SAN LUIS BERTRÁN, PÓSTOL DE COLOMBIA

P. ÁNGEL PEÑA O.A.R.



















SAN  LUIS  BERTRÁN, PÓSTOL  DE  COLOMBIA


















S.  MILLÁN  DE  LA  COGOLLA - 2018



SAN  LUIS  BERTRÁN,  APÓSTOL  DE  COLOMBIA










Nihil Obstat
Padre Ricardo Rebolleda
Vicario Provincial del Perú
Agustino Recoleto








Imprimatur
Mons. José Carmelo Martínez
Obispo de Cajamarca (Perú)














S.  MILLÁN  DE  LA  COGOLLA - 2018

ÍNDICE GENERAL


INTRODUCCIÓN
PRIMERA PARTE: SEGLAR Y RELIGIOSO
Sus padres.
Sus primeros años.
Religioso y sacerdote.
Maestro de novicios.
La peste.
SEGUNDA PARTE: EN LAS INDIAS
Misionero.
Un nuevo Pentecostés.
Apostolado entre los indios.
Milagros.
Otras maravillas.
Vuelta a España.
TERCERA PARTE: APOSTOLADO EN ESPAÑA
En Valencia.
Prior de San Onofre.
Prior de Valencia.
Los moriscos.
CUARTA PARTE: DONES SOBRENATURALES
Jesús Eucaristía.
La Virgen María.
Algunas virtudes.
Carismas
a) Conocimiento sobrenatural.
b) Profecía. 
c) Resplandor sobrenatural.
d) apariciones. e) Visiones.
f) Apariciones de difuntos. 
g) Maravillas en vida.
h) Éxtasis y levitación.
i) Perfume sobrenatural.
QUINTA PARTE: FIN Y GLORIA
Su muerte.
Veneración de la gente.
Música celestial.
Reliquias y ex-votos.
Milagros después de su muerte.
Su glorificación.
CRONOLOGÍA
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA









































INTRODUCCIÓN

La vida se san Luis Bertrán es una vida hermosa llena de carismas y dones extraordinarios de Dios. Su anhelo de martirio lo llevó a tierras americanas. Y en Colombia pasó siete años de su vida evangelizando a los indios, convirtiendo a miles de ellos y haciendo milagros maravillosos con el poder de Dios. Entre ellos estaba el hecho de que los indios le entendían, cuando les hablaba en español.

Por otra parte Dios le dio la gracia de hacer milagros y de curar enfermedades. Tenía conocimiento sobrenatural de los pecados y se los recordaba a los que se confesaban con él. Asimismo tenía otros dones como el de profecía, éxtasis, levitación, resplandor y fragancia sobrenatural y otros más que iremos descubriendo a lo largo de este libro.

Durante varios años fue maestro de novicios y Prior de algunos conventos. En todos los puestos en que le colocó la obediencia, destacó por su paciencia, austeridad, humildad y espíritu de sacrificio.

Fue un hombre de Dios, un hombre de oración y cada día se confesaba dos veces, preparándose así para la celebración de la misa. Su amor a María era tan grande que siempre recomendaba a todos que rezaran el rosario como muestra de su amor a la reina de los ángeles.

Ojalá que nosotros podamos seguir su ejemplo, al menos en lo que a la oración se refiere y, especialmente, en el amor a María y a Jesús Eucaristía.

Nota.- Antist se refiere al libro de Vicente Justiniano Antist, Verdadera relación de la vida y muerte del padre fray Luys Bertran, Barcelona, 1583. Observemos que san Luis muere en 1581 y dos años más tarde aparece el libro de Antist, que lo había conocido y tratado personalmente como discípulo, y que fue su primer biógrafo.
Addiciones se refiere al libro también de Antist, Addiciones del padre Maestro fray Vicente Justiniano Antist a la historia del santo fray Luys Bertrán, Valencia, 1593.
Proceso hace referencia al libro Procesos de beatificación y canonización de san Luis Bertrán, Valencia, 1983.










PRIMERA  PARTE
SEGLAR  Y  RELIGIOSO

SUS  PADRES 
Sus padres fueron Juan Luis Bertrán y Juana Ángela Exarch, su segunda esposa. Fue bautizado en la iglesia de San Esteban de Valencia en la misma pila en que bautizaron a san Vicente Ferrer. Le pusieron por nombre Juan Luis, aunque después, dejando el nombre de Juan, se quedó con el de Luis, pero vulgarmente todos le llamaban fray Bertrán.

Su padre era notario y tuvo algunos cargos en el servicio de la Inquisición. Era un hombre pacífico y muy benigno,  muy amigo de tratar la verdad sin doblez alguna, por lo cual le tenían mucho respeto los señores y barones de este reino, llamándole padre por su bondad  .

Era muy devoto de san Vicente Ferrer por dos gracias que le había concedido: Una que, siendo muchacho y haciendo cohetes para la víspera de san Dionisio, cayó una pavesa del candil y dio en la olla de la pólvora, la cual le quemó todo el rostro y le dejó medio muerto. Pero su abuela Úrsula Ferrer vino corriendo al convento de los dominicos de Valencia y, arrodillándose delante del altar de san Vicente con muchas lágrimas, le pidió la vida y salud para su nieto. Vuelta a casa lo halló fuera de peligro, siendo verdad que el fuego había sido bastante para matarlo o al menos para quemarle la cabeza y comerle los ojos y las cejas y nariz.

La otra merced fue que muchos años después, siendo casado con su primera mujer, por una larga enfermedad vino a punto de muerte un poco antes de Miércoles Santo y, teniéndole ya aparejada la mortaja, súbitamente abrió los ojos y dijo que le diesen la ropa. Manifestó que había entrado san Vicente y san Bruno y le habían dicho que no moriría y que el Miércoles Santo tenía que ir a la iglesia y oír los divinos Oficios. Por este milagro quedó tan aficionado al servicio de Dios y tan particular devoto de san Bruno que, después que el Papa León X dio licencia para que se rezase a él en todos los conventos de la Cartuja, cada año hacía una fiesta a san Bruno. Y muriendo sus mujer, fue allá a tomar el hábito de cartujo, pero en el camino se le aparecieron de nuevo los dos santos y le dijeron que no era la voluntad de Dios que fuese fraile, sino que se quedase en el siglo. Y así se casó con la segunda mujer, que fue muy cristiana y devota y amiga de dar buen ejemplo  .

El padre Juan Pérez certifica: El padre del siervo de Dios era un notario, llamado Bertrán, hombre de muy buen ser y muy buen cristiano, y en su arte y facultad de los más honrados. Y este testigo trataba a sus padres y entraba en casa de ellos y vio que criaban como a hijos legítimos y de legítimo matrimonio a cuatro hijos y dos hijas y vio que todos los que les conocían los tenían por marido y mujer y dichos hijos por hijos de legítimo matrimonio  .


SUS  PRIMEROS  AÑOS

Luis Bertrán y Exarch nació el 1 de enero de 1526 en Valencia. Fue bautizado en la iglesia de San Esteban de misma ciudad. Esta parroquia era famosa por tener la pila bautismal en que se bautizó san Vicente Ferrer, y en ella misma fue bautizado el mismo día de su nacimiento nuestro Luis

En su infancia fue muy piadoso, acudiendo a la misa, y siendo muy devoto de la Virgen María; visitando monasterios, en especial el de los padres dominicos de Valencia, donde nació. Con 15 años comenzó a frecuentar los sacramentos movido por la predicación de fray Ambrosio de Jesús, famoso predicador de los Mínimos, con el cual se confesaba. Creciendo en devoción, determinó ir en romería a Santiago de Compostela y en efecto fue, y los que fueron tras él lo alcanzaron en una fuente cerca de Buñol a siete leguas de Valencia. Para hacerle volver, le dieron a entender que su madre, a la que había dejado enferma, estaba para morir de pura tristeza y enojo de su partida. Con esto entendió su padre que en ninguna manera querría casarse y así le vistió como clérigo y con aquel hábito anduvo algún tiempo ejercitándose en obras piadosas, visitando el hospital general y quedándose no pocas veces a velar y servir a los enfermos.

Jerónimo Cardet certifica que lo conoció personalmente y sabe que desde sus más tiernos años y siendo muy niño solía dejar el lecho y dormir en el suelo o sobre una tabla, pero fue sorprendido y llegó a saberse, porque como las sirvientas de sus padres bajaran todos los  días a su alcoba para hacer la cama, comprobaron que en ella nadie había estado acostado ni dormido, según dedujeron por las sábanas, la almohada y el colchón  .

Era muy obediente a sus padres. Nunca les dio enojo ni los provocó a ira, antes si alguna vez su madre se enojaba con alguna criada o por alguna otra cosa reñía, hallándose él en casa, traía luego un libro y le leía cosas buenas para quitarle la cólera. Cuando podía recibir la comunión, una vez iba a comulgar a San Francisco, otra a los Mínimos, otra venía a los predicadores y otras veces se iba al monasterio de Santa María de Jesús.

Cuando murió su confesor, el padre Ambrosio de Jesús, tomó por confesor al padre fray Lorenzo López. Con su santa conversación se determinó a tomar el hábito de Santo Domingo y le pidió con gran instancia al Maestro fray Jaime Ferrán, que era el Prior, que lo recibiera. Su padre lo supo el mismo día en que le iban a dar el hábito y se presentó al Prior, hablándole de las enfermedades de su hijo que desde su niñez eran grandes y acordó con él que no le diese el hábito en todo el tiempo de su Priorato.

Todo esto lo sabemos por las declaraciones del ama que lo llevó en brazos siendo niño y de otros familiares de la casa de su padre, especialmente de las manifestaciones que dieron en el Proceso Gaspar Micó y Juan Lorenzo, escribanos públicos de esta ciudad, que aprendieron el arte de la notaría en casa del padre del siervo de Dios  .

El padre Juan Pérez nos dice que se puso fraile contra la voluntad de sus padres, porque su padre quería que fuese notario, porque tuviese todos sus negocios, que eran muchos, pero en lo demás siempre fue a él y a su madre muy obediente  .


RELIGIOSO  Y  SACERDOTE

El Maestro Ferrán sucedió en el Priorato de Valencia al padre Juan Micó el 26 de agosto de 1544. Teniendo el siervo de Dios 18 años y siete meses y algunos días más, le dio el santo hábito de Santo Domingo. Dicen que, cuando vino pedir el hábito, otros muchos también lo pedían, algunos de los cuales envió el Maestro Micó a otras partes, aconsejándoles que entrasen en otras Órdenes, pero a él lo recibió de muy buena gana y quiso que se quedase en la Orden. Como nuestro buen Luis estaba escarmentado de la otra vez, lo concertó de manera que sus padres no lo supieran hasta que la noche siguiente lo hallaron de menos en casa. Y viendo que no los había avisado, como solía las otras veces cuando iba a velar al hospital, entendieron que había entrado en religión, de lo cual les pesó mucho; porque, como era el mayor de los hijos que entonces les quedaban, lo querían mucho y temían grandemente que, o no podría perseverar por sus continuas enfermedades o que se moriría presto. Y así hicieron grandes diligencias para sacarle de la Orden, pero cuanto más ellos hacían, él se confirmaba más en su propósito. Y entendiendo que el Prior había dado licencia que le hablasen, hizo voto a Dios de vivir y morir en la Orden de Santo Domingo. Después, porfiando más su padre para acabarle de convencer, mandó el Prior traer al novicio y le dijo: Cuanto según Dios puedo, os mando que digáis si estáis contento en la Orden o si no os sentís bastante y con fuerzas para poder llevar y perseverar en ella. Respondió que sí y que antes moriría que se saliese de la Orden. Con esto y con una visita que el padre Micó hizo a la madre, quedaron los padres del novicio tan consolados que ambos vinieron a este monasterio a dar gracias a nuestro Señor Dios y a la Virgen María por haber escogido a su hijo para tan buen estado. Después de esto, procurándolo así el demonio, un seglar dijo de él falsamente un defecto natural que, aunque no era cosa de pecado, estuvieron en el convento a punto de quitarle el hábito y echarle de la Orden, por lo que derramó muchas lágrimas.

Una noche después de maitines, estando en la capilla del santo Crucifijo del Rosario, llegóse a él un padre y le dijo: Hermano, aquí estamos solos, decid si es verdad lo que de vos se ha dicho. Y él respondió: Ciertamente, padre mío, que no es verdad. Entonces dijo el padre: Pues descansad, hijo, que vos seréis fraile, porque tengo opinión de que no mentirías por ninguna cosa del mundo. Y después se supo claramente que el siervo de Dios decía la verdad  .

Hizo su profesión religiosa el 27 de agosto de 1545 ante el padre Juan Micó y fue siempre muy austero de vida y muy abstinente en el comer, templado en el beber, amigo de disciplinas y cilicios y largas oraciones... Pero, por tantos ejercicios de oración y penitencia, cayó en grave enfermedad y le tuvieron que enviar a casa de sus padres durante cuatro meses y, después, al convento de San Mateo por ser sano y de buenos aires. En convaleciendo, volvió a sus antiguos ejercicios  . 

El año 1547 por octubre cantó la primera misa y después de algún tiempo fue al convento de Santa Cruz de Lombay, donde a los primeros de noviembre del año 1548, una noche, se le representó su padre como muerto o como que ya se moría y esto tan vivamente que por la mañana lo contó a su confesor. De allí a pocas horas llegó un mensajero, rogándole que luego volviese a Valencia porque su padre estaba muy al cabo. Llegado a Valencia, le dijo su padre: "Hijo, una de las cosas que más en esta vida me ha dado pena ha sido verte fraile y lo que hoy más me consuela es que lo seas. Te encomiendo mi alma"  .



MAESTRO  DE  NOVICIOS

Como le vieron los padres tan buen religioso, en el año 1549 con 23 años le hicieron maestro de novicios del convento de Valencia, que es cargo muy importante para el bien de la Orden. Ejercitó este oficio con mucha religión y santidad en distintos tiempos por más de 20 años. Solía disciplinarse muchísimas veces para lo cual tenía algunos lugares de casa especiales. De noche se iba disciplinando por las capillas de la iglesia más oscuras y a veces se ponía a este santo ejercicio en la sacristía pequeña... Yendo allá una noche, halló echado en tierra medio muerto a su amigo el padre Rafael Castells, el cual había entrado allá a disciplinarse. Tenía el padre Luis las paredes de su celda rociadas con la sangre que saltaba y, a veces, los novicios lo veían. Y uno le dijo que se lo diría al Prior. Él le contesto: Callad, hijo, por amor de Dios que yo me enmendaré. La enmienda debió ser la que él mismo muy en secreto contó a un amigo suyo espiritual que algunas veces se disciplinaba, ciñéndose con una sábana para que la sangre se empapase en ella y ninguno la viese  .

 Dice un testigo del Proceso: Siendo yo enfermero, lo curé varias veces las espaldas que era lástima ver cómo las tenía de las disciplinas que se daba y esto antes que se fuese a las Indias, y lo mismo después de venido y siendo Prior de la casa, porque se las curé hartas veces  .

El padre Antist refiere que era hombre de mucho estudio y lectura, y afirma: En toda la provincia religiosa de Aragón no hay religioso que más libros haya leído de cabo a rabo  . Y añade: Esta inquietud de estudio la sembraba en sus novicios de tal forma que siempre nos decía que estudiásemos, diciendo que no se quería entrometer en dar expedientes para otras Religiones, pero que en la de Santo Domingo cuanto a los frailes de coro, él deseaba que todos fuesen doctos, porque hallaba por experiencia que comúnmente en ella los más doctos eran los más religiosos, mas temerosos de Dios, más amigos de la celda y más recatados en su tratar  .

Sin embargo, como tenía poca memoria, no lo tenían por tan docto como a otros que, aunque leían menos, se acordaban más. De hecho quiso estudiar y pidió al general ir a estudiar al convento de San Esteban de Salamanca, pero le dieron a entender que Dios no le había traído a la Orden para enseñar letras sino buenas costumbres.

No obstante, estudió mucho por su cuenta y en sus escritos cita con frecuencia a san Agustín, san Jerónimo, san Bernardo, san Juan Crisóstomo, san Gregorio, san Ambrosio y también a san Hilario, san Juan Damasceno, san León Magno, san Isidoro, san Basilio, a Orígenes, Casiano, etc. Y por supuesto que conocía especialmente a santo Tomás de Aquino, san Alberto Magno, san Antonino de Florencia y san Vicente Ferrer, del que aprovechaba frecuentemente sus sermones.

Escribió un Tratado del Santísimo Sacramento del altar por discursos predicables y doctrina de la sagrada Escritura. En sus sermones recomendaba mucho el rezo del rosario, del que era muy devoto.


LA  PESTE

En 1557 hubo peste en la ciudad y murió fray Clemente Benet, a quien el padre Luis confesaba generalmente. Le prometió de hacerle saber su estado en el otro mundo. Y así se le apareció la misma noche y le dijo que estaba en el purgatorio por ciertos ligeros defectos, especialmente por haber llevado algún tiempo camisa de lienzo contra las Constituciones. Y le rogó que le dijese al Prior que mandase a los frailes que rezasen por él. Sin declarar esto a nadie, dijo el padre Bertrán al Prior que, cuando tuviese Capítulo (reunión de Comunidad), encomendase a las oraciones de los padres el alma de fray Clemente. Hecho esto, de allí a seis u ocho días, un hombre simple que no sabía nada de esto, después de haberse confesado con el padre Luis, le dijo que aquella noche había visto que la tierra se abría y que de sus entrañas salía el alma de fray Clemente, resplandeciente como una estrella y subiendo por los aires entraba en el cielo  .

Cuando arreció la peste, el provincial distribuyó a los religiosos de Valencia en otros conventos. El padre Luis tuvo que ir a Albayda. Iba a predicar a lugares cercanos a pie y después tomaba las alforjas al cuello y pedía limosna para los frailes. Para verle, fue al convento un ermitaño descalzo vestido con sola una túnica y con un breviario y un rosario en la mano, el cual era hombre tenido por santo y llevaba muchos años, haciendo penitencia en una cueva, nueve o diez leguas lejos del convento de  Albayda. En viendo al padre Luis, se derribó a sus pies y se los quiso besar, y dijo a grandes voces: Ángel de Dios eres fray Bertrán. Ángel de Dios eres. Oh, qué silla, oh qué gloria te tiene Dios aparejada. Y tratando de cosas de Dios se estuvo con él tres días, confesando y comulgando  .

SEGUNDA  PARTE
EN  LAS  INDIAS

MISIONERO 

Un día de mediados del año 1561 llegó a Valencia un indio vestido de fraile con falsas cartas de recomendación, porque ni había sido novicio ni sabía nada de la Orden, pero esta visita fue providencial, porque Dios permitió que aquel indio con sus relatos de los trabajos que allí padecían los misioneros, le hizo sentir un gran deseo de padecer el martirio y para esto determinó pasar a las Indias, donde entendió que muchas veces los indios mataban a los predicadores y algunas se los comían. El padre Vidal Micó confirmó estas noticias con la muerte a estocadas de fray Antonio de Valdivieso en 1549 en Nicaragua y la del padre Vicente Valverde en 1543, a quien incluso se comieron en el Cuzco.

A fines de 1561 llegaron a Valencia dos misioneros para alistar nuevos misioneros para América. El padre Luis se inscribió para tan santa empresa con tanta constancia que no bastaron las lágrimas de sus hermanos y hermanas y otros parientes ni los ruegos de los religiosos para que dejase aquel propósito.

El padre Juan Pérez certificó que el padre Luis se inscribió para ir a las Indias por el deseo de recibir el martirio y que el dicho padre le dijo a este testigo que se había ofrecido muchas veces a Dios para ser mártir en las Indias  .

Tenía sed de martirio y decía: Yo no merezco el martirio, pero si Dios me hiciese merced de él, lo recibiría de muy buena gana y rogaría que me diesen los mayores y más extraños tormentos del mundo. Y en ello no hay duda de que moriría de muy buena gana por él y por su Iglesia Romana .

Al ir a las Indias se embarcó en Sevilla en la primera flota y los capitanes, pilotos y marineros le tenían tan gran devoción que, cuando había tormenta, todos se allegaban a él  .

Llegó a América después de 40 días de navegación. Estuvo seis años en Nueva Granada en los departamentos colombianos actuales de Magdalena, Atlántico y Bolívar con población india particularmente difícil, teniendo por centros Cartagena, Santa Marta, Tubará y Tenerife.



UN  NUEVO  PENTECOSTÉS

Dios le concedió la gracia d ser entendido por los indios, cuando les hablaba en español. Asistir a este milagro era como vivir un nuevo Pentecostés, en que cada uno oía hablar en su propia lengua.

La razón por la que el Señor le concedió que fuese entendido, hablando en español, fue ésta, según él contó a cierto devoto suyo. Tuvo un intérprete que, de ignorancia o malicia, interpretaba mal lo que él  predicaba a los indios, lo cual, como se diese cuenta, rogó a nuestro Señor que le diese la gracia de que fuese entendido y así lo alcanzó  .

Un padre que vino de las Indias y pasó por el convento de Valencia afirmó que en un pueblo de allá había resucitado a una muchacha de pocos años, hija de una india que había convertido. Refirió también que era el hombre que más fruto había hecho en aquella provincia y que allá le habían acaecido cosas muy notables, entre las cuales fue haberle entendido algunas veces los indios hablando en español y que, predicándolos por intérprete algunas veces, dijeron los indios que, pues le entendían, no era menester intérprete y que pasase adelante; lo cual no hacían cuando otros predicaban. Y preguntado el padre Luis si esto de ser entendido de los indios era verdad, respondió que sí  .

El padre Martín Suárez declaró: Este testigo ha oído decir públicamente en el convento de Valencia y en otras partes que por don particular de Dios omnipotente, predicando el dicho santo fray Luis Bertrán en su propia lengua española, los indios, que en otra manera no entendían la lengua que hablaba el padre en la cual predicaba, le entendían como si ellos también fuesen españoles o como si el dicho santo fray Luis hablara y predicara en la propia lengua de los indios  .

Jerónimo Ferrandis atestiguó en el Proceso: Estando este testigo en la isla de Santo Tomé en las Indias occidentales, en la provincia de Nueva España, se encontró con el padre fray  Luis Bertrán, que estaba debajo de un árbol llamado plátano, predicando a mucha gente, particularmente indios de la misma tierra, de los cuales vio que algunos tenían piedras en las manos y aun en el seno para apedrearlo. Y había un padre de la Compañía de Jesús que le dijo que se fuese de allí y dejase de predicar a los indios, porque veía que querían apedrearlo. A lo cual el padre Luis respondió que se sosegasen, que no tendrían fuerza para tirarle ni le tirarían ninguna piedra ni le harían daño. Y acabado el sermón, se fueron tras del dicho padre Luis con mucha afición y devoción más de cien indios. Y este testigo oyó predicar al dicho padre Luis en lengua valenciana y vio que los indios le entendían  .

Y añade el testigo: Una persona de aquella isla, muy principal, salió con una ropa larga colorada, sin calzas ni zapatos y en las orejas unos adornos. Este hombre le había oído hablar en lengua valenciana y acabado el sermón se vino a él y le preguntó qué eran esas cosas que predicaba de la cruz y que quería verlo. Y el padre Luis se puso en cruz, abrazándose con un árbol que estaba allí donde predicaba. Y en el árbol se señalaron los brazos en el mismo lugar donde el padre había puesto los suyos y quedó el árbol en figura de cruz. De lo cual quedaron todos los indios admirados, dando grandes voces y no sabe este testigo lo que decían, porque no entendía su lengua. Y el caballero llevó a su casa al padre Luis y allí estuvo con este testigo nueve días, instruyendo a mucha gente y la bautizó, entre ellos al dicho caballero y algunos de su casa. También vio este testigo que, cuando se iba, les dejaba en cada lugar escritos con las cuatro oraciones, los artículos de la fe y los mandamientos para que los indios lo aprendiesen  .

El capitán Francisco Sánchez declaró: Les predicaba a los indios, y veía este testigo que le estaban muy atentos y algunas veces les preguntaba este testigo si le entendían, cuando hablaba en español, y le respondían los indios vozales infieles que sí le entendían muy bien  .


APOSTOLADO  ENTRE  LOS  INDIOS

El padre Luis convirtió muchos caciques con sus vasallos indios y particularmente, estando en un pueblo, vinieron con gran tropel más de mil quinientos indios de otro pueblo en el cual no había podido hacer fruto, sino en solo dos indios, pidiéndole que los instruyese a todos en la fe. Y preguntados qué les movía a pedir el bautismo con tanta prisa, respondieron que, estando ellos en una fiesta con borrachera, invocando según su costumbre al demonio, y hallándose allí presentes los dos indios bautizados, apareció el demonio en forma muy horrible, diciendo: "¿Cómo me invocáis ahora que están aquí dos cristianos? Quitádmelos de delante". Y súbitamente vieron un hombre vestido a la cristiana junto al demonio, el cual dijo que fray Luis Bertrán le había enviado para que les declarase cómo el demonio los engañaba y se puso públicamente a disputar con el ídolo y lo convenció y así los indios, en haber desaparecido el demonio y aquel otro hombre (que debía ser un ángel), fueron todos al padre Luis para que los bautizara, lo cual él hizo después de haberlos instruido muy bien  .

Convirtió el padre Luis a un indio muy viejo y, después de bautizarlo, le ayudaba a bien morir, pero como le dejase un rato para ir a su posada, cuando volvió halló a otro indio que con gran ahínco procuraba pervertirle. Lo echó el siervo de Dios y confirmó en la fe al paciente y, acordándose de la cruz de la iglesia, mandó que la trajesen. Pero el enfermo, levantando la mano señalando con el dedo hacia lo alto, dijo con alegría: "No es menester, padre. Veis aquí la cruz resplandeciente en el aire". Y con estas palabras dio el alma a su Criador con gran consuelo del padre Luis  .

Jerónimo Fernández certifica que en las Indias estuvo en compañía del siervo de Dios durante siete meses y nos dice que viajaron a una isla donde los más eran negros, aunque había muchos blancos. El siervo de Dios se puso a predicar en la plaza en un lenguaje que el sobredicho Jerónimo no entendía, sino cuando hablaba de Cristo y su pasión, pero los isleños bien lo debían entender, pues acabado el sermón muchos de ellos se llegaron a él rogándole que los hiciese cristianos y así él les enseñó y bautizó y en cinco días más que allí estuvo dejó escrito un librito de su mano donde estaba el padrenuestro, credo, avemaría, salve y otras cosas tocantes a la doctrina cristiana, el cual librito encomendó a los de mejor juicio  .


MILAGROS

Un día, víspera de san Miguel de septiembre, estaba solo en la iglesia de un pueblo donde le había puesto la obediencia. Entró un indio con un niño en los brazos dando grandes voces, queriendo que se bautizara el niño y él le preguntó: "¿Por qué quieres bautizarlo, siendo tú idolatra? El indio respondió: "Porque se muere y allá en el monte me ha dicho un espíritu bueno que tú has venido aquí y que, si echas agua encima de la cabeza  de este niño, se salvará". Y así le bautizó de presto, poniéndole por nombre Miguel y luego murió  . 

Una india, que aún no era cristiana, tenía lamparones (tumores) con muchas llagas en el cuello y le dijo al padre Luis: "Te ruego por amor de Dios que me sanes". El padre le hizo la señal de la cruz en el cuello y, sacándose el pañuelo, se lo ató en el cuello y le dijo: "Vete con Dios, ten confianza que sanarás y vuelve mañana". Al otro día volvió la enferma y él le quitó el pañuelo y estaba tan sana y buena como si nunca tuviera tal enfermedad sin quedarle ninguna muestra o señal.

Otra india llamada Marinita, cristiana, vino un día llorando muy afligida, porque una hermana suya infiel hacía tres días que andaba de parto y estaba ya de muerte por tener la criatura atravesada en el vientre y era imposible poder dar a luz. El padre, viéndola afligida, la consoló y animó que confiase en nuestro Señor. Y, movido a lástima, se puso en oración a rogar por la india y por su alma y por lo que llevaba en el vientre. Y quitándose la correa con que estaba ceñido, se la dio a Marinita y le dijo que la llevase a su hermana y se la ciñese y que confiase en Dios. Todo acaeció como lo dijo el padre. En ciñendo la  correa dio a luz un niño muy hermoso y sano. Dentro de media hora volvió Marinita al padre, dándole las gracias por la merced que Dios había hecho a su hermana por su intercesión. Este milagro se publicó y fue tanto el crédito que el padre alcanzó y la devoción y amor que los indios le tuvieron que dentro de ocho días se convirtieron el padre y la madre de dicho niño, sus abuelos de las dos partes y muchos otros con ellos. Y  los bautizó  .
El padre José Gacet nos dice: El padre Luis, cuando estaba en las Indias (Colombia), tuvo noticia de que en un pueblo veneraban unos huesos de un sacerdote idólatra y que los tenían guardados con gran devoción y que por quitarles de la opinión que de ellos tenían, que era que si les faltaban dichos huesos que les caería el cielo encima y que solos los dichos huesos eran  parte para que el cielo no les cayese encima, les sacó dichos huesos con gran cautela de donde los tenían. Y cuando se dieron cuenta, lo quisieron matar. Y como algunos le tenían devoción, no osaban matarle en público e hicieron que un sacerdote también idólatra le diese veneno en una bebida y que en el mismo punto que lo hubo bebido, se encendió en una gran calentura, la cual le duró por algunos días y que al cabo echó por la boca una serpiente y que, echada, quedó sano y bueno. Y también dijo que el propio sacerdote idólatra que a él le dio la bebida la dio también a otro fraile de la Orden del Carmen y que dentro de breve tiempo murió. Y el dicho padre le contaba a este testigo estas cosas y, al decir que el fraile carmelita había muerto de la bebida, parecía que lo contaba de manera que quisiera ser él el muerto, porque muriera predicando la fe y que el matarle con el tóxico fuera por su predicación y buen celo y así fuera mártir . 

Los indios vieron que convalecía del veneno y se juntaron más de 300 idólatras con sus flechas para matarlo y, aunque uno de los negros cargó presto un arcabuz para defenderlo, no lo permitió, sino que llamó a los más principales de los indios y volvióles a predicar, doliéndose de su perdición. Les dijo que el demonio les mentía y los tenía engañados, pues ni el cielo había caído por faltar los huesos ni habían sucedido otros grandes desastres con los cuales el demonio los había amenazado, si faltaban. Y viendo que no querían dar en la cuenta ni convertirse y que Dios no fuerza a nadie ni quiere que a nadie se haga violencia para el bautismo, permitió que se llevasen sus huesos y su diablo. Y ellos se holgaron tanto que le quisieron dejar allí muchas gallinas y pavos como en rescate del ídolo, pero él no quiso recibir cosa alguna de ellos y faltó muy poco para que no le mataran, si un cacique a quien él había antes convertido no le librara de sus manos y así, para quitarle del peligro, cuando se fueron los indios, los dos esclavos negros con ayuda de algunos indios de paz, le llevaron en hombros hasta cinco leguas dé allí. Y le embarcaron en una canoa y le llevaron a un lugar donde lo recibió en su casa Pedro de Salazar, que era encomendero de algunos lugares. Y allí estuvo enfermo de calenturas mucho tiempo  . 


OTRAS  MARAVILLAS

Francisco Sánchez nos dice: Un día el padre Luis iba a pasar la ciénaga de Manzanillo en las Indias y este testigo le hizo detener, pareciéndole que la ciénaga estaba muy honda; y, entrando en ella con dos negros, luego se hundió el caballo y nadando pasó a la otra ribera. Pero el padre Luis tomó por otra parte y pasó la ciénaga a placer, el agua hasta los estribos y esto fue haciendo la señal de la cruz sobre el agua  . 

El mismo Francisco Sánchez refiere: Todos los domingos y fiestas, cuando él estaba en las Indias, venían los indios de los pueblos a oír la misa y su doctrina. Se llenaba la iglesia de ellos y venían de los pueblos comarcanos y le oían con gana y gusto. Algunos incluso venían entre semana. Y este testigo vio la víspera de la fiesta de santa Catalina mártir, que estaba la tierra necesitadísima de agua y los maizales se iban perdiendo y fueron el cacique de Cipacoa infiel y otros indios infieles y cristianos a decirle que rogase a Dios para que les enviase agua para que no pereciesen de hambre y él les dijo: "Confiad en Dios y en esta santa cuya fiesta es mañana y alcanza mucho con Dios. Andad, abrid y limpiad el camino hasta aquella sierra de donde se divisa el mar, hágase allí una enramada y debajo de ella un altar para decir misa. Mañana iremos en procesión allá". Así se hizo y fueron poco menos de mil personas entre indios y algunos españoles en procesión, celebró misa, hízoles un sermón sobre que el demonio los tenía engañados y dijo la vida de la santa y lo mucho que podía con Dios y les dio gran esperanza de que nuestro Señor les daría agua en abundancia. Y luego aquella tarde, cuando tornaron al pueblo, comenzó a lloviznar y después en la noche a llover hasta dos días y dos noches, llovió en grande abundancia allí y en toda la tierra alrededor y vinieron a tener una buena cosecha  .

Juan Robles declaró que recibió una carta de su hermano Jaime Rafael, donde le decía que, navegando en una carabela del cabo de la Vela para Cartagena de Indias, por descuido de los marineros, dio el bajel en una peña y se hizo pedazos. Viéndose en tan extrema necesidad, se encomendó él a nuestra Señora del Rosario y se salvó nadando un día y dos noches. Fue una gran merced de Dios no anegarse ni morir de hambre y agonía ni ser tragado de las grandes bestias marinas, que por aquel mar andan. Escribía también que, cuando llegó a tierra, halló al padre fray Luis Bertrán, que le aguardaba a la orilla del mar con refresco, que le era muy necesario, porque llegaba casi muerto  . 

Leonor de Quiñones anota: Estando el padre Luis en Tubará tuvo revelación de que un amigo suyo, llamado Jaime Rafael había de pasar por un naufragio en un cabo de la costa de Cartagena. El padre le salió allí a recibir con refresco y vestido y regalo, sin haberlo podido saber humanamente  . 

Jerónimo Fernández nos dice que, andando por aquellos desiertos, bosques y montes, muchas veces veían tigres muy grandes y otros animales fieros y diciendo él: "Padre, ¿adónde me lleva? ¿Quiere que nos coman estas fieras?". El padre hacía la cruz a los animales y decía: "Calla, hijo, no temas que Dios está con nosotros y no nos harán dañó"  . 

El padre Luis contó a un religioso amigo suyo que un caballero casado con una señora muy hermosa pasó con ella a las Indias con cierto cargo del rey. Pero allá tomó amores con otra y hacía pasar muy triste y penada vida a su mujer, porque daba su hacienda a la amiga y a ella la maltrataba. Esta mujer tenía un hermano en la Orden, el cual la llevó consigo al padre Luis Bertrán para que consolase a su hermana. Y así le dijo el padre: Confíe, señora, en nuestro Señor que presto mudará de vida su marido y vuestra merced será consolada. De allí a pocos días Dios tocó en el corazón al caballero y despidió a la amiga y volvió los ojos a su mujer y la trataba con todo el regalo del mundo y vivieron con gran paz y quietud hasta que ella murió, que fue quince días después, pero murió consolada  . 

En un pueblo de las Indias, llamado Tubará, estuvo por espacio de tres años predicando y bautizó por sus manos a los que convirtió que fueron más de 1.500 indios, los cuales por su predicación quemaron públicamente siete bohíos y chozas de paja con ídolos. Para hallarlos donde los tenían escondidos por el desierto, se valía de los muchachos que se los mostraban.

Procuró convertir a un sacerdote de los ídolos, hombre de gran entendimiento, pensando que su conversión sería parte para convertir a muchos otros, y no pudo acabar. Acudió a nuestro Señor Dios y por espacio de dos años, hizo penitencias, oraciones y dijo misas para el mismo efecto. Al cabo de dicho tiempo, cuando más descuidado estaba, le envió a llamar el indio y hallándole muy enfermo, le preguntó qué quería. Respondió el indio que creía firmemente que Dios omnipotente había enviado a su hijo al mundo para enseñar a los hombres el camino del cielo y que era muerto en una cruz para librarnos del pecado y del poderío del demonio y que por tanto quería ser cristiano. Viéndole pues ya instruido en la fe cuanto él le pudiera enseñar, lo bautizó y luego el enfermo se puso a temblar. Y preguntándole por qué temblaba, respondió que los demonios en figuras de bestias fieras estaban amenazándole que le habían de despedazar, porque habiéndole ellos honrado toda su vida y hecho el más principal y de más autoridad de todos los sacerdotes, a la postre los dejaba. Y viendo esto el santo varón, antes de irse hizo una cruz de juncos y la puso cabe su cama y, cuando volvió, le contó el sacerdote que siempre había estado a la puerta un demonio aullando y nunca había osado entrar  . 

Alonso de Mendoza refiere: Un día en  las Indias estaban los indios borrachos y el mayordomo se lo estorbaba y les riñó y les derramó la chicha. Como estaban borrachos, salieron contra el mayordomo a le matar y tuvo que huir y refugiarse en la iglesia donde estaba el padre Luis, quien salió ante los indios y con su autoridad, siendo más de doscientos, los aplacó y de esta suerte libró de la muerte al mayordomo. Tanto era el respeto y veneración que le tenían . 

Por su parte, Rodrigo Durán nos dice: A los indios les parecía imposible que el santo viviera sin mujer y un día quisieron probarle y le echaron una india a deshora que era muy ladina y le podría persuadir. Entró en el aposento después de llamar a la puerta. Él había abierto, entendiendo que le llamaban para alguna necesidad del pueblo, que para esto siempre iba de muy buena gana a cualquier hora que le llamasen. Y después de haber entrado, le dijo la india que la perdonase, que le traía allí la afición que le tenía y así le fue persuadiendo a la deshonestidad. Tomó el cinto y a  la  india por el brazo  y la azotó muy bien y la india le pidió la dejase de castigar que no tenía culpa, sino los indios que estaban emboscados fuera de la casa, los cuales, estando muy admirados de la vida que hacía, le habían querido probar por aquel camino  . 


VUELTA  A  ESPAÑA

En el regreso a España se levantó una espantable tormenta y, viendo que la nave con la braveza de las olas estaba ya para abrirse, se puso de presto en la parte más trabajada de la nave y oponiéndose a las olas que haciendo un horrible y extraño ruido venían más levantadas que unos montes, extendió su brazo haciendo la señal de la cruz contra ellas algunas veces y como si las olas conocieran la virtud de aquella divina señal, cuando llegaban cerca de la nave se quebraban blandamente. El cual milagro duró buen rato y el siervo de Dios por temor a la vanagloria dejó la nave en el peligro y se quitó de aquel lugar. Pero como luego volviese el mar a embravecerse contra la nave y a quererla hundir, los marineros fueron a él a prisa y con grandes voces y lágrimas le hicieron volver a su puesto. Donde usando del sobredicho remedio, no solamente volvió a moderar la furia y los golpes de la mar, sino que la amansó del todo, siguiéndose una extraña bonanza. Y contando esto el siervo de Dios a un devoto suyo, le dijo: Mirad hermano, que hacer esto no arguye santidad sino fe, porque de ella dijo Cristo por san Marcos que a los que recibirían la fe de los apóstoles, se les comunicaría virtud de hacer milagros, lo cual se ha de entender cuando son menester para bien de la misma fe o para otros efectos necesarios  .

Fray Antón Ballester refiere que cuando el padre Bertrán venía en el barco de las Indias a España se movió una gran tempestad y el patrón del barco le rogó que se pusiese a la popa de la nave y que, cuando viese las grandes olas, las bendijese. Y así lo hizo cada vez que venían y eran tan grandes que parecía que iban a tragar a la nave. El las bendecía haciendo la señal de la cruz y dichas ondas cesaban y quedaba el mar tan llano como si no hubiera habido tormenta... Y esto hacía cada vez que la onda venía. Y cuando él contaba estas cosas con muy grande humildad decía que eso no se había de aplicar a él por ser un pobre fraile pecador, sino a la señal de la cruz, la cual aunque fuese hecha por cualquier hombre por pecador que fuera tiene virtud para cosas de más importancia  . 

Llegó a España el día de san Lucas, 18 de octubre de 1569 y sin descansar en Sevilla se fue a Valencia.

TERCERA  PARTE
APOSTOLADO  EN  ESPAÑA

EN  VALENCIA 

Como llegó tarde una noche desde Sevilla, se tuvo que quedar en el huerto de su hermano fuera de los muros, cerca del monasterio de nuestra Señora del Socorro. A la mañana, cuando se entendió en nuestro convento que había llegado, tuvo harto que hacer el Maestro fray Lorenzo López, Prior de esta casa, en detener a los frailes que no fuesen todos allá. Porque fue tan grande el contentamiento que recibieron de su venida que casi todos pedían licencia para irle a ver. Y el Prior no cabía de gozo espiritual, viendo que en su tiempo hacía Dios tan grande merced a esta casa en volverle un hijo tan principal de quien tantas cosas había oído contar estando ausente del convento. Y entrando en el monasterio, dejó todas las cosas y dinero que le habían dado de limosna algunas personas devotas en Indias, aunque fácilmente pudiera haber licencia del principal para comprar una librería. Lo mismo había hecho antes de embarcarse para las Indias cuando se partió de Sevilla  .

Estuvo un año en el convento de Valencia, dedicado a la oración, debiendo pasar una larga temporada de reposo absoluto, ya que volvió de América demacrado y macilento; estaba flaco, cojo, algo sordo y con mala vista.


PRIOR  DE  SAN  ONOFRE

En octubre de 1570 le mandaron que aceptara el priorato de San Onofre y mostró ser bueno, no solo para la contemplación, sino también para la acción. Halló la casa adeudada en varios centenares de ducados por gastos de años pasados y además sin trigo, ni vino, ni aceite y con frailes mal vestidos. Y de tal manera manejó las cosas que, no solamente proveyó bastantemente a los religiosos de comer y vestir, sino que labró la cruz cubierta que está al cabo de los cipreses y, cuando le decían que gastaba mucho en ella, respondía que más gastaban los luteranos en derribar las cruces en Francia.

Comenzó a hacer el dormitorio, levantó paredes, hizo un horno y proveyó la sacristía de muchos aderezos que faltaban; y plantó viñas y, cuando acabó el priorato, dejó la casa bien proveída de trigo y de todo lo necesario y bastante dinero en el depósito para el Prior siguiente. Y lo que más es de maravillar en su tiempo: tuvo más frailes asignados que otros priores solían; y recibía generalmente a todos los huéspedes de otras Órdenes en especial a los franciscos. Vióse ser verdad lo que dijo al padre Vicente Vera una vez, es decir, que ciertamente no sabía cómo algunas veces hallaba los reales en la celda sin entender de dónde venían. También movió nuestro Señor los corazones de los fieles para  que le encomendasen misas y eran en tan gran número que bastaban muy bien para todos los sacerdotes del convento  . 

Don Jaime Centellas tenía un hijo, don Cotaldo, muy malo de calenturas y con tanto peligro que ya los médicos le desahuciaban. Fue corriendo en un caballo hasta San Onofre a buscar al padre Luis, y, no encontrándolo allí, se fue hasta nuestra Señora de Aronxech, donde estaba predicando ese día. Llegando se bajó del caballo y se arrodilló a los pies del siervo de Dios y le expuso el caso. Él, juntando algunos religiosos que estaban en su compañía, hizo oración por el enfermo y, vuelto a don Jaime, le dijo: Vaya vuestra merced, que su hijo no morirá. Con esto vino don Jaime a Valencia y halló fuera de peligro a su hijo  . 

El padre José Gacet refiere: Cuando el padre Luis era prior de san Onofre, un día los criados del convento habían llevado el pan a cocer y por la lluvia se tenía poca confianza en que vendrían a la hora para que el convento pudiese comer. Y como llegara la hora, el padre Luis le dijo a este testigo que tocara para comer. Y el encargado del comedor dijo que no había sino unos mendrugos de pan y que eran tan pocos que ni aun para empezar  no había harto y que aguardasen que viniese el pan tierno del horno. Y este testigo vio que solo había siete pedazos de pan y fue al padre Luis y se lo dijo. Él cual, no obstante la falta de pan, otra vez mandó tocar a comer y así los frailes acudieron al comedor. Eran más de 30 frailes, todos los cuales comieron de dichos siete pedazos de pan. Y este testigo, como los demás frailes que allí estaban, lo tuvieron por milagro grandísimo y grande maravilla, con la cual Dios omnipotente quiso mostrar la santidad del santo fray Luis Bertrán  .
Siendo el padre Luis Prior de San Onofre le dijo a un fraile: "Abrid la puerta, que tal religioso viene de Valencia muy atemorizado, porque le han salido al camino tres hombres a acuchillarle para ponerle miedo y piensa que son ladrones o salteadores". Salió el fraile y aguardó un rato, y vio venir al otro muy medroso, el cual, hallando la puerta abierta, preguntó al que le aguardaba cómo estaba allí tan tarde. Y oyendo decir lo que el Prior había mandado, se maravilló extrañamente cómo hubiese sabido el Prior lo que había pasado en el monte  .

Acabado su Priorato de San Onofre de tres años volvió a Valencia y le dieron el cargo de maestro de novicios. Por este tiempo llegó a Valencia el padre fray Miguel Ferrer con el deseo de conocer al siervo de Dios. Estuvieron paseando y hablando de cosas espirituales. Antes de despedirse, el padre Luis le hizo la señal de la cruz encima de la frente y le dijo: "Padre, ¿por qué no se acuerda de confesar tal pecado?". Y le trajo a la memoria un pecado el cual aquel religioso había cometido cuatro años antes de ser fraile y nunca jamás se había acordado de confesarlo. También le acaeció muchas veces conocer cosas secretas. Y algunos religiosos tenían miedo de hablarle, para que no les dijera sus pecados  . 

En 1574 en el capítulo provincial de Aragón fue nombrado predicador general y como tal recorrió toda la zona de Valencia y parte de Castellón y Murcia. Su predicación con el crucifijo en la mano estaba llena de anécdotas de su estancia en América, las decía en tercera persona. No tenía voz sonora, pero citaba mucho la Sagrada Escritura y hablaba con fervor y poder de Dios. Cuando iba de un lugar a otro iba a pie, a no ser que la llaga de su pierna, por la que cojeaba, se lo impidiera y en este caso iba en burro.


PRIOR  DE  VALENCIA

Lo eligieron Prior de Valencia el 15 de mayo de 1575. Fray Antón Ballester nos dice: Cuando eligieron Prior del convento de Valencia al padre Bertrán, él  se sentía indigno y se fue a la celda de san Vicente Ferrer y se postró ante una imagen suya y con muchas lágrimas le pidió que le quitaran ese oficio; y fue a besar los pies de la imagen y la imagen los levantó de manera que mostró que no quería que le besase los pies. Y preguntándoselo fray Primo y este testigo una vez, les dijo que sí y que no era por él la merced y cortesía que el dicho santo había usado  .

Trataba de hacer siempre la voluntad de Dios y el primer día en que tomó posesión de Prior de Valencia, puso en su celda con letras muy  grandes: "Si hominibus placere, Christi servus non essem, que quiere decir que, si procurase contentar a los hombres, no sería siervo de Dios  . 

El padre Francisco Palau nos dice: Después de diez meses que el padre Luis Bertrán había sido maestro de novicios, fue elegido canónicamente Prior de nuestro convento de predicadores de Valencia. Si veía que en el campo del Señor nacía o había nacido alguna cizaña, procuraba de todos los modos posibles cortarla o arrancarla de raíz. Y a los frailes que veía más inclinados a la religión y virtud amaba y favorecía como padre. Y, aunque era muy amigo de la pobreza, siendo Prior no descuidaba los bienes temporales del convento; antes bien, con deseo de aumentarlos, rogaba a todos que en esto también le ayudasen. Y tenía mucha cuenta de que, en cuanto era posible, los frailes fuesen bien tratados y mantenidos y a ninguno faltase lo necesario... De ninguna manera quería comer carne, sino cuando los médicos, por grande y urgente necesidad, no solo se lo aconsejaban, sino aun mandaban.

Y, aunque estaba muy ocupado en parte en los asuntos del convento y en parte con los de los seculares, no se olvidaba de sí mismo y cada día decía misa grande con devoción. Y si alguna enfermedad lo aquejaba tanto que no la podía decir, hacía que se la dijesen en la celda y así, o de cualquier otra manera que podía, comulgaba. Y esta costumbre le duró hasta la muerte. No solamente se confesaba cada día, cuando había de celebrar, sino aun cada noche, cuando era hora de dormir, me hacía llamar, porque también en este tiempo me tenía encomendada su celda y se confesaba con el padre fray Bartolomé de la Cuesta. Alababa mucho la frecuencia de la confesión y decía que era más seguro y menos dañoso para el hombre dormir  en compañía de un león o bestia fiera que irse a acostar con conciencia de pecado mortal  .

En mayo de 1578 dejó el cargo de Prior del convento de Valencia, dejando 100 religiosos unidos, felices y en paz.

El día de Santo Domingo, 8 de agosto del año 1578, después de haber comido en el comedor, el padre Luis dijo con gran tristeza a fray Luis Primo que le servía: "Hermano, hoy comiendo me han dicho que el rey de Portugal es muerto y su ejército se ha perdido y vos veréis que os digo la verdad". De allí a diez días oímos ser verdad lo que el siervo de Dios había dicho, porque el mismo día de Santo Domingo acaeció la desastrada muerte del rey de Portugal y la pérdida del ejército cristiano en el reino de Fez  .

Siendo Prior el padre Luis, dijo a una mujer después de haberla confesado: "¿Conoce a tal señora? Pues id a su casa y dadle estos doce reales". Fue allá y halló a la buena señora muy triste. Y, aunque al principio rehusó tomarlos, después, al saber quién se los enviaba, los recibió, diciendo: "Verdaderamente yo tenía hoy necesidad de ellos, pero mi necesidad solo Dios la sabía"  .

En noviembre de 1579 Dorotea García, no teniendo nuevas de su esposo Cristóbal Pérez, vino a este convento a rogar al padre Luis que se acordase en sus oraciones de rogar por su marido. Antes que ella le hablara, él le dijo que orase por su marido, porque lo necesitaba. Ella contesto: ¿Está muerto? No, respondió. A Valencia volverá y vuestra merced lo verá.

De allí a un mes recibió cartas de su esposo en las cuales le decía que, navegando de Palermo a Nápoles, estuvo a punto de ser cautivado por los moros y que luego había padecido una gran tormenta y que se metió en un bergantín para saltar a tierra con tanto riesgo que todos lo tuvieron por ahogado. Mirando la fecha de la carta, ella observó que era por esos días que el padre le había hablado. Después vino su marido a Valencia, donde ahora vive  .


LOS  MORISCOS
 
El problema de los moriscos, musulmanes convertidos a la fe católica para no ser expulsados de España, era uno de los más graves que el país arrastraba desde la conquista del último bastión musulmán del reino de Granada en 1492. En realidad no se habían convertido de verdad y se bautizaban y comulgaban por aparentar, pero a escondidas practicaban su religión. En 1568 se rebelaron en las Alpujarras y mataron a 3.000 católicos antes de ser sometidos. Al final se tuvo que solucionar el problema con su expulsión de España en 1610 y 1614 en que salieron más de 300.000, pues se había comprobado por más de un siglo que no se les podía asimilar y eran irreductibles a cambiar de religión.

San Luis Bertrán fue de la opinión que la mejor solución al problema de los moriscos era su expulsión de España, ya que decía: La mayoría de ellos, bautizados, eran sacrílegos apóstatas y mortales enemigos de la fe, deseando sublevarse con fingidos pretextos para recobrar estos reinos que antes dominaron sus ascendientes.

El santo le aconsejó al duque de Nájera en una carta de 1579: Supuesta la dureza de corazón que en ellos se halla y aun apóstatas que es peor, claramente muestran la ojeriza que tienen con los cristianos y guardan las ceremonias de Mahoma en cuanto pueden. Y, si no es quien quiere cerrar los ojos del todo, los verá por todos los lugares ayunar cada año la Cuaresma del Alcorán, cuando viene su luna. Si algún niño o niña se aficiona a saber la doctrina cristiana, luego le pervierten para que no sea buen cristiano. En estos cincuenta y tantos años que han pasado desde que recibieron el bautismo, no se ha podido ganar tierra con ellos por vía de misericordia. Digo y entiendo que los príncipes seglares y eclesiásticos están obligados a poner uno de los dos remedios.

El primero es por vía de rigor y con castigos hacerles guardar la fe de Jesucristo y dejar la de Mahoma. Y no es bastante excusa decir que los bautizaron por fuerza en tiempo de las comunidades... Pero muchos de los que recibieron el bautismo por fuerza consintieron en alguna manera y así fueron realmente bautizados y quedaron obligados a guardar las leyes de la iglesia. Tanto más cuanto que de las veinte partes de los moriscos que hoy viven, diecinueve han recibido el bautismo siendo niños. Y así sin duda ninguna, como consta por determinación de la Iglesia, pueden ser forzados a guardar la fe de Jesucristo como nosotros los cristianos viejos. Ni más ni menos. Verdad es que será bien que los castigos, algunos años, sean más ligeros que los que suelen dar a los cristianos viejos cuando delinquen. Pero señaladamente es menester quitarles el hablar en algarabía, porque de ahí viene que los niños y las mujeres no se conviertan a la fe, porque no entienden a los predicadores y confesores. Podríase remediar esto, mandando que ningún morisco entrando en ciudad alguna o villa o lugar de cristianos de este reino no hablen algarabía y que las mujeres no se puedan casar si no saben la doctrina cristiana y que los domingos y fiestas siempre que van a la iglesia ellos o ellas paguen un tanto si hablan algarabía. Y mandando cosas así.

Segundo remedio es que, si por ahora estas cosas no se pueden ejecutar, no se administre el bautismo a los niños hijos, si han de vivir en casa de sus padres, porque hay evidencia moral que serán apóstatas como ellos, y más vale que sean moros que herejes o apóstatas. Es tan intrínsecamente malo dar fuera del peligro de muerte el bautismo a estos niños, presupuesto todo lo sobredicho, como si un cristiano bautizase los niños hijos de los moros que están en Berbería, dejándoselos allá entre padres infieles, aunque ellos consintiesen por algún respeto en el bautismo de sus hijos, entendiendo que después los habían de pervertir. Y es averiguada cosa que este cristiano pecaría moralmente no por hacer injuria a los padres, que consienten en ello, sino por la injuria que se hace al sacramento y a la fe, dando el bautismo con tan evidente peligro.

Por tanto lo más acertado será suplicar a su Majestad que mande proponer este negocio clara y distintamente delante del Vicario de Jesucristo para que Su Santidad determine lo que se ha de hacer y el cómo. Y así se eviten tantas blasfemias contra nuestro Señor y por consiguiente aplaque Dios su ira, y no nos envíe tantos castigos de hambre y esterilidades como en este reino padecemos. Valencia, 30 de diciembre de 1579

CUARTA  PARTE
DONES  SOBRENATURALES

JESÚS  EUCARISTÍA

Era el centro y el amor de su vida. No podía vivir sin la Eucaristía y se pasaba algunas horas del día y de la noche ante Jesús sacramentado, haciéndole compañía y consolándolo de tantas ofensas que recibe en el mundo entero. Por eso, la celebración de la misa era el punto esencial y central de cada día.

El padre Jerónimo Bautista Lanuza refiere: Se confesaba cada noche y con todo no dejaba de confesarse por la mañana para decir misa según vi muchas veces. En el decir misa era tan constante que era cosa de asombro. Un médico le dio ciertas purgas para curar su sordera y las tomaba cada día por la mañana y por la tarde, pero no por eso dejó de decir misa, aunque eran las purgas fortísimas...

Y cuando decía misa, la decía con muy grande devoción, la cual, aunque en toda la misa mostraba, pero particularmente cuando tenía el Santísimo Sacramento en las manos  .  

Tenía tanta devoción al sacramento  del altar que no se hallaba contento el día que no decía misa. El día de Navidad estaba muy alegre, porque decía tres. Y lo mismo el día de las almas en el que en toda esta provincia decimos tres, no solamente por antigua costumbre, de cuyo principio no hay memoria, sino por particular privilegio del Papa Julio III  .

Un día el padre Luis dio la comunión a un seglar que tenía los cabellos muy crecidos y la barba larga y súbitamente vio el rostro demudado y los cabellos de la cabeza y barba erizados y tan yertos, que era cosa de gran maravilla. Después de darle la comunión, le tomó aparte y le rogó que le descubriese lo que había sucedido al comulgar. El seglar le dijo que de la hostia con la cual le había comulgado, había salido tan gran luz y tan admirable resplandor que le causaron grande admiración y consuelo en el alma de ver con sus propios ojos tal maravilla en el Santísimo Sacramento, de lo cual había resultado aquel efecto en su cuerpo  . 

Melchor Mañes depuso en el Proceso que, cuando el padre Luis celebraba la misa, muchísimas veces vio bajar sobre él una nube muy blanca, mientras tenía el Santo Sacramento en las manos, y se hacían unos arcos de luz junto a la cabeza del siervo de Dios y el santo sacramento, los cuales arcos daban tanta luz como si fueran dos hachas encendidas. Añade también que algunas veces, queriendo él hablar al siervo de Dios acerca de algún negocio, el padre bendito le ganaba por la mano, satisfaciendo a lo que él quería preguntar y a lo que deseaba saber  . 


LA  VIRGEN  MARÍA

San Luis tenía un amor extraordinario a la Virgen María. En todos sus sermones hablaba de María e inculcaba el rezo del rosario. Cuando estaba para morir, tuvo la gracia de ver a María, a quien tanto había amado e invocado durante toda su vida. Era el 6 de octubre (murió el nueve) y le dijo al padre Prior: ¿No ves a nuestra Señora que entra en este aposento? Oh, gloriosa y hermosísima reina del cielo. ¿De dónde merecí yo esta visita?  . María era para él una madre, a quien acudía en todas sus necesidades,

Francisco Sánchez refiere: Un día estaba este testigo con el padre Luis y el padre Diego y, queriendo almorzar comenzó un gran aguacero. Entonces el padre Luis se hincó de rodillas y, estando así, le dijo este testigo: "Le ruego a vuestra paternidad que venga a almorzar". Y él respondió: "Ruego a la Madre de Dios del Rosario que nos libre de este aguacero, que no tengo con qué cubrirme, si no es esta capa solamente". Donde estaba no llovió gota y alrededor por todas partes llovió de manera que toparon grandes charcos de agua por el camino  .

El padre Luis era devotísimo de nuestra Señora y no se contentaba con rezar cada día la tercera parte del rosario, sino que lo decía todo entero y siempre lo traía consigo y de noche lo llevaba al cuello y asistía con gran devoción a las procesiones que cada primer domingo de mes se hace en nuestros conventos en honra de nuestra Señora por mandato del Papa Pío IV y Pío V de santa memoria  .

Jesús Eucaristía y María eran sus dos grandes amores. Por eso, no es de extrañar que recibiera tantos carismas de Dios para su ministerio pastoral, incluyendo el de hacer milagros.


ALGUNAS  VIRTUDES

Era muy austero y mortificado en la comida, comía poco, ayunaba mucho y dormía poco, casi todos los días se daba disciplinas. El padre Juan Pires declaró: Este testigo ha visto las paredes de su oratorio, rociadas de sangre de manera que parecían gotas que saltaban de las disciplinas al tiempo que se daba con ella. También sabe que el padre Luis era sencillo, muy humilde, muy caritativo con los pobres, muy sufrido en los trabajos y en sus adversidades tenía paciencia. Y por estas cosas este testigo lo tenía por un hombre santo y de muy santa vida  . 

Los demonios lo asaltaban y le hacían sufrir, pero él se defendía con el crucifijo y el agua bendita. Y lo que sufría lo ofrecía por la conversión de los indios y de los pecadores.

Una vez le dijo  el  padre Luis a un religioso: "Os espantaríais, si supieseis los trabajos que me dan los demonios. A veces me echan de la cama y tengo necesidad de defenderme con las manos". Yendo otra vez de noche por la iglesia vio hacia la pila de agua bendita un demonio fiero. A lo que parece estaba allí para estorbarle que no tomase agua bendita, de la cual el demonio es muy enemigo  .

Se consideraba el último de todos y algunos religiosos abusaban de su sencillez y de que no tenía títulos académicos. Pedro de Coronado afirma: El padre Luis sufrió persecuciones incluso de algunos frailes de su Orden, porque le llamaban hipócrita, alumbrado, ignorante, etc. Él todo lo sufría con rostro y ánimo alegre sin indignación, con caridad, sin alteración de que pareciese que Dios se ofendía  . 

Cuando le curaban una llaga que tenía en la pierna, rogaba humildemente a todos los religiosos que allí estaban, aunque fuesen legos, que la bendijesen. Si iba a visitar a algún obispo o los obispos lo visitaban a él, se arrodillaba delante de ellos y les besaba las manos. Todo esto procedía de su gran humildad con la cual se tenía por gran pecador y el peor de todos y así pedía con gran instancia las oraciones de todos y algunas veces nos preguntaba con todas las veras, si creíamos que nuestro Señor Dios le perdonaría sus pecados  .

Era muy caritativo con los pobres y necesitados. Francisco Valliterra nos dice: A este testigo le comunicaron los religiosos de la misma Orden de Santo Domingo que el padre Luis Bertrán, durante los quince últimos años de su  vida, cualquier regalo o alimento que le fuera enviado por sus familiares o sus devotos, inmediatamente lo distribuía sin reservarse nada  . 

Era muy enfermizo desde niño. Oía poco, para cobrar el oído se sujetó a muchas medicinas y sufrió grandes tormentos. Tuvo muchos años una llaga muy dolorosa en la pierna. Padeció vahídos de cabeza terribles con los cuales a veces se caía. Era quebrado y no podía ir a pie, sino con gran trabajo, y apenas podía ir a caballo. Padeció gran flujo de vientre los dos o tres años postreros de su vida, sin poder hallar remedio, y así siempre estaba muy flaco y amarillo y tenía los ojos algo sumidos. Pero era de tan grande espíritu que, en hallándose algo mejor, luego volvía a los trabajos y penitencias acostumbrados como ir a Maitines a media noche, no vestir camisa, ni dormir en sábanas de lienzo, no comer carne y con esto volvía a recaer. Y para curarse de estas enfermedades, sus parientes llamaron a muchos médicos y buscaron medicinas extraordinarias, pero ninguna le aprovechó  .

El padre Antist refiere que cuando el padre Luis estaba enfermo, decía muchas veces que no quería más salud que la que es menester para decir misa cada día  .

Y siempre llevaba consigo dos armas poderosas espirituales: el rosario y el crucifijo. Cuando predicaba, siempre recomendaba el rosario y tenía el crucifijo en la mano.













CARISMAS

a) CONOCIMIENTO  SOBRENATURAL

El padre Lorenzo Camora refiere que, cuando se hubo de tener capítulo provincial en esta casa de Valencia, entrando en la celda del padre Luis un hombre que le traía cierta limosna para el capítulo, dijo el siervo de Dios: "No me traéis menos de cien libras". Y preguntándole el otro quién se lo había dicho, respondió, señalando un crucifijo: Este  . 

Un hombre anciano llamado Francisco Marca, trajo a nuestra casa de Valencia a un muchacho de nueve años, de nombre Jerónimo Almenara, para que el siervo de Dios lo confesase, como lo hizo. Levantándose luego de la silla, dijo a Francisco Marca: "Dios tiene a este muchacho de su mano y no lo soltará, antes hará que sea  de esta Orden". Después, estando el santo en las Indias, tomó nuestro hábito y salió hombre muy docto y muy acepto en cátedra y púlpito y murió santamente  .

Un día después de terminar de predicar en Nuestra Señora de Agres, el padre Luis vio un pastor que guardaba su ganado y se arrodilló en tierra e hizo oración, levantando los ojos al cielo, y luego se fue derechamente al pastor y le habló un rato y se fue a Albayda. Yo entonces, dice Martín Suárez, le pregunté al pastor qué le había dicho aquel fraile y respondió el pastor: "Me ha descubierto mi alma y me ha dicho que dos o tres años hace que no me he confesado y que vaya luego a confesarme a Agres o a Santa Ana de Albayda". Fue el pastor se confesó y a los dos o tres días murió santamente  .
 
Un día salió de la celda del siervo de Dios el oídor Salcedo y encontró un anciano seglar que le dijo: "Sea usted muy amigo de ese fraile que es santo". Le preguntó cómo sabía que era santo y el anciano respondió: "Una vez estaba en oración encerrado en el oratorio de mi casa y rogaba a Dios mentalmente con mucho ahínco por él".  Después vine a visitarle y, entrando a su celda, me dijo: "Muchas gracias, hermano". Y diciéndole yo: "¿Por qué, padre?". Me respondió: "Porque has rogado por mí a Dios a tal hora y, cuando orabas, estabas con los brazos en cruz. Cosa que solo Dios lo podía saber"  . 

El padre Andrés Cabrerizo certifica: Un día este testigo fue a la celda del padre Luis y le hizo sentar en un arca; y el padre  le dijo y declaró a este testigo que había hecho cierta cosa, nombrando la misma cosa, de lo cual este testigo se espantó, porque era cosa interior y que nadie lo podía saber. Y como este testigo se la negase con gran vehemencia, el dicho padre con la misma benignidad le dijo: "Os lo digo por vuestro bien y para que, cuando os confeséis, os acuséis de ello".

Al cabo de pocos días este testigo se confesó con el dicho padre Luis y de ello no hizo memoria alguna, sino que lo pasó de tal manera como si jamás ellos sobre ese caso hubieran pasado palabras algunas. Y después, cuando este testigo fue al convento de predicadores a oír teología y estuvo en la casa de novicios, por no ser ordenado aún de misa, y confesándose con él, después de haber acabado de acusarse, el dicho padre Luis le dijo a este testigo: "¿Vos sabéis que cosa es confesión? ¿Por qué no os acusáis y os hacéis escrúpulo del mal consejo que diste a vuestro hermano, cuando le dijiste que no fuese religioso, sino que practicase y fuese notario, pues que siendo notario descansaría a vuestro padre?". Y este testigo se admiró porque, aunque de verdad lo había dicho, cuando lo dijo estaban el hermano de este testigo y este testigo solos, sin que nadie los pudiese oír y este testigo sabía de cierto que su hermano no había visto ni hablado con dicho padre  .
El padre Andrés Cabrerizo atestigua: Un día escribí una carta a mi padre. La carta la había escrito estando solo en mi celda, pues le escribía cosas muy secretas. Llevaba esta carta en el bolsillo, cuando vino el padre Luis y me pidió que le  diera la carta. Yo me espanté de que lo supiera. Otro día tuve ciertos pensamientos y el padre Luis vino hacia mí y me dijo los pensamientos que habían pasado por mi cabeza y que mirase bien lo que hacía, porque al servicio de Dios omnipotente convenía que dejase semejantes pensamientos.

Cuando íbamos al comedor, estaba el padre Luis conversando con un religioso y, al poco rato, este religioso me dijo que el padre le había dicho cierta cosa secreta que nadie en el mundo podía haber sabido y que él no había comunicado a nadie. De lo que yo me espanté y también le conté lo que me había pasado a mí  .
Refiere el mismo padre Andrés Cabrerizo que, cuando el padre Luis era prior de San Onofre vino un religioso forastero y se acercó al padre Luis para pedirle la bendición. Y el padre Luis le dijo delante de todos públicamente: "Las armas del buen religioso son el rosario". Y este testigo por curiosidad le preguntó al forastero por qué le había dicho eso. Y el religioso contestó que se refería a que llevaba escondido un cuchillo muy grande y que lo llevaba en parte que no podía ver una persona y que se espantaba de ver que el dicho padre Luis lo hubiera sabido  .

Un día se quebró la campana del convento y se hacía otra en Játiva para la cual iba recogiendo dinero el procurador del convento. Sucedió que el padre Bertrán, que era Vicario de la casa, tuvo necesidad del dinero para otra cosa y así dijo al procurador resolutamente que le diese el dinero que tenía guardado para la campana. El procurador se entristeció de esto, temiendo que cuando trajesen la campana no tendría con qué pagarla; y así, con esta tristeza, dijo en su corazón o entre dientes, de suerte que nadie lo podía entender por vía humana, estas u otras semejantes palabras: Oh, bendito sea Dios, cuán terrible hombre es este. Y luego el padre Bertrán le dijo: Ora bien, padre, porque se dice: Oh, bendito sea Dios, cuán terrible es este. Deme ahora el dinero que Dios proveerá después  .

El padre Andrés Pérez refiere: Después de la muerte del padre Luis se fue a confesar con este testigo una mujer, que acostumbraba a confesarse con el padre Luis. Le dijo que un día,  cuando aún vivía el santo, fue a su casa y encontró en ella al hombre con quien tenía amores ocultos. El padre mandó al hombre que saliera y, cuando quedó solo la mujer, el padre Luis se echó a llorar, de modo que parecía un muchacho de nueve o diez años que le habían azotado. Ella le preguntaba qué le pasaba y él no cesaba de llorar. Al cabo de un rato, le dijo que lloraba los pecados de ella y le mostró las espaldas y los pechos, que los tenía con cardenales y hechos un pan de verdugos y sangre coagulada; y le dijo que aquellas señales eran de las disciplinas que él se había dado por los pecados que ella había cometido con ese hombre en aquel mismo lugar, diciéndole incluso las veces que habían ofendido a Dios.

Entonces también la mujer se echó a llorar y, arrepentida, prometió nunca más volver a pecar de esa manera. Y que Dios le había revelado al siervo de Dios sus pecados, porque ni aun los de su casa lo sabían  .

Una mujer se confesaba algunas veces con el padre Luis y acostumbraba decirle acabada la confesión: Padre, ¿me dejo algo? Y él respondía: Sí, tal y tal pecado os dejáis. Yendo la mujer de Valencia a Museros en un carro, tuvo un pensamiento venial de ira o juicio temerario o de otra especie y después, confesándose, se le olvidó. Y el padre le dijo: No has confesado lo del  carro. Por donde ella vino a acordarse de lo que se le había olvidado.

Cierta semana dos frailes legos habían recogido limosna y determinaron guardar un real de a cuatro el uno y un ducado de oro el otro para que la semana siguiente los pudiesen añadir, si las limosnas no fueran tantas. Antes de llegar a San Onofre, uno echó el real en el zapato y el otro escondió el ducado en la manga. Pero cuando el primero hubo dado al Prior su limosna, le dijo que diese todo el dinero. Él respondió que ya lo había dado todo. Replicó el Prior: dádmelo todo. Contestó que no tenía más. Entonces dijo el padre Luis como Prior: ¿y el real de a cuatro que pusiste en el zapato del pie izquierdo? Y vuelto al otro le dijo: Vos también, echad acá el ducado que tenéis en la manga. Y por esto le dijeron a Jerónimo Abella: No sabemos qué hacer con el padre Prior, que es sordo y corto de vista, pero apenas le viene alguno a visitar, sabe todo lo que hacemos  . 

Un religioso refirió que después de su profesión se confesó con el padre Luis y en un momento comenzó a titubear un poco y el bendito padre le dijo: ¿Por qué no confesáis tal pecado? Y le dijo el pecado que había cometido. Y certificó este religioso que no se atrevía a presentarse delante del padre, porque le decía sus defectos que hacía en la celda como si escribiera una carta en secreto. Y, aunque no lo supiese, sino el Dios del cielo, el padre lo llamaba y le decía: Vos habéis escrito una carta. Y también una vez, habiendo él caído en cierto defecto, lo llamó y le dijo: ¿Por qué habéis cometido tal cosa? Y maravillándose el religioso, le dijo el siervo de Dios: No os alteréis, que no lo digo sino porque os confeséis conmigo, porque ya sé vuestro pecado  . 

El padre Juan Casanova declara que por espacio de cuatro años que le sirvió en la enfermería, todas las veces que le decía que llevase la comida a la portería, encontraba a algún pobre especialmente necesitado o por llagas o por otra grave enfermedad, a quien se daba la comida  .

Un día, siendo él Prior, me envió a la ciudad a hacer cierta cosa y a mí no me pareció hacerla, y volví a casa y le dije que no se había podido hacer. Llegóse a mí y, haciéndome cruces en la frente y riéndose, me dijo: "Vaya que no lo ha dejado de hacer por malicia, pero por ninguna cosa del mundo no se ha de decir mentira". Y esto es imposible que él lo pudiese saber si yo le decía mentira o no  . 





b) PROFECÍA

El padre Juan de Lezcano declara: El año 1559 el padre fray Luis Bertrán era maestro de novicios. Yo tomé aquel año el hábito y, hallándome algunas veces inquieto y desasosegado, muchas veces me llamó a su celda y sin jamás yo decirle mis inquietudes, me consolaba y me lo decía como si yo se las hubiese contado. Una noche esperaba yo que amaneciese para pedir mi ropa y salirme del convento, y antes que amaneciese vino a mi celda y me dijo: "¿Quiere irse?". Yo disimulé y respondí: "¿Adónde padre?". Y me contestó: "Donde quisiere, que así será de los demás". Yo no entendí esto por entonces. Él me consoló y, al cabo de pocos días de tres que habíamos entrado, el uno dejó el hábito y al otro se lo quitaron. Entonces caí yo en la cuenta de cuando dijo que lo mismo sería de los demás.

Rodrigo Durán refiere que su esposa le contó que el padre Luis solía comer en casa del capitán Pedro Camacho, su suegro. Murió su suegra y, después de haberla enterrado y estando el santo de partida para Cartagena de Indias, le dijo a su suegro que antes de muchos días vendría una mujer a posar a su casa; que no la recibiese, porque había de ofender a Dios con ella y que, si la recibía y no hacía lo que le decía, había de morir muy presto. Todo lo cual se fue luego cumpliendo, porque vino la mujer y la recibió en su casa y vino a ofender a Dios con ella, siendo su comadre y envió por dispensación para casarse con ella y murió antes de un año el dicho suegro. Todo lo cual le refirió a su hija, mujer de este testigo, pues estando ya para morir su suegro, se lo contó por no haber hecho caso al padre  . 

Pedro Luis Salvador nos dice: Una hermana de este testigo, de nombre Esperanza Valles, estuvo gravemente enferma, de modo que los médicos ya desconfiaban de su vida y de su salud. La visitó el padre Luis y le dijo que tuviera buen ánimo y confiara en Dios, pues no moriría de aquella enfermedad; y así aconteció, pues inmediatamente la enfermedad comenzó a desaparecer y con el auxilio de Dios recuperó la salud íntegramente  . 

Francisco Vaciero recuerda que él y su hija sufrieron grandes fiebres hasta tal punto que la hija ya había sido ungida con el sagrado óleo y también otro hijo estaba en el lecho enfermo. Se encomendaron a las oraciones de dicho padre. A los cuales dijo que el padre y la hija no morirían de esta enfermedad, pero que el hijo fallecería y así ocurrió, pues al poco tiempo este testigo y su hija salieron de la enfermedad, pero el hijo murió, por lo tanto les profetizó el futuro . 

Cristóbal Pérez manifestó que sabe ciertísimamente por un acontecimiento que le acaeció con dicho padre que poseyó el don de profecía, y esto mismo lo oyó a muchos; los cuales dijeron saberlo por algunos hechos que también les acontecieron  .
El padre Andrés Cabrerizo anota: Un día, saliendo el padre Luis de su celda junto con este testigo, se volvió a un religioso que estaba allí cerca, mirándole sin hablarle, y le dijo a este testigo: "Veis ese religioso, lo conocéis bien, a él le pesa mucho el ser religioso y dejará el hábito y hará muchos disparates". Y le dijo: "Acordaos de esto que os digo y lo veréis". Y de allí a muchos años el dicho religioso, por quien el santo padre Luis lo había dicho, dejó el hábito e hizo grandísimos disparates y cosas increíbles y espantosas  .

Cierto religioso había de predicar en una iglesia muy principal y envió a rogar al padre Bertrán que fuese a oírle, lo cual él hizo de buena gana. Acabado el sermón le tomó aparte y le dijo: Padre, bien predicáis, pero tenéis gran ambición y poca humildad. Al poco tiempo determinó ese religioso ir a Italia, rogándole el padre Bertrán que no fuese allá y diciéndole que, si iba, se perdería. Pero él, cuando llegó a Roma, estaba muy contento da sí mismo y concibió grandes esperanzas para el tiempo venidero. Hablando un día con el doctor Joseph Esteban, ese religioso le dijo que el padre Luis era un loco y temerario, que le había dicho que no saliese de Valencia y que, si pasaba a Italia, había de hacer el mayor desatino. Que se quede él en Valencia que yo no tengo de parar hasta que me vea obispo o a lo menos lleve bonete. De hecho se fue a Hungría y dejó los hábitos e hizo los mayores desatinos que se pudieran hacer y murió muy desventuradamente  .

En noviembre de 1580 estaba muy enfermo Vicente  Vaciero, vieron pasar por la calle al siervo de Dios y le rogaron que subiese a decirle los Evangelios y, entrando en su aposento, le dijo: "Hermano consuélese porque nuestro Señor no lo quiere para este mundo". Y le dijo muchas palabras de consuelo espiritual y a la madre le dijo que no se entristeciese, porque nuestro Señor se quería llevar a su hijo. Después, siempre fue empeorando de su enfermedad y murió de allí a dos meses o tres  . 

Fray Antón Ballester cuenta que, pocos días antes que muriese el padre Bertrán, le dijo a este testigo que se le había revelado que don Miguel Vique, canónigo de la Seu de Valencia, había de tres días morir; y tres antes que muriese le fue a visitar y en su compañía fue este testigo; y le dijo palabras muy santas y suaves, y que se aparejase porque de aquella enfermedad había de morir. Y así fue, porque a los tres días murió  . 

A él Dios mismo le reveló el día de su muerte. Así lo certificó el padre Juan de Lezcano: El viernes antes que muriese, me preguntó: "¿Qué es hoy?". Le dije: "Viernes". Y él sacó las manos y, puestas juntas, dijo con un suspiro: "Gloria a Dios, aún faltan cuatro días"  . 


c) RESPLANDOR  SOBRENATURAL

Jerónimo Abella declaró que un día estaba en Albayda, pueblo de este reino, y en la iglesia del monasterio asistió a la misa que celebraba el padre Luis y vio que estaba todo rodeado y aureolado por un círculo de resplandor y de luz. Su rostro estaba diáfano o transparente y traslúcido. Y sabe que dicho padre en esta vida resplandeció mucho con las citadas y otras virtudes y con otros resplandores  .

Onofre Dassio refiere: El día que murió el padre Luis, su celda, a la cual entró este testigo, resplandecía de tal manera que, estando antes oscura, la vio que relucía y en ella había un fulgor a modo de un círculo resplandeciente. Y, este testigo vio ese fulgor y el círculo y se admiró. A juicio de este testigo era un signo maravilloso que Dios se dignó manifestar para exaltar a su siervo con este milagro  . 

Cristóbal Ferrer manifestó que tenía mucha confianza con el padre Luis y entró en su celda muchas veces y que, no pocas veces, queriendo entrar se reprimía a sí mismo y no se atrevía por el resplandor que dentro de la celda le parecía que salía de dicho padre  .

Un ermitaño de Cullera, llamado Miguel Ponz, vino una tarde al convento a ver al padre Bertrán, cuando vivía; y tocando la puerta de su celda, al punto que abrió, vio que le salía del rostro grandísimo resplandor y claridad  . 

Un médico atestiguó que el día de la Ascensión el año 1573 o el siguiente, predicando el padre Luis en la iglesia de san Miguel, parroquia de Valencia, para representar la subida de nuestro Señor a los cielos, levantó la cabeza y brazos hacia ellos y que él le vio el rostro y hábito tan resplandecientes que le pareció que veía al mismo Redentor el día de su Ascensión. Además lo vio tan levantado en alto que, por más que se estirara, no podía naturalmente subir tan alto  .

Cuando el padre Luis celebraba misa, antes de consumir, se estaba cerca de un cuarto de hora con el Santísimo Sacramento en las manos, derramando muchas lágrimas como unas perlas y, estando así, su rostro parecía de cristal y alrededor del santo sacramento y de su cabeza se hacía un círculo de resplandor clarísimo  . 


d) APARICIONES

En 1579, dos o tres días antes de san Francisco, el padre Luis fue a casa del oídor Salcedo y, viniendo en pláticas a tratar de la maravillosa santidad de san Francisco, le dijo: Yo sé de cierto que el  día de san Miguel de septiembre pasado, saliendo en el convento de dominicos de Valencia un fraile de Maitines, al punto que comenzaban a cantar el Te Deum, topó en el claustro a san Francisco y a santo Domingo y se  echó a los pies de san Francisco y le besó el pie derecho, estándose un rato deleitando y recreando espiritualmente en besarle la llaga. Entre tanto el glorioso san Francisco le sostenía la cabeza con las dos manos y se las pasaba suavemente por la cabeza y el rostro. Derribóse también el fraile a los pies de santo Domingo para besárselos y el santo le dio la mano, la cual besó con mucha devoción... Al salir de la sala de la casa del oídor, vio en un altar una imagen de san Francisco y estúvola mirando un rato y el oídor se le acercó quedito sin que el padre se percatase de ello y oyó que decía: En verdad que se le parece. De lo cual entendió que era él a quien san Francisco se había aparecido. Y esto era claro tanto más cuanto que, habiéndole referido esto el oídor, se lo preguntó al siervo de Dios otro día y él le confesó que era verdad. Dijo: Yo los vi tan claramente como veo a vuestra Señoría  . 

Fray Antón Ballester declaró: Estando este testigo a la puerta de la iglesia del convento, llegó un hombre bajo, de muy buen aspecto, y le preguntó a este testigo si era verdad que al padre Luis después de Maitines una mañana se le habían aparecido san Francisco y santo Domingo. Teniendo este testigo ocasión, se lo preguntó al mismo santo, el cual hizo en sí tal movimiento, pegándose un golpe en la frente, que le pareció a este testigo que era verdad, diciendo entre otras cosas: "Jesús, ¿quién ha podido decir esto?". Y confirma este testigo que es verdad, porque, si no lo fuera, es cierto lo dijera  .

Hernando de Betancourt cuenta que un día a las dos horas de la noche fue a la celda del padre Luis para que por la mañana le oyese en confesión y, llegando a la puerta del aposento, no había ninguna claridad de vela ni candil y vio luz y resplandor dentro, como si hubiera luces encendidas, y por parecerle cosa extraordinaria empujó la puerta para querer entrar y ver y vio al dicho padre de rodillas al pie del altar de su oratorio y también vio a dos ancianos y canos; las barbas blancas y calvos y las vestiduras como coloradas a la manera de resplandor. Y queriendo más determinadamente ver esta visión, no pudo ir más allá. Y le pareció que uno de estos santos era santo Tomás y el otro san Ambrosio, porque se parecían a los retratos que muchas veces había visto de estos dos santos  . 

En la época de la peste murieron en la Casa de Valencia 22 religiosos; y entre ellos el bendito Prior fray Miguel de Santo Domingo, que no se había querido guardar, sino servir y estar a la cabecera de los heridos y sepultar a los que morían. Estando el padre Bertrán orando en Santa Ana, se le apareció el Prior, glorioso, y le dijo que en ese momento había muerto y que se iba al cielo .
No solo le fue revelada al padre Luis la salvación del Prior, sino que, estando una vez un fraile de esta casa muy triste de ver que tantos religiosos fuesen muertos de peste, se los mostró nuestro Señor muy resplandecientes y por las circunstancias se entiende que el religioso a quien fue hecha la revelación era el mismo padre Bertrán  .


e) VISIONES

Una vez, orando el padre Luis después de Maitines, vio a un fraile debajo del agua hasta el cuello con gran peligro de ahogarse y, como el padre Castells había de pasar a Mallorca, se lo contó. Esta visión se cumplió puntualmente, porque a la vuelta, viniendo en una nave en la cual también venía la virreina, viuda de don Felipe Cervellón, entre Mallorca y Ibiza, se levantó una tempestad y el espíritu dijo luego al padre Castells que se metiese en el batel; y allí se metió en él con solo el sayo y el escapulario. Hundida la nave y en ella la virreina, dio el batel al través en Ibiza. Y era tanta la braveza del mar que estuvo fray Rafael buen rato debajo del agua hasta el cuello. Contaba el padre Luis de este buen padre que tenía costumbre de estar  gran espacio  de tiempo en oración, echado en tierra y tendidos los brazos en forma de cruz, y que había tenido muchas revelaciones de nuestro Señor.

De este religioso y de otros cogía nuestro santo, como de unas hermosísimas flores, el rocío del cielo, procurando llegar a ser como uno de ellos  .  

También el padre Jerónimo Bautista nos dice: Estando en Játiva en el capítulo provincial, donde fue electo provincial el padre Juan Loazes, me dijo el padre Bertrán: "Padre ya sabía yo, cuando entramos a elección, lo que había de ser, porque lo que he visto en la elección, lo había todo visto esta noche pasada de la misma manera que ahora he visto al provincial sentado"  . 


f) APARICIÓN  DE  DIFUNTOS

Murió su padre el nueve de noviembre de 1548 y quiso Dios revelarle las grandes penas que padecía en el purgatorio, las cuales eran de esta manera: Unas veces lo veía como que lo derribasen de una torre abajo, y le moliesen todos los huesos, otras como que le diesen de puñaladas y veía que su padre le decía con grandes voces que lo socorriese. Esto vio muchas veces de noche y de día por espacio de ocho años, en este tiempo anduvo muy triste y afligido viendo a su padre en tan grandes tormentos. Todos aquellos años empleó ayunos y disciplinas, las cuales se daba muy crudas, hasta la sangre. Al cabo de los ocho años, vio a su padre con gran regocijo y contentamiento en un jardín muy alegre.

Esta visión contó él mismo, un año antes que muriese, estando ya enfermo, a su hermano Jaime Bertrán y a otro devoto suyo. Y preguntado por qué padecía su padre aquellos tormentos tan largo tiempo, respondió que creía que por haber sido muy servidor de un gran señor de estos reinos  . 

El padre Francisco Palau refiere: Traté con alguna familiaridad con el padre Luis. El Prior lo hizo maestro de novicios y me había mandado que siempre que hiciesen señal para ir al coro o al refectorio o a capítulo o hacer cualquier otra cosa en común le avisara, porque él era sordo y no lo oía. Un día, llamándole a prima, salió de su celda y me preguntó qué se decía en el convento del padre fray Francisco Ferrandis, del cual habíamos entendido que estaba muy enfermo en Tarragona. Entonces dijo el padre Luis: "Pues esta noche lo he visto corno muerto sobre aquella arca". Y señalóme un arca  de madera que tenía en su celda. Me espanté al oír esto. Cuatro días después poco más o menos, supo el padre Prior que el padre maestro fray Francisco Ferrandis había muerto . 

Otra noche, después de Maitines estaba el padre Luis orando en el coro y vino a pedirle perdón un alma. Era el alma de un religioso que le había tratado de ignorante antes de ser Prior. Poco tiempo después murió este religioso, recibidos con devoción  todos los sacramentos, y después de  haber estado en el purgatorio un poco de tiempo, quiso nuestro Señor que pidiese perdón al que había sido su padre espiritual desde muchacho. Se le apareció cercado de fuego y le dijo: "Padre, perdonadme de lo que os dije tal día, porque Dios no quiere que suba al cielo hasta que me perdonéis y digáis por mí una misa". El padre le perdonó de muy buena gana y, venida la mañana, celebró una misa por él. En la noche siguiente lo vio muy glorioso, subiendo al cielo  .
 

g) MARAVILLAS  EN  VIDA

Enrique Ferrer estuvo durante un tiempo afectado de graves fiebres y mandó aviso a dicho padre para que se dignara visitarlo, comunicándole que confiaba en que por su ida, inmediatamente alcanzaría de Dios la salud. Dicho padre le respondió que eso no era necesario, sino que descansara y pusiera su esperanza en Dios, porque, dijo, que, una vez rezado el Oficio divino y celebrada la misa, entonces la enfermedad le dejaría, como así aconteció, pues en breve este testigo recuperó la salud  .

Francisca Ferrer, mujer de Miguel Juan Beneito, no podía dar a luz a su criatura, que parecía que estaba ya muerta en su vientre. Fue el padre Luis a visitarla y le dijo ciertas oraciones. Al día siguiente volvió sin ser llamado y, como la vio en tan gran trabajo, escribió en un papel esta antífona: "Nesciens mater virgo virum peperit sine dolore Salvatorem saeculorum, ipsum regem angelorum sola virgo lactabat, ubere de coelo plena", es decir, la madre Virgen, no conociendo varón, dio a luz sin dolor al Salvador de los siglos y ella, virgen sola, daba de mamar al mismo Rey de los ángeles con el pecho celestialmente lleno. Y mandó que se la pusiesen en la  mano con una vela encendida. Y el mismo día dio a luz un niño y salió del vientre de manera que dijeron los médicos que naturalmente no había podido nacer vivo y con todo alcanzó el bautismo  .

El padre Guillén Hugo afirma: Hace unos dos años, estando este testigo en la villa de Ayora, una señora le dijo que tenía un hijo quebrado y que no le habían aprovechado todos los remedios que le habían dado. Este testigo le dio un pedazo de hábito del santo y la señora Ortina se la puso a su hijo, quien en pocos días quedó totalmente curado  . 

El padre Martín Suárez nos dice: He oído decir a muchas personas que Dios hizo muchos milagros por intercesión del padre Bertrán. Un día los pastores habían pegado fuego a la montaña para que salieran mayores las hierbas el próximo año, pero aumentó tanto el fuego que amenazaba quemar la viña del convento. El padre Luis salió con los frailes a ver el fuego cómo se acercaba a la viña y se puso los anteojos y miró al cielo y sin más dilación, después de haber mirado al cielo, con la mano derecha y los dos dedos de ella altos y largos, es a saber, el índice y el mayor altos, dio la  bendición hacia el fuego de manera que se entendió que bendecía el fuego. Y de esta manera, en el mismo punto que había dado la bendición, cesó el fuego. Y lo tuvieron todos por grande milagro hecho por Dios omnipotente por medio e intercesión del santo padre Luis  . 

Y añade el mismo testigo: Fue un verdadero milagro, porque pude constatar y vi que el fuego se había detenido donde había mucha leña, parte quemada y parte por quemar. De manera que había pedazos de leña empezados a quemar y no acabados, lo que parece que, sin obra de Dios, no podía ser, sobre todo porque había viento y la leña estaba muy seca. Además se notaba como que hubieran hecho una raya muy larga y recta. A la una parte, todo era negro del fuego y a la otra, leña seca, apta para quemar, pero sin daño alguno .

Gaspar Mico declaró: El padre Luis debía predicar un domingo o día de fiesta. Se había preparado bien el sermón, pero cuando subió al púlpito vio un caballero sentado en una silla ante el púlpito, aguardando la prédica. Y se le fue de la memoria todo cuanto había preparado y se le puso en la memoria la vida de aquel caballero, la cual no era muy honesta, pues vivía amigado con una mujer. Y, no pudiéndose defender de hablar de ello, lo habló públicamente con la más honesta reprensión que pudo. Y después de haber acabado de predicar, se fue pacíficamente al monasterio y entendió después por algunos del pueblo que se habían maravillado de la paciencia del dicho caballero. Me dijo el padre que la mujer con la que el caballero vivía amigado vino al monasterio con muchas lágrimas y contricción, diciendo que ella qué podía hacer, que no se podía defender del dicho caballero, estando en su tierra. Y el padre la recibió  bien y la consoló y, por  excusar el pecado y ofensa de Dios, la hizo llevar y encomendar a cierta buena casa.

También me contó que el mismo día u otro día después, el padre vio venir al dicho caballero en un caballo y con él otros dos. El padre entendió que venía a quitarle la vida por lo que había dicho y hecho. El caballero bajó del caballo y subió al monasterio donde estaba el padre Luis, quien, cuando lo vio de cerca, se arrodilló, aguardando que el caballero hiciese de él, sin contradicción alguna, lo que quisiese. Pero el caballero, cuando estuvo junto al padre, se echó a sus pies, mostrando  mucha contricción y dolor de sus pecados; y así el padre lo recibió muy bien y lo consoló y cesó dicho pecado de allí en adelante  . 

El padre Luis Herrero afirma que, estando en el pueblo de Torrente un labrador le dijo al padre que tenían mucha necesidad de agua. El padre se entristeció y, poniéndose los anteojos, se puso a mirar al cielo y así mirando al cielo con la mano y el brazo derecho altos y teniendo la mano abierta, hizo una cruz hacia el cielo. Y después de esto, este testigo y el padre Luis se apartaron de dicho labrador como tres cuartos de hora y el padre se fue a rezar. Y después de los tres cuartos de hora, volvió con el rostro muy alegre. El día era muy sereno y no había nube alguna y aquella noche y al día siguiente llovió tanto que para pasar de una casa a otra pusieron bancos, a modo de puente y para poder pasar. Y todos lo tuvieron por milagro que nuestro Señor Dios había hecho por medio e intercesión del dicho padre fray Luis Bertrán  .
Y este mismo testigo añade que el mismo día en que cayó el agua, bendijo y santiguó el agua de la fuente por donde pasaba una acequia junto a la heredad del dicho labrador, y que dicha agua, antes de ser bendecida por el santo, acostumbraba a menguar muchas veces y que, después acá, jamás dicha agua ha faltado, aunque haya habido mucha sequía y, aunque las demás fuentes menguaran. Y la gente de dicho pueblo tiene esto por milagro particular  . 





h) ÉXTASIS  Y  LEVITACIÓN

Muchos fueron sus éxtasis en los momentos de oración. Algunas veces se elevaba del suelo en levitación, incluso en la misa.

Hernando de Betancourt nos dice que un día yendo a comulgar en la misa que el padre Luis celebraba, vio que después de haber consagrado, antes de consumir, se arrebató por espacio de más de tres Credos y que le vio tan absorto y elevado que quiso llegar a avisarle, tirándole de la casulla  .


i) PERFUME  SOBRENATURAL

Su persona y los objetos de su uso, en vida y después de su muerte, despedían un olor celestial. Veamos algunos ejemplos.

Fray Antón anota que a una señora de esta tierra le dieron una camisa del santo padre Luis, la cual este testigo ha visto, porque la trajeron al padre Prior que entonces era, y en sí tenía tanta fragancia de olor que el dicho padre Prior preguntó a la señora que, si la tenía entre olores, la cual le dijo y respondió que no, sino que la había tenido siempre en una caja aparte, donde no se podía juntar cosa de olor. Y ha oído este testigo muchos otros milagros  .

Dos excelentes médicos que lo trataban advirtieron que, cuando levantaban la ropa para tomarle el pulso, salía de él un olor y fragancia extraña y así lo atestiguaron en el Proceso, y dicen que no era olor natural, porque no era como almizcle, sino muy diferente. De suerte que no fue engaño lo que en diversas partes de este reino, estando él sano, notaron muchos hablando con él o besándole la mano, que salía de él una fragancia, pues, estando enfermo de una dolencia tan larga y tan extraña y contraria a todo buen olor, echaba tanta fragancia. A este propósito dice el padre Francisco Sala que, siendo Prior de esta casa el siervo de Dios, acostumbraba los más de los días curarle la llaga que tenía en la  pierna derecha y que se espantaba de que jamás le hiciese asco ni sintiese mal olor, antes le venía muchas veces ganas de besarle la llaga  .




QUINTA  PARTE
FIN  Y  GLORIA

SU  MUERTE

En la Cuaresma de 1581 empeoró de sus males y se resolvieron los padres a darle el santo sacramento por viático. Antes de recibir la hostia hizo una larga protestación, confesando la fe y todo lo que la santa Iglesia cree. Después rogó a nuestro Señor con mucho ahínco que no revocase la sentencia de la muerte corporal. Pero cuanto a su ánima, pidió con muchas lágrimas misericordia a nuestro Señor por los méritos de su pasión y por la intercesión de nuestra Señora, de los ángeles, arcángeles, de los apóstoles y de todos los mártires y de santo Domingo con todos los frailes santos de su Orden que están en el cielo, nombrando especialmente a san Pedro mártir, a san Antonino, a santo Tomás de Aquino y a san Vicente Ferrer. Aquí paró un poco y dijo así: Oh, padre san Vicente. Luego invoco a san Raimundo de Peñafort y a santa Catalina de Siena y después al padre san Francisco con todos sus santos frailes en general, al padre san Agustín, a san Benito, a san Bruno y a todos los santos y santas de sus Órdenes y finalmente a los otros confesores y vírgenes y a todos los santos.

El varón santo mejoró mucho y, cobrando fuerzas, todas las veces que podía se levantaba y decía misa en la celda de san Vicente Ferrer, que está en nuestro dormitorio. Acaecióle alguna vez desmayarse acabada la misa, pero no por eso la dejaba de decir al día siguiente, si se hallaba para ello. Y diciéndole un religioso que se estuviese en cama, porque el levantarse le mataba, respondió: Hermano mío, los santos sacramentos de la Iglesia no matan a nadie, antes ayudan, no solamente para la salud del espíritu, sino también para la del cuerpo, cuando conviene para el alma. Y no es de maravillar que hiciese esto en su postrera enfermedad, cuando veía que se le acababa el tiempo de recibir el santo sacramento, pues, estando sano, apenas dejó día que no se confesase dos veces y no dijese misa. Y en cierta ocasión le dijo a un devoto que muchas veces, estando muy tibio, había recibido el Santísimo Sacramento y había sentido dentro de sí un calor que le parecía que su alma y cuerpo estaban como en un horno de fuego de amor  . 

Una persona seglar que en aquella larga enfermedad tenía cargo de curarle, atestigua con juramento que, estando las ventanas cerradas, veía salir de la cama del padre unos rayos como de sol y otras veces sentía grandísima fragancia que salía de su cuerpo. Después de  algunos días, pareciéndoles a los médicos que convenía para la salud del siervo de Dios salir de Valencia antes que entrasen los días caniculares, y sabiéndolo el Patriarca, instó que fuese a Godella donde él estaba. Y el padre Bertrán, por condescender con el Patriarca, al cual mucho amaba, fue contento de ir y estuvo allí como dos meses por ser pueblo de mejores aires y de muy linda vista. Era cosa para alabar a Dios y ejemplo muy raro la liberalidad, la caridad y humildad con que el Patriarca le trataba y aun le servía, dándole de comer y cenar cada día por sus propias manos como si fuera san Vicente Ferrer  . 

Estando muy enfermo, se esforzaba en ir a comulgar a la iglesia de Godella y casi todos los días le decía misa el Patriarca y le daba el Santísimo Sacramento. Pero un  día muy áspero y de muy grandes vientos volvió tan malo que fue necesario tornarle a Valencia al hospital de los clérigos, donde estaba su hermano  .

El seis de octubre de ese año 1581 preguntó qué día era y le respondieron que viernes. Preguntó qué día caía san Dionisio y le contestaron que en lunes. Comenzó a contar con los dedos: viernes, sábado, domingo y lunes. Dijo: Oh, bendito sea Dios que aún me quedan cuatro días, pero hágase la voluntad de nuestro Señor. Y como en su enfermedad, por mandato de los médicos le hubiesen puesto una camisa de lienzo, pidió con gran instancia una túnica de lana y, cuando se la dieron, la besó y se vistió con ella con gran regocijo, quitándose la camisa de lienzo para que se vea el gran deseo que tuvo toda la vida de tratar su cuerpo ásperamente.

Como estaba sordo, entraban a veces a su celda sin que él lo sintiese y oían que decía cosas devotísimas al crucifijo y a nuestra Señora. Y como el Patriarca se consolaba mucho de estarse algunas horas encerrado con el siervo de Dios, una vez le preguntó si san Vicente Ferrer le había visitado. Respondió que una vez. Y añadió: Ahora también está aquí, y señaló con el dedo el lugar donde estaba. Y nadie se maraville de esto, porque, dejando aparte muchas cosas que hemos dicho, consolando un día a una señora que estaba muy triste, porque le habían muerto malamente a su marido, saliendo de la iglesia un Jueves Santo y diciéndole que su marido estaba en el cielo, para más certificarla añadió estas palabras: Y no dude de esto, señora, que san Vicente Ferrer lo ha revelado a un fraile que habla con él como yo ahora con vuestra merced  . 

El viernes seis de octubre o el sábado siete, estando con el Rector dijo: Oh, señor Rector, ¿no veis a nuestra Señora con cuánta gloria entra por este aposento? Oh, bendita; oh, gloriosa; oh, hermosísima reina del cielo y señora mía, ¿de dónde merecí yo esta visita? ¿Pues qué diré de ti, hermosísimo Niño, que vienes en sus brazos, cuya lindeza sobrepuja a toda hermosura? Con estas y otras palabras se estuvo regocijando espiritualmente con la celestial visita  .

El lunes a las diez de la mañana dijo al Patriarca (san Juan de Ribera): "Monseñor, despídame que ya me muero". Y quiso que le dijese el Evangelio y le santiguase la cabeza y el corazón. Y así convocados con las tablas los religiosos y diciendo el Credo con ellos, presentes algunos seglares devotos suyos, dio el alma a Dios su Redentor. Era el 9 de octubre de 1581, día de san Dionisio. Entre los que allí se hallaron hubo cuatro o cinco religiosos y algunos seglares y en especial Francisco Luis Blanes, los cuales atestiguan con juramento que vieron una luz a modo de relámpago resplandeciente al punto que expiró. Aparte de esto, hay diversos testigos en el Proceso que dicen que del cuerpo muerto salía tan gran olor que era cosa de espanto y lo mismo fue casi de toda la ropa, aunque no en tanto grado como la túnica. Y acordándonos que antes de morir pidió con gran humildad que en ser muerto todos los religiosos rezasen seis veces el padrenuestro y el avemaría y el gloria para que su alma fuese libre del purgatorio, si allá fuese, luego nos arrodillamos todos y con nuestras pobres oraciones le servimos delante del acatamiento divino  . 

El padre Miguel Herrero certificó en el Proceso: El día que murió el padre Luis este testigo se halló presente a su muerte y vio que, al tiempo que expiró, es a saber, al tiempo que dio la última boqueada, que se entendió que entonces sale el alma de su cuerpo, este testigo vio que de su boca salía un grande resplandor a modo de un relámpago o rayo. Estando en la iglesia el cuerpo de dicho santo sin enterrar y estando este testigo también en la iglesia, sintió música muy suave de cornetas y menestriles y miró por toda la iglesia dónde podían estar los menestriles tocando las cornetas y como no viese rastro ni dónde podían estar y que la música era muy suave y algún tanto baja, la tuvo este testigo por música del cielo y no por música de la tierra, y esta música oyeron muchas personas  .

El padre Pedro Foix relata que de su ropa y de su cuerpo, después de muerto salía un gran olor, que hoy día conservan todas sus ropas y cosas. Lo que este testigo tiene por cosa de Dios, porque el olor y fragancia de la ropa y cuerpo no era ni es de la fragancia y olores de la tierra, sino un olor no sentido jamás, que parece nuestro Señor Dios quería y quiere engrandecer a dicho santo fray Luis Bertrán  . 

Y anota: Que vio y tocó su cuerpo después de muerto, el cual quedó con muy buen rostro de manera que manos, pies, piernas y cabeza le meneaban como si estuviera vivo, y a los que le miraban, no solamente no les ponía horror como otros difuntos, sino que les daba contento y movía a devoción mirarle  . 


VENERACIÓN  DE  LA  GENTE

Recuerda el padre Antist: Después de muerto y preparado su cuerpo, fue llevado a la iglesia. Le esperaban algunas señoras con grandes lágrimas y sollozos que le besaban los pies y manos y por momentos empezó a venir mucha gente y a cortarle los hábitos. Y, como intentaron cortarle un dedo, tuvimos que retirar el cuerpo a la sacristía hasta que viniese la guardia del Virrey. La gente de nuevo venía y se quejaba que no les dejaran ver su cuerpo y así por una reja de la sacristía que sale al claustro dejaron besar las manos del siervo de Dios a todos los que pudieron llegar. Venida la guardia, sacaron el cuerpo en hombros de personas principales, pero la devoción de la gente era tanta que fue necesario subir el cuerpo hasta la grada más alta del altar mayor, rodeando las andas los alabarderos y religiosos. Andando la gente seglar en esto, vinieron religiosos de distintas Órdenes y muchos sacerdotes diocesanos. Como apenas lo podíamos defender, tuvimos que llevar su cuerpo de nuevo a la sacristía, donde vinieron a besarle las manos el virrey y la virreina con sus hijos e hijas. Al cabo de dos horas, lo sacaron otra vez al coro, despidiendo primero a todos los que pudieron, cerrando las puertas para que no entrase gente de nuevo, pero siguieron entrando y este trabajo duró hasta las nueve de la noche.

Al día siguiente, en amaneciendo hubo un espantable concurso de gente que acudía con devoción a tocar su cuerpo Y fue cosa acertada haber hecho aquella noche un catafalco delante de la puerta del coro y puesto el cuerpo encima de una andas que estaban cubiertas de brocado. Porque, aun estando puesto en aquel lugar, no podían seis religiosos que estaban encima del catafalco, tres a cada lado, dar razón a los que querían besar las manos y tocarle con los rosarios. Había algunos seglares que ponían rosarios al cabo de unas varas para alcanzar a tocar con ellos el cuerpo.

Dicha con mucha solemnidad la misa mayor, cuando le quisieron enterrar se levantó grande alarido en la iglesia y arremetieron con furia a tomarle de la ropa que le quedaba encima y, aunque les quemaban las manos con hachas encendidas, no pudieron defender que no le descubriesen parte de su cuerpo, llevándose la ropa  . 

Y continuó el padre Antist: Llegada la noche y cerradas las puertas de la iglesia y del convento, admitieron solamente algunas personas especiales. Cuatro religiosos estuvimos buen rato, tocando el cuerpo con muchísimos rosarios y sortijas y joyas, que habían enviado personas particulares. Allí dentro del lugar donde se iba a enterrar, noté lo que todos habían advertido y es que, siendo verdad que los hombres después de muertos se ponen feos, denegridos y yertos, no solamente se puso el cuerpo del siervo de Dios hermoso y devoto con un rostro de ángel, y manos y uñas y pies blancos como de alabastro y blandos como la cera, y, se le meneaban las manos y los pies y los brazos y cabeza a cualquier parte que los volvían, como si fuera un cuerpo vivo y caliente.

El viernes se hicieron sus funerales solemnísimamente y, por haber infinita gente, fue necesario que las otras Órdenes entrasen por la portería y subiesen por la enfermería y por los terrados de los claustros al coro alto a cantar los responsos. Dijo misa el obispo de Marruecos y predicó el Patriarca san Juan de Ribera  .


MÚSICA  CELESTIAL

Sobre la música celestial que muchos sintieron, estando su cuerpo en la iglesia el día de sus funerales, es verdad que, desde que el santo fue traído a la iglesia hasta que fue enterrado, no hubo música ninguna en toda Valencia. La sintieron muchos dentro de la iglesia y hubo algunos que pensaron que nuestro padre Prior había hecho traer los menestriles para que tañesen. Pero que esto sea falso pruébase por el dicho de los tañedores que todos ellos, aunque son muchos, pueden jurar que no tañeron en todo aquel tiempo en la iglesia de Predicadores ni en su contorno. Y si alguno pregunta cómo, si hubo tanta música, no la oyeron todos sino algunos solamente, respondo que el año 1564, día del Corpus, mientras llevábamos el Santísimo Sacramento desde Luchente hasta nuestra casa, oímos música del cielo por espacio de una hora entera y la oyeron más de mil personas que de diversos lugares había concurrido a la fiesta como consta por los autos que se guardan en la sacristía del convento sobre ello y con todo eso hubo algunos que no oyeron la música y pensaron que era engaño, pero yo que iba incensando el Santísimo sé evidentemente que no era engaño. Y he pensado después que fue providencia de Dios que no todos la oyesen para que no pensasen que era cosa natural  .

El padre Andrés Pérez manifestó que el día de la muerte del santo muchas personas oyeron una música particular. Y entre otras personas que oyeron dicha música fue este testigo. Después de comer, estando este testigo en la propia celda, sintió una gran música y le parecía hacia la parte de la sacristía que era hacia donde estaba el cuerpo de dicho padre Luis. Mucha gente la había oído y mucha gente también no la había oído. Entendió este testigo que era música celestial, porque se averiguó que en ese día no se había tenido en Valencia semejante música  . 

Fray Antón Ballester afirma: El día que hicieron los funerales del santo padre fray Luis Bertrán hubo tan gran concurso de gente que espantaba. Ese día el testigo no oyó música. La música que este testigo oyó fue de esta manera, que, cuando este testigo salió de la celda donde el santo estaba ya casi expirando y se fue a la iglesia, no sabe de dónde ni cómo, a dicha iglesia vino nueva que en aquel punto había expirado. Y juntamente con dicha nueva, que fue todo al mismo punto, este testigo sintió grande música de menestriles y tan buena que le pareció a este testigo que jamás había oído tal música y, queriéndose asegurar dónde tañían, una vez creyó que la música la hacían en el altar mayor, otra hacia la capilla del Rosario, otra hacia la capilla de san Vicente Ferrer, otra vez le parecía que la música venía de los claustros y otra vez que venía del llano de el Real. Y, aunque le parecía música diferente de la de la tierra y parecía más música celestial que otra cosa, pensó en sí, sería música que la gente del Centenar, en la procesión que en aquel día se suele hacer en Valencia, llevaba dicha música y que se informó bien, porque de cierto no sabía, si la procesión del Centenar llevaba música de menestriles. Cuando le aseguraron que no había habido procesión del Centenar ni que llevase música de menestriles, se confirmó que aquella música era celestial y no de la tierra. Y esta música no la habían oído todos los que estaban en la iglesia, sino solo algunos que serán aquellos a quienes nuestro Señor les había hecho esa merced  . 











RELIQUIAS  Y  EX-VOTOS   

El padre Gomez de Miedes certifica: Cuando murió el padre Luis Bertrán, fue a verlo tanta gente que todos querían besar sus pies, manos y vestidos para cortarlos y llevárselos; y era tanta la profusión de rosarios, de imágenes y de otras cosas con las cuales deseaban ardientemente tocar sus pies, manos y vestidos que apenas se puede relatar. Con enorme dificultad los padres querían enterrarlo, porque ni la guardia del Virrey era bastante para evitar que la casi infinita muchedumbre se acercara al cuerpo del santo. El señor arzobispo, que había subido al púlpito a predicar, no pudo hacerlo de ninguna manera.

Después, este testigo vio que el sepulcro del padre lo visita mucha gente, tanto hombres como mujeres de toda clase, estado y condición. En dicho sepulcro vio este testigo muchas ofrendas de oro, de plata, de cera, sudarios o lienzos con los que envuelven los cadáveres, cabellos, rosarios y otras muchas cosas, casi innumerables y es voz publica que los que dieron y entregaron estos objetos, los ofrecieron como recuerdo de los milagros que Dios nuestro Señor obró y obra por los méritos e intercesión del padre Bertrán  . 

En su sepulcro había muchos ex-votos como señales de milagros o gracias extraordinarias concedidas por su intercesión. Había cabelleras de mujeres, muchas muletas de hombres cojos, tablillas en las cuales hay pintados muchos milagros, también había muchas cosas de oro y plata, rosarios de coral, cosas de cera blanca, cirios grandes y pequeños y muchas formas de cuerpos de hombres y mujeres, muchos bazos, piernas, pies y manos y otras cosas de cera, muchas mortajas grandes y pequeñas, muchas guirnaldas, que se habían hecho para enterrar a algunas doncellas, etc.  .

El mismo día de su muerte, hicieron venir al pintor Ribalta para hacerle un retrato, estando ya amortajado. En ese retrato podemos apreciar que san Luis era alto de estatura, tenía la cara flaca y larga, las mejillas algo levantadas, la nariz afilada y aguileña, los cabellos del cerquillo entreverados de blancos y negros, y muy claros, las manos finas y largas, su aspecto firme, austero y apacible.

Juan Bautista Assor nos dice: El día de la traslación del cuerpo del padre Luis en 1542 vio algo que causa admiración: dicho cuerpo estaba blanco, íntegro, manejable e incorrupto, después de seis meses o más que había muerto y estaba enterrado, y estaba entero de tal manera que parecía que estaba vivo, de lo cual se admiraron todos y daban gracias a Dios, llorando de alegría  .


MILAGROS  DESPUÉS  DE  SU  MUERTE

Muchos milagros hizo el Señor por intercesión del santo padre Luis Bertrán, usando pedazos de ropa que él había usado o algún otro objeto de su uso. Enrique Ferrer declaró que había conocido perfectamente al padre Luis Bertrán y era de dominio público que Dios hizo por su intercesión muchos milagros y muchas obras maravillosas. Y después que murió, vio y ve que frecuentemente se realizan milagros como cualquiera puede ver en su sepulcro y en los libros que han sido publicados sobre su vida y milagros.

Por el mes de abril del año 1583 se le hicieron en la cabeza y rostro, brazos y lado derecho, unas hinchazones peligrosas a una doncella llamada Ana Luisa por las cuales estuvo once días en cama con grande trabajo y tenía el rostro tan hinchado que apenas se le veían los ojos. Una noche se encomendó a santa Catalina mártir y oyó una voz que le decía: "Soy fray Luis Bertrán". Y podemos creer que, ni se había encomendado a él ni creía en sus milagros. Abriendo los ojos, vio junto a su cama, en medio de una gran claridad, un fraile dominico el cual la bendecía. En el mismo punto se le reventó una de las hinchazones y por allí se le salió mucho humor grueso y luego fue mejorando y no le quedó ni rastro ni señal de su enfermedad  . 

Fray Antón Garro certifica: El año 1583 a este testigo le salió una gran hinchazón en el brazo y le daba gran dolor y pena tanto que se presumía y lo decían todos que eran de peste o ramo de ella y como este testigo no osase mostrárselo a cirujano alguno, porque no lo abriesen a fuego o lanceta, viéndose tan malo y que los remedios no le hacían anda, determinó hacer una novena en el sepulcro del padre Luis. Así este testigo comenzó la novena y se untaba cada día con el aceite de una de las lámparas que arden ante el sepulcro del santo y, antes de acabada la novena, este testigo curó de la hinchazón; y como le quedase algo, seguía untándose con el aceite y al acabar la novena, quedó bueno y sano y no le quedó cosa ni señal alguna  . 

Úrsula Puig desde hacía dos años tenía el brazo izquierdo encogido y tullido y en la pierna izquierda había padecido un gran dolor por espacio de un año sin que le aprovechasen las medicinas. Un día oyó hablar de los milagros del padre Bertrán y se fue a visitar su sepulcro y tomó un pedacito de sus hábitos y  lo pasó algunas veces por el brazo y pierna, donde tenía la enfermedad y, antes de acabar la novena, despertó una mañana con perfecta sanidad  . 

Gracia Benedicta estuvo sangrada siete veces por una terrible calentura continua que tenía y no pudo hallar remedio. Una mujer le dio un rosario que había sido del santo padre Bertrán y le dijo que rezase con él y al día siguiente, ya no tenía calentura. Esto lo atestiguaron ella y dos testigos el 19 de octubre de 1582  . 

Leonor Monfort, doncella natural de Morella, llevaba tres años sorda. Vino a Valencia y se fue a visitar el sepulcro del padre Luis Bertrán e hizo una novena y el voto de llevar el hábito de santo Domingo, si se sanaba. Y acabada la novena se curó. A 5 de septiembre de 1585  .

Luis Almenara recuerda que el padre Luis hizo un insigne milagro en su casa. Su hija Rafaela Almenara tenía en el cuello un tumor que habían visto los cirujanos y habían acordado que tendría que abrirse por la noche, pero ella con muchos ruegos logró que yo le quitara el emplasto o cataplasma que le habían aplicado al tumor y que le sobrepusiera un trocito de la túnica del padre Luis Bertrán y, habiéndolo hecho así este testigo, por la mañana cuando vinieron los cirujanos, encontraron el tumor casi fluido y resuelto. Y por el auxilio de Dios y los méritos y oraciones del padre Luis en pocos días recuperó la salud sin que los cirujanos abrieran ni tocaran el tumor  . 

El padre Luis Herrero declaró que tenía una hermana llamada Elvira Herrero muy enferma. Los médicos la habían desahuciado y le habían dicho que había de morir, pero la dicha hermana le dijo a este testigo que confiase, porque no había de morir de aquella enfermedad y que sanaría. Esto lo sabía, porque se le había aparecido el padre Luis y le había puesto sus manos encima de su rostro y le había dicho que no había de morir. Y ese mismo día se le quitó la calentura y aquella noche mejoró y de allí a pocos días curó totalmente  .
El padre Jerónimo Bautista refiere: Estando yo en Zaragoza me contó la mujer del doctor Rodilla que tenía un hijo, que quedó sordo. Su padre hizo cuantos remedios pudo y no le aprovecharon. Dijo entonces la madre que, ya que los médicos de acá no bastan, acudamos a los santos. Y le puso en un oído un poco de una venda o cinta del santo padre fray Luis Bertrán y luego comenzó a oír y después oyó muy bien con gran admiración de sus padres  . 

El señor Gaspar Aguilar declaró: Hará tres años que tenía, en la planta del pie derecho una enfermedad, porque se le hizo un grano negro y creció tanto que toda la planta la tenía como carne viva y no podía reposar ni de noche ni de día. Los remedios de los médicos no le hacían nada y así estuvo tres años sufriendo este mal. Un amigo suyo le sugirió que hiciese una novena al padre Luis Bertrán. Y este testigo con gran devoción empezó a hacer dicha novena en el sepulcro del padre y encendía candelas cada día en su sepultura en honra de la Santísima Trinidad. Y hacía sus oraciones ordinarias al santo. Empezando a hacer la novena, se halló muy mejor y, antes de acabar la novena, se le cerró gran parte de la llaga del pie y de la pantorrilla y, después de haber acabado la novena, de allí a cinco días, se le acabaron de cerrar las dichas llagas del pie y de la pantorrilla y estuvo todo bueno. Y este testigo lo tiene por milagro alcanzado por intercesión del dicho padre Luis Bertrán. Y en todo el tiempo que duró hacer la novena, no se puso medicina alguna  . 

Fray Antón Ballester, dominico, refiere: Un día vi entrar en la iglesia un mancebo de poca edad, cojo, llamado Miguel de Villanueva, que traía muchas manchas en su cuello y mostró grandes agujeros de lamparones (tumores) y fue al sepulcro del santo para hacer una novena. Hizo la novena y cada día se sintió un poco mejor y acabada la novena, se acabó de curar. Y este testigo vio el cuello sin ninguna mancha ni agujero de tal manera como si jamás hubiera tenido dicho mal, salvo que le quedaban las cicatrices o señales del gran mal que había tenido  .

El padre Francisco López relata que halló en Tubará en las Indias el libro de bautismo de todos los que el padre Luis había bautizado, escritos de su mano. Y teniendo relación de que en Valencia había hecho muchos milagros, no solamente por su persona, sino también por sus cosas, estando ya para morir Martín Campanero, indio de Tubará, ya sin habla y los ojos quebrados, el pecho levantado y oliendo a tierra, moríase sin confesión por habérsele quitado el habla de repente. Y acordándose este testigo de lo sobredicho, quitó una hoja del libro de bautismos, escrito de la letra y forma de dicho padre, y poniéndosela al indio enfermo al cuello con fe y devoción, dentro de día y medio, poco más o menos, sin poner otro remedio, cobró el habla y confesó con este testigo y está hoy bueno y sano  .


LA  GLORFICACIÓN

Fue beatificado por el Papa Pablo V el 19 de julio de 1608 y canonizado por el Papa Clemente X en 1671. El 3 de septiembre de 1690 fue declarado patrono principal del nuevo Reino de Granada (Colombia) por decreto de la Sagrada Congregación de Ritos, aprobado por el Papa Alejandro VIII. La provincia dominicana de Colombia también lo tiene por patrono y lleva su nombre.

Su fiesta se celebra el 9 de octubre. Su cuerpo fue profanado y quemado durante la guerra civil española en 1936.


CRONOLOGÍA

Nació el 1 de enero de 1526.
Toma de hábito el 26 de agosto de 1544.
Profesión el 7 de agosto de 1545.
Ordenación sacerdotal y primera misa, en 1547.
Su padre muere el 7 de noviembre de 1548.
Nombrado maestro de novicios interino en 1549.
Nombramiento oficial de maestro de novicios el 21 de septiembre de 1551.
Nombrado Superior de Albayda en 1558.
Nombrado maestro de novicios y estudiantes por quinta vez en 1560.
Ida a América en 1562.
Nombrado Prior de Santa Fe en Colombia en 1568.
Vuelta a España en 1569.
Prior de san Onofre en 1570.
De nuevo maestro de novicios y estudiantes en 1574.
Prior de Valencia en 1575.
Informe de san Luis al virrey sobre la expulsión de los moriscos en 1579.
El 9 de octubre de 1581 muere.
Publicación de su vida y Adiciones del padre Antist en 1593.
Beatificado por el Papa Paulo V el 19 de julio de 1608.
Canonizado por el Papa Clemente X el 12 de abril de 1671.
Declarado el 3 de septiembre de 1690 patrono de Colombia.






CONCLUSIÓN

Después de haber leído la vida de san Luis Bertrán, podemos exclamar llenos de alegría: Bendito sea Dios en sus santos. San Luis Bertrán ha sido uno de los santos más carismáticos de la historia de la Iglesia. Sus predicaciones estaban llenas de unción y el poder de Dios se manifestaba en plenitud en la conversión de los pecadores y de los indios colombianos, cuando estuvo en aquellas tierras.

Su espíritu de sacrificio y su deseo de martirio manifestaban en él un amor inmenso a Jesucristo y a la Iglesia. Su mayor deseo era dar la vida por amor a Jesús. Cuando celebraba la misa, a veces lo veían lleno de resplandor sobrenatural y lo mismo en algunas ocasiones, cuando estaba en oración. Los religiosos dominicos lo consideran como un gran ejemplo a imitar por todos. Fue un hombre de Dios que, a pesar de sus enfermedades frecuentes, se dedicó con todas sus energías a servir a Dios y a los demás.

En los Procesos de beatificación y canonización, los testigos declaran constantemente que lo admiraban por el amor y el poder divino que transmitía. Dios estaba con él y se le notaba, especialmente al celebrar la misa y cuando oraba por los enfermos para conseguir su sanación.

Aprendamos de él a llevar una vida de oración, sabiendo compartir nuestra fe con todos los que nos rodean. Hay demasiada gente a nuestro alrededor que busca la felicidad y no sabe que solo en Dios encontrará la verdadera felicidad, en la medida de lo posible en este mundo y, sobre todo, por toda la eternidad.

Vivamos para Dios y rindamos nuestra vida a Dios, consagrándonos a su servicio para compartir nuestra fe con los demás.

Que seas santo. Es mi mejor deseo para ti. 



Tu hermano y amigo para siempre.
P. Ángel Peña O.A.R.
Agustino recoleto



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BIBLIOGRAFÍA

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Cellerno, Vita di S. Luigi Bertrando dell´Ordine dei predicatori raccolta da processi fatti per la sua canonizzazione, Roma, 1671.
Doye J., Histoire veritable de la vie et miracles du B. P. S. Louis Bertran de l´Ordre de saint Dominique et de sa beatification par notre S. P. le Pape Paul V, composée en espagnol per P.B. J. Roca, Tornaci, 1628.
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Llorente P., Vita de S. Luigi Bertrando dell´Ordine dei predicatori, Roma, 1671.
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Roca Baltasar Juan, Historia verdadera de la vida y milagros de san Luis Bertrán, hijo de la ciudad y convento de predicadores de Valencia, Valencia, 1608.
Sempere, Vida y milagros de san Luis Bertrán, Valencia, 1914.
Varios, San Luis Bertrán, Reforma y Contrarreforma española, Valencia, 1973.
Vidal y Micó Francisco, Historia de la prodigiosa vida, virtudes, milagros y profecías del segundo ángel  del Apocalipsis y apóstol valenciano de las Indias occidentales san Luis Bertrán, Valencia, 1743.
Vidal y Micó Francisco, Prodigios obrados por el apóstol de las Indias occidentales y segundo ángel valenciano san Luis Bertrán, Valencia 1747.


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