VENERABLE SOR FILOMENA DE SANTA COLOMA

P. ÁNGEL PEÑA O.A.R.



















VENERABLE  SOR  FILOMENA DE  SANTA  COLOMA



















S. MILLÁN – 2018


VENERABLE  SOR FILOMENA  DE  SANTA  COLOMA










Nihil Obstat
Padre Ricardo Rebolleda
Vicario Provincial del Perú
Agustino Recoleto








Imprimatur
Mons. José Carmelo Martínez
Obispo de Cajamarca (Perú)














S. MILLÁN – 2018

ÍNDICE GENERAL


INTRODUCCIÓN
Su familia.
Su infancia.
Primera comunión.
Gracia sobrenatural.
Sufrimientos físicos.
Deseo de entrega total.
Entrada al convento.
Noviciado.
Profesión religiosa.
Vida conventual.
El demonio.
Carismas sobrenaturales.
a) Conocimiento sobrenatural.
b) Visión de almas purgantes. 
c) Don de sanación.
d) Éxtasis y heridas de amor.
Amor a Jesús.
Misionera e intercesora.
El Niño Jesús.
Jesús Eucaristía.
Las tres estrellas.
Sus predilectos.
Reformadora.
La fundación.
Última enfermedad y muerte.
Milagros después de su muerte.
La Revolución.
Exhumaciones.

CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA








INTRODUCCIÓN

La vida de sor Filomena Ferrer o Filomena de Santa Coloma es una vida extraordinaria. Desde niña sintió deseos de amar cada día más a Jesús, el amor de su vida. Sus padres, al ver su mala salud, no le permitieron hacer muchas penitencias ni creyeron que valía para la vida religiosa.

Pero Jesús la había escogido desde toda la eternidad para ser su esposa e hizo posible que entrara en el convento, donde se realizó plenamente, llevando una vida de mucha austeridad y penitencia, ofreciéndose a Jesús como víctima por la salvación de los pecadores. Incluso hizo el voto de hacer siempre lo más perfecto.

Jesús no se dejó ganar en generosidad y le concedió muchas gracias sobrenaturales y se le aparecía, al igual que la Virgen María, para hacerle pasar momentos de cielo dentro de su vida de sufrimientos por sus enfermedades y penitencias voluntarias.

Dios la escogió para renovar en su monasterio la vida según la antigua Regla de la Orden, para vivir como descalzas. Y también para fundar un convento nuevo en su ciudad natal con un templo expiatorio para expiar tantas ofensas que Jesús recibe de los pecadores en el mundo entero.

Sobre todo después de su muerte, Dios manifestó su gloria con milagros extraordinarios. Por lo cual su proceso de beatificación está en marcha y esperamos que pronto la veamos en los altares para gloria de Dios, exaltación de la Iglesia y beneficio de sus devotos.




Nota.- Sum se refiere al Summarium (Sumario) de los testimonios de los testigos del Proceso de canonización.










SU   FAMILIA

Su familia vivía en Mora de Ebro, provincia de Tarragona, en la región de Cataluña, España. Entonces este pueblo tenía unos 3.800 habitantes. La familia Ferrer vivía desde hacía varias generaciones en este lugar, dedicándose a los trabajos de escultura, arte que se había transmitido de padres a hijos. Este trabajo los llevaba con frecuencia a vivir en distintos lugares para la ejecución de sus obras en el lugar de los contratos.

Su padre, Félix Ferrer, se dedicó al arte sacro, trabajando sobre todo en retablos y estatuas. En sus diferentes desplazamientos para la realización de sus trabajos estuvo en Maldá (1853), Lérida (1854), Palma de Falset (1855), Bellmut y Tivisa (1856), Pla de Cabra (1858), Sarreal (1861), San Cristóbal de Calaceite, etc. Entre otras esculturas dejó los misterios de la Pasión de N. Señor (1865-1867), pero muchas de sus obras religiosas fueron destruidas por los comunistas en la guerra civil de 1936-1939.

Su madre, Josefa Galcerán, fue una madre de familia cristiana que educó a sus hijos en la fe católica. Su esposo dijo de ella: Fue fiel guardadora de la ley de Dios en grado eminente, por lo cual mereció toda mi confianza en todo y de un modo especial en lo que toca a la educación de mis hijas  .

Por su parte, el padre Narciso Dalmau, confesor de Filomena escribió: Su madre fue muy caritativa tanto que los pobres la llamaban por el dulce nombre de "madre". Andaba muy solícita en educar a sus hijos en el santo temor de Dios y portándose con ellos fuerte y suave a la vez, según convenía a la edad e índole de cada uno, les hizo tomar afición a la virtud  . 

Tuvieron diez hijos, cinco de los cuales murieron en temprana edad, víctimas de afecciones epidémicas, entonces fáciles y frecuentes. Los sobrevivientes fueron: Filomena, Félix, Miguel, Joaquina y Manuela.








SU  INFANCIA

Filomena nació en Mora de Ebro el 3 de abril de 1841. Su padre le hizo la cuna y en ella grabó el monograma latino de Jesús IHS (Jesús-Hombre-Salvador). Al día siguiente fue bautizada en la parroquia de San Juan Bautista. Así consta en el libro de bautismos: En la iglesia parroquial de Mora de Ebro a los cuatro días del año 1841, yo el infrascrito Prior de ella, bauticé solemnemente a Filomena Ferrer, hija legítima y natural de Félix y de Josefa Galcerán, consortes y vecinos de la presente villa... Fueron padrinos Francisco Lorant y Cándida Barceló, advertidos del parentesco y obligaciones. Nació a las siete de la tarde del día anterior.

Cuando Filomena vino al mundo, ya su madre la había consagrado a la Virgen. Apenas concebida, se había sentido fuertemente impulsada a ello.

Desde niña Filomena manifestaba un corazón noble y puro. Su padre dijo de ella: Antes de hablar, con una sola mirada, señal o palabra, comprendía mis órdenes o insinuaciones y con admiración de todos, las cumplía  .

A los siete años fue enviada a la escuela. Su primera maestra, Teresa Serra, la ponía como ejemplo para otras niñas y decía: Deberíais ser todas como Filomena. Y anotaba un hecho curioso por decir lo menos. A veces, estando en la escuela,  pedía permiso para ir a casa, porque decía que su madre la llamaba. Un día quiso aclarar esto y la madre de Filomena le aseguró que así era. No hacía más que acercarse a la ventana y decir sin gritar: Filomena, ven. Y Filomena sentía la llamada de su madre y quería obedecer.

Una de sus compañeras de clase, Magdalena Amorós, declaró: Me había quedado una parte del pan de la merienda y, al salir de la escuela, ella me exhortó a darlo a una pobrecita que pasaba por allá  . Y añade: Íbamos muchas veces a lavar la verdura al  río Ebro y, si oía alguna blasfemia o palabra mala, la reprendía. Tenía miedo de que se acercasen a nosotras los barqueros por temor de oír malas palabras y para evitar algún insulto  . Y continúa diciendo la misma Amorós: A veces íbamos al mes de María o a alguna otra función de la iglesia y nos preguntaban qué nos habían dicho. Ella se acordaba más que las demás  .

Un día jugaba con otra niña a buscar una moneda que habían escondido. Y tuvo que insistir mucho para que le devolvieran la moneda encontrada, porque era suya. Era una moneda de cuatro maravedíes. Siendo religiosa, mostró mucha delicadeza de conciencia y acusará este hecho como pecado grave.


PRIMERA  COMUNIÓN

Hizo su primera comunión el 18 de octubre, fiesta de Santa Teresa de Jesús. Ella escribió: A los doce años, después de muy examinadas mis disposiciones y conocimientos, me comulgaron por primera vez en el feliz día de santa Teresa de Jesús, no permitiéndome comulgar antes de esta edad los temores de mi prudente y cuidadosa madre. De la primera a la segunda comunión hubo de distancia unos tres meses, poca la diferencia, que parece dio trazas este buen Dios, y dispuso en mi alma cosas tan secretas que no sé explicar; y teniendo mediante este tiempo que mudar de población, se me dio por confesor un muy fervoroso sacerdote, del que he juzgado varias veces debía entender lo que pasaba en mi interior, y del camino y espíritu que el Señor me iba preparando. Me dirigió por un año el dicho sacerdote tratándome siempre con mucha severidad, contradiciéndome en todo, aunque cumpliese muy exacta lo que me mandaba, pues en todo hallaba motivos de reprensión. Nunca he hallado confesor que me tratase con rigor semejante, aunque tantos he tenido que mudar, motivado por el oficio de mi señor padre.

Los bienes que me resultaban de la aspereza de mi confesor, confieso eran sin duda muy grandes, pues tenían sus reprensiones tan humillada mi soberbia, que me parece no he conocido más que entonces la humildad. Me mandó comulgase más a menudo, pero como no lo podía hacer sin la licencia de mis padres, obtenida ésta, lo cumplí como me lo ordenó su dirección. Sin manifestar al dicho confesor lo que Dios me hacía gustar ya de domésticas contradicciones, me hablaba de cosas de mucha perfección, pero siempre con rigor, y reprendiéndome en lo mismo que me decía, y tanto como iba aumentando el rigor de sus reprensiones, me esmeraba en obedecerle, pero había ocasiones que me mandaba lo que no decía bien con las órdenes de mis señores padres, y entonces me hallaba contradecida de todos lugares. Entre otras cosas un día me dijo (señalándome varios títulos de los que se dan para orar a la Santísima Virgen): ¿Cuál de éstos escoge por tu favorito? Y sintiendo grande amor a la Concepción de María Santísima, le respondí que era éste el que elegía por mi más favorito y de mayor estima. No había dejado de derramar copiosísimas gracias el Señor en mi alma, pero sin comparación fueron mayores en el feliz tiempo que me dirigió el citado confesor. Sentía unas operaciones interiores que me disponían el alma para cosas que no entendía, y lo que más abrasaba mi pobre corazón era una tierna devoción a mi dulcísima Madre la Santísima Virgen María  .

El sacerdote a que se refiere fue el párroco de Maldá (Lérida), adonde se habían trasladado sus padres a los 15 días de su primera comunión. Se llamaba José Esqué y declaró en el Proceso de canonización: Durante el año que se confesó conmigo, al menos una vez al mes, jamás encontré en Filomena, no digo un pecado mortal, sino ni uno venial deliberado  .


GRACIA  SOBRENATURAL

Ella escribió: Llegado que fue el tiempo destinado para el combate, y como ensayo para él, sucedióme que sin acordarme de algún precedente accidente, ni enfermedad alguna, perdí todos mis sentidos sin padecer por ello dolor alguno, porque fue con grande suavidad y prontitud lo dicho. Duróme a mi parecer unas dieciocho horas. Pareciendo a mis padres que tal accidente sería algún notable trastorno de la naturaleza, me pusieron con mucho desvelo en la cama, y llamando al señor médico, me aplicaron tantos remedios como ordenó sin sentirme de ninguno de ellos, ni de la lanceta que abrió mis venas arrojando toda la sangre que quiso el cirujano. Abrí de improviso mis ojos como que despertase de un dulcísimo sueño sin sentir dolor alguno como antes, sólo me causó novedad ver mi cama rodeada de mis padres, y otros sujetos que no conocía. Viéndome tan risueña, se fueron dejándome algún tanto sola, y sintiendo grande recogimiento y claro conocimiento del misterio de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, me levanté de la cama, y postrándome ante esta celestial Princesa, le desahogué los afectos que producían las operaciones interiores, las que no me es fácil explicar. Se me comunicó con tanta certeza y sublime alteza la Concepción de María Santísima, la hermosura de la virginidad, y lo mucho que la apreciaba esta celestial Reina, que sin estar en mí otra cosa, ni poder resistir a la parte superior que esto me mandaba, le prometí seguir sus huellas, quiero decir, le consagré muy gustosa mi virginidad con los afectos más sinceros, y aclamándola por mi dulcísima Madre, ofreciéndome por su siempre obediente hija con los más cordiales afectos de mi corazón. ¡Con qué abundantes mercedes me ha agradecido mi cariñosa Madre mi consagración, y el haberla elegido por mi Madre! ¿Qué hubiera sido de mí entre las horribles batallas y combates en que luego fui puesta, si no hubiera sido por la protección de mi amantísima Madre? Ciertamente no se hablaría, ni habría ya memoria de mí en este mundo por la inmensidad de los dolores y angustias que pude tolerar con la asistencia de mi caritativa Madre, la que quisiera ver amada de todo el mundo por ser tan digna de ello  .


SUFRIMIENTOS  FÍSICOS

Aún no cumplidos los trece años de mi edad, de improviso me acometieron sin saber cómo muchos y grandes dolores, conservando siempre los colores muy sanos y sin interrupción ni en unas ni en otras estaciones. Juzgaron tanto mis padres como los médicos, serían indisposiciones de las que padecen otras jóvenes en dicha edad. Empezaron desde luego a aplicarme remedios y más remedios, o más bien digo, martirios y más martirios, pues este efecto obraban en mí los costosos gastos que sin reparo hacían a favor de mi salud, pero siempre iba de mal a peor. Empezaron a dañarme los alimentos, y tan gravemente, que sólo Dios y esta su esclava lo pueden entender, y yo no explicar. Lo notaban mis padres, a pesar de mi disimulo; porque a veces estando en la mesa aun comiendo, me molestaban rigurosamente los alimentos, subiéndome con gustos muy asquerosos que a veces me hacían temblar. Muy bien notaba esto mi madre, la que no perdonaba trabajo ni diligencia alguna para aliviar mis frecuentes accidentes y dolores, los cuales se aumentaban más con lo mismo que los querían aliviar. Todo cuanto me mandaban tomar lo recibía con pronta obediencia, pero llegaba a causarme tal daño lo mismo que a otras daba la salud, que sin poder más, unas veces me causaba molestísimos vómitos, otras angustias y dolores muy agudos, llegando a veces a las puertas de la muerte. En lo que trabajaron mucho fue en ver si podrían disponer mi estómago para que produjesen buen efecto los alimentos que diariamente se usan en casa; pero todo era en vano, acrecentándoseme más y más mis congojas, sin tener valor de manifestar el daño que me hacían, hasta que viéndome tan afligida, dije alguna vez: "Madre, todo lo que recibo por remedio me daña gravemente". Permitiendo Dios tomase tan a pecho estas mis impaciencias, que de allí en adelante se me añadieron penas sobre penas, y dolores corporales, y sin comparación dolores interiores con suma violencia y rigor, porque más llagaban mi alma las crudas y ásperas reprensiones que me daba mi buena madre, muy solícita de mi bien espiritual y temporal. Llegábame a decir que con mis inobediencias le acababa la vida; que era causa de su continua aflicción; que todo eran imaginaciones mías, repitiendo remedios sin cesar, los que tomaba prontamente.

Otras pruebas se juntaron no menos sensibles para mí en medio de mis dolores, y fueron: que notando, que desde muy niña practicaba actos de mortificación sin yo misma advertirlo, como eran, pedir a mi señora madre me dejase ayunar; a veces me hallaban sin almohada y pendiente mi cabeza de la cama; otras sin abrigo en el invierno; otras comiendo lo que me había de causar hastío por ser destinado para los animales y no para personas; otras dando cuanto se me permitía a los pobrecitos de Jesucristo, a los que amaba tiernamente. Notando estas y otras cosas mi madre, permitió Dios pensase que todo era obra mía, y que quería darme a una vida muy áspera y penitente. Me mandaba que al punto de entrar en el aposento, me fuese al instante a descansar en la cama; así como entraba en él ponía mis manos sobre mis vestidos temerosa de faltar a la obediencia de mi madre, pero sin valer nada mis diligencias, entraba a deshora a ver cómo obedecía sus órdenes y me hallaba en tierra. Volvíame a mandar lo mismo con rigurosas amenazas, y cumpliendo yo también las dichas diligencias, pero era también en vano. Y pensaba que eran mis caprichos a su parecer causa de mi tan débil salud. Se me añadieron tres o cuatro caídas entre las dichas enfermedades, y una de ellas tan peligrosa, que tuve por mucho tiempo una abertura muy cerca de la cerviz, arrojando mucha sangre y apostemas por ella, conservando esta y otras señales para perpetua memoria de los regalos que he recibido de Dios  .


DESEO  DE  ENTREGA  TOTAL

En el mes de agosto de 1855 estaba Filomena con sus padres en Palma de Ebro y se contagió de cólera. Llegó al punto de estar casi cadáver y todos estaban convencidos de que iba a morir, pero su madre, acordándose de que antes de nacer la había consagrado a María, acudió a la Virgen y al patrocinio de santa Filomena, como su santa patrona. Y se recuperó tan rápidamente que en la tarde de ese mismo día, al pasar por delante de la casa la procesión de san Roque, pudo acercarse a la ventana para venerar la imagen del santo, invocado para que cesara la epidemia de la peste. Filomena  interpretó su rápida curación como un regalo de Dios y de que su voluntad era que su vida fuera enteramente para él.

Cuando Filomena tenía 16 años, solicitó el permiso de sus padres para entrar a un convento, pues como ella misma declaró: Desde niña había deseado abrazar la vida religiosa en algún convento que estuviese dedicado a la Santísima Virgen. Cuando tenía 14 años y estaban viviendo en Lérida iba a la escuela de las religiosas de la Enseñanza y ya entonces le había pedido a su padre poder entrar allí de novicia. Ahora con 16 quiere entrar en un monasterio de vida contemplativa, pero encuentra fuerte oposición en su familia, sobre todo de su madre. Le prohíbe que vaya a la iglesia en los días laborables y para que se ocupe de las tareas del hogar, despide a la criada y la obliga a trabajar más de lo que estaba acostumbrada  .

En 1858, estando viviendo con su familia en Pla de Cabra, tuvo la gracia de Dios de encontrar buena acogida con el párroco don Domingo Folch, a quien le confió el estado de su alma y sus deseos de vida religiosa, porque estaba empezando a dudar si su vocación era precisamente la vida religiosa ante tantas incomprensiones y oposiciones de su familia 

Ella escribió: Llegaban ocasiones en  que entre las enfermedades, ásperas reprensiones, oscuridades del cielo, desconsuelos de la tierra, contra mí las bestias infernales que no dormían ni un instante y me afligían con varias ilusiones, llegaba a padecer tanto que no sé cómo explicarme. Andaba flaquísima como perdida sin consejo, pues nada decía de lo que padecía. Eran muy distantes las veces que  recibía a mi  dulce Salvador en la Eucaristía  .

En su casa lleganron a pensar que sus deseos de vida religiosa era una pretendida fuga de sus obligaciones domésticas y la llamaban en tono de burla la monja.

Una compañera de clase cuando estaba en ese pueblo de Pla de Cabra refiere: Íbamos las dos a la escuela y además venía a la Rectoría para aprender latín, al que era muy aficionada. Era muy amable con todos, cortés y jovial. Aprendía el  canto de su padre que, además de escultor, era también músico y lo hacía muy bien. Aunque fuese ya mayorcita, no le daba ninguna pena ir con el cubo a la fuente. Dejaba el cubo y, mientras se llenaba, iba a la iglesia, que estaba muy próxima, para encomendarse a Dios  . Según afirmaron sus compañeras, Filomena era la primera en llegar y la última en salir de la escuela. Lo primero que hacía era correr a los pies de una imagen de la Virgen y arrodillada hacer una breve oración.

Por fin el párroco que, al principio no la había apoyado, al conocerla bien y sabiendo que sus deseos de vida religiosa eran auténticos, fue a visitar a sus padres para convencerlos de que la dejaran seguir su vocación. Así que, después de 5 años de oposición, sus padres aceptaron que pudiera realizar sus deseos. Su madre le prestó sus libros de devoción: Introducción a la vida devota de san Francisco de Sales, y la Imitación de Cristo. Y le permitió ir a la iglesia cuantas veces deseara, además de que pudiera ayunar tres veces por semana al darse cuenta de que eso le venía bien a su salud corporal.



ENTRADA  EN  EL  CONVENTO

Filomena deseaba entrar en un convento consagrado a la Inmaculada. El párroco de Pla conocía el convento de Valls (Tarragona), donde ya había llevado a una joven. Durante el año 1859 el párroco hizo una visita a este monasterio y la Superiora, Madre Luisa de la Dolorosa, le había preguntado si conocía alguna joven que quisiera ingresar, pero que tuviese buena voz y tuviese conocimientos de música, ya que hacía poco tiempo había fallecido la monja que tenía el oficio de maestra de canto. Él pensó inmediatamente en Filomena. Habló con sus padres y les propuso este convento de monjas Mínimas, cuyo fundador había sido san Francisco de Paula. El convento estaba consagrado a la Inmaculada, por lo que con el tiempo este convento será llamado de las monjas de la Concepción.

Lo bueno era que, al entrar Filomena con el oficio de cantora oficial, la dote exigida sería muy baja con respecto a la habitual, lo que sería una ventaja para sus padres. El único inconveniente que veían sus padres era la mala de salud de Filomena, pero en esto había mejorado los últimos meses. Así que se organizó una visita de Filomena al convento para hablar con las religiosas. Todo salió bien y fue admitida.

Para el ingreso su madre le compró zapatos nuevos y le preparó el ajuar correspondiente. Su entrada en el monasterio de Valls tuvo lugar el 29 de enero de 1860. Filomena llegó acompañada de sus padres y de su hermano Félix. Al despedirse de su madre, ésta le dijo: Hija mía, entra en este claustro para que te consagres a Dios; y a fin de que se cumpla la consagración que yo hice de ti a la Virgen María antes de que tú nacieras. Después la presentó a la Superiora y le dijo: Madre, les entrego esta hija mía, limpia y pura como Dios me la dio, pues que no dudo permanece en ella la gracia bautismal  . Todavía no había cumplido sus 19 años.

Por su parte el párroco de Pla, al presentarla la primera vez, les había dicho: No os traigo una religiosa a formar, sino un tesoro  . Y ella misma hablaba con amor de su convento, llamándolo la casa de María.

Según sor Magdalena de Santa Tecla, parecía que viviese más en el cielo que en la tierra, tanto que, al volver al locutorio con los suyos para despedirse, después de haber entrado, les repetía: Padres míos ¿verdad que me han entregado de corazón a  Dios nuestro Señor?  .

A los pocos días de su ingreso cayeron enfermas varias religiosas y Filomena, infatigable y siempre sonriente, las atendió, tratando a cada una como esposa del Cordero inmaculado.

También ayudaba en lo que podía a la hermana de la cocina y muy en especial a una hermana anciana y enferma para aliviar así a la enfermera oficial que tenía mucho trabajo.


NOVICIADO

Fue admitida al noviciado y la toma de hábito tuvo lugar el 29 de marzo de 1860, a los dos meses de su entrada. El padre Narciso Dalmau, confesor del convento desde 1855, fue el que ofició la ceremonia. Como ya su madre les había pedido que no le cambiasen el nombre, porque era muy devota de santa Filomena, se lo dejaron; y ella añadió su apellido religioso, poniendo el sobrenombre de santa Coloma. En la iglesia se veneraban reliquias de santa Coloma, una santa muy venerada desde antiguo en toda Cataluña, donde hay varios pueblos que llevan su nombre. Así que Filomena Ferrer pasó a llamarse sor Filomena de Santa Coloma.

Durante su noviciado, afirma su Superiora, a pesar de que yo la contrariase alguna vez en el comedor, jamás se mostró descontenta, antes bien lo deseaba vivamente  . 

El padre Narciso declaró: Yo mismo me esforcé con deliberado propósito en contrariar a mi confesada o penitente y jamás pude descubrir la menor repugnancia en seguir los arduos consejos a seguir hasta mis más ligeras indicaciones, siendo para ella la voz de Dios  .
 
Durante el noviciado fue un ejemplo para sus compañeras y, además de maestra de canto, se le asignó el cuidado del guardarropa. Ella escogía para sí lo más pobre y usado, pasando a otras la mejor ropa  .

Cuando llegó el tiempo de la profesión de los votos, empezaron a preparar la fiesta, pero se enfermó con una grave disminución de la vista, que le impedía participar en la recitación del Oficio divino o aplicarse a los trabajos de coser y bordar.

El padre Narciso refiere: Me declaró su enfermedad. Pensé que sería una estratagema del enemigo para impedir la realización de los deseos de la virtuosa novicia... Le recomendé que se dirigiese a Señor y yo ofrecí hacer lo mismo por mi parte... Ella respondió: "Ya ve, padre mío, que, según las santas Constituciones, por primera vez tengo que presentarme al Capítulo en que se ha de tratar de mi admisión a la profesión religiosa. Si he de profesar así indispuesta será para mí un martirio cruel que  durará tanto como mi vida el pensamiento que jamás se apartará de mí, esto es, que habré prometido al Señor muchas cosas que no podré cumplir. Por lo cual, suplico usted, me diga con toda llaneza qué debo hacer en tan apurada situación. Estoy dispuesta a todo: si es menester abandonar esta dulce morada y volver a mis padres, iré sin dilación, persuadida de que esta es la voluntad del Señor, que no me llama a este estado religioso". Yo la consolé procurando llevar la tranquilidad a su ánimo y le añadí que, puesto que el caso no urgía, esperase con calma y tranquilidad que el Señor se dignase manifestar su voluntad siempre adorable  .
 
Su Maestra de novicias declaró: Cuando tuvo ella el mal de los ojos, comenzó a quejarse de la vista y de los temores que tenía de quedarse ciega, no queriendo engañar a la comunidad por más que fuese grande su deseo de profesar  .

La Superiora la hizo examinar y el médico declaró que su enfermedad no era un caso alarmante y que se resolvería muy pronto. Tranquilizados todos, fue admitida a la profesión con gran alegría para ella.


PROFESIÓN  RELIGIOSA

El 4 de abril de 1861, a sus 20 años, hizo su profesión religiosa para siempre. En el libro de las profesiones se escribió: El día 4 de abril de 1861 en este convento de Mínimas descalzas de la villa de Valls, después de haber cumplido el noviciado, sor Filomena de Santa Coloma, de 20 años, natural de Mora de Ebro, obispado de Tortosa, hija legítima de don Félix Ferrer, escultor, y de la señora Josefa Galcerán, cónyuges, hizo su solemne profesión religiosa en mis manos, las de sor Magdalena de Santa Tecla, con asistencia de la comunidad, de sus padres y del padre Narciso Dalmau, Mínimo, comisionado para presidir este acto solemne por el Excmo. Señor don José Domingo Costa y Borrás, arzobispo de Tarragona. En testimonio de este acto solemne lo firman la nueva profesa y la Madre Vicaria-Correctora. Firmado: sor Filomena de Santa Coloma; sor Magdalena de Santa Tecla, Vicaria-Correctora; Sor Luisa de los Dolores, Maestra de novicias; padre Narciso Dalmau, capellán de la comunidad .

Sus padres vivían entonces en Sarreal y acudieron con los hermanos y otros íntimos amigos de la familia, invitados por ellos. Su amiga Magdalena Esplugas manifestó que asistió con su esposo. Y añade: Recuerdo perfectamente cuando cantó la fórmula de la profesión con una voz tan clara, tan llena, tan vibrante que se diría la de un ángel. Después en el locutorio, yo le hablaba pero ella estaba como fuera de sí, por la alegría. Con su corona en la cabeza tenía un aspecto tan hermoso que me parecía la Virgen o un serafín. Me quedó una impresión tan profunda que no se me podrá borrar nunca del corazón.

Aprovechó la emoción de ese día para animar a sus hermanas Joaquina y Manuela a consagrarse también ellas un día como religiosas.


VIDA  CONVENTUAL

Después de su profesión, como era su costumbre, ayudaba a todas en lo que podía, lo mismo en la cocina que en la enfermería y, sobre todo, atendiendo en lo que pudiera a las hermanas ancianas. De hecho se le designó como segunda enfermera. De modo especial estuvo atendiendo a sor Tecla de San José, enferma de arteriosclerosis, y, por tanto, más bien incontentable. A las ancianas las visitaba en invierno, incluso de noche, para taparlas bien.

A la austeridad de la Regla y tradición monástica de su comunidad, añadió otras asperezas y disciplinas con el permiso de sus Superiores. En los días en los que se le permitía mortificaciones extraordinarias, se alejaba de las otras hermanas y se flagelaba. El médico de la comunidad, Francisco Sojo, declaró: Se distinguía por su  gran modestia, recogimiento y mortificación de los sentidos hasta el punto de inspirarme cierto respeto, cuando la visitaba, si bien me recibía siempre con su acostumbrada dulzura y amabilidad  .

A primeros de noviembre de 1866, le confió al padre Narciso: Padre, una cosa me sucede que no puedo remediar y es que todas las noches me  pongo en la cama y a las tres de la madrugada me despierto y me hallo  tendida en el pavimento de la celda, descansando con grande reposo. No entiendo eso  . Esta experiencia la había tenido ella  muchas veces también, estando viviendo de jovencita con su familia.

En cuanto a la abstinencia, no podían entender las monjas de qué se alimentaba, pero sí que lo sabían los animales del huerto porque, a escondidas, cogía algún puñado de hierbas insípidas que, de cuando en cuando, comía y alguna vez pasaba más de una semana sin comer por mandárselo así Dios, como manifestaba en sus escritos. En estas ocasiones la sagrada comunión era su único alimento  .

Vivía pobremente. En su celda tenía dos banquitos, un jergón y una almohada de retazos, una estera con un tronco para reclinar la cabeza, una banqueta con el crucifijo, los breviarios y los papeles de música, alguna sencilla estampa de devoción de la Virgen, de Jesús y de santa Filomena; un frasco de agua bendita, de la que hacia frecuente uso, una silla reparada por ella misma, una palangana y un jarro para el agua.

No obstante su bondad y caridad, hubo algunas hermanas que no la comprendieron. Algunas se burlaban de su humildad, pero ella todo lo ofrecía con amor a su esposo Jesús y siempre sonreía. 

Dos religiosas de la comunidad le tenían fastidio y celos por su oficio de maestra de cantos. Después de la muerte de Filomena reconocieron su error y pidieron perdón. Una de ella decía: Parecía como si el demonio me empujase. Lo que yo promoví contra la sierva de Dios duró nueve meses y contribuyó a hacer resaltar sus heroicas virtudes  . Y añade en su declaración del proceso de canonización: Me siento confundida y desde hace muchísimo tiempo he deseado este momento a fin de poder así reparar de alguna manera las ofensas y malos tratos que le ocasioné  .












EL  DEMONIO

Un problema que tuvo que soportar con el permiso de Dios fue el de las vejaciones diabólicas. Una vez la espantó, siendo niña, de tal manera que tuvo que ir a agarrarse de su padre. Otra vez, mientras lavaba en el río, salieron de allí unas cabezas que la afrontaron con palabras procaces  . Siendo religiosa muchas veces fue acometida con golpes y zancadillas. Una vez fue despeñada por la escalera con un empujón que le hizo dar con la cabeza en algunos escalones. Otra, se vio agredida improvisadamente como por dos grandes gatos; o peor todavía echársele encima imprevistamente un pesado armario de la despensa con todo su contenido, de modo que las hermanas pensaron que estaba ya muerta, pero de todos estos asaltos la libró el Señor, quedando ilesa  .

Una vez el demonio le gritó: Te ahogaré, si no dejas las penitencias. A veces le gritaban con blasfemias o insultos, tenía apariciones horrendas, pero ella los ponía en fuga, usando el agua bendita y gritando "Viva Jesús"  .

El padre Narciso escribió: Diferentes veces en altas horas de la noche he sido llamado por la Superiora y fue  preciso valerme de remedios espirituales para aliviarla. En el mismo instante en que con autoridad sacerdotal he puesto precepto al demonio para que la dejase de molestar, ha quedado libre de sus dolores y accidentes que la  tenían como agonizando. Y lo mismo ha sucedido con la Superiora, valiéndose de autoridad en  tales casos  .


CARISMAS  SOBRENATURALES

a) CONOCIMIENTO  SOBRENATURAL

En la Cuaresma de 1864, estando en el coro, conoció por divina inspiración que entre los penitentes que acudían a confesarse, había uno que acababa de hacer una mala confesión. Ella, llena de dolor, se postró ante Jesús y no cesó de rogarle hasta que le concedió la gracia de que ese pecador se convirtiera y volviera de nuevo a confesar sus culpas con verdadero arrepentimiento.

En mayo de 1864 el padre, Narciso pensó en ir unos días de retiro al monasterio de Montserrat. Él nos dice: Uno de los días Filomena me dijo: "Padre, el pensamiento que le ocupa, quiere Dios que lo ponga en ejecución". Le pregunté cuál era ese pensamiento que yo tenía en mente, ya que a nadie se lo había comunicado. Ella me respondió con evasivas: "Ya lo sabe usted". A los pocos días Filomena fue a confesarse y le pregunté cuál era el pensamiento. ¿Acaso el pensamiento de hacer ejercicios espirituales? Y contestó: "Sí, ese es". Y como yo estaba indeciso sobre el lugar, me dijo: "En Montserrat es y, si bien por el camino se verá en graves peligros, no tema, que por intercesión de la Virgen, de todos se verá libre". Salí para Monserrat el 23 de julio y llegué sin novedad. Al regresar se rompió el freno del vehículo, el cual, libre de toda traba, empujaba poderosamente a los caballos, que, favorecidos del declive de la cuesta, comenzaron a correr a tanta velocidad que las ruedas del coche parecían que no rozaban con el suelo. Estábamos los viajeros dominados por un terror indescriptible. Pero súbitamente paró el coche en medio del camino. Todos nos apeamos y nos salvamos así de una muerte tan segura como desastrosa  .

En el momento del peligro, Filomena se dirigió a la Madre Superiora y le habló, diciendo: Encomendemos a nuestro padre confesor, que está en sumo peligro  . Y todo salió bien.

En octubre de 1864 obtuvo una gracia singular a Antonia Bofarull, hermana de una religiosa de su convento y esposa del sacristán de la iglesia anexa al monasterio. Antonia estaba a punto de dar a luz después de haber tenido otros partos muy difíciles. Su hermana religiosa le pidió a sor Filomena que rezara para que todo saliera bien. Y juntas se pusieron a orar. Al otro día, a las cinco de la mañana, las dos se encontraron casualmente en el coro y Filomena le dijo: ¿Cómo está el recién nacido? La religiosa respondió admirada: ¿Ha salido todo bien? Filomena le contestó: Sí, a las diez de la noche. Y la religiosa fue corriendo a ver a su hermana Antonia, quien le confirmó que a las diez de la noche había dado a luz sin problemas a un niño  .

El padre Narciso escribió: A mediados de 1865 me dijo que nuestro Señor le daba conocimiento interior de cada una de las hermanas con el fin de advertirlas por medio de ciertas insinuaciones discretas y caritativas, lo que Él exigía de cada una de ellas en orden a su espiritual aprovechamiento. Cumplía Filomena esta delicada misión con tanto disimulo que no parecía que corrigiese faltas ajenas, sino propias  . 






b) VISIÓN  DE  ALMAS  PURGANTES

A los 18 días de morir su madre la vio subir al cielo. Estaba Filomena en la enfermería en junio de 1868 y las hermanas que estaban en camas próximas se dieron cuenta que hablaba con alguien. Al final entendieron claramente que decía: Sí, madre, ya puede irse al cielo. Ella se sintió desbordada de felicidad por este hecho. Y manifestó a la Superiora que había visto a su madre, quien le daba gracias por los sufragios que había ofrecido por ella y le manifestaba que se iba al cielo.

Filomena avisó un día a la Madre Superiora que avisase a la Priora del convento de carmelitas calzadas para que sus religiosas ofreciesen sufragios en favor del alma de una monja que acababa morir en su convento y que estaba detenida en el purgatorio por no haber vivido muy bien la pobreza. La Priora recibió el aviso con mucha admiración, pues otra de sus monjas le había dado la misma noticia.

Igualmente, cuando murió el párroco de Valls, don Pedro Cavallé, se presentó Filomena a la Madre Superiora, suplicándole que hiciese rezar a la comunidad un De profundis, porque con ella el alma del párroco iría ya al cielo.


c) DON  DE  SANACIÓN

Una religiosa anciana tenía un tumor en la rodilla y debía utilizar una muleta. Ella le dijo: Se curará pronto. Con su permiso quiero hacer una cosa a su Caridad, pero con pacto de que no lo dirá a nadie. Recibida la promesa, le quitó las vendas de la rodilla y besó su rodilla repetidas veces, lamiendo su llaga, que desapareció completamente.

Dos meses después, a la misma hermana María de Jesús, le vino una excrecencia tumoral en el pecho. Se lo comunicó a sor Filomena, quien le tocó el lugar del tumor y recitó una breve oración. Después le dijo: "No es nada. Desaparecerá  pronto". En la noche la enferma pudo dormir bien y al día siguiente no tenía ya el tumor. La respuesta de sor Filomena ante el asombro de la anciana fue decirle: "Cuando usted dormía un ratoncito se ha comido esta nonada  .




d) ÉXTASIS  Y  HERIDAS  DE  AMOR

Con frecuencia Jesús le hizo pasar momentos de cielo con éxtasis y raptos como  aquella vez en que a sus 13 años experimentó la primera unión extática. Aquella vez estuvo fuera de sus sentidos por 18 horas, habiendo recibido un conocimiento claro del misterio de la Inmaculada. Y a raíz de  este hecho hizo su voto de virginidad a Dios y era tanto el amor que  adquirió a la Virgen María que pudo decir: ¿Qué hubiera sido de mí entre  las horribles batallas y combates en que luego fui puesta, si no hubiera sido por la protección de mi amantísima Madre?  . 

En la Cuaresma de 1866 nos dice: Me pareció elevar mis fuertes clamores hasta el trono de la divina misericordia, pidiendo a Dios me concediese ver libre del demonio a aquel pobrecito (que se confesó mal)… Al instante recibí un favor muy grande: Estando rodeada del dragón infernal, parecióme sentir tocar muy suavemente a la parte derecha. Me pareció  ver un hermosísimo ángel que me hacía señal de que entrase en el  aponsentillo que hay en el coro. Obedecí, haciéndolo sin querer, ni no querer, pues no era dueña de mis sentidos y potencias. Al entrar en dicho  aposentillo vi una hermosísima Señora y un joven bellísimo, los que me  recibieron con indecible amor. Me parecieron Jesús y María, los que recreándome con tiernas palabras parecía querían reposase en su compañía del pequeño cansancio de los ruegos hechos a favor del alma ya dicha y también de los insultos del demonio. Estando yo atónita y sin saber lo que había de hacer, me pareció que Madre e Hijo me hicieron gustar el manjar de un plato y el licor de un vaso, todo celestial y divino, quedando desde entonces muy desabridos todos los manjares de acá y mi  alma llena de agradecimiento  .

Un día le dije a Jesús: Dadme, Jesús mío, un anillo que me sirva de testimonio de ser verdadero lo que Vos obráis con vuestra esclava. Se me respondió: "Te doy el anillo de la fe", quedando grabado en mí este don de Dios de un modo tan firme que no me ha sido posible vacilar un solo instante en punto alguno de los que he sido asaltada contra la creencia de los misterios más sagrados de nuestra santa religión  . 

En los primeros meses de 1863, estando Filomena recogida en la celda, se le aparece Jesús, el cual, apoyando su brazo izquierdo en su espalda y mostrándole con su derecha la llaga del costado, le dice: Estas mis llagas deben ser tu lectura y tu único libro. Y ella escribió: Desde entonces he quedado privada de la lectura, pues no puedo sacar provecho de ella. Si alguna vez tengo un poquito  de tiempo para ello, no es posible sujetar a ella mi entendimiento ni acordarme de lo que he leído sin poder hacer más en esto. El libro insinuado es el que por mi amor fue crucificado, pues en el crucifijo hallo mi consuelo y en el Santísimo Sacramento mi fortaleza  .

Un día, según el padre Narciso: Nuestro Señor la arrebató en plena contemplación y vio el mérito que las oraciones de cada una de las hermanas tenían delante de Dios y el subido amor que la divina Majestad exigía de cada una de ellas; en aquel mismo punto les dirigió una breve pero fervorosísima y eficaz exhortación, tanto que las hermanas le preguntaban: ¿Qué hemos de hacer para amar a este buen Dios? 

Otro día estaba en éxtasis y exclamó: "Madres y hermanas, nuestro padre San Francisco de Paula quiere que estemos muy fundadas en amor y caridad"  .

Con frecuencia Filomena recibía heridas de amor de su esposo Jesús. Era el amor divino que encendía su cuerpo de tal modo y con tales ardores que necesitaba refrescarse físicamente con aire o con agua fría. Un día le dijo al padre Narciso: Padre, no sé si otra vez podría resistir. Dios hiere mi alma con la llama de su amor, el cual abrasa mi corazón  .

Otras veces repetía: Me quemo, me quemo. Antes era fuego, ahora es incendio. Un día le pusieron agua e hirvió enseguida de sólo sumergir en ella sus manos. Y decía: Sufro y amo el sufrir. No quiero vivir sin cruz. Padecer siempre y no morir.












AMOR  A  JESÚS

Tenía tanto amor a Jesús que quería ofrecerle por amor algunos sacrificios por la conversión de los pecadores. Todos los días rezaba el Vía Crucis, se flagelaba con cilicios y algunas veces hasta llevaba bajo el velo una corona de espinas.

El padre Narciso declaró que a mediados de 1863 le dijo: Padre, yo quiero ser santa, quiero ser muy santa. Un día escribió con su sangre: Dios, alma, eternidad. Cueste lo que costare me quiero santificar. Mi Amado todo para mí y yo toda para mi Amado.

El 4 de agosto de 1865 estaba en la recreación y refiere: Cogí una hoja de una hierbecita que estaba a mi lado y, sin particular reflexión, púseme a hacerla pedacitos muy pequeños, y volviéndose a mí una hermana me dijo: "Así se  ha de ver, si quiere ser santa". Me elevaron las dichas palabras a tan alto conocimiento de lo que había de padecer, que llena de alegría respondí: "Ya llegará, no faltará qué padecer"  . 

En una oportunidad escribió lo que Jesús le dijo: ¿Quién me dará corazones que me amen y detengan mi brazo? Y ella le respondió: Yo os los daré, Dios mío. Primero tomad el mío"… Luego le hice una ofrenda de los  corazones de todas mis Madres y hermanas juntas  .

Otra vez oyó a Jesús que le dijo: Te quiero en la más alta perfección. Me serviré de ti para el bien de los demás  . Quiero que te ofrezcas como víctima y que me sacrifiques lo que comes de pan, gustando solo alguna vez de los más desabridos del huerto... Este sacrificio quiero hasta Navidad para obligarme más y más a traer la paz y el triunfo a la Iglesia, que tan abatida se halla; y para que sea más cumplido y más agradable a mí este sacrificio, permitiré que padezcas varias tribulaciones y angustias en este mes  .

En otra oportunidad ella escribe: El otro día, estando para comulgar, se me forzó a que hiciese la consagración de todo cuanto hay en mí a favor del Sumo Pontífice o del triunfo de la santa Iglesia... El mismo día que hice la dicha consagración, estando rezando Maitines en el coro en compañía de mis hermanas, nuevamente me dijo: "Hija, quiero que gustes del cáliz de mi pasión y, si fue necesario que yo lo bebiese para salvar al mundo, quiero que tú también bebas ahora de él para que me obligues por segunda vez a  salvarle. Tu Madre la Iglesia padece angustias de muerte; tú llegarás también a las puertas de la muerte y ni la una ni la otra moriréis, y triunfaréis para gloria mía"  .

El día 20 de mayo de 1866, solemnidad de Pentecostés, hizo el voto de lo más perfecto con una fórmula escrita por ella misma. Y terminaba la fórmula con estas palabras: Encerrad, Santísimo Jesús mío, este mi voto junto con los cuatro que hice en el día de mi profesión. Encerradlos juntos en vuestro dulcísimo Corazón y tomad, mi Santísima Madre, la llave, poniendo en su  lugar el sello de la perseverancia final. Así sea.


MISIONERA  E  INTERCESORA

Tenía un espíritu misionero a toda prueba y escribió: Oh, si fuese un pajarito para volar a la conversión de los infieles. A este respecto el padre Narciso, su confesor, dice: No dice ni la mitad siquiera de lo que ella sufría por las persecuciones y aflicciones de los misioneros, ni de lo mucho que se alegraba por la conversión de los pecadores  .

Un día el Señor le hizo ver las espantosas desgracias y castigos que amenazaban al mundo. Para suspender tales males ella intercedió ante el Señor y Jesús le dijo: Para suspender los castigos, hace falta que tres comunidades me hagan el sacrificio de un ayuno..., la comunidad en que tú habitas, la del Carmelo de Valls y las Descalzas de Tarragona. Gracias a Dios todo se realizó y las calamidades se alejaron.

En abril de 1863 había necesidad de orar por toda la comarca del Alt Camp, cuyos campos se arruinaban por falta de agua. Ella intercedió ante el Señor y Dios escuchó sus súplicas haciendo llover tres días sin parar.











EL  NIÑO  JESÚS

Un año, al acercarse la Navidad, preparó pañales para el Niño Jesús y los repartió entre las hermanas para que todas participasen ofreciéndoselos al Niño. Y para que no le quitasen la imagen del Niño, lo llevaba siempre consigo, incluso cuando iba a comulgar. Un día una de las hermanas se lo tomó y lo escondió en un ramo de laurel junto a la ventana. Al preguntar Filomena dónde estaba, no le respondió la hermana que lo había escondido, pero Filomena se fue derecha a la ventana y, sacándolo, le hizo mil caricias.

En otra ocasión una religiosa, barriendo junto a su habitación, oyó un llanto como de niño y, al subir Filomena del piso bajo, le dijo la que barría: Vaya usted, hermana, que la están aguardando. Al entrar Filomena en su celda, oyó la religiosa que se deshacía en palabras de ternura y de amor para con el Niño Jesús.


JESÚS  EUCARISTÍA

Amaba tanto a Jesús Eucaristía que, cuando debía ir al locutorio, iba primero a pedir permiso a Jesús ante el sagrario y lo mismo ante una imagen de la Virgen María.

Ella refiere: Unas veces, habiendo recibido la sagrada comunión y luego después, estando oyendo el santo sacrificio de la misa, sin pensar en ninguna de estas cosas, estando a poca distancia del "Orad, hermanos", me quedo sin ver, ni oír nada hasta cuando está para comulgar el ministro del Altísimo, advirtiendo entonces que mi Amado Jesús, quiere que comulgue juntamente con el sacerdote. Me hallo muy confusa cuando esto me sucede y mucho más cuando son días de obligación de oír misa. Me humilla ver que mis humildes hermanas, después de haber comulgado, se deshacen dando gracias al que mora realmente en sus corazones y en el mío también, pero no puedo, de ningún modo, por más que haga, emplear mis labios alabando al que ha venido en nombre del Señor  .

En la comunidad de las Mínimas de Valls se recibía la comunión los días ordenados por la Regla, una vez cada semana y en algunas fiestas. Filomena consiguió con la autorización de los Superiores que pudieran comulgar también todos los sábados en honor de la Virgen. A este día extra, lo llamaron ellas el día feliz. A ella y a otras dos hermanas el padre Narciso les concedió a partir de 1865 comulgar todos los días.

Filomena tenía mucha devoción al Sagrado Corazón de Jesús y les inculcaba esta devoción a sus hermanas de comunidad. En sus escritos solía comenzar escribiendo: A honor y gloria del dulcísimo Corazón de Jesús. A los sacerdotes les pedía que se consagraran al divino Corazón. En una carta a su tío sacerdote, que vivía en Mora la Nueva, le dice: Si yo pudiera andar por las calles y plazas de rodillas, aplicando mis labios donde vuestros ministros, Señor, ponen sus sagrados pies, me sentiría feliz. ¡Oh manos sagradas que merecéis imitar con vuestras operaciones a la Santísima Virgen María, cuando envolvía con limpios pañales al Niño Jesús" ¡Oh lengua bendita y sacrosantos labios que sois las llaves del paraíso, pues con vuestras oraciones detenéis el brazo de la divina justicia tan irritada por los pecados del mundo, palabras con las cuales obligáis al mismo Dios a que descienda de la derecha del Padre, aunque sin ausentarse de ella  .


LAS  TRES ESTRELLAS

En diciembre de 1866 Filomena, estando en oración, tuvo la visión intelectual de tres estrellas luminosas que figuraban respectivamente el Sagrado Corazón de Jesús, la Inmaculada y el arcángel san Miguel; a cuya intervención sería debida en diverso orden la salvación de la cristiandad de extremos peligro . Filomena llamaba a la Inmaculada y al arcángel san Miguel la guardia del Papa Pío IX. Sobre san Miguel decía: Feliz la comunidad, la ciudad y el reino que lo tiene por patrón. Y acerca del Papa, la Superiora declaró en el Proceso de canonización que llevaba desde hacía mucho tiempo apretada en su mano una medalla de Pío IX traída de Roma.

Jesús le dijo: Pondré dos joyas, las más preciosas, para perpetua gloria de mi Corazón. Yo coronaré los dos movimientos de mi Corazón para perpetua memoria de las finezas de este Corazón tan amante de los hombres. Yo quiero mostrar con esta última fineza mía el  amor que tengo al hombre; yo ya no sé más que hacer por el hombre  .







SUS  PREDILECTOS

Después de Jesús y María, sus santos predilectos eran santa Teresa de Jesús, san Joaquín y santa Ana; muy en especial el arcángel San Miguel, a quien acostumbraba llamar el serafín San Miguel.

Especialmente amaba a san José. Ella escribió: Un día, estando sin ser dueña de mis potencias y sentidos, me pareció estar en presencia de Jesús sacramentado y, apareciéndome un venerable anciano, que me pareció el patriarca san José, puso sobre mi cabeza un velo de blancura nunca imaginada. Puesto el velo sobre mi cabeza, quedó todo mi cuerpo cubierto y como vestido porque ricamente adornaba mi débil y miserable cuerpo  .


REFORMADORA
  
Algo importante que debemos anotar es que con el paso de los siglos la austeridad de la Regla de la Orden se había mitigado. Ya no iban descalzas como en los primeros tiempos de la Orden, es decir, con simples sandalias; ni iban a rezar el Oficio divino a media noche.

Filomena le manifestó a su confesor, padre Narciso: Padre, quiero andar descalza conforme lo dispone la santa Regla. El padre no se lo permitió y ella repuso: Padre, yo no moriré religiosa mínima calzada. El padre Narciso refiere: El día 20 de julio de ese  año 1866 volvió a la carga con mayor ardimiento. Yo la despedí de la misma manera. Pero sucedió que en la tarde de este día hizo nueva instancia con estas palabras: "Padre, Dios me envía para que le diga que es su voluntad que ande descalza según manda la santa Regla". Lo consulté con la Prelada... Hubo consejo de Superiores, los cuales, dejando aparte las razones en pro o en contra que sobre el asunto se ofrecían, acordamos conceder a Filomena la descalcez que pedía, reservándonos por supuesto el derecho de retirarle nuestra licencia si de ella se derivasen los inconvenientes que motivaron las dos negativas. Si es cosa de Dios, se allanarán los montes de las dificultades, y, si no, el tiempo  descubrirá presto la línea de conducta que convenga seguir.

Así apareció por primera vez descalza Filomena el día 25 de julio de 1866. Y por aquellos mismos medios que se temía llegasen la perturbación y desorden a la casa, le vendría a esta más paz, más felicidad, más alegría y más perfección. El ejemplo de la sierva de Dios causó una reacción favorable tan poderosa que a los pocos días, se ofrecieron espontáneamente a seguirlo algunas hermanas; a estas se juntaron otras, animadas del mismo deseo, en términos que se creyó oportuno someter este asunto a la deliberación de un capítulo general. Este se celebró, dando por resultado votarse por unanimidad la observancia de aquel artículo de la Regla que prescribe la descalcez  .

El arzobispo de Tarragona ante la solicitud de toda la comunidad, aceptó la descalcez en el convento de Valls. Filomena con espíritu profético manifestó que el rezo del Oficio divino por la noche se aceptaría, pero que ella ya no estaría presente. Y en efecto se llevó a cabo cinco años después de su muerte a partir de la media noche del 14 de enero de 1872.

El padre Narciso escribió a Don Mateo Auxachs sobre esa noche: Exactamente un cuarto antes de la media noche la campana del monasterio de las Mínimas, sin que ninguna monja u otra persona la tocara se puso a sonar sin interrupción. Su sonido promovió grande alarma en el lugar, acudiendo en seguida las autoridades, los serenos nocturnos y muchísima gente para ayudar a las pobres religiosas, las cuales, en cambio dormían tranquilamente, sin darse cuenta de ningún tañido de campana, a pesar  de durar tanto tiempo. Ni yo tampoco la he oído (el padre Narciso moraba en la casa del capellán contigua al monasterio), pues nos habríamos espantado mucho. Hecho de día en el lugar, no se hablaba más que de la campana  . Todas las religiosas del convento entendieron que Dios quería el rezo del Oficio a medianoche. Otros conventos de Mínimas aceptarían estos cambios, renovando sus normas de acuerdo a la antigua Regla de la Orden.


LA  FUNDACIÓN

Un día Jesús le dijo: Yo quiero valerme de ti para el bien de esta comunidad. Entonces no entendí nada tocante a la fundación, pero sí entendí que había de suceder en el lugar (Mora de Ebro). Y añade: Vi en el lugar donde estaba en pie la religiosa (ella misma) una cestita muy pobre con unos mendruguillos de pan muy pobrecitos como dados de limosna. Mi vista se fue tras ellos y luego hice diligencia para poderlos coger; pues me alegraron el corazón, pero así como iba a tomarlos, oí una voz muy cercana a mí que me dijo: "Este pan es para todas", y bajando desde luego mi vista, vi cuatro jóvenes humildemente vestidas de seglar, las cuales estaban sentadas en el lugar más cercano a mí. Solté la barca que tal vez me mandó la dicha voz  y al instante vi y oí un señor que llamaba "aguardaos un poco, esperaos y detened la barca". Oí que me decían que no le aguardase ni tomase la suma grande de dinero que llevaba. Entendí el misterio de la barca, que era la fundación de un convento de nuestra Religión Mínima y que su fundadora había de ser este polvo y ceniza (ella) y que las dichas jóvenes habían de ser las primeras de las recibidas en el nuevo convento y otras cosas todas relativas a la rigurosa observancia de la santa Regla  .

En otra visión vio la barca en medio de horribles olas con peligro de naufragio y de improviso me hallé dentro de ella, navegando entonces con gran seguridad y contento  .

En otra tercera visión se vio a sí misma en medio de las aguas a punto de ahogarse y, de improviso, vi a una muy respetable religiosa como que me dijese: "Hija" y tomándome por la mano me puso a salvo librándome de las olas del río. Me pareció que era santa Teresa de Jesús, mi amadísima protectora, de la que entendí que me ayudaría en mis empresas, haciéndome participante de un don del que su celestial esposo la había adornado; y lo que sucedió fue que, estando un día ante el Santísimo Sacramento, entre una oscuridad grande, me pareció que se acercaba a mí la dicha santa y como que me dijese: "Hija", yo viendo la grande necesidad que tienes de fortaleza, bajo a comunicarte de la mucha que Dios me concedió, quedando muy consolada y humillada por tal dignación y merced  .

El Señor le dio a conocer que el nuevo convento debía estar consagrado a su Sagrado Corazón; su fundación sería en Mora de Ebro; y tanto de día como de noche debían rezar el Oficio divino y observar la santa Regla y los estatutos y usos de la comunidad.

Un día le pidió a una hermana que le ayudase con sus oraciones sobre un asunto que la tenía muy ocupada. Pasados ocho días le preguntó si continuaba rezando y la religiosa le contestó que Dios le había dado a conocer que el asunto consistía en la fundación de un convento de monjas Mínimas en Mora de Ebro. Y esto le pasó con otra religiosa más  .
 
De esta manera entendió que no era idea suya, sino de Dios. Manifestó el proyecto al confesor y al obispo de la diócesis. Y el 3 de agosto de 1868, pocos días antes de morir, tuvo fuerza para escribir otra carta al párroco de Mora de Ebro sobre la fundación.

Su hermana Manuela Ferrer fue la nueva Filomena que se dispuso a cumplir la voluntad de Dios manifestada por Dios a su hermana Filomena, después que esta murió. Hubo que superar muchas dificultades, pero con ayuda de muchos bienhechores, la obra se realizó. La primera piedra la colocó el obispo de Tortosa el 18 de noviembre de 1883. Allí estaba presente el padre de Filomena y su hermana Joaquina. El 5 de octubre de 1894 se inauguró el nuevo convento de Mínimas en Mora de Ebro. Fueron siete monjas mínimas del convento de Valls. Fue un día solemne en que tocaron las campanas de todas las parroquias y conventos. Fue un triunfo del Corazón de Jesús y de sus hijas las Mínimas.

El 5 de junio de 1925, primer viernes se bendijo el nuevo templo Expiatorio del Sagrado Corazón.


ÚLTIMA  ENFERMEDAD  Y  MUERTE

En 1866 sufrió fuertes ataques de tos y pensaron todos que tenía tisis o tuberculosis. Sor Engracia refiere en el Proceso: Alguna religiosa me aconsejó y advirtió que no frecuentara mucho ni me acercara a sor Filomena, porque se temía que fuese tísica y podía contagiar la enfermedad. Tuve la indiscreción de decirle la advertencia que me habían hecho. Filomena prorrumpió en amargo llanto... Por la tarde fui a encontrarla a su celda y le pedí perdón y me tranquilizó. No era porque le doliese ser tísica o que las religiosas temiesen el contagio, sino porque, pensando esto, ella se vería privada de ejercitar actos de piedad con las religiosas, si temían este contacto con ella  . 

Y añade sor Engracia: Su enfermedad no causó contagio ni daño a nadie, porque yo fui quien la trató y la curó más asiduamente, siendo mucho más joven que ella, ni tuve jamás aprensión, porque nunca creí que se tratase de tisis, sino de otra enfermedad de orden superior, que mucho deseaba me comunicase  .
De hecho Filomena tenía tuberculosis y se le añadió un defecto de corazón que el médico diagnosticó como lesión orgánica causada por los esfuerzos repetidos de la ascesis, con ataques de hemoptisis. La doble enfermedad la llevó lentamente a la muerte.

El doctor Sojo manifestó en el Proceso: Sufría mucho y nunca le noté la más mínima señal de impaciencia, presentando siempre un aspecto sonriente sin que de sus labios saliese ninguna queja  . Ella se había entregado a Dios como víctima por la Iglesia y por el Papa.

Entre diciembre de 1866 y mayo de 1867 Filomena estaba tan mala de salud que se pensó que acabaría sus días. Las hermanas creyeron que su empeoramiento se debía a sus penitencias y se las prohibieron, pero empeoró más. Ella pidió que le hicieran abandonar el alimento común y recobró las fuerzas y se recuperó.

A fines de septiembre de ese año 1867 se puso muy mala con ataques convulsivos que le quitaban la respiración. El padre Narciso creyó que había algo de extraordinario y encargó a la Prelada que la rociara con agua bendita y le diese a beber un poco de ella. En efecto, al venir los ataques, cesaban repentinamente, cuando Filomena se pasaba algunas gotas de aquella agua bendita  . Era cuestión del maligno espíritu con el permiso de Dios.

El 11 de noviembre de 1867 el médico informó a la Superiora que la vida de sor Filomena estaba llegando a su fin, pero se recuperó y el médico no entendía nada, porque había algo sobrenatural en sus enfermedades, aunque también había problemas físicos concretos.

Filomena se había ofrecido víctima por la Iglesia y por el Papa. Esta entrega la extendió también por la salvación de algunos pecadores y la fiel observancia de su comunidad. Uno de los días le dijo a la Superiora: Madre, el Señor se deja vencer. Moriré porque ha aceptado el sacrificio de mi  vida  . Y añadió: Aunque no crean que moriré pronto, será así ciertamente. Y profetizó: Una gran prueba se abatirá sobre el monasterio, pero pasará pronto. Esta tribulación fue la salida forzada de las monjas de la Clausura por causa de la revolución, pero a los tres días pudieron regresar.

El 30 de abril de 1868 el médico sugirió la administración del Viático (comunión). Filomena pidió a la Superiora recibir a Jesús de rodillas, pero no se lo permitió. Cuando el padre Narciso entró con el Santísimo, hizo la enferma la profesión de fe y pidió perdón por todas las faltas de edificación a las hermanas. También le pidió a la Superiora por caridad y de limosna que le concediera un santo hábito con el que después de muerta se pudiera cubrir la desnudez de su cuerpo.

Pero se recuperó hasta el punto de poder bajar al comulgatorio con las demás los siguientes días hasta el 5 de mayo de 1868. Pidió que se le administrara de nuevo el Viático. El padre Narciso nos dice: Administrado el Viático me quedé solo un momento con ella y me dijo: "Padre, no sé si otra vez podré resistir esto. Dios hiere mi alma con la llama  de  su amor que abrasa mi corazón.

Volvió a recuperarse y volvió a sus habituales ocupaciones hasta fines de mayo. El 13 de junio el médico pidió de nuevo que se le administrara el Viático, pero sor Filomena le aseguró al padre Narciso que no moriría antes de la fiesta del Sagrado Corazón y para esa fecha se aplazó su administración.

En todas estas vicisitudes, sus padres y hermanos estaban al tanto por las comunicaciones que les enviaba el padre Narciso, pero estaban ya muy preocupados por los graves problemas de la salud de Filomena.

El 13 mayo de 1868 murió su madre. Dieciocho días después Filomena tuvo la certeza de su salvación.

El 17 de junio Filomena ya estaba muy grave y a las 11 de la noche el padre Narciso le administró la unción de los enfermos. Al día siguiente por la tarde le llevó el Viático y un poco más tarde le dio la absolución general de la Orden. Pero mejoró un poco.

El 28 de julio, al ver su estado de postración extrema, le administraron de nuevo la unción de los enfermos y le dieron el Viático (comunión). Pidió hablar con la Superiora y le pidió permiso para irse al cielo. Estrechó la mano de la Madre y de cada una de las hermanas, extendió sus brazos en cruz y después, levantando la mano derecha, indicó el cielo. Una hermana le presentó la imagen de san Francisco de Paula (el fundador de la Orden), a la que Filomena le dio tiernísimos abrazos. Otra le trajo la imagen de la Virgen de los Dolores. Sonó la hora de Completas y la comunidad se fue al coro a cantar las alabanzas del Señor. Y pudo recuperarse unos días.

Se volvió a empeorar el 9 de agosto, pidió oraciones a san José, patrono de la buena muerte, que rezaran a la Virgen. Sus sufrimientos se prolongaron hasta el día 13. Murió diciendo: Jesús…, Jesús…, Jesús.

En el libro de difuntos escribieron: El 13 de agosto de 1868 a las siete de la mañana en este convento de la Inmaculada Concepción de la villa de Valls de religiosas Mínimas descalzas, siendo Correctora (Superiora) la Madre Luisa de los Dolores, después de haber recibido los santos sacramentos de la penitencia, Viático y extremaunción, murió en olor de santidad la sierva de Dios sor Filomena de santa Coloma, primera religiosa Mínima descalza de esta comunidad a la edad de 27 años, cuatro meses y diez días y de habito ocho años, cuatro meses y nueve días, natural que fue de la villa de Mora de Ebro... Al día siguiente se celebraron los funerales acostumbrados y su cuerpo fue depositado en la sepultura de la comunidad. De todo lo que doy fe. Firmado Narciso Dalmau, Mínimo y vicario, rubricado.

El padre Narciso dijo de ella: Pasó por este mundo sin que los baches de la inmundicia de que está lleno, salpicasen o empañasen la blanca y hermosa estola de la gracia bautismal  .

Y escribió: La memoria de sor Filomena siempre estará viva en la comunidad, mientras exista este convento; y el lugar en donde está depositado su cuerpo será siempre obsequiado por las monjas presentes y venideras y particularmente después que se haya puesto de manifiesto su vida espiritual escrita por ella misma; escritos que contienen revelaciones y fuertes combates con el demonio, sus grandes sequedades y desolaciones, alguna aparición de Jesucristo en su celda, como lo deja entrever en sus largos escritos y otros hechos muy singulares de los que la Madre Superiora y este servidor tenemos conocimiento  .

Su Causa de beatificación fue introducida en 1891 y el Papa León XIII, en 1897, la declaró venerable.


MILAGROS  DESPUÉS  DE  SU  MUERTE

En 1881 hubo en Valls una señora que tenía un hijo de pocos meses, enfermo de tanta gravedad que cuantos lo vieron, lo consideraron muerto. Quiso la madre acudir a la sierva de Dios sor Filomena, a pesar de que el marido se burlaba de la credulidad de su esposa: aplicó un pedazo del hábito de la sierva de Dios a la cabeza del niño enfermo, quien al instante abrió sus ojitos, tomando luego el pecho de su madre, y curando rápidamente; lo cual impresionó tanto a su padre, que se declaró agradecido a sor Filomena, y desde aquel día vivió como un buen cristiano.

Muy notable fue la curación instantánea de sor María Verónica, religiosa capuchina del convento de Barcelona, acaecida el año 1871 en Mataró, a donde habían sido trasladadas todas las monjas capuchinas a consecuencia de la Revolución de 1868. Acometida sor María Verónica por unas fiebres graves y molestas, que la tuvieron postrada en cama por espacio de tres o cuatro meses, le sobrevino sofocación y pérdida de la voz, hinchándosele el cuerpo. El médico calificó de tisis el estado de la enferma; y no le dio muchas esperanzas de vida. Al saber la gravedad, una hermana suya, religiosa Mínima del convento de Barcelona, le envió una reliquia de la sierva de Dios, rogando a la enferma que acudiese a la intercesión de sor Filomena de Santa Coloma para obtener el restablecimiento de su salud. No sin alguna repugnancia se decidió por fin sor Verónica a hacer una novena, bebiendo cada día de ella un poquito de agua con las cenizas de un papel en que estaban escritas las invocaciones que en ella se solían hacer. Empezó la novena el 22 de noviembre de 1871, recibiendo antes los santos sacramentos de la penitencia y eucaristía y probando de bajar de la cama suplicando al Señor por la intercesión de su sierva, que si era de su voluntad santísima, estaba dispuesta y deseosa de morir pronto; o bien se resignaría a padecer hasta el día del juicio; pero que si le restituyese la salud, emprendería una vida nueva más espiritual y más conforme a su estado religioso. A continuación hizo la novena, y aquella noche pudo dormir tranquilamente del lado izquierdo, lo cual no había podido conseguir mucho tiempo hacía. Por la mañana pronunció en voz clara el dulce nombre de Jesús, por lo que conoció que había recobrado la voz; pudo comer sin dificultad y se hubiera levantado sin duda enseguida, si se lo hubiese permitido la M. abadesa. Permitióle levantarse más tarde y pudo asistir a Vísperas, cantando con voz clara y sin cansancio con admiración y pasmo de toda la comunidad.

Otro de los beneficios alcanzados por mediación de nuestra venerable, tuvo lugar en la persona de Teresa Freixas y Roig, natural de Mora la Nueva, que por espacio de unos ocho meses hubo de andar con muletas, aquejada de un dolor reumático, que le impedía el movimiento. Su mismo hermano, lleno de agradecimiento, nos refirió la curación repentina de Teresa, tan, luego como invocando a la venerable sor Filomena, bebió del agua en que había mezclado la ceniza de un papelito con las jaculatorias consabidas. Parecióle que en  sus piernas se sentía pasar rápidamente algo fresco, e inmediatamente arrojó de sí las muletas y se puso a andar desembarazadamente.

A una joven de Valls que de pequeña experimentó distintas enfermedades, hizo sentir su protección nuestra venerable en repetidas ocasiones, especialmente cuando, desahuciada ya de los médicos, con lesiones orgánicas en varias partes del cuerpo, hizo una novena poniendo por intercesora a la sierva de Dios sor Filomena, y al octavo día se sintió tan mejorada que pudo levantarse, dar gracias a Dios y a su protectora y emprender un viaje, quedando desde entonces completamente restablecida  .


LA  REVOLUCIÓN

A los 49 días de la muerte de Filomena, el 1 de octubre de 1868, estalló la revolución y un grupo de forajidos, que formaban parte del Club del terror, salidos de una taberna, arremetieron a la puerta del convento, y como estaba cerrada, con amenazas obligaron a la demandadera a que la abriera. Llegados al torno con grande furia, las monjas se resistieron  a abrir la puerta interior, pero ellos que no escuchaban razones, entre horrendas blasfemias, echaron por tierra la puerta hecha pedazos. Las monjas lloraban asustadas y la joven Superiora se presentó, acompañada de toda la comunidad, a la puerta derribada, y cuando los revolucionarios vieron todas las monjas cubiertas con sus velos, les sobrecogió un temor y no osaron entrar en la clausura. Notando la Superiora su sorpresa y cobrando valor les dijo: "No son menester tantos alaridos ni tantas armas para intimidar a débiles mujeres. Aquí estamos todas ¿qué se les ofrece?". Respondieron: "Es necesario que Uds. salgan del convento, porque lo queremos para cuartel de la milicia. Y "esto ¿quién lo manda?", repuso la Superiora, y respondieron; "el pueblo soberano". Pues, si no hay medio para que nosotras podamos permanecer en nuestra clausura, a lo menos que se nos permita sacar la ropa y los pocos muebles que nos dieron nuestros padres". Les dieron medía hora de tiempo para sacar lo poco que las monjas conservaban en el convento, y después, obligadas nuevamente a salir, vestidas con el santo hábito, atravesaron las calles entre asesinatos e incendios, acompañadas de piadosas mujeres que se las llevaban a sus casas.

El día tercero, a las seis de la tarde, al aproximarse la tropa que había desembarcado en Tarragona, se marcharon los revolucionarios, y al mismo momento las monjas se apoderaron del convento y se puso otra vez la clausura; de manera que las monjas estuvieron exclaustradas en uno y otro convento 48 horas; cumpliéndose en esta parte el pronóstico de sor Filomena, pues que hallándose en uno de sus transportes y conociendo ella lo que había de suceder de trastornos y calamidades, exclamaba: "¡Ay de las clausuras, ay de las clausuras!". Asustadas las monjas al oír tales exclamaciones, le preguntaron, si peligrarían también ellas y tendrían que salir. A esta pregunta les respondió más de una vez que, si tal cosa les sucediera, sería por muy poco tiempo  .







EXHUMACIONES

La fama que todos los días crecía sobre las virtudes de sor Filomena, hizo que se pensara en sacar el cadáver de la misma sepultura en que se hallaba y ocultarlo a toda profanación de los revolucionarios. Acordó, pues, el padre Narciso con la comunidad, sacarlo del sepulcro en que yacía, que es un sitio húmedo, por cuanto el muro de la sepultura es el mismo que da al huerto, y colocarlo en el osario común, el cual debía cerrarse con un tabique hasta nueva orden. Hízose así en octubre de 1869, encontrándose el cadáver incorrupto y sin mal olor, solo los pies se habían desprendido del resto.

Al cabo de unos nueve años y medio, el 14 de febrero de 1879, se pensó en trasladar de nuevo el cadáver, colocándolo en una sala contigua al coro bajo del convento, y en esta ocasión, para satisfacer los piadosos deseos de las religiosas, se reconoció de nuevo el cadáver, estando presentes el padre Narciso Dalmau, el padre Francisco Jaumejoan, que sucedió a aquel en el cargo de capellán del convento, y todas las religiosas. El cuerpo continuaba incorrupto con la fisonomía bien marcada, las manos cruzadas sobre el pecho y en la sien se le descubrían las señales de las heridas causadas por la corona de espinas, que solía llevar en la cabeza. Algún otro hueso se había desprendido del tronco, además de los pies. Todos los circunstantes dieron señales de respeto y de religiosa emoción, besándole las manos; en especial su hermana sor Manuela del Corazón de Jesús, que años hacía había abrazado la religión Mínima y ocupaba la misma celda que ocupó sor Filomena, y se servía del mismo crucifijo, cuyos pies regó con tantas lágrimas la sierva de Dios. Antes de cerrar la caja, se le cambió el santo hábito, pues el vestido del cadáver estaba algún tanto deteriorado.

Siguiendo el consejo de personas devotas de sor Filomena y para mayor decencia del cadáver, se pensó en colocar a éste en una caja de zinc, y ésta dentro de otra de nogal, lo cual se verificó en 5 de marzo de 1880, en presencia de las religiosas, del padre Narciso, del carpintero y del artista constructor de la caja de zinc. Ocurrió entonces un traslado prodigioso, pues estando todos con el cuidado y ansia de pasar el cuerpo de la sierva de Dios de una caja a otra sin maltratarlo, se lo encontraron en la caja nueva de metal, sin haber hecho esfuerzo ni movimiento alguno, quedando todos llenos de estupor y admiración.

Más tarde, el 30 de septiembre de 1885, el señor arzobispo, Dr. D. Benito Vilamitjana, antes de abrir el Proceso ordinario sobre las virtudes de sor Filomena, hizo el reconocimiento del cadáver, ordenando a los médicos que declarasen sobre el mismo. Mandó después cerrar la caja y sellarla, disponiendo que no se volviese a abrir sin su autorización.

Posteriormente en 23 de febrero de 1889, estando presente el Tribunal nombrado para el Proceso y ante todas las religiosas, volvió a abrirse la caja para satisfacer la piedad de los circunstantes, que deseaban besar las manos de la sierva de Dios e implorar su protección  .





































CONCLUSIÓN

Después de haber leído la vida de sor Filomena de Santa Coloma, podemos exclamar con el corazón rebosante de alegría: El dedo de Dios está aquí. Dios ha hecho maravillas por medio de su sierva.

Su vida fue sencilla y humilde. Pasó desapercibida para el mundo, pero Dios quiso ensalzarla después de su muerte con milagros y ahora es conocida, sobre todo, por el monasterio de su pueblo natal, Mora de Ebro, con su templo expiatorio en honor del Corazón de Jesús, que ella promovió por deseo de Jesús antes de morir.

Sus carismas, sus virtudes y su humildad hicieron de ella un ejemplo para sus hermanas y una luz dentro de su Orden, en la que promovió la reforma según la antigua Regla.

Tuvo una vida llena de sufrimientos por sus muchas enfermedades y sus propias penitencias, pero valió la pena, porque fueron incontables los pecadores que ella salvó. Y Dios la bendijo ya en la tierra con múltiples regalos espirituales y muchos momentos de cielo con apariciones y experiencias sobrenaturales.

Que su vida sea un ejemplo para nosotros y sepamos, al igual que ella, pensar más en el cielo que en la tierra. Vivir más para Dios que para este mundo. Dar más importancia a las cosas espirituales que a las materiales. En una palabra, vivir esta vida en una perspectiva de eternidad.

Amado lector, que Dios te bendiga por medio de María. Y no te olvides de que tienes un ángel guardián que está a tu lado en cada momento y que tiene la misión de ayudarte en todas tus necesidades.




Tu hermano y amigo para siempre.
P. Ángel Peña O.A.R.
Agustino recoleto


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BIBLIOGRAFÍA

Anónimo, La venerable Filomena Ferrer, edición bilingüe, Mora d´Ebre, 2008.
Beatificationis et canonizationis ven servae Dei sor. Philumenae a S. Coloma, monialis professae ordinis Minimorum S. Francisci de Paula, Positio super virtutibus, Roma, 1911. 
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Dalmau Narciso, La vida de la sierva de Dios sor Filomena de Santa Coloma, Tarragona, 1880.
Dalmau Narciso, Vida y escritos de sor Filomena de Santa Coloma, revista Devoción a los purísimos Corazones de Jesús y María, Tarragona, 1875 y 1880.
La violeta de san Francisco de Paula, sor Filomena de Santa  Coloma de las Mínimas de Valls, Barcelona, 1932-1934; en revista mensual del convento de Mínimos del Guinardó-Barcelona.
Orteu Cirilo, Un corazón en holocausto, la venerable sor Filomena de Santa Coloma, Barcelona, 1925. 
Pie de Langogne, La vénérable philomène de Ste. Colombe, sa vie et ses écrits, Paris, 1893.
Solé Romá, José María, El camino espiritual de sor Filomena Ferrer, Valls, 1990.
Sucona Tomás, Compendio de la vida, con los escritos de la venerable sierva de Dios sor Filomena de Santa Coloma, Tarragona, 1897.



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