ni de noche y planificaba nuevas estrategias para llegar a más almas y que todos, no sólo conocieran las bendiciones del Corazón de Jesús, sino también que extendieran su devoción por doquier.

Otro modo de promover el culto al Corazón de Jesús fue divulgar estampas e imágenes del Sagrado Corazón. También se fundaron Asociaciones de fieles del Corazón de Jesús. El padre Pedro de Calatayud, el año 1734 las fundó en Lorca y en otras ciudades de Murcia. Después se extendieron por toda España.

Bernardo también consiguió, por medio de arzobispo de Burgos, que todos los obispos de España enviaran cartas al Papa para pedirle una misa y Oficio en honor del Corazón de Jesús. Y esto también lo consiguió por medio del padre Clarke, confesor del rey Felipe V.




11. SACERDOTE  PARA  SIEMPRE

En octubre de 1734, al comenzar el cuarto año de teología, los Superiores pidieron a Bernardo que se preparara para recibir las Órdenes sagradas y pidieron a la Santa Sede dispensa de edad. La dispensa de edad llegó el 7 de noviembre de 1734. Y de esta manera recibió el subdiaconado el 18 de diciembre de 1734; el diaconado el 31 de diciembre de 1734 y el sacerdocio el 2 de enero de 1735. Estas ordenaciones las recibió en la capilla de la casa del obispo de Valladolid, Fernando Domínguez de Toledo, en unión con otros dos jóvenes jesuitas. El 27 de diciembre, fiesta de san Juan evangelista, se le había aparecido este santo junto a san Francisco de Sales y le prometieron ser sus padrinos de sacerdocio.

Por fin llegó el día tan esperado del 2 de enero de 1735, en que había de ordenarse sacerdote. Por la mañana, fue despertado por su ángel. Él dice: Al ir al palacio del obispo me asaltó un estremecimiento más que regular, nacido de la claridad con que en la oración se me puso delante por una parte la dignidad altísima del sacerdocio y por otra mi casi infinita indignidad. Aturdido de este vivo sentimiento, sin atreverme a llegar a recibir este orden, acudí al Sagrado Corazón para que con sus riquezas vistiese mi alma para que no apareciese tan corrida, pero no me serené hasta que, postrado ante mi padre Rector, oí que me mandaba expresamente que fuese a recibir el sacerdocio por obediencia; y aquí se hizo gran tranquilidad y todos los afectos de temor se convirtieron en amor.

Al ir en el coche, se me representaba, que como éste me llevaba, sin tocar en la tierra en lo visible, así en las manos de la obediencia y providencia divina iba conducido invisiblemente sin afecto de la tierra, lo cual me consoló, y en esta consideración fui entretenido, convidando interiormente a los santos mis devotos, particularmente a san Juan evangelista y a mi santo director san Francisco de Sales, como padrinos para que asistiesen y favoreciesen con sus oraciones en un acto de los mayores que había de hacer en mi vida. Experimenté su asistencia porque, estando postrados mientras invocaban la corte celestial con las letanías, vi cómo estaban presentes los dos con nuestro santo Padre, San Francisco Javier y las santas mis devotas, a quienes me había encomendado.

Al tiempo de recibir la potestad sacerdotal, sentí, porque más fue tacto espiritual que visión, la mudanza que se obraba en mi alma, mirándola hermoseada con el carácter, que reconocí y entendí lo que era en sí, mejor que lo había concebido con las luces especulativas de la teología. Pero, sobre todo, al pronunciar el obispo aquellas palabras: "Accipe Spiritum Sanctum", me llené todo de un sagrado pavor, percibiendo interiormente la compañía de tan divino huésped en las nuevas especiales gracias y dones que como por vista de ojos se me comunicaban. También me declaró el Señor en este punto, cómo este sacramento había tenido su origen de la fuente purísima de su Corazón sagrado, del cual se me comunicaban los tesoros de su preciosa sangre; y esto entendí con una dulce visión, en que vi cómo infundía este divino Corazón en mi alma lo que las palabras del obispo significaban, en uno como rayo de luz, aunque no era luz ni rayo, sino otra cosa especial, para cuya significación no encuentro término propio.

En la comunión se abrazaron los dos amantes (es decir, el Señor y el mismo P. Bernardo). Mi alma desahogó algún tanto el sagrado asombro y admiración de misterios tan soberanos como en sí experimentaba. Lo que en este breve rato pasó entre mi alma y Dios, no se puede explicar con palabras; aun físicamente me parecía hallarme mudado en otro hombre, y tenía una como cierta reverencia de mí mismo.

Fue forzoso estar con el obispo algún tiempo después de acabada la ordenación, cuando yo hubiera querido más estar retirado con mi Dios; pero aunque hablando con los hombres, estaba muy lejos de todas las cosas humanas, y como absorto y sepultado en mí mismo. Lo mismo experimenté los días siguientes entre la bulla de Navidades hasta el día de mi primera misa, que fue el día de Reyes  .


12. PRIMERA  MISA

Venido el día de Reyes, 6 de enero, que fue el de su primera misa, recibió tales favores el nuevo sacerdote, que ni él mismo acierta a declararlos. Empezaron por la renovación de los votos, que se tenía en la misma fiesta; y los acompañó una circunstancia que no carece de misterio, a juicio del P. Loyola, que la refiere en estos términos: "Por los secretos y admirables fines que no sé decir, celebró Bernardo su primer sacrificio en el Colegio de nuestro P. San Ignacio de Valladolid, siendo sujeto del Colegio de San Ambrosio: singularidad que habrá acaecido pocas veces, si ha sucedido alguna, lo que ignoro, porque siempre nuestros sacerdotes dicen su primera misa en el Colegio en que residen. La casualidad visible y natural fue ésta. Hallábase ya de Rector del Colegio de nuestro P. San Ignacio el P. Manuel de Prado que acababa de ser provincial de nuestra provincia de Castilla. Como este padre estimaba y amaba tanto a Bernardo, y le había solicitado la dispensa de edad para ordenarse, y conocía íntimamente su espíritu por las muchas veces que nuestro joven le había manifestado todos los secretos de su conciencia, quiso tener el consuelo de ser su padrino en la primera misa. El Rector de San Ambrosio convino gustoso en dar este especial consuelo al Rector de San Ignacio, y le envió su súbdito para que con su asistencia celebrase el nuevo sacerdote".

Pero, antes de salir éste de San Ambrosio, renovó aquí sus votos con una solemnidad no acostumbrada. Mostrósele el Señor poco antes de que empezara él a pronunciar la fórmula. "Venía acompañado, dice el mismo que lo vio, de su dulcísima Madre, de san Juan evangelista, de san Francisco de Sales y san Francisco Javier, que habían de ser mis padrinos; y por otro lado estaban nuestro P. san Ignacio, san Luis Gonzaga y los dos VV. PP. Padial y la Colombière, con las cuatro regaladas esposas del Corazón de Jesús, santa Gertrudis, santa  Teresa, santa María Magdalena de Pazzis y la V. Margarita".

Delante de esta celestial comitiva, a la que acompañaban muchos ángeles, en especial los de mi guarda, declaró el buen Jesús el amor con que su Corazón amaba a esta ingrata criatura movido solamente de su bondad, para que ésta luciese más junta con mi ingratitud; la elección que había hecho de mí para procurar su culto; y finalmente el designio de su providencia en haberme elevado al sacerdocio antes del tiempo regular (de todo lo cual recibí mil parabienes de todos aquellos bienaventurados); y que antes quería que en su presencia renovase yo los votos de mi parte, para renovar él luego de la suya el desposorio que había celebrado con mi alma. Todo ello se hizo con circunstancias de mucho consuelo y confusión mía; y los tres santos ofrecieron asistir a mi primer sacrificio como padrinos, y nuestro santo Padre, como a quien tanto tocaba, y las santas, como quienes tanta gloria recibían de las glorias y obsequios del Corazón de Jesús, su esposo, a cuyo culto se habían de dirigir desde éste todos los demás sacrificios que yo celebrase; pero todos habían de asistir invisiblemente, por los altos fines del Señor.

En esto llegó el tiempo de salir para el Colegio de San Ignacio. Cesó la visión, y sólo quedó la amable vista de muchos ángeles de la guarda, que me acompañaron hasta llegar al santo altar; y noté una diferencia semejante a la que se lee de aquel sacerdote de quien se habla en la Vida de San Francisco de Sales. Porque el ángel propiamente diputado para mi guarda, de coro inferior, que antes tenía a la derecha, ahora estaba a la siniestra; y el otro, que por especial favor me ha señalado el Señor, de más alto coro, que antes estaba a la izquierda, estaba ahora a la derecha; todo en significación de la dignidad sacerdotal que es tan reverenciada de los mismos ángeles  .






13. MINISTERIO  SACERDOTAL

El padre Bernardo no disfrutó de su sacerdocio ni siquiera un año. Se ordenó el 12 de enero y murió el 29 de noviembre del mismo año. Sin embargo, nos da algunas enseñanzas sobre cómo vivir el sacerdocio. Se preparaba para celebrar la santa misa estando al menos un cuarto de hora en oración y después de celebrarla daba gracias al menos por otro cuarto de hora como mínimo. Recomendaba que, cuando no se pueda comulgar, se hagan comuniones espirituales. Así lo hacía él, siendo seminarista.

En septiembre de 1730, junto a otros compañeros, le entraron unas fiebres tercianas dobles que le duraron uno diez días, pero a las dos o tres semanas le volvieron otras que le duraron hasta fines de noviembre. Algunos días, por estar en cama con fiebre, le prohibieron comulgar y él hacía comuniones espirituales. El día de san Estanislao de Kostka, como no pudo comulgar sacramentalmente, comulgó espiritualmente, y se le apareció este santo en compañía de san Luis Gonzaga y le imprimieron en su alma una gran estima de la comunión espiritual .

En cuanto a confesar, encomendaba a sus penitentes a sus ángeles de la guarda para que los prepararan antes de ir a confesarse con él. Nos dice: Al administrar el sacramento de la penitencia (confesión) siento tan gran consuelo por distribuir a las almas la sangre del Corazón sagrado… La noche anterior imploro la asistencia divina y la de mi ángel que envío a convidar a los de los penitentes; lo mismo en la oración de la mañana y aun en cada confesión según los afectos que el Señor me inspira  .

Bernardo recomendaba a un compañero suyo: Al ángel de cada penitente saludarás e invocarás mientras dice la confesión el que se ha de confesar; y, si alguno viene mal dispuesto, trata interiormente la disposición con su ángel de la guarda; si fuere un gran pecador, acude a san Miguel... Cuando le negares a alguien la absolución, encomiéndalo a su ángel y cuida mucho de que no sea para ruina del miserable. Acabadas todas las confesiones, preséntate al Señor sacramentado, pídele perdón de tus culpas y de las ajenas que has escuchado y suplica al Espíritu Santo que enmiende lo que hubieres errado y alumbre tus ignorancias  .

Y anota: "Se me parte el corazón de dolor, cuando considero que hay quien ofende a mi Dios; y diera mil vidas para sacar un alma de pecado". En una ocasión conoció por especialísima luz del cielo que cierta persona, conocida suya, se hallaba en pecado mortal, cuyo infeliz estado le mostró Dios en la figura de un horrible monstruo. Hallóse sobresaltado con la vista de tan espantoso espectáculo y, agitado su corazón de compasivo celo, hizo cuantas diligencias le permitía su estado para que aquella miserable alma se restituyese a la gracia de su Señor. El demonio, con rabiosa furia, atormentó a Bernardo tan despiadadamente que lo dejó sin sentido y oyó una terrible voz que le decía: "¿Piensa él que ha salido aquella alma del pecado? Pues no, que la tengo muy dominada, pero ya pagará él lo que ha hecho". El padre Bernardo había escrito repetidas veces a dos jesuitas para que empleasen todo su celo en la conversión de aquella alma  .

En la Cuaresma de 1734, a Bernardo, sin ser aún sacerdote, le encomendaron la predicación en el lugar de Campo Grande en Valladolid. Él nos dice: Encomendé mi predicación al Corazón de Jesús, porque no sé ni siquiera hacer nada sino en él y por él y para él  .

La víspera del día en que iba a predicar su primer sermón como sacerdote, refiere: Pedí a mis santos ángeles que dispusiesen a los pecadores para el día siguiente y lo mismo hice a sus ángeles de la guarda, pidiendo a los míos que les pidiesen lo mismo por sí, en especial a san Miguel. Yo erré, pues después de comulgar al día siguiente, se me mostraron en visión intelectual y dijeron que habían hecho lo que yo deseaba y me exhortaron a hacerlo siempre que predicase, declarándome que el no hacer fruto muchos predicadores con sus sermones nacía en parte de que ponían todo su cuidado en lo que habían de predicar...

Si los predicadores se valiesen de los santos ángeles, harían más fruto; que así lo hace el padre Calatayud y agrada mucho al Señor, a sus ángeles y al príncipe de ellos san Miguel  .









14. LA  MISA

La misa es la acción más sublime y eficaz que puede realizarse en la tierra. Decía el Cura de Ars: Todas las obras buenas reunidas no equivalen a una misa, porque son obra de hombres y la misa es obra de Dios  . Para celebrar bien la santa misa, haría falta ser un serafín  .

Pues bien, nuestro padre Bernardo celebraba la misa con tal devoción que los ángeles le asistían felices. Él nos dice: En la misa es donde tengo toda mi alegría, todo mi consuelo y alivio en medio de todas las mayores aflicciones; en ella se me dan sentimientos altísimos de la Majestad de aquel Señor, cuya presencia siento tan palpablemente, que me hallo inmutado por lo regular desde la consagración. En el tiempo de consumir son especiales los rayos de luz con que ilustra mi fe, y los ardores soberanos en que se abrasa el alma, que se entiende allá con el Corazón de su Dios. Hasta aquí tenía gran confianza en mis oraciones y peticiones, estribando en la intercesión del Corazón de Jesús; ahora no dudo conseguir cuanto pido, si es para mayor gloria de Dios. Paréceme que en el altar no me puede negar nada el eterno Padre; porque me revisto de una santa animosidad magnánima, fiado en lo que ofrezco, y me hallo con semejantes sentimientos a los que el V. P. la Colombière tenía acerca de la grandeza de este gran sacrificio. Aquí quedo yo como triunfando; porque me parece que no sólo pago por mí, y por todo el mundo, sino que el eterno Padre me queda deudor. A veces, en confirmación de lo fundado de esta mi santa presunción, en la misma misa me ha declarado una voz del eterno Padre la complacencia que tiene en su Hijo y en su Corazón, y cómo esta complacencia puede darme atrevimiento, aun a vista de mis pecados e ingratitudes, para presumir cuanto puedo pensar; pues todo se refunde en los méritos de Jesús, cuyo ministro soy y cuyas veces hago  .

Y anota: Celebran no pocos sacerdotes sin preparación, sin acción de gracias y con un modo en la apresuración que debe causar horror. En contraposición jamás llegaré al altar sin pensar antes cosa de un cuarto de hora lo que voy a hacer con los afectos que el Señor me inspirare y sin dar después gracias por lo menos por otro tanto espacio, si no es en los casos que exceptuare la regla, puesta arriba la caridad, obediencia o imposibilidad  .

Jesús le concedió la gracia extraordinaria de la presencia permanente de las especies eucarísticas (de Jesús vivo como en un sagrario) de una comunión a otra.

15. JESÚS  EUCARISTÍA

Jesús, presente en el Santísimo Sacramento, era el centro de su vida. ¡Cuántas horas se pasaba ante Jesús Eucaristía! Nunca se cansaba de estar a su lado, pues sentía la presencia y el amor de Jesús con tanta fuerza que nada ni nadie podía hacerle dudar de su presencia real. Además Jesús se le aparecía frecuentemente en la Eucaristía y en el momento de la comunión sentía delicias de cielo. Ese era el momento central de su existencia y cuando más sentía la presencia de Jesús.

Sobre su amor a Jesús Eucaristía escribe: Este día pasado de la fiesta del Corpus, se renovó en mi pecho con nuevas creces el amor al divino Amor sacramentado. Y me parece que es el único alivio para quien desea con ansia verse con su Dios en la gloria. Al tiempo de dar gracias después de comulgar, experimenté en mí mismo lo que hace tiempo me dijo el Señor, es decir, que no tenemos los mortales tiempo más feliz que aquel, en que tenemos a Dios dentro de nosotros; de donde nace en mi espíritu el mirar las comuniones como vislumbres de la gloria. Parece hay entre este divino sacramento y mi corazón una celestial simpatía con que, como por instinto natural, se deja sentir su presencia. No es aprehensión, sino experiencia; pues al ir a visitarle, aun cuando voy distraído, siento en mi corazón no sé qué que me recuerda al Amado. Siento las vísperas de comunión un celestial impulso que previene el corazón con delicias y consuelos, causándome fastidio todo otro manjar de la tierra. En las comuniones es donde tengo mi bienaventuranza en la tierra, que creo no se distingue de la del cielo, sino en la visión y claridad. Este es el teatro de los divinos favores; aquí recibe mi alma nuevos alientos, nuevas fuerzas, nuevos y crecidos dones  .

Estando para comulgar el día de san Bernardo (20 de agosto de 1728) tuvo otra visión del Señor con el Santísimo Sacramento, la cual se repetía casi todos los días de comunión. "Vi a Su Majestad muy claramente y reparé que estaba toda la capilla del noviciado llena de ángeles en gran número, que adoraban al Señor de los ángeles y de los hombres. Quedé como espantado de tanta gloria y, cuanto más me iba acercando al sacerdote al tiempo de comulgar, crecía más el temor reverente que en mi alma había"  .

El 5 de febrero de 1730 dice: Habiendo recibido la sagrada forma en la comunión, se me llenó la boca de aquel néctar divino que la forma destila las más de las veces que la recibo. Y, al pasar, se difundió en el cuerpo, fortificándole y causando en el alma el mismo efecto como otras veces; que este es un favor con que recompensa el Señor lo que yo padecía cuando en el desamparo no podía pasar la sagrada forma por ardid de los demonios  .

El día de Todos los santos (1 de noviembre de 1730) al tiempo en que le llevaron la comunión a su celda, vio muchos ángeles que rodeaban su cama; y la celda se llenó de una clarísima luz y vivísimos resplandores. Y al recibir la comunión, vio a Jesús en la Eucaristía, resplandeciente y hermoso  .

Un día, después de comulgar, oyó una voz de ángeles que decían: "Este es el tiempo más feliz que tienen los mortales, es decir, cuando el Señor está sacramentado en su pecho"  .


16. AMOR  A  MARÍA

El amor a la Virgen María fue extraordinario, al igual que en todos los santos. A ella se consagró para siempre. Fue como decirle con toda su alma, vida y corazón: Soy todo tuyo, reina mía, madre mía, y cuanto tengo tuyo soy.

Cuando era novicio, se había consagrado a ella como esclavo y, como señal de su servidumbre, llevaba siempre al cuello una cadenita de alambre, pero el año 1729, estando en Medina del Campo, se consagró a María como hijo y para ello escribió la siguiente carta de filiación: A mayor gloria de Dios y su santísima Madre. Sepan cuantos esta carta de donación leyeren cómo yo, Bernardo Francisco de Hoyos, de la Compañía de Jesús, me entrego de mi voluntad libremente a María santísima Nuestra Señora, no sólo por esclavo, sino también por hijo, movido del amor de esta divina Señora y del deseo de experimentar los efectos de su maternidad para conmigo. Y así por esta causa, no sólo me vendo por esclavo suyo, sino pasando adelante, desde hoy me dejo en sus divinas manos a mí, a mi alma, mi corazón y mis potencias, para que de aquí en adelante sea dirigido de su especial providencia como un hijo pequeño de su amorosa madre. Y juntamente por esta carta me desnudo de mi libre albedrío, renunciándole en María santísima, y deseando que no me permita usar de él sino es en lo que fuere de su mayor agrado: y de mi parte me obligo y prometo mostrarme, en lo posible a mi flaqueza, verdadero hijo de tan soberana madre, ejecutando, no sólo cuanto es de obligación, sino todo aquello que es de supererogación, y yo juzgare ser del servicio de mi dulcísima Madre María santísima, a quien pido me mire desde este día como a verdadero hijo suyo y me asista con su gracia para corresponder a la obligación en que me pone este estado de hijo suyo.

Y porque me hallo indigno de tan singular favor, imploro su bondad y misericordia, y la intercesión de su santísimo esposo san José, y la de todos los santos y bienaventurados mis devotos, y demás habitantes de la gloria. Y porque así lo deseo y quiero, renovaré esta carta en todas las festividades de nuestro Señor Jesucristo, de su santísima Madre y de los santos de mi devoción. Y porque todo esto es mi voluntad, lo firmo, deseando firmarlo con la sangre más pura de mi corazón. Medina y diciembre, hoy día de la Purísima Concepción de mi dulcísima Madre, de 1729. Indignísimo esclavo e hijo de mi dulcísima Madre María santísima. Bernardo Francisco de Hoyos  .

El día de la Asunción del año 1728 había sido llevado al cielo en alas del espíritu y allí vio cosas inefables y gustó de soberanos deleites que no es posible describir. Después de la comunión, tuvo una visión intelectual en la que asistió con el coro de los ángeles a la fiesta solemne que se hacía a su reina aclamándola Señora del universo; y oyó que el Señor le decía: "Lo que hoy has gozado es algo de lo que hubo en el cielo, cuando entró en él mi madre. Tenla por tuya; todo lo que me pidieres por su medio, no dudes que lo alcanzarás, si es para gloria mía  .

Una vez en tiempo del gran desamparo, fue acometido por una tentación deshonesta tan furiosa y terrible que le obligó a clamar desde lo más íntimo de su corazón a la madre de la pureza, María Santísima. Lograron su eficacia sus súplicas, porque en un momento se sosegó la tempestad, obedeciendo los vientos de la tentación a la imperiosa voz de la Virgen. Y en medio de aquellos clamores, se le apareció la reina del cielo, rodeada de multitud de ángeles. La dulcísima y suavísima voz de la Virgen resonó clara y distintamente en el interior de su alma, diciéndole: "Hijo, pronta estoy a socorrerte. En nada has ofendido a mi Hijo. Todavía te resta lo más que padecer"  .
Él escribió: Mi dulcísima Madre María santísima se me dejó ver por visión intelectual tan amorosa y amante como una madre a un hijo muy querido y, además del alborozo que causó en mi alma esta vista, que verdaderamente fue tierna, me consoló como Madre, diciéndome que no había que temer, porque ella era mi Madre y cuidaba de mí como de hijo regalado  .

El día 7 de septiembre de 1728, último día de sus Ejercicios espirituales, rezaba Bernardo el rosario con mucha devoción. Después del primer misterio, comenzaba el saludo "Ave, filia Dei Patris" (Ave, hija de Dios Padre) y vio cerca de sí en el aire a la misma reina, asistida de innumerables ángeles. Esta visión maravillosa le ocasionó un éxtasis que le impedía proseguir el rosario, escuchando un cántico suavísimo que entonaban a coro los ángeles en honor de la natividad de nuestra Señora  .

El 1 de octubre de 1730, mientras todavía estaba con las tercianas, se le apareció la Virgen María. Era la fiesta del Rosario y María le aseguró: "Hasta ahora ninguno se ha condenado ni se condenará en adelante que haya sido verdadero devoto de mi rosario  .

El 2 de febrero de 1731, fiesta de la Purificación, vio a la Virgen María por cuyas manos había ofrecido su corazón a Dios y que tenía en ellas el mismo corazón de Bernardo ya ofrecido. Le volvió a ofrecer de nuevo la Virgen a su precioso Hijo y notó él que le miraba su dueño con especial amor y le aplicaba los méritos infinitos de su sangre, inundándole a la par de celestiales luces. Al mismo tiempo sintió el alma de Bernardo que Jesús le había concedido la indulgencia plenaria del santo jubileo con remisión completa de toda la pena de las culpas hasta aquella hora cometidas  .

Y él decía con alegría: María es mi madre y como tal se muestra. Yo aspiro a ser hijo suyo y como tal recurro siempre a su protección. Tiene dominio absoluto sobre mi corazón, sobre mi alma y sobre mi espíritu  .


17. LA  COMUNIÓN  DE  LOS  SANTOS

Bernardo tuvo la gracia de vivir plenamente la comunión de los santos y ángeles. Dios le concedió la gracia de verlos con sus propios ojos y hablar con ellos como amigos cercanos. Su comunicación con ellos era normal y sencilla como entre amigos. Veamos algunos de los santos más amigos y cercanos, que le ayudaban más constantemente.

Refiere: El día de nuestro pequeño san Estanislao tuve un buen rato, porque vinieron los dos mis amigos: san Luis y san Estanislao. Y, aunque la visita fue muy breve, yo quedé muy contento todo el día y aun toda la octava. No es fácil declarar el consuelo que tuve con estos mis dos hermanos. Ellos se me acercaban más cariñosamente al paso que yo me encogía de tratar con ellos, no sólo por mi ninguna virtud, sino también por la diversidad de estados; mas ellos parece deponían la majestad de bienaventurados en lo afables y humanos que me hablaban  .

Tuvo también mucha devoción a san Francisco Javier. El sacerdote que lo bautizó le había dado por abogado a este santo como consta en la fe de bautismo. Le llamaba su patrón y era tanta su confianza en él que acudía a este santo en todas sus necesidades y nunca le hizo una novena sin que le concediese lo que le pedía. Fueron muchas las visitas que le hizo este gran santo, que le llenaron de gran consuelo. Él mismo refiere: San Francisco Javier mi especial abogado y patrón, me visitó en su día, llenando mi pobre espíritu de celestiales favores y comunicándome una centella de aquel divino celo de la mayor gloria de Dios y salvación de las almas, que le hizo hacer tanto por Dios  .

Tenía mucha devoción a su padre fundador san Ignacio de Loyola. Escribe: Después de haber comulgado lo vi por visión intelectual, lleno de gloria y muy cerca del trono de la Santísima Trinidad. Parecióme hallarme entre los coros angélicos que celebraban la fiesta del santo. Me miró el santo y yo quedé confuso y deshecho en lágrimas, reconociendo cuán indignamente cumplo con la obligación de hijo de san Ignacio. Asombrado y corrido a vista de su santidad, no dejé de protestar ser su hijo; y el santo a pesar de mi ingratitud, me reconoció como tal  .

El día de san Ignacio de Loyola, 31 de julio de 1729, nos dice: Vi grandes y numerosos escuadrones de ángeles, vi las fiestas que se celebraban en el cielo por mi padre san Ignacio. Vi innumerables jesuitas con grandes júbilos y regocijos; y reconocí entre ellos a san Francisco Javier, a mi venerable padre Padial, que estaba muy cerca de nuestro santo Padre… Entendí que estaba muy cercano y de los más próximos al solio de la S. Trinidad. Vi a mi glorioso Padre con tanta gloria que quedé admirado. Estaba vestido de sacerdote. Era blanca la casulla y matizada de hermosas labores y rica pedrería; el alba de una tela tan admirable que mostraba bien no ser cosa de por acá. Tenía un hermoso libro, algo grande, en sus manos y abierto me lo dio a leer. En él vi y leí las siguientes palabras escritas con letras de oro: "Esta es la ley de las esposas de Dios: amar a Dios con todo su corazón y no admitir afecto de cosa criada sino en él  .

El 27 de diciembre, fiesta de san Juan evangelista, María le recomendó la devoción al amado discípulo y le dijo: Bernardo, este es el primogénito de mis hijos adoptivos. Aspira a la imitación del amor que me tuvo a mí y a mi Hijo  . Y así se imprimió en su espíritu una gran devoción a san Juan evangelista que le duró toda la vida.

El 10 de octubre de 1730 se le apareció por primera vez san Francisco de Borja y lo confortó mucho con su presencia. El 10 de octubre de 1731, fiesta de san Francisco de Borja, después de haber comulgado en la capilla que sirvió de aposento al padre La Puente, vio a Jesucristo sentado en una silla que allí se guardaba como reliquia insigne, porque en ella se había sentado varias veces el Señor, cuando venía a visitar a otra gran alma, a la venerable doña Mariana de Escobar.

Fue muy devoto de san Francisco de Sales. El año 1730 se preparó especialmente para celebrar su fiesta con una novena en que pedía al santo que le alcanzase de Dios aquellas admirables virtudes que él había tenido en su vida. El día de su fiesta, estaba Bernardo dando gracias después de haber comulgado y vio por visión intelectual al glorioso santo vestido de pontifical que, después de haberle declarado algunas cosas pertenecientes a su interior, le dijo que desde ese día lo tomaba por hijo espiritual y que le dirigiría por medio de sus padres espirituales; que en cosas arduas le dirigiría por sí mismo. Dicho esto, se despidió el santo echándole la bendición. Desde ese tiempo, todas las noches daba en espíritu cuenta de su conciencia a su santo director. Y escribe: "Estando una vez en oración, me dijo el santo: "Oye, hijo mío, la doctrina de tu padre". Después me fue poniendo delante mis faltas e imperfecciones y enseñándome el modo de renovar mi espíritu, examinando lo imperfecto que mezclo en mis obras y lo perfecto que dejo  .

Bernardo, todas las noches después del examen (de conciencia), se ponía delante de una estampa (de san Francisco de Sales) y le daba puntual y particular cuenta de su conciencia: devoción que él le aprobó, apareciéndose glorioso en aquel acto algunas veces y dirigiéndole en sus dudas, según los casos  .

El día de la octava del Corpus Christi de 1733, fue con sus compañeros a la casa de campo del Colegio de San Ambrosio de Valladolid, bastante cercana al convento de los padres carmelitas descalzos. Como tenía tiempo... pidió licencia para asistir a la devotísima procesión que allí hacían por la tarde los carmelitas. Concedida, fue con uno de sus condiscípulos... Premió allí, agradecida, santa Teresa a nuestro Bernardo el obsequio que le hacía en haber ido a su casa a un acto tan agradable a la divina Majestad. Se le apareció también muy risueña santa María Magdalena de Pazzis y la beata Margarita María de Alacoque y las tres santas vírgenes le agradecieron en nombre suyo y de su esposo los deseos de extender la devoción del sagrado Corazón  .

El Señor le dio a santa María Magdalena de Pazzis y a santa Teresa de Jesús como especiales abogadas. El 12 de julio de 1728 hizo sus votos de pobreza, castidad y obediencia, con dispensa de edad, por tener menos de los 17 años que se necesitaban para la validez de los votos. Bernardo, después de leer la fórmula de los votos, vio al mismo Señor que, al comulgar, entraba en su pecho bajo las especies sacramentales y oyó que le decía: "Desde hoy me uno más estrechamente contigo por el amor que te tengo". Ese día también se le apareció la Virgen María Magdalena de Pazzis. Las dos santas le dijeron: "Nosotras te seremos propicias, Bernardo, como patronas  .

La primera vez que vio a san Miguel, éste le dijo que fuera muy devoto suyo para que con su auxilio pudiera vencer al demonio, como él lo venció en el cielo... Él le ciñó el cíngulo de la castidad y se halló presente cuando bajaron del paraíso los ángeles aquel riquísimo velo que extendieron sobre sus brazos para que recibiera en ellos al Niño Dios. Él era uno de los que por  lo regular le tenían el paño cuando comulgaba. Él le fortalecía en sus desmayos, lo libraba de las amenazas de los demonios, le infundía valor en los aprietos y ánimo para las empresas más arriesgadas. Dos meses antes de su muerte, el glorioso san Miguel, acompañado de innumerable multitud de espíritus angélicos, le certificó de nuevo ser el encargado de la causa del Corazón de Jesús como de uno de los mayores negocios de la gloria de Dios y utilidad de la Iglesia, que en toda la sucesión de los siglos se han tratado desde que el mundo es mundo  .

El 29 de septiembre de 1728, fiesta de san Miguel, se vio de pronto rodeado de multitud de ángeles, capitaneados por su príncipe, quien le dijo con voz clara: "Te agradezco la preparación que has hecho para celebrar este día, contemplando nuestras perfecciones angélicas. En señal de agradecimiento te prometo que no serás vencido en estas tentaciones (que tendría en el desamparo que ya le habían anunciado que iba a tener), ni jamás en la contraria a la pureza". Lo mismo le prometió el ángel de su guarda  .




18. EL  ÁNGEL  DE  LA  GUARDA

En la vida del beato Bernardo aparece constantemente su ángel de la guarda que lo despertaba por la mañana, lo acompañaba en la comunión y constantemente lo ayudaba en sus diferentes tareas de cada día. Era como un amigo que siempre estaba a su lado para ayudarlo, consolarlo o defenderlo. Él día que se ordenó sacerdote, su ángel, que había estado siempre a su derecha, se colocó a su izquierda como reconociendo su mayor dignidad de sacerdote.

Por supuesto que en la vida de san Bernardo aparecen otras veces muchísimos ángeles: los de sus compañeros en alguna oportunidad, los que acompañaban a la Virgen María en sus apariciones u otros muchos adorando a Jesús Eucaristía.

Afirma su director espiritual, el padre Juan de Loyola: Apenas se acercó nunca a recibir el Santísimo Sacramento que no gozase de la vista de su ángel custodio, el cual le ponía desplegado un paño riquísimo para que comulgara con más tierno y fervoroso afecto o le daba a gustar en misteriosa copa un néctar de inefable dulzura o le llevaba en brazos después de la comunión cuando mal pudiera dar un paso el joven, absorto y embebido en las delicias de su amor sacramentado  .

Y Bernardo decía de su ángel: No puedo dar siquiera a entender los efectos que esta visión del ángel causa en mi alma que, ciertamente, son grandes; especialmente el andar tan en Dios entre las cosas exteriores como si estuviera muy recogido en oración. Cáusame interiormente gran consuelo el sentir que me oye cuando le hablo y que representa al Señor de mi parte cuanto le digo. Le trato tan familiarmente como si fuera un amigo mío especial y siento que me trata y se me muestra también él del mismo modo  .

El padre Juan de Loyola escribió en 1739: El padre Bernardo era de genio vivo y, cuando se hallaba en la oración extático y absorto, el ángel de su guarda, con quien tuvo una familiaridad continua, lo despertaba de aquel dulce sueño a la hora que lo necesitaba. Sucedió muchas veces que sólo tenía los instantes precisos para llegar desde la capilla del noviciado al sitio de la campana  .

Una sola vez el ángel no le obedeció a despertarlo a la hora. Dice: Pedí a mi ángel que me despertase tres cuartos antes de la hora de levantarnos para prepararme para la comunión. No me despertó, siendo así que siempre que se lo pido lo hace. Pensé que sería por mi culpa y entendí que era por haber el día antecedente dicho una palabra que era algo falta de caridad, aunque  la dije sin mucha advertencia. La lloré mucho, pedí perdón al Señor y al  ángel cuando le vi como otras veces, consolándome y dándome a entender que me había ya perdonado la falta… Antes de ser sacerdote, el ángel estaba siempre a su derecha, después que recibió el Orden de presbítero, estaba a su izquierda. Sin duda significando la gran dignidad sacerdotal tan venerada aun de los mismos ángeles  .

El 26 de septiembre de 1728, en la misa en que uno de sus compañeros hacía sus votos del bienio, vio que, al tiempo que el novicio se ofrecía el Señor, también lo ofrecía su ángel como víctima agradable... Movió tan dulce vista al hermano Bernardo a repetir o renovar también él la oferta de sus votos para obtener igualmente, como obtuvo, que el santo ángel de su guarda la ofreciese asimismo al Señor, que la aceptó con sumo agrado  .

El día de san Agustín (28 de agosto de 1728) vio innumerables ángeles que asistían al altar y al sacerdote; y al pronunciar las palabras: "Señor no soy digno", oyó a uno de aquellos celestiales espíritus que decía con profunda reverencia: "Si ni nosotros somos dignos ¿cómo lo serán los mortales?". Repitióse esta gracia el día de la Degollación de san Juan Bautista (29 de agosto) y oyó que los ángeles cantaban: "Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los ejércitos". Entre la multitud de ángeles que vio, distinguió en particular al de su guarda, que se le mostró muy afable y entendió que le decía el Señor: "A él te he entregado para que sea tu defensor"  .

El 31 de agosto se repitió la gracia de ver a Jesucristo en el Santísimo Sacramento, cercado de ángeles, entre los cuales reconoció de nuevo al de su guarda y, al mismo tiempo, oyó al Señor que le decía que esta visión de su santo ángel le sería en adelante muy familiar y frecuente... Cuando él saludaba a alguna imagen de la Virgen, veía a su ángel hacer reverencia a la reina de los cielos. Y al ponerse de rodillas delante del Santísimo, oyó varias veces su voz con que, infundiéndole respeto y ternura indecibles, le repetía: "Este Señor es el rey de los ángeles"  .

Uno de los días su ángel le manifestó que las dudas que se pueden resolver por los Superiores o padres espirituales no se han de preguntar a los ángeles con curiosidad imperfecta. Le aconsejó también que, previa la debida autorización, convendría tomase por materia de meditación ordinaria los misterios de la infancia de N. Señor, porque, al celebrarlos la Iglesia, estaría él en lo más espantoso del desamparo y no podría meditarlos como quisiera... Un día, después de la comunión, estaba tan fuera de sí que, no pudiendo moverse al ir de la iglesia a la capilla adonde  subían los filósofos para dar gracias después de comulgar, temió que se descubriera el motivo. Pero el Señor dispuso, dice él, que mi ángel me fuese subiendo por las escaleras y me metiese en la capilla sin saber yo lo que pasaba; solo sí, conociendo el favor del ángel  .

Otro día el ángel le dijo al ir a comulgar: Si te pudiera tener envidia, Bernardo, te la tendría porque yo no recibo la sagrada Eucaristía  .

Haciendo Ejercicios espirituales, en el quinto día, dudando si la visión del ángel de su guarda era verdadera o no, oyó una voz del mismo ángel que le aseguró diciendo: "Yo soy el que te acompaño, no dudes"  .

El 8 de septiembre de 1928, fiesta de la Natividad de María, al momento de la comunión, vio llenarse de pronto la capilla de ángeles de la guarda, que luego conoció que eran los de sus compañeros y que, rodeando al sacerdote cuando les daba la comunión a sus compañeros, adoraban con profunda reverencia a su rey sacramentado. Al acercarse Bernardo a recibirlo, oyó que le decía el Señor con voz clarísima: "Ayer te visitó mi madre, hoy te visito yo. Siempre serás mío y yo tuyo, si no me dejas". Al retirarse del altar, vio a su ángel que le decía: "Contigo me quedo, siempre te seré muy familiar"  .

En la noche de Navidad de 1729 nombraron a Bernardo para que estuviera en el altar con el incensario. Al empezar la misa el sacerdote, vio a su derecha al ángel de su guarda. Movía Bernardo su incensario y acompañábale el santo ángel a compás con el suyo y subía el incienso de ambos incensarios en olor de suavidad al acatamiento del Señor. Vio también al príncipe san Miguel, rodeado de una multitud innumerable de ángeles, y oyó la armonía celestial con que cantaban todos a una "Gloria a Dios en el cielo". Al tiempo de la consagración, tomó san Miguel otro incensario y empezó a incensar con los dos ángeles, teniendo los del cielo en medio al de la tierra. A la elevación de la hostia, se le mostró a Bernardo el Niño Jesús en aquella misma celestial y encantadora forma en que salió del vientre purísimo de su bendita madre. Llegó luego a recibir la sagrada Eucaristía y repitióse el favor consabido de que san Miguel y el ángel de su guarda le pusiesen delante el paño para comulgar y más ahora que se le llenaba la boca de un celestial néctar sensible, que confortaba su espíritu, cuerpo y corazón  .

Otro día de comunión le brindó su ángel de la guarda con una copa de licor celestial. Llevósela a los labios, y bebió aquel licor desconocido en la tierra con indecible dulzura que le confortó el espíritu y aun el cuerpo. Sin duda que este angélico y divino licor sería el mismo que pocos días después bebió en otra comunión, oyendo al tiempo que lo gustaba, la voz de Jesús que le decía: "Esta es la sangre de mi costado"… Estas cosas dejaban tan desfallecido el cuerpo de Bernardo que no podía moverse después de comulgar y fue preciso, ahora más que otras veces, que le llevaran los ángeles, desde la iglesia a la capilla de los filósofos, como era ya bastante frecuente  .

El domingo de Ramos de 1731 se sintió indigno de dar a la S. Trinidad las debidas gracias por la honra que dispuso en este día a nuestro adorable Redentor; y rogaba a los santos ángeles que se las dieran ellos en su nombre, cuando se vio de pronto acompañado de san Miguel, san Gabriel y del santo ángel de la guarda, que entonaban armoniosos himnos a la Trinidad beatísima en loor de su Rey triunfante y glorioso  .

Y no olvidemos lo que él mismo nos asegura desde el día de su ordenación sacerdotal: El ángel de mi guarda, de coro inferior, que antes tenía a la derecha, ahora estaba a mi izquierda; y el otro, que por favor especial me ha señalado el Señor de más alto coro, que antes estaba a la izquierda, ahora estaba a la derecha; todo en significación de la dignidad sacerdotal, que es tan reverenciada de los mismos ángeles  . Bernardo tenía dos ángeles, uno por favor especial de Dios, al igual que santa Margarita María de Alacoque y otros santos.












19. CARISMAS

Bernardo recibió de Dios muchos dones sobrenaturales como el don de profecía, de sanación de enfermos, de visiones sobrenaturales, etc. En alguna oportunidad fue llevado a ver el cielo y el infierno y tenía con frecuencia incendios o ímpetus de amor que lo dejaban, sobre todo después de la comunión, como inmóvil y en éxtasis, de modo que su ángel custodio debía trasladarlo hasta la capilla del segundo piso para que los compañeros no se dieran cuenta de nada.

Algunas veces eran tales los incendios de amor, que no pudiendo contenerse allá dentro el volcán, reventaba hacia fuera, dejando dolorida y con crecidas ampollas toda aquella parte del pecho que corresponde al corazón  .

El padre Calatayud tenía por cierto que Dios le había comunicado el don de profecía. Otro jesuita le consultó sobre el estado de cierta señora noble y, habiéndolo encomendado a Dios muy despacio, conoció que a dicha señora la quería Dios para que le sirviese en el estado de religiosa. Y así lo escribió a quien le hizo la consulta. El modo con que Dios manifestó a Bernardo este suceso lo refiere el mismo padre Bernardo con estas palabras: "Vi un hermoso corderito blanco a quien seguían muchas almas purísimas; y entre ellas conocí la de esa señora que andaba tras el cordero y quería ser del número de las que más de cerca le seguían"; y volviéndose el cordero con dulcísima benignidad le dijo: "Sígueme". Con lo que entendí la quería Dios para esposa suya. El suceso confirmó la verdad de esta visión, porque, contra todo lo que la prudencia humana podía prometer, la señora entró religiosa  .

El padre Loyola comenta: Varias veces le hemos oído asegurar que la devoción al divino Corazón florecería en nuestra España más que en otras partes; que con el tiempo había de ser su culto el más solemne después del Corpus; que los hijos de la Compañía de Jesús serían los que más trabajasen para conseguirlo; que, por último, un Papa extendería a toda la Iglesia la festividad del Corazón sagrado. Todo esto ha sucedido como él lo anunciaba con tanta aseveración. Que él no lo pudo anunciar sino con luz del cielo por los años de 1734 y 1735, es tan manifiesto, que no lo negará quien sepa algo de historia o quiera enterarse de la de fines del siglo XVIII y principios del siguiente  . 




20. LA  COMPAÑÍA  Y  LA  VISITACIÓN

Escribió santa Margarita María de Alacoque, apóstol de la devoción del Corazón de Jesús: Jesucristo me ha dado a conocer, de modo que no deja lugar a duda, que por medio de los padres de la Compañía principalmente, quería establecer en todas partes esta sólida devoción y formarse con ella un número infinito de siervos fieles, de amigos perfectos y de hijos verdaderamente agradecidos  .

Diré que los padres jesuitas han tomado esta devoción del Corazón de Jesús muy a pecho y la han establecido en sus colegios  .

En carta al padre Croiset del 15 de septiembre de 1689 escribe santa Margarita: A una religiosa de la Visitación, muerta hace unos 40 años en olor de santidad, le fue revelado que la devoción al Corazón sacratísimo de nuestro Señor Jesucristo tendría principio en la Orden de la Visitación. Y, siendo esto así, pienso que todo se ha realizado por medio de nuestro santo fundador, el gran san Francisco de Sales, el cual había destinado a sus hijas a rendir homenaje a ese divino Corazón, conformando toda su vida a las santas máximas del mismo.

Yo por mi parte no puedo menos de creer que si es verdad que esta devoción amabilísima ha nacido en la Visitación, progresará por medio de los reverendos padres jesuitas. Y creo que para esto precisamente había escogido al bienaventurado amigo de su Corazón (P. Claudio de la Colombière) para el cumplimiento de ese gran designio que como espero será muy glorioso a Dios a causa del ardiente deseo que tiene de comunicar por este medio su amor y sus gracias. Oh, si pudiésemos comprender las grandes ventajas, las gracias y las bendiciones que esto proporcionará a las dos Órdenes religiosas... Conviene dirigirse a su fiel amigo el buen padre de la Colombière, al que Jesús ha otorgado un gran poder, encargándole, por decirlo así, de lo concerniente a esta devoción. Confidencialmente le confieso haber recibido de él grandes socorros, siéndome aún más favorable que cuando estaba acá en la tierra. Si no me engaño, esta devoción del Sagrado Corazón le ha hecho muy poderoso en el cielo y le ha elevado más en la gloria que todo lo restante que hubiera podido hacer durante todo el curso de su vida.

Nuestro buen padre La Colombière ha alcanzado que, después de nuestro querido Instituto, sea favorecida la santa Compañía de Jesús con todas las gracias y privilegios particulares de esta devoción del Sagrado Corazón de nuestro Señor Jesucristo, prometiéndoles que derramará abundantemente y con profusión sus bendiciones sobre los trabajos del santo ejercicio de caridad con las almas, en que ellos se ocupan. Este divino Corazón desea ardientemente ser conocido, amado y honrado particularmente por esos buenos padres… porque hay en esta santa Compañía grandes amigos de Dios  .

El día 31 de julio de 1733, fiesta de san Ignacio, al tiempo de comulgar, nos dice Bernardo: Sentí al santo a mi lado derecho y al izquierdo a san Francisco Javier. San Ignacio me declaró "que la divina providencia quería para la Compañía que sus hijos fuesen los que promoviesen y propagasen el culto del Corazón de Jesús, que por ellos se conseguiría de la Iglesia la solemnidad deseada y por ellos sería extendida: que el mismo santo con mi director san Francisco de Sales estaban encargados de este asunto por los hijos e hijas de las dos Congregaciones  .


21. SU  MUERTE 

Después de ser ordenado sacerdote el 2 de enero de 1735, ese mismo año terminó sus estudios de teología y fue enviado del Colegio de San Ambrosio al Colegio de San Ignacio de la misma ciudad de Valladolid para que allí cumpliera su tercer año de probación, que comenzó en septiembre de ese año. El padre Diego de Tovar fue su maestro instructor para esta tercera probación. Después de terminar los Ejercicios espirituales, el siervo de Dios se sintió mal el 18 de noviembre con fiebre tifoidea, llamada comúnmente tabardillo.

Alguno le preguntó si deseaba morir y él respondió: Solo deseo lo que el Corazón de Jesús quiera. Su enfermedad duró solamente 14 días, ya que recibido el Viático y la unción de los enfermos, murió el 29 de noviembre de 1735 a los 24 años de edad. Una vida corta, pero llena de Dios. Una vida joven que Dios quiso cortar como una flor en plena hermosura.

Se supone que fue sepultado, como era costumbre entonces, en la iglesia de los jesuitas delante del presbiterio; pero, cuando los jesuitas fueron expulsados de España y sus dominios en 1767, se perdió la pista y nunca se encontró su tumba.

En la actualidad el beato Bernardo de Hoyos sigue intercediendo por sus devotos desde el cielo y especialmente desde el santuario nacional de la Gran Promesa de Valladolid, construido sobre la capilla del Colegio de san Ambrosio, que los jesuitas tenían en esa ciudad y donde tuvieron lugar las revelaciones del Corazón de Jesús. Jesús le dijo: Reinaré en España y con más veneración que en otras partes. Igualmente el 25 de septiembre del año 1733 oyó otra Promesa: Pídeme lo que quieras por el Corazón santísimo de mi Hijo y te concederé lo que me pidas.


22. MARAVILLAS  DESPUÉS  DE  SU  MUERTE

Muchas han sido las maravillas que Dios ha realizado y sigue realizando por intercesión de su siervo.

Un eclesiástico de Valladolid refiere: Cuando tuve noticia del peligro en que estaba la señora Comendadora María Luisa de Fuenmayor por la gravedad de la enfermedad que padecía, después de haber pedido a Dios en varias ocasiones su salud, últimamente en el día de santa Isabel, 19 de este mes de noviembre de 1737, entre nueve y diez de la noche, haciendo recuerdo de los singulares favores que el padre Bernardo de Hoyos debió al sagrado Corazón de Jesús, me vi movido a encomendarle la salud de la enferma; y así lo ejecuté, por entonces interiormente. Y después de esta misma noche, logrando mejor comodidad, pedí a este siervo de Dios que intercediese e interpusiese sus ruegos con el Padre Eterno, y alcanzase de Su Majestad esta gracia por el Corazón amantísimo de Jesús, siendo para su mayor gloria y salvación de dicha señora. Y prometí en memoria suya hacer la novena del Corazón de Jesús, confesar y decir misa en su honor (visitando por espacio de doce viernes el Santísimo Sacramento en reverencia de las doce especiales virtudes que residen en el purísimo Corazón de Jesús), en el viernes de la infraoctava del Corpus; cuya promesa fue mi voluntad entonces reiterar el día siguiente sobre el sepulcro del padre Bernardo. Y así lo ejecuté a las ocho de la mañana, con las palabras que me dictó la devoción y confianza, que fue grande la que tuve en la intercesión del siervo de Dios, visitando en su nombre al Santísimo Sacramento con estación mayor: y con este sentimiento dije misa aquel día. 

En el cual supe, por aviso de doña Teresa de Zúñiga, que la enferma lograba mucho alivio, habiéndose experimentado la noche antes, y aumentándose en la mañana, tiempo en que se hizo la recomendación al padre Hoyos y, según lo que yo he observado después, aun en la misma hora; conociéndose el beneficio, que se hace más manifiesto por el aumento de mejoría, en lo que al presente no se reconoce novedad contraria alguna. Y así lo confieso, declaro y certifico, para gloria de Dios, aumento de la devoción y culto del Sagrado Corazón de Jesús y de María santísima, y veneración y honra del padre Hoyos, a quien Su Majestad quiere ensalzar en muerte por la humildad que mostró en su vida, pidiendo que fuese oculta su virtud y no conocida a los ojos de los hombres. Valladolid, noviembre 23 de 1737.

No es menos maravilloso que el anterior, antes tiene visos de mayor prodigio, este otro caso que, con sólo aplicarle una carta del padre Bernardo, sucedió en la persona de un canónigo, poseído de los malos espíritus, y a ratos maniático furioso. "Refiérelo una señora de cuya sólida piedad no se puede juzgar exagere la menor circunstancia", escribe el padre Loyola que la conoció, añadiendo que era hermana del mismo canónigo a quien ella tenía en su casa, "sirviéndole por sus criados y más comúnmente por sí misma con el amor y cariño que no le podía dar la naturaleza, pero se lo dio por muchos años la divina gracia".

Hallóse un día más afligida la buena señora, viendo morirse de hambre a su hermano, rebelde y opuesto, si ya no imposibilitado, a tomar alimento por sugestión y violencia del demonio. Envió a llamar a unos religiosos que la asistiesen en aquel trabajo; y "entretanto que venían", escribe ella misma en la relación del suceso, tomando una carta del V. P. Bernardo Francisco de Hoyos, se la puse sobre la cabeza con muy firme fe y confianza de que si era para mayor gloria de Dios Nuestro Señor, había Su Majestad de darle algún alivio por los méritos de este siervo suyo, a honra del Corazón divino de Jesús. Apenas hice esta diligencia, cuando, serenando enteramente el semblante y apaciguándose del todo, se ha reducido a comer, tomando primero caldo, y después carne con un poco de leche, manjares todos que hacía más de dos años que no se los dejaban comer estos infelices espíritus  .

Un alma santa tuvo en 1738 una visión sobre el padre Bernardo y escribe: Estando en oración se me mostró el Santísimo Sacramento, y a un lado el padre Bernardo de Hoyos. A breve rato, ocultándose el sacramento, se me representó una fuente con un caño de agua muy hermoso. Pero éste solo corría, cuando aquel jesuita daba vuelta con su mano a una llave de oro. Yo entendí ser aquella fuente el Sagrado Corazón de Jesús por un modo, que le percibe el alma sin palabras, por un conocimiento intelectual, que es más claro que ver con los ojos corporales, y oír con los oídos. Pasa esto en el centro del alma con suspensión de los sentidos; pero no enteramente enajenados. Decíame el padre Hoyos, que llegase a la fuente. Yo con grande ansia de beber de aquel caño de agua, dije el verso del Salmo: "Como el ciervo desea las fuentes de las aguas", etc. Sentí que aquella agua caía toda sobre mi alma. El gozo, consuelo y efectos que sentía, el tiempo que esto duró, no es fácil explicar. Hablóme aquel jesuita, y me dijo: "Tú no sabes los beneficios, que has recibido por la devoción de este Sagrado Corazón; pues mira, han sido más de los que tú conoces. Procura ser fiel y corresponder; y procura extender en tu Casa la devoción". Yo respondí: "Siervo de Dios, yo no puedo hacer nada, pues soy una vil criatura". Me respondió: "En algún tiempo podrás: Lo que te advierto es que no dejes a la Compañía, ni al confesor que tienes, quédate en paz, y recibe mi bendición".

En esto desapareció todo, dejando en mi alma un singular consuelo, una encendida devoción a este Sagrado Corazón, sintiéndome movida a unas ansias de amarle, y de que todos le amen, a unos deseos tan grandes de extender la devoción por todo el mundo, que quisiera salir por las calles y plazas a publicarla, y me expusiera por esta devoción a padecer cuantos tormentos son imaginables. Me ha dejado esta visión muy humillada, no teniendo más deseos que de ser despreciada de todos, y desconocida en todo el mundo, y olvidada de todos; moviéndome a mas deseos de amor y padecer  .


23. BEATIFICACIÓN

El proceso Ordinario para su beatificación (1895-1899) y el apostólico (1914-1919) fueron tenidos en Valladolid. Para su beatificación fue reconocido el milagro de curación de Mercedes Cabezas, desahuciada por los médicos debido al tifus y a un grave tumor. Fue curada el 23 de abril de 1936 en su pueblo, San Cristóbal de la Cuesta (Salamanca).

Fue beatificado el 18 de abril del 2010, siendo Papa Benedicto XVI. El acto de beatificación fue presidido por el cardenal Angelo Amato en Valladolid.

El padre Mateo Crawley-Boevey, gran apóstol del Corazón de Jesús y de la entronización del Corazón de Jesús en los hogares, promovió la consagración de España y estuvo presente en la ceremonia de la consagración de España al Corazón de Jesús, que tuvo lugar el 30 de mayo de 1919 por el rey Alfonso XIII en el Cerro de los Ángeles (Madrid), centro geográfico de España, ante el gran monumento al Sagrado Corazón de Jesús. Este monumento fue fusilado y destrozado con dinamita por un grupo de milicianos el 7 de agosto de 1936. El gobierno de España restauró el nuevo monumento, que fue inaugurado en 1965.






CONCLUSIÓN

Después de haber leído atentamente la vida del beato Bernardo de Hoyos, podemos alabar a Dios por haber manifestado su gloria por medio de los santos. Ellos nos hablan de ese otro mundo sobrenatural del que tantas veces los hombres se olvidan, inmersos en las cosas y preocupaciones materiales de la vida diaria.

El padre Bernardo nos hace reflexionar sobre Jesús presente en la Eucaristía, que es el mismo Corazón de Jesús, cuya devoción él tuvo la misión de propagar, al igual que santa Margarita María de Alacoque o del santo padre Claudio de la Colombière. Los tres fueron grandes santos promotores de la devoción del Corazón de Jesús.

En unión con ellos podemos asociar el padre Mateo Crawley, peruano, que fue el gran promotor de la entronización del Sagrado Corazón de Jesús en los hogares y quien promovió la consagración de España al Corazón de Jesús, que fue realizada por el rey Alfonso XIII en 1919.

Demos gracias a Dios, porque a pesar de tanta indiferencia religiosa que domina al mundo actual, todavía hay santos que nos hablan de Dios con el testimonio de su vida y, a veces, también por medio de milagros como sucede tantas veces en Lourdes y en otros grandes santuarios marianos.

Que Dios nos ayude para poder aspirar a la santidad y ser católicos de los mejores, siendo capaces de luchar contra el mal y contra el Maligno y dar testimonio de nuestra fe sin miedo y sin temor.

Que Dios te bendiga por medio de María y te haga santo. Este es mi mejor deseo para ti, amable lector.



Tu hermano y amigo del Perú.
P. Ángel Peña O.A.R.
Agustino recoleto



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BIBLIOGRAFÍA

Cerro Chaves Francisco, V.P. Bernardo de Hoyos, primer apóstol del Corazón de Jesús en España, Ed. Monte Carmelo, Burgos, 2002.
De Loyola Juan, Tesoro escondido, 1735.
De Loyola Juan, Vida del P. Bernardo de Hoyos, arreglada y aumentada por el P. José Eugenio de Uriarte, El Mensajero, Bilbao, 1913.
González Martín Marcelo cardenal, Retrato de un santo, Vida de Bernardo Fco. de Hoyos, Ed. Monte Carmelo, Burgos, 2009.
Rahner Karl, Cuestión de amor. Bernardo de Hoyos, Ed. Sal Terrae, 2010.
Revuelta Manuel, Evolución histórica del Corazón de Jesús en España, 2010.
Rivero Jordi, Historia de la devoción al Sagrado Corazón.
Uriarte José Eugenio, Principios del reinado del Corazón de Jesús en España, Madrid, 1880.
Vallisoletana, beatificationis et canonizationis servi Dei Bernardi Francisci de Hoyos, Positio super virtutibus, Roma, 1961.

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