MARÍA TERESA CARLONI Y SUS VIAJES EN BILOCACIÓN

La vida de san Luis Guanella (1842-1915) es una vida hermosa, en la que destaca sobremanera su confianza plena en la providencia de Dios. Tenía una confianza tan grande en Jesús, nuestro Señor, que no temía las dificultades, sino que más bien las esperaba, porque sabía que todas las obras de Dios llevan el sello de la dificultad. Y Dios permite incluso que el demonio ponga trabas a nuestros proyectos para hacer más fuerte nuestra fe y confianza en Él.


P. ÁNGEL PEÑA O.A.R.



SAN  LUIS  GUANELLA Y  LA  PROVIDENCIA










S. MILLÁN – 2018


SAN  LUIS  GUANELLA Y  LA  PROVIDENCIA



Nihil Obstat
Padre Ricardo Rebolleda
Vicario Provincial del Perú
Agustino Recoleto








Imprimatur
Mons. José Carmelo Martínez
Obispo de Cajamarca (Perú)














S. MILLÁN – 2018

ÍNDICE GENERAL


INTRODUCCIÓN
Su familia.
Anécdotas.
Colegio Gallio.
En el Seminario.
Sacerdote.
Savogno.
Perseguido.
Con don Bosco.
Traona.
Pianello Lario.
Las hermanas.
Los hermanos.
Jesús, María y José.
Espíritu de caridad.
La Providencia.
Su muerte.
Beatificación y canonización.

CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA




















INTRODUCCIÓN

La vida de san Luis Guanella (1842-1915) es una vida hermosa, en la que destaca sobremanera su confianza plena en la providencia de Dios. Tenía una confianza tan grande en Jesús, nuestro Señor, que no temía las dificultades, sino que más bien las esperaba, porque sabía que todas las obras de Dios llevan el sello de la dificultad. Y Dios permite incluso que el demonio ponga trabas a nuestros proyectos para hacer más fuerte nuestra fe y confianza en Él.

Don Guanella se esforzó en evangelizar a las gentes que el Señor le encomendó en las diferentes parroquias y lugares donde se encontró a lo largo de su vida. En sus primeros tiempos, luchó mucho contra el analfabetismo reinante, especialmente en los pueblos del campo. En el siglo XIX el analfabetismo en esa región de Italia de la diócesis de Como, en que él nació, tenía un 70% de analfabetos. También había mucha mortalidad infantil. Con frecuencia había epidemias por falta de higiene y de mala alimentación. Por otra parte, muchos italianos emigraban a otros países como Estados Unidos, Inglaterra o países sudamericanos.

Lo bueno era que la gente, a pesar de su pobreza, tenía una fe fuerte, aunque con rasgos de devociones populares. Algunos rezaban el rosario durante la misa, pero también lo recitaban en sus casas en las largas tardes invernales. Después de las apariciones de Lourdes, la gente incrementó su devoción a la Virgen María y al Corazón de Jesús, aunque eran pocos los que leían la Biblia.

En general podemos decir que la gente era sobria, trabajadora y religiosa. Había muchas iglesias y capillas en la región y por los montes muchas cruces o ermitas.

Don Guanella fue un gran evangelizador con sus palabras y con sus escritos. Además fundó la Congregación de las hijas de Santa María de la providencia y de los siervos de la Caridad.

Por todo ello, y por tantas obras materiales que realizó confiando en la providencia, muchos lo llamaron el hombre de la providencia.

Por nuestra parte, nos sentimos orgullosos de este gran siervo de Dios y nos encomendamos a él en nuestras oraciones.


Nota.- Autobiografía hace referencia al libro escrito por él mismo titulado Le Vie della provvidenza, Ed. San Paolo, 2011.

SU   FAMILIA

Luis Guanella nació en Frascicio el 19 de diciembre de 1842 y al día siguiente fue bautizado. Su padre, Lorenzo Guanella, era de rostro y modales austeros y graves, con apego a las usanzas locales, vestía a la española y vivía como modesto terrateniente, del rudo trabajo de la tierra. Durante 24 años desempeñó el cargo de primer diputado bajo el gobierno austriaco y de alcalde de Campodolcino bajo el gobierno italiano.

Luigi refiere sobre su padre: Era el  tipo de montañés vestido a la española, de buen color, de carácter firme. Durante 24 años fue el primer diputado y alcalde de Campodolcino. En la familia, con doce hijos vivos, era como el sacerdote y el rey, porque leía por así decir en el corazón de todos y quería que crecieran en la virtud, en la obediencia y en el trabajo  .

Su padre decía: Nadie debe sufrir de hambre, pero el que quiera comer que trabaje. Cada día se recitaba en casa el rosario, normalmente dirigido por el papá. Al final, en los días de fiesta, leían la Biblia o la vida de los santos.

La madre, María Bianchi, no había recibido instrucción en la escuela pero poseía el tesoro de una educación cristiana. Era de carácter dulce y suave, que contrastaba con la rudeza de su esposo. Él nos dice de su madre: El peso de la autoridad paterna sobre los hijos venía equilibrado con la mamá, María Bianchi, una mujer de mucha  suavidad, pero a la vez enérgica y trabajadora. Ella era la primera en la dirección de la  casa y en los trabajos del campo  .

Tuvo catorce hermanos, dos de los cuales murieron pronto. Luis era el noveno. Entre sus hermanas su predilecta fue Catalina, un año mayor que él, de talante parecido a su madre y dotada desde niña de una voz bellísima. Ella era la que cantaba en la iglesia y daba espontáneamente escuela a las niñas de su edad.

Luis y Catalina tuvieron un corazón lleno de ternura para con los pobres y necesitados, especialmente con los enfermos. Con frecuencia jugaban juntos. Hacían barro y lo metían en los huecos de las rocas como si fueran porciones de comida. Y se decían: Cuando seamos mayores, prepararemos la sopa para los pobres. Trataba de imitar a los santos y veían en los pobres al mismo Jesucristo.

Ella lo acompañó durante su estancia en la parroquia de Savogno. Cuando Luis entró en la Congregación salesiana, ella regresó a la casa paterna, pero durante toda la vida sus almas estuvieron muy unidas y se querían mucho. Incluso, después de la muerte de Luis, Catalina promovió la causa de su beatificación y dio muchos detalles personales sobre su vida.

Sobre su infancia, recordaba Luis que, cuando pastoreaba las ovejas, había algunos malos amigos que entre risas maliciosas decían: Que no sepa Luisito estas cosas.

Un día, tendría unos siete años, quedó al cuidado de las ovejas de otros pastores ausentes que, en agradecimiento y como propina, le dieron unas moneditas que empleó en comprarse golosinas. Cuando lo supo su padre, como primera medida le dio una buena reprimenda y le obligó a restituir lo que todavía quedaba en su poder, añadiendo el resto ya gastado.


ANÉCDOTAS

Luis tenía un carácter vivo y decidido y a veces se exponía a peligros como recoger flores al borde de un precipicio, saltar sobre una corriente de agua con peligro de caerse en ella, saltar sobre el agua de un molino con peligro de quedar triturado entre sus ruedas. Ciertamente su ángel custodio lo salvó del peligro en muchas ocasiones  .

Un día Luis, siendo niño, encontró en la plaza de la iglesia parroquial a su cuñado Guillermo Sterlocchi. El cuñado le compró unos caramelos y se los dio diciéndole: Disfruta tú también de la fiesta de san Juan. Casi al momento sonó la campana para la misa, pero sentía escrúpulo de entrar en la iglesia con los caramelos y fue a esconderlos en el hueco de unos trozos de leña que estaban frente a la casa del párroco. No había nadie alrededor. De pronto sintió que alguien daba palmadas, miró y vio un buen anciano que le tendía las manos como para decirle: Dame a mí los caramelos.

Luis sintió miedo, terminó de esconder los caramelos y, mirando, no vio más al buen anciano y tuvo remordimiento. No habló a nadie de esto hasta después de 20 años  .

El día de su primera comunión, fiesta de san Juan Bautista, con sus nueve años, quiso pasarlo solo y después de la ceremonia fue a un pequeño montecito cercano a su casa para rezar y descansar. Y sintió una dulzura y suavidad casi del cielo que lo animó a hacer el propósito de ser siempre bueno. Esto duró pocos minutos, pero le dejó un recuerdo inolvidable. Por eso muchas veces se retiraba de niño a aquel mismo lugar para orar y leer cosas espirituales.

Su sobrino Constantino declaró: Era el año 1907, Don Guanella (el tío) estaba enfermo en Roma... Me dijo: "El día de mi primera comunión estaba sentado en Gualdera dando gracias a Dios y en cierto momento, teniendo un librito en mis manos, me dejé  vencer por el sueño. Y sentí una voz clara y limpia de señora que me decía: "Luis". Me desperté y pregunté: "¿Quién me llama?". Pensé: "Habrá sido un sueño". Me puse a leer en mi librito y también de nuevo me adormenté. De nuevo oí  la misma voz que me decía: "Luis, Luis". Esto se repitió por tercera vez. Y he aquí que veo una señora que, moviendo el brazo derecho, me dijo: "Cuando seas grande, harás todo esto por los pobres". Y como en un cine vi todo lo que debía hacer  .

Don Guanella habla de sueño por humildad, pero fue una verdadera visión, en la que la Virgen María le mostró el futuro. Algo parecido a la visión que tuvo san Juan Bosco de niño.


COLEGIO  GALLIO

En Frascicio aprendió las primeras letras con el sacerdote Giovanni Battista Persenico y a quien siempre recordaba como su primer buen maestro de escuela. A los 10 años sus padres lo enviaron a la escuela de Pianazzo, donde el párroco don Antonio Buzzetti, fue su profesor. Cuando llegó a ese lugar, como nunca había visto carros ni caballos, sentía temor y corría a otra parte, pero poco a poco fue cogiendo confianza y después hasta se atrevía, sin medir las consecuencias, a saltar sobre los caballos en marcha.

Un día a los 10 años fue investido por el trineo postal y con maravilla de todos fue encontrado salvo bajo las patas del caballo.

Terminados sus estudios primarios, fue confiado a la custodia y enseñanza de su tío, hermano de su madre, don Gaudencio Bianchi, párroco de Campodolcino. Después de un tiempo, su padre le dijo un día: Prepárate, porque tu tío te ha conseguido una beca para estudiar en el colegio Gallio. Este colegio había sido fundado por el cardenal Tolomeo Gallio hacía unos 300 años, para que estudiaran gratuitamente hijos de familias pobres. Estaba dirigido por los padres somascos y tenía un régimen rígido con una disciplina férrea. Luis, en octubre de 1854, con sus 12 años, dejó la casa paterna y se fue a estudiar a Como al colegio Gallio. Él se supo ganar la benevolencia de los Superiores y allí estuvo seis años estudiando gramática y humanidades. En lo único que no sacaba buenas notas era en matemáticas. El profesor lo aprobaba con un vix (apenas).

Ya en ese tiempo tenía devoción a su ángel custodio, a quien se encomendaba cada día. Y al salir de ese colegio manifestó: Mi ángel me ayudó a salir ignorante de las miserias humanas, porque en 1859, con las revoluciones, muchos jóvenes fueron contaminados con ideas revolucionarias.

En su último año del colegio Gallio le encomendaron a él el panegírico de san Luis Gonzaga y se sintió feliz de poder hacerlo y honrar así a su angélico patrono.


EN  EL  SEMINARIO

Después de estudiar en el colegio Gallio, su padre en 1860, viendo que tenía atracción a la vida sacerdotal, decidió hacer un gran esfuerzo para que pudiera ingresar en el Seminario a estudiar filosofía y vestir el hábito clerical. En el Seminario de san Abundio tenían muchas limitaciones. Debían estudiar en los dormitorios, la comida era escasa, la disciplina era rígida, pero también tenían días de fiesta y en los recreos se divertían con los buenos amigos. También había días importantes y alegres cuando se celebraban los Ejercicios espirituales o se hacían novenas o triduos por algunas fiestas religiosas. Él por su carácter vivo y extrovertido hubiera deseado más tiempo para jugar, divertirse y hablar, pero había normas para guardar silencio en ciertos momentos, incluso a la hora de la comida, cuando debían oír la lectura del encargado. También Luis hubiera deseado mayor recogimiento espiritual, pero eran tiempos de revoluciones, que perturbaban las mentes de los seminaristas.

De los 22 alumnos de filosofía, solamente la mitad pasaron al Seminario teológico. Él no tuvo problemas políticos y colaboró en el Diario que componían los alumnos. Además, por su buena conducta, lo nombraron prefecto de disciplina para cuidar el orden de sus compañeros.

En una oportunidad uno de sus compañeros se enfermó de una enfermedad contagiosa. Todos, desde el rector hasta el enfermero, usaban todas las precauciones posibles para evitar el contagio. Luis fue su enfermero día y noche y lo cuidó como una madre sin miedo al contagio como los otros. Lo cuidó hasta que murió. En este caso aprendió una vez más a confiar plenamente en Dios y en su providencia, sabiendo que no puede suceder nada sino lo que Dios permita por nuestro bien, como dice san Pablo  (Romanos 8, 28). Para él la prudencia humana era una buena virtud, hasta cierto punto, pero lo primero era confiar en Dios y en su providencia.

En 1862, después de estudiar filosofía en el Seminario San Abundio, ingresó en el Seminario de Teología, donde tuvo como director espiritual a su tío materno Gaudencio Bianchi.

Durante sus años de Seminario estuvo asociado a varios periódicos religiosos en los que colaboraba con algunos artículos; por ejemplo en el Devoto de San José, El mensajero del Corazón de Jesús y otros.

Durante sus vacaciones del Seminario le gustaba caminar por las montañas entre los bosques y recoger hierbas medicinales. También aprovechaba el tiempo para visitar a los enfermos, dando catequesis a los niños o enseñando a los que no iban a la escuela. Un día descubrió en el monte una rica fuente de agua y consiguió que su padre, que era el alcalde del pueblo, se decidiera a canalizar el agua para las necesidades de la gente, que tenía que ir al torrente rabioso a coger agua. Recibió el diaconado el 24 de febrero de 1866.

Su hermano Lorenzo se ordenó sacerdote en 1859, siete años antes que Luis. Y Luis refiere: Lorenzo y Margarita temían que un día tuviesen que recogerme y mantenerme, pero la providencia quiso que Margarita muriese en los brazos de una hija de santa María de la providencia y que yo pudiese cumplir el deber de atender a mi hermano material y espiritualmente en una de nuestras casas hasta el final  .


SACERDOTE

El 26 de mayo de 1866 recibió la ordenación sacerdotal de manos del obispo de Foggia, Monseñor Bernardino Frascolla. Celebró su primera misa solemne el día del Corpus Christi, 31 de mayo, en Prosto, adonde había sido enviado como coadjutor del anciano párroco. Allí estaban presentes sus padres y hermanos.

En el ejercicio de su ministerio pastoral se encontró varias veces con deficientes mentales, enfermos incurables o ancianos abandonados. Esto le quemaba el corazón. Hacía lo que podía, pero su mente miraba más alto y pensaba en la visión que tuvo el día de su primera comunión y planeaba construir casas para recibir y atender a todos los necesitados que estaban abandonados.



SAVOGNO

Al año de su ordenación sacerdotal fue enviado como coadjutor a Savogno, lugar de unos 400 habitantes. Allí revivió el culto eucarístico, promovió la comunión frecuente y aun diaria, logró una buena asistencia a la misa cotidiana y especialmente los domingos y días festivos. Tanto fervor inculcó en algunos de sus feligreses que hubo una pareja de ancianos, imposibilitados de mantenerse en pie, que todas las mañanas eran llevados en brazos por su familiares o vecinas para poder asistir a la misa. Murieron un día de invierno y todos en el pueblo los llamaron mártires de la misa.

Un día declaró una de sus feligresas: Me encontró en el mes de noviembre descalza. Había caído una fuerte nevada y nosotros éramos pobres. Don  Luis me llevó a su casa y me proporcionó calzado. A mi hermano le dio una camisa de las suyas.

Había quedado vacante la escuela de Savogno y los concejales de Prosto, del que Savogno era un distrito, se la adjudicaron a don Guanella que tenía diploma de maestro. Se hizo cargo de la escuela y encomendó a su hermana Catalina la educación de las niñas. Los hombres acarrearon piedra, arena y cal; y con trabajo voluntario construyeron una escuela modelo. Todos lo seguían y obedecían. Era como un capitán entre los obreros. Todos reconocían sus conocimientos y su espíritu de acción para el bien de todos.

Se dio cuenta de que la casa parroquial necesitaba restauración y él mismo, para ahorrar dinero, se convirtió en albañil, carpintero, etc. Igualmente se preocupó de agrandar la iglesia que era pequeña para acoger a gente de los alrededores. También restauró totalmente el cementerio y lo dejó como nuevo; y esto mismo hizo en otras construcciones parroquiales: capillas, ermitas, imágenes, etc., procurando darles un toque de restauración para que parecieran como nuevas.

En la ciudad de Chiavenna publicaban un folleto anticlerical, en el que sacaban artículos contra el padre Luis. Un canónigo de Chiavenna contestó y le dijo al articulista: Recuerda que fuiste seminarista y  estudiaste con el dinero de los sacerdotes y ahora deberías trabajar como sacerdote, pero al menos deja de perseguir al padre Luis, que es un sacerdote movido solamente por el deseo ardiente de hacer el bien a todos.





PERSEGUIDO

En este lugar publicó el folleto Saggio di ammonimenti familiari per tutti ma più particularmente per il Popolo di campagna (Avisos familiares para todos, pero más especialmente para el pueblo campesino). Con este folleto quería avisar a sus feligreses y a otros lectores que se cuidaran de las autoridades que querían alejarlos de la fe católica.

Decía entre otras cosas: En nuestro tiempo los que más trabajan contra nuestra religión son los carbonarios con sus falsas doctrinas… Vosotros debéis saber que Garibaldi es un buen santo del diablo, dado que el 16 de julio desde Caprera le escribía a la condesa Dora de Istria que el papado era la más horrible plaga y que con 18 siglos de mentiras, de persecuciones, de hogueras y de complicidad con los tiranos de Italia, hicieron insanable esta plaga... Nosotros debemos demostrar gran coraje oponiendo escuelas, libros e instituciones católicas a las escuelas, a los libros y a  las instituciones masónicas.

Por este folleto las autoridades políticas le impidieron enseñar y lo miraron desde entonces como un sospechoso, de modo que nunca pudo ser nombrado párroco. Hasta sus mismos compañeros sacerdotes llegaron a desconfiar de él, tomándolo por un exaltado al que había que evitar. En una ocasión durante sus prédicas cuaresmales tuvo al pie del púlpito dos carabineros para escucharlo e informar sobre él. Sin embargo, las autoridades eclesiásticas no lo defendieron y en la diócesis de Turín no le permitieron hacer apostolado ni le dieron permiso para confesar. 

Era considerado peligroso para el Estado, pues había hablado contra Garibaldi y contra los masones y carbonarios que llevaban una política anticristiana.


CON  DON  BOSCO

En vista de que no le dejaban trabajar como maestro ni le podían dar el puesto de párroco, pidió al obispo poder ir al Oratorio de San Juan Bosco a adquirir experiencia. Allí, en Turín, estuvo tres años (1875-1878). En la Congregación salesiana tuvo varios oficios. Estuvo en lugar de don Miguel Rúa al frente del Oratorio San Luis con más de 700 jóvenes a su cargo; y en octubre de 1875 le encomendaron la dirección del nuevo Colegio de Mondoví.

Durante los tres años que estuvo en la Congregación salesiana con don Bosco incluso tuvo deseos de ir de misionero a América, pero al terminar esos tres años su obispo lo pidió, porque tenía escasez de sacerdotes. El mismo padre Luis manifestó que al retirarse de la Congregación salesiana había sufrido más que con la muerte de sus padres.


TRAONA

El obispo lo envió de coadjutor a Traona, pues el párroco tenía parálisis y necesitaba ayuda, pero no le pagaban por su trabajo como debía ser por parte del Estado, ya que el 16 de noviembre de 1880 el prefecto de Sondrio le dijo que no le pertenecía por no ser párroco. Tuvo que vivir de la caridad de la gente. El escribió: En Traona encontré todas las dificultades que hubieran desanimado a muchos corazones de buena voluntad, pero yo no  me desesperé.

En Traona inició un oratorio para catequistas, una escuela elemental, nocturna y dominical. Compró un convento viejo, construido en 1632 por los franciscanos y que, en virtud de la expropiación de los bienes de los religiosos y la supresión de las Congregaciones religiosas de 1866, había pasado a manos del Ayuntamiento del lugar, pero la autoridad política mandó cerrar la escuela de inmediato. El párroco de Traona renunció por enfermedades y nombraron a otro. Él estaba bajo vigilancia de la policía que lo consideraba como persona peligrosa. Por orden del prefecto de Sondrio, cada viaje era vigilado, cada palabra suya sopesada y cada homilía controlada. La actividad de la escuela gratuita que había instituido le sonaba al prefecto de Sondrio como propaganda clerical subversiva y la mandó clausurar bajo pena de multas y castigos. Con ello le daban a entender claramente que era considerado un cura oscurantista, subversivo y antipatriota. El prefecto, de acuerdo con el obispo, consideró que lo mejor era enviarlo a un lugar montañoso y distante donde no pudiera ejercer ninguna influencia peligrosa sobre la gente.

El obispo lo envió a un pueblo alejado y aislado entre  montañas, a Olmo, a 1.000 metros de altitud. Subió hasta su parroquia a pie, pero sin tener el título de párroco. Llegó de noche y estaba cerrada la casa parroquial. Tuvo que dormir junto a un muro pegado a la iglesia. Un día, en que se encontraba aún en Olmo, se acercó a Campodolcino para hablar con el obispo, Monseñor Carsana. El obispo le dijo: Si debiera dar oídos a cuanto me han dicho de usted, debería suspenderlo de celebrar  misa, pero no puedo suspenderlo, porque no tengo argumentos en contra, pero lo haría si pudiese  . 

En vista de que en ningún lugar podía ser párroco ni maestro y lo tenían alejado del mundo, pensó en regresar definitivamente a la Congregación salesiana. El 15 de septiembre de 1881 le escribió a don Bosco en ese sentido. Le respondió que, si quería volver, sería bien recibido con la condición de que dejara todos los intereses que hasta ahora tenía en la diócesis, de modo que no pudiera ser reclamado más por el obispo y que llegara decidido a someterse enteramente a la obediencia a los Superiores.


PIANELLO  LARIO

El obispo le pidió que no se fuera a los salesianos y permaneciera en Olmo; y prefirió obedecer al obispo. El obispo lo destinó a Pianello Lario, donde hacía poco había muerto el párroco.

La providencia le abría el camino hacia el futuro en Pianello Lario. Mucho tiempo atrás, en una ocasión, mientras atravesaba el lago de ese pueblo en un barquito, sintió una particular emoción al ver a lo lejos ese lugar. Vio la iglesia de Pianello y le pareció ver una luz y sentir algo especial en su corazón como si algo le dijese: Mira allá, porque en ese lugar tendrás trabajo y muchas satisfacciones.

Cuando llegó a Pianello, pocas personas se dieron cuenta de su llegada. Eran las once de la noche. Llegó a la casa parroquial, llevando en una carretilla sus pocas cosas. Martina, la anciana ama de la casa, le abrió la puerta y se fue a dormir. Al día siguiente, Martina le preparó un plato de polenta y una tajada de queso. Era el 11 de noviembre de 1881, fiesta de San Martín. Allí lo encontraron el alcalde del pueblo y el párroco del vecino pueblo de Musso, que fueron a visitarlo.

Al día siguiente empezó su trabajo y poco a poco se hizo querer de la gente. Sonreía a todos y hacía generosamente limosnas a los pobres; y muchos jóvenes y adultos iban a la escuela nocturna. No tenía miedo de que le prohibieran de nuevo enseñar, ya estaba acostumbrado.

En ese pueblo, el anterior párroco, don Coppini, había fundado en 1871 un grupo de chicas jóvenes que tenían el anhelo de ser religiosas. Era la Pía Unión de hijas de María bajo la protección de santa Úrsula y santa Ángela de Merici. Esta fundación estaba destinada a morir sin su apoyo y él sintió en su interior: Tú serás su sucesor. Pero no le faltaron dificultades.

Un día fue convocado por las autoridades civiles de Como. Antes que el juez hablase, gritó en alta voz que desde hacía 15 años le perseguían siendo inocente y él golpeó la mesa con sus puños. Esto hizo venir corriendo a la esposa del procurador que dijo: ¿Qué te ha hecho este sacerdote y tú qué cosa le has hecho? El procurador perdió la paciencia y llamó al guardia, ordenándole: Llévelo al señor prefecto.

Delante del prefecto repitió la misma escena y el prefecto le preguntó: Usted, ¿qué quisiera hacer? Respondió: Quiero fundar un Instituto para mujeres pobres. Y le expuso la idea. El prefecto contestó: Me agrada la idea y la apoyaré ante el obispo y, si hace falta, ante las autoridades de la ciudad.


LAS  HERMANAS

En 1872 la Pía Unión fundada por el padre Carlo Cappini se llamaba Pía Unión de Hijas de María Inmaculada bajo la protección de santa Úrsula y santa Ángelo de Merici. En 1892 se llamaron Víctimas del Sagrado Corazón. En 1893 Celadoras del Sagrado Corazón o Hijas del Sagrado Corazón. En 1894 Hijas de la providencia y en 1896 Hijas de Santa María de la providencia. Su nombre definitivo.

La fundación se dedicaba a la asistencia de huérfanas y ancianos. Estaba encargada de su dirección Marcelina Bosatta. La llegada de don Luis las había desconcertado, porque tenía fama de ser un cabeza loca, de hacer cosas revolucionarias dondequiera que estaba. Sus temores eran comprensibles, dada la propaganda negativa que habían recibido. Por eso, al principio, se mantuvieron un poco alejadas. La dirección espiritual de este grupo estaba confiada al párroco de la vecina parroquia de Musso, quien tuvo el buen sentido de pedirle al obispo que lo dispensara en favor del nuevo encargado de la parroquia de Pianello.

El padre Luis, en los primeros meses, visto el distanciamiento de las hermanas, se limitó a darles dos charlas por semana. El hielo lo rompió un plato de polenta. Declaró en la Positio super virtutibus Marcelina Bosatta: El venía a darnos dos charlas semanales y nos confesaba. Lo que determinó recibirlo con plena confianza como nuestro director fue el haber asistido a una cena particular en la casa parroquial. Él había regresado en ayunas de un mal viaje y tenía cerca un tazón de barro en el cual estaba la ensalada y al otro lado tenía la aceitera. Sin echar aceite ni vinagre ni sal, cogió con la mano dos hojas cada vez y comió la ensalada con polenta fría. Yo le referí esto a mis hermanas y ellas reconocieron que su presencia era providencial para todas.

En 1883 hubo un gran terremoto en la isla de lschia y en 1884 se desató el cólera en Nápoles. Las hermanas, junto con él, sintieron deseos de ir a ayudar. El cardenal de Nápoles no aceptó su ofrecimiento, su espíritu de sacrificio estaba a punto para la acción.

Ella fueron las primeras en responder a la nueva fundación que don Luis quería hacer.

En Pianello tenían un pequeño asilo con 20 asilados y era necesario ampliarlo. Además había que pensar en las futuras vocaciones. Don Guanella fue a ver al obispo. Le explicó el proyecto y que podía disponer de 3.000 liras que un primo muerto en América, le había dejado como legado.

Y Dios comenzó a hacer maravillas. Una señora le ofreció una casa en buenas condiciones. A ella se añadió la casa natal de sor Marcelina Bosatta y otra de nueva construcción con amplios dormitorios. Y comenzó un orfanato.

El orfanato tenía salas de labor donde las huérfanas podían trabajar sin necesidad de salir para ir a los talleres del pueblo. Había jardín de infantes y refugio masculino y femenino para inválidos, ancianos y pobres de la población y pueblos vecinos. Las hermanas brindaron también asistencia domiciliaria a los enfermos y catequesis parroquial a las niñas.

Un día fueron llamadas al juzgado. Estaban denunciadas y decían algunos que por falso espíritu de penitencia, hacían llagas en los cuerpos de las huerfanitas. Y no faltaron algunos envidiosos que dijeron chismes sobre las hermanas. Don Guanella pensó que de nuevo venía la persecución, pero todo se superó.

El 5 de febrero de 1886 fundó una segunda comunidad de hermanas en Como, donde les preparó un modesto alojamiento. Tuvieron que buscar otro sitio, porque en invierno era malsano aquel lugar. El nuevo lugar costaba 14.000 liras y don Luis hizo el contrato sin tener el dinero, que debía pagar en seis meses. Pero él confiaba en la providencia que no le falló. El propio don Luis se acomodó en el establo con los animales.

Una de las hermanas, sor Chiara Bosatta, de la casa de Como, se enfermó de pulmonía. Su hermana Marcelina Bosatta, que la cuidaba, también se enfermó de lo mismo. Estaban en la misma habitación. Todas estaban consternadas ante la posibilidad de su muerte y rezaban sin cesar por su curación. Sor Chiara se ofreció al Señor por la sanación de su hermana, que era la Superiora y el fundamento de la nueva Congregación. El Señor acogió su ofrecimiento. Un día dijo Chiara a su hermana y a su madre, que vino a cuidarla: Cuando florezcan las rosas, ya no estaré entre vosotras. Murió el 20 de abril de 1887 a los 29 años. El Papa Juan Pablo II la beatificó el 21 de abril de 1991.

Y Dios bendijo a las hermanas, que tuvieron un rápido crecimiento. A los tres votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia se añadió el cuarto: asistir incluso a los enfermos contagiosos. Las Constituciones fueron aprobadas ad experimentum por siete años y fueron aprobadas definitivamente en mayo de 1917, cuando ya eran 600 hermanas, quedando definitivamente con e1 nombre de Hijas de Santa María de la providencia.

Don Luis también pensó en extender a sus hijas en América y, después de haber estado personalmente para ver las posibilidades, envió seis hermanas a Chicago 

En 1915, unos meses antes de morir, las mandó a ayudar a los afectados por el terremoto de Marsica.


LOS  HERMANOS

Un alma víctima del primer grupo de los siervos de la providencia fue el joven de 12 años Alejandro Mazzucchi. Este jovencito se había pasado horas y horas a la cabecera de un joven que tenía mal olor y tenía una enfermedad incurable. Mazzucchi murió el 21 de junio de 1890, precisamente el día de san Luis Gonzaga.

En 1895 comenzaron los siervos de la Caridad, la rama masculina de la obra de don Guanella. El primer sacerdote ordenado era un seminarista epiléptico de la diócesis de Milán que, en don Guanella, había encontrado un padre. Al principio se llamaban Hijos del Sagrado Corazón. En 1905 cambiaron el nombre por Siervos de la Caridad.

Comenzaron a tomar forma con el ingreso en la Congregación los sacerdotes Leonardo Mazzucchi, su primer biógrafo, y Aurelio Bacciarini, que le sucederá en la dirección de la Congregación como Superior general. A partir de ese momento, se organiza la formación de los jóvenes aspirantes y de los novicios. Al principio los seminaristas, como eran pocos, estaban confiados a las hermanas.

El 24 de marzo de 1908 don Luis y un grupito de sacerdotes, se acercaron al altar para hacer sus votos perpetuos de pobreza, castidad y obediencia. Ese día profesaron Leonardo Mazzucchi y Aurelio Bacciarini. Este último fue nombrado después de la muerte de don Luis, obispo de Lugano y, con permiso especial de la Santa Sede, pudo seguir dirigiendo como Superior general a la Congregación de los Siervos de la Caridad. La Congregación de los Siervos de la Caridad recibió el Decretum laudis del Papa Pío X el 15 de agosto de 1912.

En 1928 el Instituto fue canónicamente aprobado como Congregación y en 1935 fueron aprobadas definitivamente las Constituciones. Los miembros del Instituto son sacerdotes y hermanos no sacerdotes para ocupaciones manuales.


JESÚS,  MARÍA  Y  JOSÉ

Fueron sus tres grandes amores. En todas las parroquias en que estuvo, inculcó a los fieles el amor a Jesús Eucaristía y formó grupos de monaguillos para ayudar correctamente en las ceremonias litúrgicas.

En Como, en la construcción del santuario del Corazón de Jesús, tuvo el detalle de que en lo que sería su habitación, hubiera una ventana al altar del santuario para poder así estar en comunicación estrecha con Jesús sacramentado. Allí, de rodillas en su habitación, mirando al sagrario de la iglesia, se pasaba muchas horas, adorando y acompañando a Jesús Eucaristía.

Para las hermanas instituyó la adoración diurna, recomendando a los asilados las visitas al Santísimo Sacramento. Cuando él regresaba a casa después de sus viajes, la primera visita era para Jesús Eucaristía y después para sus benjamines (asilados, ancianos, enfermos, etc.).

Cuando viajaba en tren, recomendaba a sus acompañantes saludar a Jesús Eucaristía presente en los templos que iban viendo al pasar. Recitaba cada día el breviario en la capilla y no omitía nunca el rosario a María.

Su amor a María fue inmenso. Era su madre de verdad y a ella acudía para que intercediera ante Jesús cuando había dificultades. No olvidemos que fue María quien le hizo ver en una visión, el día de su primera comunión, los planes que Dios tenía para él en el futuro como fundador y realizador de grandes obras para gloria de Dios.

También tenía mucha devoción a san José y pudo construir con el apoyo del Papa Pío X una basílica en su honor. También organizó una Cruzada de oraciones por los agonizantes. Recordemos que san José es el patrono de los agonizantes, porque tuvo la gracia de morir en los brazos de Jesús y de María. Con la Pía Unión de San José procuraba pedir para todos la gracia de una buena muerte. Los inscritos ofrecen cada día oraciones por esa intención y los sacerdotes ofrecen cada día la misa por turno por los agonizantes.




ESPÍRITU  DE  CARIDAD

Una tarde de otoño de 1908 don Guanella oyó blasfemar a un conductor de carruaje. No pensaba tomarlo (como taxi), pero le pidió que lo llevara a su destino. Cuando llegaron, bajó del carruaje y le dijo al pobre conductor: Con este frío y esta humedad quizás necesite tomar algo caliente. Le hizo pasar a la casa y mandó, a la hermana que le abrió la puerta, que prepara una sopa caliente, un poco de pan con queso y una botella de vino. También ordenó que dieran de comer al caballo.

Cuando ya el conductor estaba satisfecho, le dijo don Guanella: El hambre es mala consejera y era ella la que le hizo decir esas palabras blasfemas. Tenga cuidado, porque de otro modo, además de perder la paciencia y la salud, perderá el alma  . 

No hace falta decir que el conductor quedó arrepentido y muy agradecido a don Guanella.

Un día llegó a medianoche en tren e hizo el trayecto a su casa a pie. A medio camino encontró un pobrecito, enfermo mental, que estaba durmiendo al descampado. Lo invitó a seguirlo. Lo llevó a la casa y los dos se pusieron a cenar. Después, para no despertar a nadie, lo llevó a su habitación y le hizo dormir al pobrecito en su propia cama. Él se echó en un rincón de la casa que estaba lleno de heno. Por la mañana se presentó a la meditación con un extraño aspecto y con huellas visibles del heno de su cama improvisada  .

Otro día, uno de los internos de la Casa de Como, un retardado mental, salió de la casa y no lo podían encontrar. Don Luis envió a todos a ir a la capilla para pedirle al Señor que lo encontraran en buen estado. Finalmente, a la mañana siguiente, fue encontrado sano y salvo. Don Luis invitó a todos a cantar un solemne Te Deum y, desde ese día, ese joven fue llamado Te Deum.

El padre Agostino Gemelli, futuro franciscano y fundador de la universidad del Sagrado Corazón de Milán, fue dirigido al padre Luis por el Papa Pío X, porque tenía dudas sobre la doctrina de la Iglesia. El Papa le dijo: Vete en mi nombre a don Guanella. Le contestó: Pero no es un teólogo. El Papa le respondió: ¿No te has roto la cabeza con los teólogos? Vete a don Guanella. No necesitas un teólogo sino un santo y el padre Guanella es un santo.

El padre Gemelli refirió que lo acogió con mucha caridad y le infundió una fe firme en la divina providencia.

Don Luis tenía dotes de predicador y en muchas ocasiones era llamado a predicar en otras parroquias. Dado que los pecadores no solían asistir a las misas, publicó varios folletos para ellos. Entre 1882 y 1885 escribió 29 folletos. Uno de 350 páginas era sobre la doctrina cristiana. Otros eran sobre la muerte, sobre las homilías dominicales, sobre la Virgen, la Biblia y, por supuesto, la Eucaristía.

El terremoto de 1915, en Marsica ocasionó 30.000 muertos y grandes daños materiales. Él escribió desde Roma: En nuestras Instituciones de aquí tenemos más de 200 víctimas del terremoto. Los pequeños de dos a seis años están a cargo de las hermanas de San Pancracio. Aquí se pone a prueba la paciencia de las hermanas y del sacerdote, que están continuamente en la brecha... Estuve anteayer en Avezzano: ¡Qué desolación! Y por añadidura el agua, la nieve y los hielos. Los pequeños recogidos llegan a 300 y ahora querríamos preocuparnos de los ancianos, porque no parece sino que es la providencia quien nos los envía... Era hermoso ver aquellas criaturitas, que no osaban separarse un palmo la una de la otra, cómo se repartían entre sí un dulce o una fruta que se les diese y cómo respondían con una triste sonrisa a la sonrisa de las hermanas  . 

Por otra parte, tuvo en el corazón siempre la idea de superar el analfabetismo de los pueblos y fundaba escuelas, aunque después se las hiciera cerrar el gobierno por considerarlo una persona peligrosa por sus ideas antimasónicas y procatólicas. Y no solo enseñaba a leer, escribir y contar, sino que también en los pueblos del campo, les daba clases de agricultura y les enseñaba nuevos métodos para aumentar el rendimiento de las tierras y superar ciertos prejuicios equivocados de los campesinos.












LA  PROVIDENCIA

Mucha gente, que lo conoció, decía de él que era el hombre de la providencia. Don P.C. Benedetti declaró en el Proceso: Era tanta su confianza en la divina providencia que no admitía límites. Era tan sólida su fe que nunca dudaba. Cada vez que yo le sugería no hacer demasiadas cosas, porque no había medios para sostenerlas, él me miraba con maravilla y exclamaba: "¿Y la divina providencia?"  . 

Don G. B. Trussoni manifestó: Constaté siempre en don Guanella el más sincero y total abandono en las manos de la divina providencia. Asumía compromisos de los que todos o casi todos dudábamos de su realización. En las dificultades que llegaban, no se descomponía y procuraba poner toda su confianza en la divina providencia, como si la tuviese en sus manos  .

A los sacerdotes, que le preguntaban cómo hacía para ayudar a los pobres sin tener estipendio del gobierno y no disponer de medios económicos, les decía: Si aprendiésemos a vivir de la providencia más que de estipendios, estaríamos mejor. El pueblo nos amaría más y nosotros haríamos muchas más cosas.

El estar sin dinero, le hizo tener más coraje para luchar por la causa católica y seguir realizando obras cada día más costosas. Su secreto fue, a lo largo de su vida, confiar ciegamente en el poder de Dios y su providencia divina.

En su vida fueron frecuentes los contratos millonarios sin tener dinero, pero confiando en la providencia divina, que nunca le falló. Sabía por experiencia que, en la medida de su fe y confianza, en esa medida Dios le iba a dar lo que le pedía, porque conocía previamente lo que era la voluntad de Dios y él dejaba de lado la prudencia humana y aceptaba deudas humanamente impagables que hacía decir a los otros que era un loco o medio loco.

Un día no había dinero para pagar al maestro de obras. Tuvieron que rezar y por fin, a última hora de la tarde, llegó un señor y le dijo: Si me lo permite, pagaré yo esta vez; y le dio la cantidad que necesitaba.

En otra oportunidad fue a visitar la ciudad de Splügen, una región de mayoría protestante, donde las iglesias católicas habían sido profanadas y estaban casi en ruinas. Él decidió animar a los católicos y les construyó tres iglesias. No sabía cómo, pero la ayuda de la providencia no le faltó. Y decía convencido: Yo no hago nada, todo lo hace el Señor.

En 1886 tomó alquilada una casa por 700 liras y allí estableció la sede central de la obra, a la que la providencia se complació en ayudar. Y cada día se iba comprometiendo en otras obras para engrandecer la obra comenzada. La institución de Como tomó el nombre de Pequeña casa de la divina providencia y, para evitar equívocos con las casas del Cottolengo, quitó el adjetivo Pequeña. En 1890 ya se albergaban 200 personas entre hombres y mujeres, ancianos, enfermos, ciegos, sordomudos, estudiantes, pobres, etc. En ese tiempo ya tenía al obispo de su parte.

El 19 de abril de 1892 el obispo bendijo la primera piedra del templo del Sagrado Corazón, que Monseñor Ferrari consagró solemnemente el 6 de abril de 1893.

Otro obispo de Como, Monseñor Teodoro dei Conti Valfré, le recomendaba que fuera prudente en sus contratos sin tener dinero, pero después de varios sucesos se convenció de que don Luis tenía razón y decía: Déjenlo hacer lo que quiera, porque con los santos no se puede discutir.

Y don Luis seguía conversando con el obispo, contándole sus buenas obras. Le decía por ejemplo: He hecho un contrato por 40.000 liras o por 20.000 o por otra gran suma. La providencia pagará. Y así era en realidad. Le salían bienhechores de donde menos pensaba.

Un día de 1897 compró sin tener dinero la hilandería Binda por 45.000 liras. Además tuvo que hacer algunas reparaciones y resultó ser un edificio muy grande y apropiado donde tenía 300 personas alojadas en un lugar hermoso y con buena vista en la ciudad de Como. El dueño solo le pidió un adelanto de 3.000 liras. El resto lo fue pagando poco a poco, pero lo pagó. Hubo ofertas continuas de diferentes personas que lo animaban con sus limosnas. Entre otros, el párroco de San Marcos le ofreció 15.000 liras. Algunos de sus conocidos le preguntaban cómo era posible lo que hacía. Y puso en la entrada de la iglesia, dedicada a Santa María de la providencia, la frase: Banco de la divina providencia.

Antes de terminar de pagar a la hilandería Binda los 45.000 liras, ya se había comprometido en la compra de otra hermosa casa en Menaggio por 40.000 liras. El obispo le dijo: Me imagino que con esto ya habrá pagado la deuda a la hilandería Binda. Pero, al decirle que todavía no, el obispo tuvo que decirle como otras veces: Siga, siga que la providencia está con usted.

Un visitador de la Casa de la providencia declaró que le preguntó a don Luis cómo hacía para proveer a tantas personas. Y le respondió: Provee la providencia.

En tres años terminó la construcción de la basílica dedicada a san José, pudiendo contar, además de la providencia, al Papa Pío X como uno de sus generosos bienhechores.

En 1894 terminaba de establecer con firmeza la casa de las hermanas de Como y comenzó la Casa de Milán. Continuó con un asilo en la Via Panfilo Castaldi y después otro segundo asilo en Via Cappuccini.

El día de Todos los santos de 1895 hubo un incendio en una de sus Casas de Como, incluida la iglesia del Sagrado Corazón. Don Luis estaba en Milán y regresó lo antes que pudo. Lo primero que hizo fue cantar un Te Deum de agradecimiento ante el estupor de los que conocían el hecho. Era un Te Deum de agradecimiento por haber preservado la Casa de un desastre mucho mayor. Solo hubo daños materiales que con el tiempo y la ayuda de Dios se pudieron reparar y, a partir de entonces, esa Casa se llamó la Casa Te Deum.

Durante la construcción del santuario del Sagrado Corazón de Jesús en Como, don Luis le confió al padre Agostino Gemelli que tenía dificultades económicas, pero añadió: Confío plenamente en el Sagrado Corazón de Jesús y estoy convencido que puede terminarlo o dejarlo  incompleto, pero creo que será terminado, porque todo lo hago para su mayor gloria. Y de hecho se terminó sin mayores problemas en tres años.


SU  MUERTE

El doctor Fumagalli escribió a don Mazzucchi el relato de la última enfermedad de don Guanella. Dice: Él había tenido una naturaleza sana y robusta, pero no se cuidó. Muchos años antes de la última enfermedad ya tenía diabetes, causada por desórdenes dietéticos y por graves emociones. Pero él, que se cuidaba mucho de los demás, se cuidaba poco de sí mismo. Era muy austero. Comía un poco de polenta, un plato de patatas y un poco de leche y esa era toda su comida. Además tenía la mala costumbre de ocuparse de sus asuntos después de haber comido, haciendo visitas o viajar. Y, si alguna vez, se le hacía alguna observación a este respecto, decía que primero debía pensar en sus pobres.

Y no se preocupó de otro mal, que, poco a poco, lo venía minando: mal de la próstata, que por pudor no se atrevía a manifestar. Cuando observé este mal ya estaba muy avanzado y no había curación posible. No había posibilidad de operación por causa de la diabetes. La orina salía con sangre y por la noche no podía descansar tranquilo.

Se consultaron otros especialistas y todos coincidieron en que el tratamiento debía limitarse a tener vacía la vejiga y lavarla para impedir infecciones  . 

El 27 de septiembre de 1915 le dio una parálisis que lo dejó medio inválido. Esto se complicaba con otras enfermedades, como la enfermedad de los riñones. Los pocos días que le quedaron de vida fue dando consejos varios para el futuro: Dios pensará en vosotros. La providencia de Dios os ayudará. No rechazo sufrir por vosotros. Por vosotros hago el sacrificio de mi vida. Seguidme con este programa: Rezar y sufrir. Es necesario vivir santamente para morir santamente. Adiós, nos encontraremos todos en el cielo.

Murió en la noche del 14 al 15 de octubre de 1915. Benedicto XV, cuando recibió la noticia de su muerte, dijo: Ha muerto un santo. Los funerales fueron oficiados por el cardenal Ferrari, que le hizo una hipotética pregunta: Si te preguntara qué nombre prefieres para llamarte, seguramente me responderías: "Siervo de la caridad". Fue enterrado en el cementerio mayor de Como. Allí estuvo poco más de un mes. Después, con el permiso del Ministerio del Interior, fue enterrado en el santuario del Sagrado Corazón.

El doctor Buschi por su parte declaró: Lo visité en octubre de 1915, tres días antes de su muerte cuando ya estaba hemipléjico desde hacía 20 días. A causa de una mala maniobra anterior, no conseguí introducir el catéter en la vejiga y solo pude practicarle una punción suprapúbica, saliendo poca orina. Tenía intoxicación urinaria y por su hemiplejia y la  uremia no se daba cuenta de sus actos  .













BEATIFICACIÓN  Y  CANONIZACIÓN

Los dos milagros aprobados para su beatificación fueron: El de la niña María Uri de once años, que estaba internada con las religiosas de Santa María de la providencia en Lora (Como). De improviso, el 27 de mayo de 1932 comenzó a sentir dolores en el abdomen acompañados de vómitos y arcadas. Al día siguiente, se levantó de la cama para asistir a misa, pero se desvaneció en la iglesia. De nuevo tuvo fuertes dolores y desfallecimiento, siendo incapaz de tomar alimento alguno, ni siquiera la sagrada hostia. El médico dijo que era peritonitis aguda.

Las condiciones de la enferma empezaron a empeorar. Trajeron de su casa el vestido de primera comunión para enterrarla con él. Las hermanas le pusieron una reliquia del padre Guanella y trataron de que tragara algunos hilos de su ropa, elevando fervorosas plegarias. Dios escuchó su oración y a medianoche se durmió plácidamente. Por la mañana se despertó totalmente curada. Los médicos consideraron el caso como milagro, porque superaba las fuerzas de la naturaleza.

La otra curación se refiere a la señora Teresa Pighin de Zoppola (Udine), madre de cuatro hijos. En febrero de 1929 se hospitalizó y a los pocos días regresó a casa, pero se volvió a sentir mal. Le diagnosticaron en 1932 el mal de Pott. Dos años después, en 1934, la acogieron las hermanas de Santa María de la providencia en Cardignano (Udine). Los médicos la desahuciaron con el mal de Pott. Estaba en cama sin esperanza de curación. El 30 de noviembre las hermanas le dieron una reliquia de don Guanella y comenzaron una novena al siervo de Dios. El 2 de diciembre por la mañana, a las siete, la paciente despertó con una especie de sacudida de todo su cuerpo, seguida de una sensación de bienestar general. Estaba curada  . 

Fue beatificado en la basílica vaticana el 25 de octubre de 1964. Y canonizado por Benedicto XVI el 23 de octubre de 2011. Se le ha llamado el padre de los pobres. Pío XI lo consideró el Garibaldi de la caridad. Su cuerpo se venera en el santuario del Sagrado Corazón de Como. Su fiesta se celebra el 24 de octubre.






CONCLUSIÓN

Después de haber leído atentamente la vida de don Luis Guanella podemos elevar nuestro corazón a Dios y darle gracias por los dones de su providencia.

Construyó hermosas iglesias, asilos y obras de caridad para los pobres, ancianos, discapacitados y necesitados de toda clase. Él nunca negaba su ayuda a nadie, porque aunque no tuviera los medios convenientes para atenderlos en ese momento, confiaba en la providencia de Dios, que nunca deja de atender a quienes se lo piden con fe.

Ojalá que su ejemplo nos estimule a nosotros a confiar más en Dios y a poner en sus manos nuestro futuro. Por supuesto que esto no quiere decir que debamos dejar de trabajar, sino que hay que orar y trabajar a la vez. Orar y confiar como si todo dependiera solo de Dios; y a la vez, trabajar con entusiasmo, como si todo dependiera solo de nosotros.

Que la vida de este gran santo nos lleve a pedir a Dios que aumente nuestra fe para que nunca dudemos de su providencia, ni de su amor ni de su perdón para con nosotros. Y también algo muy especial que tenía don Guanella: su amor a Jesús Eucaristía. Pidamos que nunca dudemos de la presencia real de Jesús en este sacramento y procuremos compartir nuestra fe con todos los que nos rodean como verdaderos discípulos y seguidores de Jesús.

Que Dios te bendiga por medio de María y no olvides que la providencia de Dios ha colocado a tu lado para toda tu vida a un ángel bendito, tu ángel custodio, para que te guarde en todos tus caminos. Confía en Dios, pide ayuda a la Virgen nuestra madre y a tu ángel y no te olvides de tantos santos que son tus hermanos, y de tantos ángeles, que son también tus hermanos y te ayudarán en la medida en que los invoques con fe.

Que seas santo, éste es mi mejor deseo para ti.


Tu hermano y amigo para siempre.
P. Ángel Peña O.A.R.
Agustino recoleto


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